Capitulo 61: dadores y recibidores
En una isla llena de muchachos unos sólo pensaban en follar y otros en ser follados (capitulo final de la saga de 60 episodios aquí publicados)
En ‘La Isla’ estaba todo predeterminado. Los chicos del clan de los ‘dadores’ habían sido programados para tener siempre ganas de follar. Recibían un exceso de testosterona (a través de alimentación, inyecciones, bebida) para que sólo pensasen en descargar analmente su semen en el interior de otros muchachos: ‘los recibidores’, que carecían o tenían una deficiencia de este líquido vital y sólo pensaban en ser follados.
Los recibidores se creían que eran los privilegiados, y que conseguían engañar a los dadores para que les dieran su semen. De hecho eran instruidos en muchas técnicas seductoras para atraerlos, y sabían todos los trucos para empalmarles (manos, boca) rápidamente, y ser follados. Ellos, los recibidores, creían que les robaban a los dadores el semen. Mientras, los dadores creían que los beneficiados eran ellos. De hecho ellos también eran instruidos y educados en técnicas amatorias. Tenían que hacer empalmar a los recibidores cuando les penetraban analmete por detrás, a lo perrito, con la mano, hasta hacer que se corriesen, porque así creían que les hacían dependientes de ellos. Ellos tenían un exceso de semen (que era un líquido sagrado y vital: no se podía derrochar) y tenían que diseminarlo dentro de culos o bocas. Y tenían que hacer a esos muchachos dependientes… por lo que a la vez que se los follaban les masturbaban, para que perdieran su semen propio y necesitasen ser follados otra vez o mamar pollas, para recibir una nueva dosis de semen anal y oralmente.
En este sencillo patrón, fundamentalmente, se basaba la vida de la isla, dividida en dos clanes de muchachos: los dadores y los recibidores. Cada clan vivía separado pero se juntaban en las zonas comunes donde era normal ver a gente tener sexo en los exteriores: piscina, jardines… o en interiores: vestuarios, duchas… (leed los 60 capitulo anteriores de cómo se desarrollaba la vida en esta isla, su complejo de edificios e instalaciones futuristas, y cómo mantenían relaciones sexuales a todas horas jovenes desde su temprana edad y despertar sexual en la adolescencia, hasta mayores, entre sí y con animales, máquinas y dildos.) La vida en la isla era una orgía perpetua en la que podían emplearse diversos elementos para aumentar la intensidad de las relaciones.
Normalmente los muchachos estaban agrupados por clanes de edad, desde que nacían (se relacionaban con gente de 3 años más o menos a su edad), aunque los había quienes rompían esta norma saltándose los controles de ‘el complejo’. También lo normal era que empezasen a tener relaciones con alguien de su raza –para tener un miembro más o menos de similares dimensiones–, pero luego también estaba estipulado con quien podía follar un chino con su cuele más estrecho, o un negro con su polla de mayores dimensiones. Y había toda una serie de fases que pasar para no romper el culo a nadie (ir poco a poco evolucionando, superando, a modo de pruebas y exámenes, recibiendo un pene de mayor tamaño hasta adaptarse a dimensiones enormes.) Había quien quería evolucionar rápido, y pasar todas esas pruebas (ser follado te daba opción a follar: se basaba todo en un intercambio de fluidos más o menos manteniendo un equilibrio). Y había otros que estaban contentos donde estaban. (Os contamos todas las pruebas superadas por diferentes muchachos a diferentes edades, y os hablamos de las diferentes instalaciones de ‘el complejo’ en los 60 episodios anteriores que, salvo excepciones, en que son episodios seguidos y hay que leerlos uno tras otro porque tienen una historia correlativa, se pueden leer a veces sueltos). (Aunque lo mejor, quien quiera conocer toda la historia de principio a fin, es que los vaya leyendo ordenados del 1 al 60) (la historia contiene muchas historias con chicos de diferentes edades, razas, flash bacas, pruebas, sucesos que acontecen entre los muchachos de la isla, sexo con animales, con máquinas, con consoladores, drogas y sustancias, primera vez, etc.) Espero que os gusten.
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Los dadores poseían un secreto: un supositorio que hacía dependientes de ellos a los recibidores. Los recibidores esto no lo sabían, pero si un dador se encaprichaba de uno de ellos, podía seducirlo, y en los preliminares, sin que se diera cuenta, mientras le comía el culo para dilatárselo, y mientras se lo lubricaba, metiéndole crema y un dedo, podía meterle uno de estos supositorios de dependencia sexual, que eran como una droga, que haría que el muchacho que recibía necesitase ese supo una y otra vez. El supositorio de por sí no hacía nada hasta que se disolvía dentro del ano del chico por semen. Es decir, una vez después de insertárselo, el ‘dador’ se tenía que follar y correr dentro del culo del muchacho, y así con su semen disolver el supositorio que sin que se diera cuenta le acababa de introducir.
Él, el recibidor, no lo sabía, pero a partir de ahora iba a necesitar una dósis habitual de esa droga, lo que le haría volver a tener encuentros sexuales con el mismo dador una y otra vez.
Había unos señores que controlaban todo esto y que podían verlo todo: todas las relaciones sexuales entre chicos que ocurrían en aquella isla: los señores de negro.