Capítulo 83 .-CASTIGO FINAL
El niño travieso es doblegado. El castigo final será hacerle sumiso de por vida
Jimmy, que no se había dejado follar por un señor de negro, se rebeló tras los primeros 90 fustazos. (15 varillazos, 25 palmetazos, y 50 latigazos)
Plaf, 91… plaf… 92… plaf 93…
–Dejadme salir. Hijos de putaaaa!
Un guardia le dio un tortazo a mano abierta que le dejó la mano marcada en la cara.
–Calla, hijo puta, o lo tendrás peor.
Jimmy, dolorido, soltó una lágrima, pero no se achantó, seguía soberbio y altivo. No se iba a dejar amedrentar.
–Estás aquí por mala pécora y o aprendes a ser sumiso por las buenas, y acatar órdenes, o lo harás por la fuerza.
Plaf, 94, Plaf 95, Plaf, 96, Plaf 97, Plaf 98…. Plaf 9 y Plaf: 100 azotes.
–Hijos de perra ¡¡iros a la mierda!! Conmigo no podréis
–Como vemos que por las buenas no funciona, iremos por las malas –explicó un guardia a la vez que le sentaron en la especie de silla o trono, y le ataron con cinchas ambos brazos a los reposabrazos. Posteriormente hicieron lo mismo con las piernas. Cada una fue atada separada, abiertas, en una especie de cabestrillos, que se subieron hasta dejarle los pies por encima de su cabeza dejando todo su culo expuesto, indefenso.
Afortunadamente esta silla de médico dentista dejaba su culo expuesto al aire, porque de haberlo apoyado Jimmy habría visto las estrellas de lo enrojecidas que tenía las nalgas tras las tres tandas de latigazos.
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Una compuerta en la pared de al lado se abrió hacia el techo y de ella apareció ‘el hombre de negro’ al que Jimmy había rechazado, completamente desnudo y empalmado.
Con su pene tieso se acercó intimidante a Jimmy que con el culo abierto con las piernas en cabestrillo veía que no podía hacer nada para negarse. Es más, tampoco podía mover los brazos. Estaba atado por la cintura, por ambos brazos y por ambas piernas.
–No!, no!, no!!! cabrón –gritó Jimmy viendo que el ‘hombre de negro’ estaba a punto de violarle.
Plaf –el hombre de negro le dio un tortazo
–¡¡Calla!! Insolente –dijo el dador cuyo glande traspasó el ano de Jimmy penetrándole de golpe hasta enterrar sus huevos en el ojete de Jimmy que sollozó, violado.
Salió del él y se metió hasta en sus adentros… pero la cara de asco de Jimmy no mejoró.
Viendo la cara de asco de Jimmy el Dador le dio otro guantazo.
–No hay nada que hacer. –dijo el hombre de negro–. No se quiere dejar dominar. Traedme el gel incubus el dildo y la inyección.
Uno de los guardias acercó el gel y el otro el dildo y la jeringuilla cargada con un viscoso gel azul.
–Tienes tu última oportunidad de enmienda. ¿ves esto que tenemos aquí? Será tu perdición. Te haremos un zombi adicto a las pollas. Pero tú aún te puedes redimir. Tan sólo tienes que chupar nuestras tres pollas, tragarte nuestro semen, y sentarse en este dildo.
Cualquier otro chico hubiese aceptado el trato. No era mucho y de no aceptarlo se le iba a poner muy complicado a Jim, pero Jim era un chico travieso que se negaba.
Jim movió la cabeza diciendo no.
–Bueno, no me dejas otra oportunidad –le dijo el dador / hombre de negro, que cogió el consolador que tenía cargado con 6 supositorios blancos de sumisión que acercó peligrosamente al ojete de Jimmy, que aún permanecía atado boca arriba en el sillón de dentista, con los pies amarrados.
Jimmy puso cara de pavor pero él no estaba dispuesto a rendirse ni a atemorizarse. Tenía que mostrarse firme hasta el final.
El hombre de negro cogió el consolador y se lo ubicó en su ano.
Jimmy cerró los ojos al notarlo.
–Última oportunidad.
Jimmy no respondió nada y el hombre de negro presionó la parte de abajo del dildo lo que hizo que este expulsase crema lubricante por el glande. Jimmy notó humedecido su ano. Lo iban a penetrar con aquel consolador, pero él aguantaría.
Lo que Jimmy ignoraba era que dentro de aquel dildo había 6 supositorios blancos de sumisión, que darían 30 minutos de dominación total a su violador.
–¿Tienes algo que decir?
