Capítulo iv. un paseo en coche

María se lleva a sus chicos a dar un peculiar y excitante paseo en coche. Gracias por los comentarios recibidos. Intentaré seguir los consejos que me dais.

CAPÍTULO 5

EL PASEO EN COCHE

Como consecuencia de lo que me pasó con el coche el día que conocí a mis cuatro sementales, y a pesar de las felices consecuencias de este suceso, lo había llevado a que le cambiasen el motor de arranque justo después de nuestra “montería”, añadiendo además una película oscura en todos los cristales menos los delanteros, claro. Mi situación económica era algo mejor que cuando recogí el coche de mi padre y podía permitirme algún extra como éste, aunque nunca sean bienvenidos.

El caso es que se me ocurrió conservar el citado motor, que llevé a un carpintero para que lo colocase de pie sobre una peana de madera barnizada a la que añadí una plaquita dorada en la que mandé grabar la fecha de mi encuentro con ellos en la gasolinera. Como era la única inscripción, no comprometía nada y bien podía decir que lo puse de recuerdo de la fecha en que decidí cambiarlo, o algo así, y lo coloqué en una de las estanterías  del salón.

Por medio de nuestro medio de contacto electrónico quedé con mis chicos para el día siguiente. Como era costumbre, no les informé de ningún plan concreto, y les di sólo una fecha y hora, que ellos ya sabían que era el momento en que podían aparecer por casa, aunque el plan ya lo tenía formado en mi calenturienta cabecita.

Aparecieron a mediodía, una jornada soleada pero no muy calurosa, pues ese verano estaba siendo mucho más aceptable que los asfixiantes de otros años. Venían con vaqueros y camisetas, como cualquier chico de su edad mientras que yo abrí la puerta para recibirles vestida sólo con las zapatillas de loneta blanca de nuestra última excursión, por lo que al verme se lanzaron corriendo hacia mí desde los escalones de la entrada: “Mmmm. Mis sementales. No sabéis cómo me pone gustaros así” , pensé. Pero levanté una mano con la palma hacia ellos en el mundialmente conocido gesto de alto, que ellos obedecieron en el acto, y les dije: ”Primero quiero mis besos”. Ellos se calmaron algo y sonrieron acercándose con más calma para saludarme, como ya era nuestra costumbre, con un apasionado aunque corto beso en la boca cada uno, mientras iban entrando en casa. Pablo, antes de besarme se paró frente a mí, me miró fijamente de arriba abajo y me dijo: “ De verdad María que no puedo entender qué ha podido ver un bombonazo como tú en cuatro gañanes como nosotros, pero también espero que no lo pienses mucho, no vaya a ser el diablo que  te des cuenta de que, en efecto, no hay nada que ver”. Me reí y me puse de puntillas levantando la cabeza reclamando mi beso.

Me pirraba sentirme tan pequeña ante aquella torre, además de, como ya he dicho en alguna ocasión, la sensación de estar desnuda frente a ellos. Entramos y nos reunimos en el salón donde nos sentamos en nuestros lugares de costumbre, dejando ellos libre el sofá pequeño que era mi “trono” particular y donde me recosté colocando una de las piernas sobre él y la otra en el suelo, para que quedaran abiertas y poder sentir así sus miradas rebosantes de deseo recorrerme el cuerpo.Podía cerrar los ojos en aquellos momentos y sentirlas físicamente palparme por todos los rincones. Era simplemente delicioso.

