Capítulo 65: androide

Las instalaciones secretas de la isla incluyen unos androides que pueden follar y ser follados

Como ya os conté capítulos atrás, un chico insistente podía llegar a ser hombre de negro, superando una serie de pruebas. El ritmo de vida la isla consistía en follar y ser follado. Se basaba todo en el equilibrio, con la ventana 5 a 1 (es decir, que cualquier persona podía perder 5 cargas de semen y le bastaba recibir una para recargarse). Desde niños en la escuela se aprendía esta norma básica, esta lección fundamental, que marcaba el día a día. También se aprendía a que a más veces penetrado más vigor, fortaleza y juventud. Por eso los chicos empezaban rápido a autopenetrarse con dildos para ir adaptando sus culetes a cosas cada vez más grandes.

Había maneras de ir ensanchándose el ano –ir probando con dildos mayores para prepararse para penes de mayor tamaño–, había pruebas para avanzar y superar años de espera (las inyecciones anales) (como conté en los capítulos 55 y 56), y luego estaba ‘la granja’ (como conté en los capítulos 31 a 43) que eran las pruebas para ser dador hombre de negro, es decir, convertirte en un ser superior en la isla con poder para follarte a todo el que quisieras sin las limitaciones de un chico normal. Para ello debías de superar distintas pruebas (narradas en estos capítulos) que empiezan por probar con diversos consoladores a cada cual de más tamaño, atravesando un laberinto que te llevaba a las instalaciones conocidas como ‘la granja’, donde debías de ser preparado para recibir pollas de diversos animales. Recibir semen te hacía más fuerte –y se hablaba que era la fuente de la eterna juventud–. Y para follar antes debías de ser follado.

Los chicos que superaban todas esas pruebas, tras ser follados por diversos animales de granja y luego salvajes, tenían tan fortaleza y vigor sexual que podían follar a todo el que quisieran sin cansarse. Y es más, LA ISLA les dotaba de unas instalaciones desde las cuáles no iban a tener las limitaciones que un chico normal para sólo cinco descargas de semen, sino que podrían follarse a más y más continuamente (como narré en los capítulos 47 a 50). De hecho yo, una vez pasé todas las pruebas (capítulos 31 a 41) en las que recibí dildos y penes de animales, pasé la prueba final (capitulo 42) que era ser follado por 12 muchachos de diversas razas en una noche de orgía iniciativa en una aldea en mitad del bosque (capítulo 42). Tras hacer recibido tanto semen ya estaba dispuesto para follar de por vida sin agotar las baterías como le ocurría a un chico normal que al de 5 corridas se quedaba sin fuerzas. El semen daba vigor, y haber sido follado por tantos seres (animales y humanos) a lo largo de varios meses, convertía a un muchacho en un super-humano, que era conocido como ‘hombre de negro’ porque de ese color vestían su uniforme o traje ceñido al cuerpo como una segunda piel de plástico.

Ahora tenía a mi disposición a cuantos muchachos quisiera follarme en la isla. Desde mi cubículo, cual torre de control, veía las instalaciones de la isla, y con las cámaras de videovigilancia podía ver lo que pasaba en cada lado, y podía elegir al muchacho que más me atrajese, e ir a follármelo. Como narré en los capítulos 43 y 44 mis primeras experiencias como ‘hombre de negro’ fueron follarme a 8 chavales. Y como narro en los capítulos 47 a 50, siendo ‘hombre de negro’ tengo a mi disposición diversos elementos para someter a cualquier muchacho para que sea follado bajo mi control, e inyecciones estimulantes de pene, para tener vigor yo y poder tener más de 7 relaciones sexuales seguidas sin agotarme. Pero aún así, con todo, yo era un ser humano, y mi super-cuerpo tenía límites que ni con las drogas. Por ello los ’hombres de negro’ disponíamos de un ‘arma secreta’ para autorecargarnos y seguir follando recobrando nuestro vigor y fuerza, cuando estábamos extenuados después de haber mantenido tantas relaciones sexuales seguidas. Yo había tenido sexo con 8 muchachos aquel día, Mi limitación no era 5: 1 como el resto de muchachos de la isla que a un máximo de cinco corridas o pérdidas de su semen (fluido vital) en bocas o culos de otros muchachos, necesitaban recibir una dosis de semen de otro muchacho en su boca o ano. Yo podía follarme a 10 o 15 sin necesidad de recargar… pero aún tenía esa limitación. Podía follar y ser follado, como hice en el capítulo 50 con Jason, un chico de color musculoso al que subyugué para que me follase sin darse cuenta, mientras lo tuve dominado con una máquina de control (el venía a ser follado y recibir una dosis de semen, porque se le había agotado, y lo utilicé yo en mi beneficio, aprovechándome de su escultural cuerpo y su bien dotado miembro: logré dormirle y dominarle, para que me follase sin que fuese consciente de ello). Pero los dadores de mi nivel teníamos un ‘arma secreta’ que nos devolvía la vitalidad. Cuando estábamos agotados tras descargar nuestro semen en tantos muchachos que acudían a mí tras haber perdido sus cinco cargas –a veces mi trabajo era muy mecánico y me sentía como un robot cuyo trabajo era irme follando a todos los que entrasen en mi habitación, sin sentimientos, uno tras otro, depositándoles en su ano una carga de semen para que se recuperasen de su cansancio–, los dadores/hombres de negro disponíamos de un cubícalo especial en donde ir a recargarnos. Era una cámara o habitación que sólo se abría para los hombres de negro.