Jimmy no dijo nada y el Dador entendió la callada por respuesta y presionó el dildo que, lubricado, fácilmente traspasó el ano de Jimmy, que ponía caras con cada centímetro que, sin descanso, fue metiendo su violador. 8… 9… 10… 11… 12… (la cara de Jimmy era un poema pero quitando por su expresión, no dijo nada. Cerró los ojos). 13…. 14…. 15…
–Ougch. –exclamó Jimmy
–¿Algo que añadir? –se mofó el Dador.
Jimmy no dijo ni palabra. El Hombre de negro / dador, presionó un botón en la base del consolador, y los 6 supositorios fueron inyectados en lo profundo del ano de Jimmy que notó cómo algo se eyectaba en el interior de su ano.
–Te he inyectado 6 supositorios de dominación, Jimmy. Es un primer paso. Aún lo podemos revertir. Aún tienes dos minutos para decidir hasta que te empiecen a hacer efecto diluidos en tu ano por tu temperatura anal. Sabes que enseguida se derretirán y serán absorbidos por la sangre, convirtiéndote en mi esclavo. Yo no he querido llegar hasta aquí, ha sido tu tozudez la que te ha traído hasta aquí. Te lo ruego. No seas esclavo: puedes seguir siendo tú mismo si te sometes a la voluntad de tu superior sólo cuando él te lo pida… o serás una piltrafa para siempre.
Jimmy asimilaba lo que le estaban diciendo.
–Minuto y medio. Tienes tu última oportunidad. Aquí tengo esta jeringa, cargada, de gel azul. Si te la inyecto ahora en el pene, el efecto de los supositorios se revertirá. Pero estas son las nuevas condiciones: tienes que acceder a ser follado, por tu voluntad, por mí y por los dos policías. Si muestras sumisión, te dejas coger, por mí y por ellos dos, y luego accedes a chuparnos las pollas y tragarte todo nuestro semen, dejaré que sigas teniendo voluntad. ¿qué respondes? No te lo pienses mucho: te quedan 30 segundos.
Jimmy no estaba dispuesto a tragar. No iba a dejar ser follado. Él no se iba a someter a nadie… pero ¿y si era verdad todo lo que le habían contado?
El hombre de negro miraba un reloj.
–12 segundos… once… diez… ¿tu última palabra? …ocho… (Jimmy siguió sin decir nada)… seis… cinco… cuatro.. tres… dos …uno…
Los supositorios hicieron efecto y Jimmy perdió su voluntad. Sus ojos quedaron en blanco. Iba notando cómo le iban haciendo efecto.
–Aún tienes 30 segundos más: dí ‘si acepto, amo’ y te clavaré la jeringuilla en tus testiculos para revertir el efecto…
diez… nueve… (Jimmy no estaba dispuesto a sucumbir: había llegado hasta aquí y continuaría, pasase lo que pasase, hasta el final)
–Lo siento mucho chico.
Esas fueron las últimas palabras que Jimmy escuchó.
–Llevaos esto.–dijo el hombre de negro a los guardias dándoles la jeringuilla, que ya no iba a necesitar. Jimmy, por no haber aceptado el trato, iba a ser condenado a ser sumiso, de por vida.
–Traedme el gel incubus.
Mientras un guardia tenía la jeringuilla cargada de fluido azul el otro trajo el gel que el Dador aplicó en el ano de Jimmy, al que, inconsciente, destrabaron de las cinchas que lo ataban a la silla. Inconsciente el hombre de negro le folló hasta que se corrió dentro de él. Tras unos minutos de reposo el dador volvió a aplicar gel en el ano de Jimmy y le folló otra vez durante doce minutos hasta que se corrió. Los efectos del gel incubus se iban sumando. Habían pasado 30 minutos follando pero el dador quería acabar con ello cuanto antes, quería acabar con la ceremonia de sumisión de Jimmy de una vez por todas: pero aún le quedaban tres folladas.
Jimmy empezó a despertar. Ya se habían pasado los efectos de los seis supositorios (6x5 = 30 minutos de relax) pero eso le dio igual al Hombre de Negro, que, con menos fuerzas, tras dos polvos, se folló a Jimmy por tercera vez.
Jimmy, que se recuperó, sintió cómo violaban de nuevo su ano con fuerza, pero no se pudo levantar, aún estaba muy aturdido. Jimmy seguía en la silla con los pies expuestos al cielo y las piernas separadas permitiendo el acceso al dador, a su culo irritado. Lo peor es que Jimmy estaba frente a frente con su cipote y le veía cara a cara, la cara de sádico del Dador que le follaba ferozmente frente a él mirándole indefenso.
Jimmy, sacando fuerzas de flaqueza, se intentó levantar de la silla para evitar seguir siendo violado, pero a sus lados, detrás, seguían los dos guardias, que le sujetaron los hombros.
