Capítulo octavo. un recomenzar.

Continuación de la historia que envuelve a Alicia, Alex, Roberto, Rosco y Lolo, fruto de la infidelidad de Alicia. Algún nuevo personaje, nuevas situaciones.

CAPÍTULO OCTAVO. UN RECOMENZAR.

Nota del autor: Realmente esto es un recomenzar o un continuar una historia que dejé a medias (en esta misma web y de este mismo autor los siete primeros capítulos). No me gusta hacerlo, por eso vuelvo. Pretendo hacer literatura erótica, pero a veces hago más literatura que erótica y… aquí venimos a lo que venimos. No tengo muy claro si compensa seguir con esto, así que agradeceré vuestros comentarios, sólo si son sinceros.

Tras unos instantes de natural sosiego, Lolo recuperó el tono. Se le notaba, más que satisfecho, relajado. Se incorporó con movimientos precisos y tranquilos. Me miró. Mi aspecto era, sin duda, más repugnante que atractivo. Después de la casi interminable “sesión” a la que había sido sometida, debía de parecer más un objeto que una persona. Un objeto sucio, sin duda.

-No tienes buen aspecto y no es así como quiero disfrutarte. Das asco, me das asco. La noche no ha hecho más que empezar, hay tiempo. Vas a asearte. Atravesando esa puerta, como supondrás, hay varias habitaciones espaciosas, confortables y con su baño completo. Elige una y toma tu tiempo. No hay prisa.

Sus palabras no dejaron de sorprenderme. Esto era lo más parecido a un trato correcto y civilizado que había visto en todo el día. Sin arriesgarme a contrariarle, obedecí con diligencia. Me incorporé y atravesé la puerta que desde un extremo del salón conducía a la zona de habitaciones. Mientras caminaba, observé como Lolo se dirigía a la pequeña barra. Sin duda, ya relajado, se disponía a tomarse una copa.

Lo malo cuando te toca la lotería es que a veces no sabes ni que hacer-pensó Lolo mientras trajinaba entre botellas, vasos e hielo. Lo mejor es relajarse y planificar mínimamente-se aconsejó a sí mismo.

Se decidió por una de las botellas Jack Daniel's, un vaso bajo y ancho y cinco hielos. Se premió con una ración generosa pero no exagerada. Obvió cualquier tipo de acompañamiento, sólo whisky de Tennessee e hielo. Tampoco quiso ninguna chuchería adicional. Cogió el vaso y un cenicero y volvió con ellos al sofá donde acababa de disfrutar de doña Alicia. ¿Doña Alicia?¡Que coño! Donde acababa de cascarse una cubana con aquella puta. Dio un primer sorbo, sintió su agradable sabor, posó el vaso junto al cenicero. En sus bolsillos encontró el paquete y su zippo. Extrajo un cigarrillo y con parsimonia lo encendió. Una primera bocanada profunda, un segundo sorbo, también profundo, y se dejó sumergir en unos planes que más parecían ensoñación que realidad.

¡Joder!¡Qué bueno es cuando te toca la lotería!

Siguiendo las indicaciones de Lolo atravesé la puerta. Como me había indicado, tras ella, descubrí un amplio pasillo. De él, a izquierda y derecha, salían seis habitaciones que podía identificar por sus puertas. La distancia entre ellas me indicaba que sus dimensiones eran extremamente generosas. No era nada de extrañar. Tanto Roberto como su familia tenían un gusto acentuado por las posesiones amplias y de calidad y todo el dinero del mundo para permitirse estos caprichos. Al fondo una séptima puerta.

Sin prisas, comencé a curiosear. Abrí la primera puerta de la derecha y entré en un amplio dormitorio. La pared opuesta a la puerta de entrada estaba acristalada de suelo a techo. Sin duda con vistas a un paisaje precioso pero que, al ser noche cerrada, no podía contemplar. Una cama de matrimonio de tres por tres. Armarios empotrados en la pared de la puerta y la mitad de la que hacía ele con ella. A continuación una puerta que, como suponía, daba acceso a un muy generoso cuarto de baño integrado en la habitación. Además de las mesitas adosadas a la cama, dos sofás con su mesa central. Sin duda con las características de una suite de un hotel de lujo. El baño contenía una bañera inmensa, estaba completamente revestido de mármol de calidad y en una de sus paredes un espejo de suelo a techo. La iluminación era adecuada pero indirecta, los muebles de primera calidad, la televisión y el equipo de música de primera marca.

Abrí las puertas de los armarios con la esperanza de encontrar algo de ropa. Absolutamente vacíos, como una habitación de hotel. En el baño sí había toallas, albornoces y todo tipo de productos de higiene y belleza. Hasta los perfumes, cremas y maquillajes de las marcas que yo solía emplear.