Fernando tomó mi postura como una invitación, por lo que sin dejar de mirarme se llevó las manos al cinturón para empezar a quitarse la ropa, pero lo detuve con un gesto: “ Tranquilo, impaciente, no te desvistas, que vamos a salir”. Ellos se miraron algo extrañados pues yo estaba desnuda, pero tomaron sus bebidas mientras seguían devorándome con los ojos y  yo disfrutando como una loca de ser su comida. Mientras terminábamos las bebidas les mostré el motor de arranque y la placa con la fecha, y todos me miraron con cariño agradeciéndome lo que les parecía un bonito detalle para que Fernando rompiera la magia del momento: “¡Coño, Pablo, ese chisme la tiene más gorda que tú!” . “Pero qué burro eres”, contestaron sus amigos en medio de las sonoras carcajadas de todos. Cuando remitieron las risas, les anuncié: “Vamos a salir a dar una vuelta en el coche. Le he abatido la fila central y quitado uno de los traseros. El otro lo he puesto en el centro y girado. Así podréis follarme sin muchas pegas mientras damos un paseo” , les dije con sonrisa maliciosa. “Pero nos pueden ver”, dijo Chema recordando nuestro trato. “Bueno, para eso le he puesto película tintada a todas las ventanillas” , le contesté con una expresión todavía más maliciosa, observando las caras de lujuria frente a mí. “Pablo, tú vas a conducir primero. Iremos por alguna carretera en buen estado hacia donde tú quieras” .

Y diciendo esto, me levanté y me dirigí a la puerta de acceso al garaje seguida de cerca por mis cuatro guapos galanes y me subí al coche para irme atrás, al asiento que sería mi particular “potro de tortura” durante las próximas dos horas. Pablo se puso al volante con Rulo a su lado, mientras Chema y Fernando se sentaban sobre el asiento central y nos pusimos en marcha conducidos por un prudente Pablo que, consciente de que los de atrás no llevábamos cinturón de seguridad, extremaba las precauciones. Era una sensación excitante poder pasear desnuda frente al mundo exterior pensando que podían verme aunque en realidad no fuera así.

Rodeamos Ávila para evitar que alguien pudiese reconocer a Pablo conduciendo un coche desconocido y entonces les dije: “Creo que ya podemos relajarnos un poco”, y me recosté en el asiento con la cabeza hacia adelante, inclinándola más allá del asiento para que colgara hacia abajo y entreabrí la boca y abrí las piernas, ofreciéndome para que Fernando y Chema pudieran usarme para su placer. Ellos se desnudaron de cintura para abajo y Chema, sujetando mi cabeza con ambas manos, me colocó la polla en los labios para que se la chupara, gimiendo al sentirla entrar casi entera. Sentado como estaba no le era fácil follarme, pero su fuerza física le permitía ciertas posibilidades fuera del alcance de sus amigos, e inició un lento mete-saca jugando con el roce de mis dientes que me puso caliente de inmediato. Alargué la mano para tirar de la pierna de Fernando indicándole que se uniera a la fiesta por el otro lado, lo que hizo para arrodillarse en el maletero y, apoyando las manos en el asiento, apuntar su verga tiesa hacia mi coño y penetrarme hasta el fondo de un solo lento y continuo empujón de sus caderas, a lo que respondí abriendo mis piernas al máximo para ofrecerme a su polla todo lo posible. Sentía el coche moverse en su rodar por la carretera y escuchaba los sonidos usuales, lo que me excitaba aún más de lo que ya lo estaba.

Tras unos minutos de cabalgarme así, les pedí que cambiáramos de postura y tumbé a Chema en el asiento, montándole mirando hacia atrás y ensartándome en su polla de una sola vez para comenzar una cabalgada lenta y profunda apoyada en sus rodillas mientras observaba a través del cristal trasero una autocaravana que se nos acercaba poco a poco. Aquello me proporcionó un placer inesperado, al poder distinguir claramente a la pareja de edad madura que la conducía acercarse hasta nosotros y seguir montando a Chema ante sus ojos inconscientes de lo que sucedía frente a ellos. Orgasmé brutalmente, gritando como una loca ante Fernando y Chema, algo sorprendidos por la rapidez con que me había venido, pero deseando acompañarme en ese viaje, por lo que el primero, que había quedado a mi espalda, pasó sus brazos por debajo de mis axilas y me agarró las tetas tirando hacia él y obligándome a inclinarme sobre el pecho de Chema que, a su vez, había comenzado a follarme al quedarme yo quieta tras mi clímax.

Yo me dejé hacer dócilmente inclinando mi cabeza de nuevo hacia atrás y ofreciendo mi boca para que Fernando se la pudiera tirar a placer, lo que hizo de inmediato, clavándomela hasta la garganta mientras yo apoyaba los pies en el portón trasero para intentar abrir más mi coño para Chema, que a pesar de mi peso sobre él, me barrenaba a una velocidad impresionante mientras sobaba mis tetas y tiraba de mis pezones con una saña a la que me entregaba gimiendo como una perra,  recuperándome todavía del reciente orgasmo.