–Eyyyyy ¿donde te crees que vas, melón? -le dijo uno de los guardias.
–Te prometí doblegar, y así lo haré –le dijo el Dador–. A partir de hoy serás mi sumiso. –le dijo mientras le follaba indefenso, mirándole a los ojos, agotado.
–Te dí varias oportunidades y las rechazaste –prosiguió el Dador entre jadeos.–No vas a tener ninguna oportunidad más.
–Por favoooorrr, por favorrrr… ¡¡Me arrepiento!! –lloró Jimmy lastimoso.
–No, no, no y no! Ya es tarde. Te dimos un montón de oportunidades y las desaprovechaste. Ahora no te vamos a dejar escapar. Me he corrido ya dos veces en tu ano, con el gel de sumisión, y a la quinta serás mío para la posteridad. ¡¡Haber aprendido antes!! ¡¡Te lo advertí!!
Tras casi 20 minutos follándolo el Dador volvió a eyacular en el ano de Jimmy, pero ya muy agotado. Al dador le costó. Casi no le salía semen pero liberó unos pocos trallazos, lo justo para que hiciese efecto el gel de sumisión incubus que había aplicado en su ano por tercera vez. Jimmy notó los efectos de su transformación y dependencia.
Una vez haberse corrido por tercera vez el dador ya estaba casi sin fuerzas pero quería doblegar a Jimmy que tanto lo había irritado. Se tomó un vasito de semen para recuperar fluidos y fuerzas mientras los guardias sujetaban a Jimmy contra la camilla y una vez el dador se recuperó volvió a follarse por cuarta vez a Jimmy tras haberlo lubricado con gel incubus.
Jimmy gritaba.
–Por favooorrr, por favorrrrr… Me arrepiento, He sido un chico travieso, muy malo, pero por favor, no me hagas esto.
–No te creo. Los guardias te dieron varias oportunidades. Yo te dí un sin fin de posibilidades. No nos hiciste caso. Te convertiré en mi esclavo aunque sea lo último que haga –le decía mientras se lo seguía follando.
Pasaron largos minutos hasta que el Dador se corrió en el culo de Jimmy por cuarta vez. Exhausto, sin casi semen, el dador se iba a desmayar, pero quería finalizar lo que había comenzado. Pasaron varios minutos hasta que se logró recuperar pero quería terminar hoy, ahora, ya, lo que había empezado. Normalmente nadie podía follar cinco veces seguidas sin perecer en el intento, pero el dador tenía a su alcance todo tipo de reconstituyentes y drogas para empalmarse. De hecho aún tenía el guardia dos guardada la inyección de gel azul con la que pensaba anular el efecto de los supositorios blancos a Jim.
–Pásame eso –le indicó el dador al guardia.
El guardia le entregó la inyección sin saber lo que iba hacer, pero el dador era el dador, y sus órdenes eran claras y las había que ejecutar inmediatamente.
El dador cogió la jeringuilla cargada con el fluido azul viscoso y se la inyectó a sí mismo en su pene, que inmediatamente se empalmó como nunca antes se había empalmado.
–Ya eres mío Jimmy. Este es tu final.
Untó sus dedos con gel incubus y embadurnó el ano de Jimmy y le penetró por quinta vez con aquel pene que parecía un hierro ardiendo.
Jimmy jadeó al notar aquella herramienta tan grande.
El dador le folló con una fuerza y vigor como nunca antes le había follado, y en unos pocos minutos se corrió dentro de Jimmy por quinta vez.
La mente de Jimmy, al recibir la quinta dosis de semen, se fue obnubilando.
–Ya eres mío, querido, y lo serás para siempre.
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El gel incubus tenía la posibilidad de revertir sus efectos tras un largo síndrome de abstinencia, si en los siguientes días no follaba el amo hasta una décima vez a su víctima, pero tal y como estaba de empalmado el Dador no dejó escapar esta oportunidad y se folló a Jimmy una sexta, séptima y octava vez hasta que a la novena el efecto del gel que se había inyectado se le pasó. Sólo le quedaba una vez, una corrida, y sería la definitiva para que la sumisión de Jimmy fuese de por vida y no tuviese vuelta atrás. Pero nueve polvos en un día era mucho incluso para el dador. Tenía que descansar. Mañana sería otro día.
Jimmy, yacía, como una piltrafa, en el sillón, donde permanecería atado de pies y manos toda la noche, pero ya lo ataban para que no se cayera al suelo. Jimmy ya no sabía ni quien era ni donde estaba, sólo anhelaba ser follado por el pene de su amo.