Capítulo I - La Entrevista.

Una mujer busca trabajo como empleada en el departamento de dos universitarias.

Eva revisó su cv por última vez antes de tocar la puerta del departamento. Colegio pituco, estudios de fotografía en un instituto reconocido y 4 años de experiencia en ventas. Estaba claramente sobrecalificada para este trabajo, pero las excusas no logran cambios. Además, para un trabajo de empleada las condiciones no estaban nada mal.

!Hola!, tu debes de ser Laura!

Eva se sobresaltó. La puerta de madera se había abierto y en su lugar pudo ver a una chica al menos cinco años menor que ella, peliroja. La chica vestía leggins negros y un polo para hacer deporte blanco bastante apretado. Se empezó a hacer una cola, mostrándole una frente algo sudada.

Eeh… sí, digo, no. Mi nombre es Eva, ¿vengo por el anuncio de empleada?

¡Que pase la siguiente! - escuchó a alguien gritar- Tú puedes irte, !cómo se te ocurre que ibamos a contratarte! !Gorda plana! !Largo!

Eva vio a una chica ligeramente subida de peso salir corriendo. Al pasar pudo escuchar algunos sollozos y captó por un instante sus preciosos ojos verdes, llorando.

Adentro pudo ver a una mujer de la misma edad que la peliroja. Estaba sentada en un sillón, detrás de un escritorio gigante. Cuando sus miradas se cruzaron por un segundo, Eva no pudo evitar bajar la mirada. Siguió caminando hacia el escritorio, mirando hacia el suelo. Sintió como se calentaba su cara, sus mejillas se enrojecieron, se sentía observada, analizada, juzgada. ¿por qué esta chica la hacía sentir así?

!Ummm! Sí señor, esos son un buen par, no como la anterior.

¿Perdón?; dijo Eva en voz baja sin levantar la mirada. Frente al escritorio pudo ver un pequeño banco color azul, como para niños. Iba a tener que ponerse en cuclillas para sentarse allí. Escuchó la puerta cerrarse.

Buen par de aretes -escuchó decir a la peliroja-, Natalia juzga a las personas por sus aretes. Eva se atrevió a levantar los ojos un poco, manteniendo la cabeza abajo, y pudo ver a ambas chicas sonriendo de oreja a oreja.

Un gusto Laura, soy Lena; escuchó mientras sentía un beso bastante cerca a sus labios. -Veo que a ti también te gusta hacer sentadillas- dijo Lena mietras le daba una palmada juguetona en la nalga. Dio un pequeño salto y -!uyh!- gimió. Esta vez no la corrigió, era la primera vez que un extraño la tocaba así y no estaba segura como debía actuar.

Puedes sentarte, asegurate de abrir las piernas cuando lo hagas. -le ordenó Natalia.

Pero estoy con falda…se me va a ver todo. ¿No me pueden dar una…

¿Esa es la primera impresión que quieres dar? Si no puedes obedecer una orden tan simple como sentarte, no puedes esperar que te contratemos para encargarte de nosotras. -le reprochó la mujer detrás del escritorio.

Eva dio dos pasos hacia adelante, abrio las piernas y se empezó a agachar para apoyar sus nalgas directamente sobre el pequeño banquito de madera. Al sentarse se sintió completamente expuesta. Su culo estaba a la altura de sus pantorrillas; sus rodillas abiertas y su falda sobre ellas. Natalia tenía una mejor vista de su sexo que la de su ginecólogo. Sintió como su cara se volvió a calentar, -!espero no estarme enrojeciendo!- pensó, desesperadamente.

Mira Lena, que buena chica -escuchó decir a la mujer que tenía en frente- Volteó para ver a Lena y esta se encontraba abierta de piernas dándole la espalda. La peliroja juntó sus brazos sobre su cabeza y los estiró. Acto seguido empezo a doblar su cuerpo hacia adelante, mostrandole a Eva su espléndido trasero. Eva sintió el extraño impulso de gatear hacia ella y besarlo, pero sabía que debia permanecer sentada.

Tiene potencial la chica, pero tiene que aprender a vestirse mejor -dijo Lena mientras volvía a estirar sus manos sobre su cabeza- Ese calzón no lo usaría ni mi abuela.

Eva las escuchó reirse de su ropa interior, pero mantuvo las piernas abiertas.

¿tu mamá te compró ese calzón? ¿O eres tan pobre que no puedes comprar algo decente? -la molestó Natalia- !Vamos! Contéstame, recuerda que quieres que sea tu jefa.

Es… es cómodo; se disculpó Eva.

La comodidad es un lujo. Las empleadas no tienen lujos. ¿o sí, Lena? ¿conoces a alguna empleada con una vida lujosa?

No, señora, ninguna. -dijo la peliroja-; quien ahora se encontraba haciendo abdominales.

A Eva le pareció extraña esa forma de responder. Ambas chicas tienen la misma edad, no tendría por qué tratarla de “Señora”; aunque, de alguna forma se sentía como lo correcto.

Perdón señora. Dígame que tipo de ropa es la adecuada para el trabajo y vendré como ustedes gusten. -dijo Eva, sorprendiéndose a sí misma con su respuesta.

Justo lo que quería escuchar. -Dijo la señora Natalia-. Lena, trae el uniforme. Es hora de la primera prueba.