Tras unos minutos, comencé a estar más activa y me saqué de la boca la polla de Fernando para atacar su testículos con glotonería, mordiéndolos y chupándolos mientras tiraba de ellos, lo que lo puso  al borde de su venida, obligándole a arrancarme literalmente los huevos de la boca para enchufar entre  mis entreabiertos labios un chorro de delicioso esperma que tragué sin dejar escapar una sola gota mientras aguantaba los violentos embates que la eyaculación provocaba en él. Chema seguía con su fantástico barrenar golpeando mi pelvis con sus huevos de la velocidad que imprimía a la follada, para terminar, tras unos minutos más, corriéndose en mi vagina como un loco. Dejé que terminara a gusto de llenarme de su leche con los estertores instintivos de sus caderas tratando de depositar el semen lo más profundamente posible en el vientre femenino, permaneciendo inmóvil hasta que él se paró, momento que aproveché para levantarme extrayendo de mí aquella polla magnífica que comenzaba a languidecer para lamerla y metérmela en la boca y limpiarla cuidadosamente de los restos de semen y jugos vaginales.

En aquel momento, Pablo anunció que estábamos cerca de entrar en ciudad, por lo que le dije que detuviera el coche en algún sitio seguro y que él y Rulo se cambiaran los sitios con Chema y Fernando, que se vistieron para pasar a la parte delantera y me ayudaron a colocar el asiento central en posición, donde me senté en medio.

Chema se puso al volante acompañado de Fernando, y Pablo y Rulo se sentaron uno a cada lado quitándose los pantalones, mirándome sin reparo con un incontenible deseo pintado en sus caras. Yo no les dije nada, pero tal y como el coche se puso en marcha acerqué mis manos a sus caras y las atraje hacia mí. Ellos entendieron mi intención y comenzaron a besarme los labios y el cuello, mientras sus manos se movían hacia mis tetas, sobándolas y apretándolas para bajar después a chuparlas y comerse mis pezones, tiesos y duros como piedras, y sus manos se entretenían en mis muslos, vientre y coño.

Yo me limitaba a pasar las manos por sus cabezas y acariciarlos ligeramente, tocando de vez en cuando sus vergas duras y dispuestas, pues mi atención se centraba en la calentura que me estaba proporcionando ver la calle a mi alrededor, la gente, los coches, los sonidos, todo el espectáculo normal y corriente de una calle de una ciudad cualquiera pasando ante mí en tanto yo me encontraba en medio de todo aquello, desnuda y con dos hombres comiéndome viva. Aquello era maravilloso y el deseo me invadió de nuevo cuando comenzamos a salir otra vez a la carretera abierta, así que les dije: “Vamos a cerrar el asiento otra vez y colocadme en “el potro” para follarme”.

Así lo hicieron ellos, colocándome como yo me había puesto inicialmente para Fernando y Chema. Le hice una seña a Rulo para que se colocara entre mis piernas y me penetrara, lo que hizo de prisa, como siempre. Pablo se movió para colocarse con mi cabeza entre sus piernas, pero le dije que se sentara sobre mi vientre. “ ¿Sabes lo que es una cubana?”, le pregunté, y ante su cara de sorpresa continué sin esperar respuesta: “Pues vas a saberlo ahora. Colócate sobre mí y mete tu polla entre mis tetas para hacerte una paja con ellas, pero acuérdate de sujetarme la cabeza hacia ti cuando vayas a correrte para que te vacíes en mi boca, que no quiero que se desperdicie nada de esas corridas magníficas tuyas”. Pablo se encendía cuando le hablaba así. Todos lo hacían, pero creo que el efecto era más acusado en él, así que pasó su pierna por encima de mí cuidando de no estorbar a Rulo en su faena y se sentó a horcajadas sobre mi vientre y pecho colocando aquella hermosura de estaca entre mis tetas, que yo sujeté con las manos para cerrarlas sobre ella y comencé a mover arriba y abajo para pajearlo.