Dentro había un androide, un robot con aspecto humano. Como éramos muchos los dadores/hombres de negro, teníamos a disposición a varios de estos artefactos. La verdad es que parecían humanos, y estaban replicados todas las razas. Había un blanco moreno, otro rubio, un negro y un occidental. Podíamos elegir compartimento y entrar.

La función del androide era recargarnos analmente a los humanos-hombres de negro, de líquido vital (semen). Es decir: penetrarnos.

Los androides recibían semen de los muchachos que eran ordeñados en ‘la granja’ como la historia que os narré hace dos episodios en ‘CASTIGO’, y disponían de dosis superiores de semen que te podían descargar en tu ano de hombre de negro de una sola follada (eso sí, más prolongada en el tiempo). A más dosis de semen más antes te recuperabas de tu extenuación o cansancio y podíamos volver a nuestra tarea que era follarnos a otros diez o doce muchachos y darles una dosis vital de semen.

Dependiendo a cuantos muchachos nos hubiésemos follado sin parar –yo una vez me falle a 15 seguidos–, necesitábamos más o menos semen, por lo que necesitábamos ser follados más o menos tiempo por el androide del cubículo Dador 2, que en su mente artificial recibía todos los datos de cuanta carga de semen íbamos a necesitar y cuanto tiempo nos tendría que estar penetrando. Es cierto que los dadores u hombres de negro de nivel 1 teníamos a hombres como dadores de nivel 2 que nos recargaban, pero todos, tarde o temprano, terminábamos siendo recargados por una máquina que recibía información de un cerebro central o super ordenador que controlaba la isla. A22, el androide que elegí yo, ya sabía que me había follado a 8 muchachos y la dosis exacta que me tenía que inyectar para recargarme, así como el tiempo que me tenía que tener penetrado para inyectármela.

Sccchhhhhissss -se abrieron las puertas correderas del cubículo donde estaba el androide que parecía un hombre negro, que elegí yo por su atractivo, en esta ocasión, llamado A22.

Entré a mitad de la estancia de paredes metálicas y blancas, y me dirigí a la camilla o plataforma que había en el centro.

–Muy buenos días, bienvenido –me dijo A22

El robot parecía humano. Nadie hubiese notado que no lo era. tenía un cuerpo de silicona perfectamente moldeado y musculoso. Si no fuesen por sus inexpresivos ojos nadie sabría que no estaba hablando con otro ser humano.

Ambos nos desnudamos de nuestros trajes ajustados que no dejaban nada a la imaginación. El mío era negro como de plástico y él, como era de un nivel superior, vestía de blanco.

A22 era consciente de mi gradación o categoría, y por ello sabía que debía de ser respetuoso conmigo y darme un trato amable. También era consciente de todas las pruebas que había superado para conseguir ese nivel, así como de a todos los chicos que me había follado antes de pasar por él.

Sabía la dosis justa de semen que me tenía que inocular y la duración exacta de la descarga.

Todas las descargas se hacían nivel anal. Es decir, la máquina con apariencia humana te follaba con su pene de silicona.

A22 estaba bien dotado. Hacía honor a su raza.

Sin más dilaciones, tras estar los dos desnudos en el centro de la estancia, me giré, y doblé con mis piernas extendidas pero con mis brazos hasta tocar con mis dedos de las manos los dedos de los pies como cuando hacía ejercicio de flexibilidad, exponiéndole mi culo.

A22 se acercó por detrás y me fue introduciendo sus 22 centímetros de polla de silicona hasta que me tuvo bien follado. Con sus brazos me agarró de las caderas por mi cintura, reteniéndome para que no pudiera escapar de su pene a la par que entraba en mi ano. La verdad es que fue muy mecánico el acto -yo podía haber elegido por follar con pasión, amor, sexo, y orgasmo, como una relación sexual tradicional, con intercambio de fluidos (besos) y abrazos–, pero opté por recargarme y terminar cuanto antes. Así que la penetración fue un acto muy mecánico.

Aún así, como había perdido mucho semen, mi recarga de fluidos fue un poco lenta y A22 me tuvo en esa postura unos minutos que se me hicieron largos. Su pene, en lo hondo de mis intestinos, me estaba copulando y recargando, mientras me aferraba las caderas inmovilizándome para que no pudiera escapar.

Cuando pasado un rato, la dosis exacta de fluidos hubo terminado de impregnar mi cavidad anal A22 se retiró.

Yo noté el vacío y cerré mi ano y me separé reincorporándome.

–Muy buenos dias dijo A22

Y yo me retiré de nuevo a mi cubícalo, a follar a más jovencitos con mis nuevas dosis de sémen.

A22, una vez la compuerta se cerró detrás de mí, se enchufó para recargar sus depósitos de fluidos, en espera de un nuevo dador/hombre de negro al que recargar.