Capitulo 66. orgasmatron

Fabián, un niño malo (rebelde), va a experimentar un castigo que nunca antes había experimentado

Cuando un niño era malo no sabía lo que se le venía. En una instalaciones subterráneas dentro del edificio de hormigón de El Complejo, los chicos recibían su correctivo de reeducación. Allí eran completamente desnudados, y una vez desnudos se les metía un vibrador en el ano del cual asomaba fuera una pequeña antena forrada de goma. Aquel aparato era el ‘orgasmatron’. Los chicos que iban a ser reeducados porque habían sido malos, no se lo podían quitar, o el castigo sería peor, así que tenían que ir todo el día con aquello puesto.

Fabián era un rubio lampiño de cuerpo sin vello, delgado, bien formado. Era un chico travieso y había sido malo, y acababa de entrar en este subterráneo para ser reeducado.

Cuando su tutor, un hombre de negro, le introdujo aquel aparato por el ano lanzó un respiro de placer.

El vibrador era un butplug no muy grande. De hecho tras la sensación que recibió cuando puesto de espaldas como para hacer flexiones, se lo metieron en el ano, que le empalmó de placer, apenas lo notaba dentro, así que no le pareció nada incómodo tener que llevarlo. De hecho al de unos minutos con él puesto se olvidó que lo llevaba. Sin embargo aquel aparatos escondía un secreto. El ‘amo’ (hombre de negro) que se lo había instalado, tenía un mando a distancia, un control remoto, con el que podía hacer mil y un funciones en aquel vibrador instalado dentro del culo del chico.

Ayyyy -gritó Fabían cuando sintió que aquello que tenía dentro de su ano se comenzó a hinchar agrandando su tamaño.

El ‘orgasmatron’ era como una pera de goma que se podía inflar a voluntad del amo.

El amo presionó otra vez el mando y se hinchó oro poco más

–Ayyy, para -gritó Fabían que se había empalmado y manaba precum

El amo insistió otra vez

Otra

otra

otra

otra

Y cuando creyó que aquel aparato estaba suficientemente hinchado –debía ser como una pelota de tenis dentro del ano de aquel joven muchacho–, pulsó otro botón y se deshinchó.

Pero inmediatamente volvió a repetir la operación y esta vez una vez más.

Cuando el aparato superó en una vez el hinchado anterior volvió a deshincharlo.

Sabían creía que su tortura había terminado, pero no había hecho más que empezar.

Él quería sacar aquel aparato de su interior, pero sabía que si tiraba a la fuerza, le ocasionaría desgarros.

–Muy bien chaval. Ahora ya sabes quien manda aquí.

–Si te atreves a tocarlo para intentar sacártelo, lo hincharé más grande hasta reventarte –le amenazó

El joven pareció haberlo comprendido y se arrodilló, sumiso, delante de su nuevo amo que permanecía desnudo sentado en una silla con una gran polla empalmada.

–Soy tu amo y señor y harás lo que yo te ordene.

–Tengo el mando y puedo controlar ese aparato que tienes en tu interior –le advirtió.

–A partir de ahora mostrarás respeto hacia mí y me llamarás ‘sí amo’.

–Arrodíllate y chupa! -le ordenó

El joven se acercó y se metió el gran pene del amo en la boca. El amo le pasó la mano por el pelo y complacido le ordenó que se retirase.

Fabián se marchó a otro lado de la estancia y ya se había olvidado de todo lo que le había pasado cuando el aparato que tenía en su interior empezó a vibrar. Primero fueron dos segundos, con intensidad leve. Luego cinco, con intensidad media.

Fabián no sabía qué estaba pasando.

El orgasmatrón, programado por el amo, estaba haciendo de las suyas.

Fabián apenas se había reincorporado cuando el vibrador que tenía en su interior recibió otro pulso de su amo. Esta vez la vibración fue de 15 segundos.

Su pene se comenzó a empalmar. Aquel aparato que tenía en el interior de su cavidad anal le estaba haciendo cosquillas y dando placer. El amo lo sabía.

Sentado en su silla en la estancia contigua el amo pulsó el botón otra vez, y esta vez fueron 20 segundos de vibración. El culo de Fabían no se había recuperado cuando recibió otra descarga, de 30 segundos.

Fabián gimió, empalmado y corrió hacia donde estaba el amo, viéndolo sentado en su trono con el mando en sus manos.

Fabian y el amo se cruzaron las miradas.

El amo pulsó otra vez el botón pero esta vez los 30 segundos de vibración fueron de intensidad alta.

–Ahhhggg –gimió –manaba ya de su pene gotitas de semen de la estimulación anal recibida.

El amo pulsó otra vez el botón y esta vez fueron apenas 10 segundos pero de intensidad terremoto.

La cara de Fabián se desencajó.

El amo se reía con malicia y volvió a pulsar el botón: 15 segundos intensidad alta.

Cuando Fabián se recuperó lo pulsó otra vez más: 10 segundos terremoto.

Y repitió una y otra vez pulsando el botón durante minutos que a Fabian, con su cuerpo lampiño y desnudo se le hicieron eternos. Estaba recibiendo placer pero a la vez aquello era una tortura. Tenía el interior del ano enrojecido pero estaba super empalmado.

El amo estaba disfrutando de las caras que ponía Fabián.

Y pulsó, pulsó, pulsó, pulsó… hasta que Fabián experimentó un super orgasmo, y se corrió.