Repetí mi excursión en cada una de las seis habitaciones. Las seis idénticas. Al intentar abrir la puerta del fondo, comprobé, no sin sorpresa, que estaba cerrada. No quise llamar a Lolo para preguntar el por qué ni a qué estaba dedicada. Esa actitud habría sido la natural antes, cuando aún era doña Alicia, pero no ahora que se había convertido en la puta que Roberto le había dejado para su total disfrute.

Elegí, de entre todas las puertas, la que ocupaba el primer lugar del lado izquierdo. Atravesé la habitación y me introduje en el baño. Me contemplé en el espejo que de suelo a techo tenía frente a mí. Realmente daba asco. No era más que una sucia puta. Así me veía. Contemplarme así me humillaba, pero por cualquier extraña razón que no sabía explicar, también me excitaba extraordinariamente. A lo largo de mi vida, pensé mientras me observaba, siempre había llevado una vida sexual absolutamente convencional. Incluso mi infidelidad con Alex había sido más una aventura romántica, intentando revivir estúpidamente aquellos primeros años con Roberto, que una tórrida, excitante y estimulante experiencia sexual. Lo que había vivido en las últimas horas me había puesto totalmente cachonda. Las humillantes mamadas a Alex, Roberto y Rosco, las masturbaciones, la brutal follada de Rosco, la cubana a Lolo… hasta la violenta violación anal a la que me había sometido Roberto… Todo, absolutamente todo, me había excitado, me ponía húmeda, endurecía mis pezones, erizaba mi piel, me hacía sentirme cachonda como una perra. Era una puta, sin duda lo era.

Me dirigí a la bañera, tipo jacuzzi, y abrí el grifo, manipulándolo hasta conseguir la temperatura deseada. Mientras dejaba salir el agua, comencé a desvestirme. Volví a la habitación, abrí una de las puertas del armario donde recordaba haber visto perchas, y, tras quitármela, colgué mi chaqueta. Hice lo mismo con mi maltrecha blusa y mi falda. Me quité los zapatos y los deposité en uno de los espacios al efecto. Por último me desprendí de las medias y las deposité en uno de los cajones. Era bastante estúpida esta rutina, pensé, pero, como todo lo que hemos inculcado a base de repetición, era absolutamente inevitable.

Volví al cuarto de baño, donde la bañera ya tenía el correcto nivel de agua, y cerré el grifo. Elegí una de las sales de baño y la apliqué con generosidad en el jacuzzi. Noté el delicado aroma al diluirse en la cálida agua, mientras me observaba, esta vez completamente desnuda, en el espejo. Una puta sucia y agotada, eso es lo que vi. No era ese el aspecto que quería tener, no era ese el aspecto que debía tener. Quería estar atractiva, apetecible, para Lolo. Para él, esta noche, quería ser una puta deseable y deseada.

Lolo había dedicado este tiempo a relajarse. Tranquilo, sin prisas, saboreó su copa y fumó dos o tres cigarrillos. Durante este periodo de relajación aprovechó para disfrutar el momento y planificar la noche. Hizo una llamada telefónica rápida. Todo estaba a correr a las mil maravillas. Todo previsto. Sin duda iba a ser una gran noche, una larga noche porque no pensaba desperdiciar ni un solo instante durmiendo. Ya habría días, ya habría noches insulsas para gastar el tiempo durmiendo. Ésta no, ésta sería una magnífica noche, una noche de sexo. Se iba a follar a aquella puta como nunca la habían follado. La iba a disfrutar a tope, la iba a reventar. ¡Qué buena estaba! Jamás, ni en sus mejores sueños, había podido imaginar algo así. Volvió a encender un cigarrillo, dio otro sorbo a su copa y, relajado, siguió esperando. No había prisa, no había ninguna prisa.

¿Qué estaría haciendo ahora su puta? Sin duda asearse como él le había ordenado. Que dócil se había vuelto doña Alicia, pensó sonriendo para sus adentros.

Alicia estaba tomando un reparador baño. Sumergida en la bañera de hidromasaje, al fin consiguió relajarse en un baño de sales y espuma. Con minuciosidad aplicó gel por todo su cuerpo, obsesionada por borrar de él las huellas de los abusos a que había sido sometida. El baño restaurador, el masaje relajante que le proporcionaba el jacuzzi, le habían devuelto algo de la serenidad perdida.

No, ella no era una puta. Había sido infiel, era cierto. Había obrado mal, no cabía duda. Pero ello no hacía de ella una puta. No iba a permitirlo, no iba a dejarse arrastrar por aquel sentimiento de culpa hasta el punto de perder por completo su dignidad como mujer, su dignidad como persona.

Esto estaba bien y ya era importante recuperar algo la serenidad y el buen juicio. Pero era igualmente cierto que estaba metida en un buen lío. Lolo estaba en el salón, a dos o tres puertas de ella, con la total convicción de que se la habían regalado para hacer con ella lo que quisiera durante toda la noche.