La longitud de la verga, ayudada por mis tetas no muy abundantes, permitía que una gran parte asomara por entre ellas y reposara en mi cuello, terminando por tropezar con mi mandíbula. Pablo, muy excitado, comenzóa moverse, follándoselas, mientras yo continuaba moviéndolas con las manos para ayudarle a que la sensación fuera más profunda, sintiéndola resbalar por mi garganta. Le dije a Pablo que me sujetara la cabeza con las manos, ya que, aunque todavía no iba a correrse, yo quería disfrutarla entre mis labios. Así, Pablo me sujetó la cabeza y la levantó hacia él haciendo que su rabo y mi boca quedaran alineados, metiendo el glande entre mis labios con cada arremetida suya.

Mientras, Rulo se encargaba de pistonear mi coño con su acostumbrada urgencia agarrado a mis caderas como si le fuera la vida en ello. Aunque quería que aquello durase para siempre, no podía evitar acelerar su movimiento para alcanzar el clímax lo antes posible. Era como si su cuerpo y su cerebro caminaran por sendas distintas, y así, clavándome los dedos en los costados, gritando y empujando con todas sus fuerzas, se corrió dentro de mí en el pico más alto del placer y proporcionándome a mí una inyección suplementaria de temperatura al sentir aquella leche caliente correr por el interior de mi vientre.

Satisfecho tras terminar de eyacular, retiró su polla de mí mientras yo experimentaba de nuevo aquella sensación tan placentera que siempre sentía cuando me la sacaban. Entonces le dije: “Ven, cariño, que te limpio un poco”, y dejé un momento  a Pablo seguir follándose sus tetas mientras Rulo se acercaba y yo me metía su verga entre los labios para chuparla y lamerla absorbiendo todos los fluidos que la empapaban. Una vez satisfecha, me volví hacia Pablo y le dije con voz viciosa: ”¿Te gusta follarme así, mi amor?”. “No te lo puedes ni imaginar”, me contestó entre jadeos. “ Estoy deseando que me llenes la boca de tu semen”, continué para ponerlo aún más cachondo. Cerró los ojos como intentando evitar el efecto de mis palabras sobre él, pero su movimiento se aceleró y yo sabía que su venida se aproximaba como un tren de mercancías.

No me equivocaba, desde luego, y en treinta segundos noté sus manos apretarme la nuca como si exprimiera un limón mientras seguía acelerando su movimiento y haciéndolo más largo para meter su polla más profundamente en mi boca. Sentí el primer chorro de esperma golpearme el paladar, y cómo él detenía su frenético mete-saca y terminaba de derramarse en mi boca sin apenas mover la verga dentro de ella, inundándola con sus tremendos disparos de semen a alta presión. La llenó entera,  pero al retirar aquella verga de mis labios mantuvo sujeta la cabeza, mirándome y yo entendí sus deseos y retuve todo aquello sin tragarlo para hacerle el mismo numerito que le hice en la última excursión, dejando esta vez que un pequeño hilo de semen resbalara por la comisura de mis labios mientras los abría para mostrarle su esperma y luego tragarlo mientras lo miraba fijamente. Cómo lo ponía con aquello. Y cómo me ponía yo.

Ya más calmados todos, volvimos a colocar el asiento central y Rulo, Pablo y  yo lo ocupamos. Yo seguía desnuda, tal como había salido de casa y ellos me paseaban distraídamente sus manos por todas partes mientras comentábamos lo que veíamos por la carretera y lo bien que lo habíamos pasado en la excursioncilla. También comentó Pablo lo que yo ya sabía sobre la excitación que le producía verme tragar su leche con ese placer y esa cara de viciosa. “Sí, je, je”, respondí , “con la cantidad de semen que me largas, es como un bukkake privado”. “¿Bukkake?”, preguntaron ellos mirándose entre sí. “¿No sabéis lo que es un bukkake?”. “Ni idea, la verdad”, contestó Fernando, “ pero si implica sexo y María, yo me apunto”. Fernando, como de costumbre, sacaba punta a todo y todos nos reímos de su ocurrencia. “Bueno, es una modalidad japonesa que consiste en que un grupo de hombres se corran sobre una mujer. Cuanto más numeroso es  el grupo, mejor, ya que ellas están de rodillas o tumbadas chupando las pollas mientras ellos se van masturbando y corriéndose sobre su cara, tetas y boca, de manera que si son muchos, ellas acaban literalmente bañadas en leche y se tragan toda la que tienen en su boca mostrándoselo a ellos. ¿Queréis que probemos?”. “¡Por supuesto que no!”, contestó Fernando en una pose de falso puritanismo, “ ¿cómo osas hacernos semejante propuesta?. Nosotros somos unos chicos formales y no hacemos guarrerías de esas. Somos vírgenes”, añadió volviéndose hacia mí con un gesto de patetismo que me hizo estallar de risa con Pablo y Rulo . “Pero mira que eres…”. “¿Guapo?”, contestó él . “Bueno, eso también”, contesté yo adelantándome y besándome con él fuertemente. “Vamos a casa, Chema”, le dije.

En realidad, y aunque yo no me hubiera dado cuenta, Chema había tomado el camino de vuelta mientras Pablo y Rulo me usaban, por lo que estábamos muy cerca de mi casa cuando le dije eso, y tras cinco minutos más entrábamos en el garaje y nos bajábamos del coche. Yo seguía vistiendo sólo mis zapatillas de loneta mientras ellos se hallaban vestidos todos por completo, situación que disfrutaba en silencio hasta desfallecer de gusto. Era pronto todavía, por lo que pensé que podríamos ir al jardín de atrás, donde nadie podría vernos, pero que nos permitiría hacerlo al aire libre y bañados por el sol .

Les dije que me esperaran en el jardín con algún refresco mientras pasaba por mi habitación para dejar las zapatillas y recogerme el pelo en dos coletas al estilo de las japonesas. Cuando salí al jardín, estaban los cuatro sentados alrededor de la mesa con unas bebidas preparadas  girándose para mirarme con ojos lujuriosos: “Qué delicia”, pensé, “no se cansan nunca de mí”. Aquella sensación no dejaba de inundarme de satisfacción como una marea, imparable e interminable. Comencé a poner poses como una modelo ante la mirada embelesada de todos, poniéndome de puntillas con las manos en las rodillas y levantando el culo para ellos, apoyándome en una pierna para sacar la cadera y mirarlos sugerentemente mientras me cogía las tetas, y así durante unos minutos en los que ellos no decían una palabra y me miraban con la boca abierta y los ojos completamente redondos. Cuando di por terminado el show, se levantaron aplaudiendo como si acabaran de ver el mejor de ellos. Yo les hice una graciosa reverencia en plan diva y me acerqué riendo para besarme dulcemente con los cuatro.

Tras acabar nuestras bebidas, me levanté y me arrodillé ante ellos: ”Bueno, qué, ¿vais a correros sobre mí?”. Los cuatro se levantaron y empezaron a desabrocharse los pantalones, pero les dije” No os desnudéis. Rodeadme y empezad a pajearos. No se trata de que os corráis exactamente al tiempo, pero cuando van seguidos es cuando  se humilla todavía más a la mujer, que está recibiendo un baño continuo de esperma sobre su boca y su cara. En nuestro caso, intentad hacerlo así y, mientras podáis, apuntad a mi boca. Quiero tragarme la mayor cantidad posible”.

Y una vez más, mi lenguaje vulgar hizo la magia que mi cuerpo ya había dejado preparada,  y los cuatro sacaron las cuatro vergas a cual más tiesa y reluciente y se pusieron a mi alrededor comenzando a masturbarse mirando hacia mi cara de vicio y de deseo. Yo les acariciaba los rabos y los huevos chupando aquí y allá para enardecerlos aún más. Rulo se lo hacía muy deprisa mientras yo intentaba coger sus testículos con los labios para chuparlos en el interior de mi boca a la vez que ayudaba a otros dos a masturbarse con mis manos. Pasaba mi boca de una polla a otra y me comía estos y aquellos huevos saboreando cada caricia de mis labios y mi lengua al tiempo que oía sus respiraciones cada vez más rápidas y entrecortadas, para, tras unos minutos, sentir una mano que me giraba la cabeza para ponerla frente al rabo de Rulo que se venía a toda velocidad. Yo eché mi cabeza hacia atrás para colocar mi boca bajo su glande, abriéndola cuanto podía para asegurarme de que nada se desperdiciaba.