No quiso pensar más y sumergió su cabeza el agua, dejando resbalar su espalda en la bañera.

-Ésta es la puta, Cloe.

La entrada de Lolo en el cuarto de baño, acompañado por una mujer, le había pillado absolutamente por sorpresa. Sacó la cabeza del agua a la vez que en un instintivo y estúpido reflejo se cubría los pechos con los brazos.

-Enseña esas tetas, Cloe es de confianza-espetó Lolo con sorna.

La mujer era morena, con un cabello extraordinariamente lacio en media melena. Sus ojos eran negros y su rostro tenía cierto aire asiático, pero no completamente marcado, como fruto de un mestizaje. Era sensiblemente de una altura similar a la de Alicia, esbelta, de largas y bellas piernas y formas rotundamente femeninas. Sus pechos, de la medida adecuada, dejaban intuir un diseño prácticamente perfecto. Iba vestida completamente de negro: un conjunto de chaqueta y minifalda plisada, camisa de gasa traslúcida con cuello mao y botonadura frontal, medias de seda y zapatos salón con considerables tacones. Su maquillaje era cuidado pero discreto. El lápiz russian red empleado para adornar sus labios, totalmente acorde con el tono del barniz de sus uñas, conseguía un bello contraste y servía para resaltar la belleza de labios y manos.

-¡Levántate! Dijo la recién llegada a Alicia, en un tono autoritario propio del acostumbrado a mandar.

-¿No has oído, puta? Reiteró Lolo, ante la falta de reacción de ésta.

Alicia, ya absolutamente acostumbrada a obedecer de inmediato cualquiera de las indicaciones de Roberto y sus dos matones, se incorporó como una exhalación. Quedó en pie, en medio de la bañera, totalmente expuesta salvo por los brazos y manos que aún cubrían sus pechos.

-Quiero verte completamente, indicó Cloe.

Antes de originar el enfado de Lolo, más que probable, Alicia se apresuró a obedecer a aquella mujer y deslizó sus brazos hasta apoyarlos junto a sus muslos. Quedó totalmente expuesta a las atentas miradas de Cloe y Lolo. La de Lolo era entre admirativa y libidinosa, pero la de la mujer era tasadora, absolutamente profesional.

-No está nada mal para su edad, afirmó Cloe, aunque es evidente que precisa algún pequeño retoque. Nada importante, ni que no se pueda solucionar en unos minutos. Tiene un cuerpo bello y elegante, aspecto sensual… Dará juego a pesar de que es evidente que ya rebasó la treintena. Además, si no hay inconveniente en que se sepa, el hecho de ser la mujer de don Roberto le da un plus, aumenta el morbo.

-Has dicho que necesita algún retoque ¿Cuál?, preguntó Lolo.

-Tiene el vello púbico correctamente rasurado en un discreto y bonito triángulo, de proporciones adecuadas, pero, para darle un aire más de puta, yo la rasuraría completamente. Ahora puede ser con cuchilla, con el tiempo, para evitar esas irritaciones cutáneas tan molestas para los clientes, me plantearía una depilación permanente. También se podía pensar en algún tattoo y piercing, delicado y elegante, como ella, pero de puta, como ella.

Cloe terminó la frase sonriendo maliciosamente y mirando con superioridad directamente a los ojos de Alicia, desafiante.

Lolo estaba encantado. Todo estaba corriendo a las mil maravillas. Llamar a Cloe había sido una magnífica idea. Iba a ser una de las mejores noches de su vida. Nunca se alegraría lo suficiente de aquellos “favorcillos” que le hizo cuando él aún era “madero” (de antivicio, hay que joderse) y ella estaba empezando. Tener allí a Cloe, por una parte humillaba a Alicia y por otra le permitía realizar dos o tres perversiones que tenía previstas.

-Depílala, indicó Lolo a Cloe.

Ella se dirigió a una de las repisas y recogió máquina de afeitar con cuchilla y crema. En absoluto silencio se aproximó a mí y, agachándose, comenzó a esparcir la crema alrededor de mi vulva, sobre mi vello. Lo hizo con suavidad y parsimonia. Sentí una extrañísima sensación, me estaba excitando.

-Ahora procura no moverte, no quisiera dañar ese bonito coño, puta-me espetó.

Con extrema habilidad y precisión me rasuró completamente. Nunca me había visto así y la sensación era extraña. También me sentía ligeramente irritada. Ella pareció percibirlo. Volvió a la zona de los lavabos, desechó la cuchilla y recogió un frasco. Se acercó a mí y untó la zona rasurada con la mejor crema hidratante, yo la conocía bien.

Nos miramos a los ojos, tanto ella como yo mantuvimos la mirada: se podía palpar intranquilidad y deseo. Crucé mi mirada con Lolo: el deseo era evidente y, más allá, se percibía un relámpago obscuro y morboso.

(CONTINUARÁ…)