Estaban afinando bien el tiempo, porque Chema se percibía a punto también de explotar, así que le tomé los huevos para acariciarlos y acelerar su venida mientras Rulo explotaba en una tremenda corrida que fue a parar a mi boca en su mayor parte, aunque no pudo evitar que sus bruscos movimientos enviaran algún chorro sobre mi cara. Mantuve su descarga en mi boca girándome hacia Chema que, agarrándome la cabeza, me ensartó la polla entre los labios vaciándose con un grito agudo de placer y mezclando su jugo con el de Rulo.

Yo seguí arrodillada sumisamente entre ellos girándomepara dedicarme ahora a mis otros dos amantes, que resoplaban por la excitación y el esfuerzo. Los huevos de Pablo parecían a punto de estallar, de lo lisos y grandes que se veían, y Fernando se pajeaba a una velocidad inaudita. Tomé en mi boca los primeros y en una mano los segundos, de los que tiré suavemente hacia abajo dejando que las uñas se clavasen ligeramente en su piel. Para Fernando fue suficiente, y apuntando su verga directamente a mis labios, reventó en una intensa corrida que cayó en su mayor parte sobre mi cara, aunque algo se unió a las que ya contenía mi boca.

Me volví de nuevo hacia Pablo admirando aquella vara inmensa oscilar sobre mi cabeza al ritmo de su paja para agarrarle los huevos como acababa de hacer con Fernando, pero esta vez con ambas manos, tirando de ellos con las uñas y dejándolos resbalar entre ellas. Pablo rugió de placer en el momento en que un potente chorro de abundantísimo semen me  terminó de inundar la boca y me golpeó en la cara y cuello para deslizarse hacia mis tetas. No había tragado nada todavía, pero realmente no me cabía más, por lo que, rebosando, una parte se deslizaba por las comisuras de mis labios hacia mis mejillas. Los miré alternativamente a todos, que me observaban atónitos, con esa cara de viciosa que le había dedicado antes a Pablo y abrí la boca sacando un poco  la lengua para que todos pudieran verla completamente inundada con su líquido vital y me pasaba las manos por la cara y las tetas recogiendo el esperma que habían depositado allí para llevarlo a mi boca. Entonces, cerrándola lentamente mientras permanecía mirándolos, lo tragué despacio y ostensiblemente. Rulo babeaba literalmente sin darse cuenta. A Fernando le temblaban algo las manos, mientras Chema se echaba mano otra vez a la verga y Pablo, muy quieto, me miraba con una expresión que literalmente me consumía. Y encima, el sabor de aquel combinado de leche me enloquecía.

¿Cómo podía haberme vuelto tan guarra en cuestión de un mes?. Yo había tenido mis ligues, por supuesto, y me había acostado con unos cuantos hombres, pero jamás había sentido ese deseo y esa pasión que me consumían por dentro. Nunca había tenido orgasmos como los que esos chicos jóvenes me proporcionaban, ni había anhelado con tal ansia sentirme la mayor de las putas con ellos. ¿Porqué me encendía ver el deseo pintado en sus caras cuando me veían desnuda?. ¿Porqué me ponía como una perra en celo sintiendo su urgencia por follarme o el cariño que desplegaban siempre a mi alrededor?. ¿Porqué me había gustado tanto aquella sensación de asfixia con el mordisco de Pablo cuando salimos de cacería?. ¿Porqué me había calentado tanto encontrarme desnuda en el coche ante la aparente vista del mundo exterior, mientras mis cuatro sementales me montaban como si fuera su yegua favorita?. Eran tantas las preguntas que tenía que hacerme para buscar respuestas.

Pero no ahora.

Ahora estaba rodeada de mis garañones y acababa de recibir el semen de todos ellos en mi boca y en mi cara, y la sensación y su sabor me enloquecían y sólo quería disfrutar de aquel momento especialísimo.