Capitulo 51. el dr. wolf

Continúo las historias de la Isla, esta vez en el centro médico donde un doctor someterá a un intenso examen anal a un joven muchacho.

La primera lección que se aprendía en la isla era que no se podía desaprovechar el semen. El semen era un líquido vital que te daba la vida…. Y te mantenía jóven. Por eso todo el mundo quería poseerlo y nadie quería perderlo. Desde los chicos más jóvenes a los más adultos venían con la lección puesta. Y en eso consistía la vida en la isla: follar y ser follado, mamar y ser mamado… pero siempre intentandote quedar con un saldo positivo de semen.

A los dadores, grupo que se dedicaba a follar a todo lo que se moviera, se les instruía en cómo follar pero no perder siempre. Bien es cierto que en un polvo se podían correr dentro del culo o de la boca de otro… pero no estaría mal luego ser follado o mamarle el pene al muchacho en el que te acababas de correr hasta que se corriera en tu boca, y así recuperar lo que le habías dado. Los recibidores, que eran los muchachos que ponían el culete, jugaban con la ventaja de recibir más, pero el dador experto ya sabía que debía pajear durante el coito al muchacho que se estaba follando para que ambos acabasen en clímax y la cosa quedase por igual y el muchacho tuviese que repetir o buscar otro coito. Nada se desaprovechaba

Dr Wolf

El Doctor Wolf era uno de los médicos de la isla. Era muy joven, sobre 35 años. Era alto y de complexión media. Un poco de vello corporal que le daba aire de masculinidad, y una verga por encima de la media. El Doctor Wolf pasaba consulta en el centro médico de la isla, donde se dispensaban diversos tratamientos a los muchachos. Normalmente nadie enfermaba ni tenía dolencias, pero todos, eran sometidos a una revisión en profundidad. Algunos chicos necesitaban tratamientos especiales.

Allen era un chico rubio, alto y delgado, de cabello lacio y aspecto aniñado. Apenas tenía vello en el cuerpo, lo que le hacía parecer de menor edad. Le habían dicho que tenía que someterse a un tratamiento, y en la isla nadie se cuestionaba lo que los superiores le decían, así que se plantó en la sala de espera del centro médico, aguardando su turno. Tras unos breves momentos el Dr. Wolf le hizo pasar a su consulta y le dijo que se desvistiera detrás del biombo. Allen acató las instrucciones del médico y se quedó como Dios le trajo al mundo (aunque era muy normal ir sin ropa por la isla y sus instalaciones, sobre todo en las exteriores de ‘El Complejo’, en el interior los muchachos iban tapados.

Wolf ordenó a Allen a ponerse en una camilla de cuero marrón boca abajo con el culo hacia atrás, y procedió a lubricar un dedo y a insertarle un supositorio (algo bastante habitual, los chicos en muchas partes de ‘El Complejo’ se insertaban a sí mismos o a un compañero un supositorio para tener erecciones, relajarse o lubricarse antes de tener relaciones sexuales más placenteras y desinhibidas).

-Relájate, no estés tenso, le dijo el Dr. Wolf a su paciente cuando notó un poco de resistencia en su culo

Dicho y hecho, el muchacho distendió su músculo anal, y el dedo del Dr Wolf insertó el supo en su ojete. Pero no lo retiró. Wolf dejó el dedo dentro hasta que el supo se derritió por la temperatura anal y su paciente empezó a estar relajado. Allen no sabía qué tenía aquel medicamento pero confiaba en el doctor, que le empezó a hablar.

–Bien, Allen, vamos a hacer diferentes pruebas. Este es un examen general. Vamos a ver cómo está ese culete y si el crecimiento de tu pene es correcto.

El pene del muchacho la verdad era largo. Delgado pero largo. Blanquito, fino, sin casi vello. Los pocos vellos que tenía al ser rubios apenas se notaban. El doctor Wolf cogió el pene del muchacho entre sus manos y empezó a cascarle una paja hasta que lo puso erecto. El muchacho seguía medio agachado, con la cabeza hacia la camilla, y el doctor le meneaba su rabo desde detrás. Su mano era adusta y algo áspera, muy varonil y con algo de pelo.

-Bien, esto responde correctamente -dijo el Dr. en un tono muy oficial / profesional de un cualificado médico.

-Ahora tenemos que comprobar la dilatación anal que has alcanzado en los últimos meses

El muchacho, con el pene enhiesto al aire, estaba ahora de pié, junto al médico, que le mostró una tabla en la que había consoladores de diferentes tamaños (longitudes y grosores), empezando por uno un poco gordo y rechoncho aunque no muy largo, y terminando en uno de 26 centímetros.

–La siguiente prueba va a consistir en que tú mismo te sientes, de cuclillas, sobre cada uno de esos consoladores. Vete probando uno a uno, poco a poco, hasta el máximo. Empezaremos por el primero así será más fácil y lograremos más dilatación anal y facilidad en la prueba.

Allen se puso en cuclillas sobre el primer consolador, que era muy redondeado, y apenas le costó insertárselo entero. Tuvo un poco de dificultad porque era muy regordete, era como una pelota, o mejor dicho como una piña de pino. El doctor Wolf le dio un pequeño empujón a Allen, para que se clavase el dildo enteramente y quedase sentado sobre él. Allen permaneció en el suelo con el dildo clavado en su culo hasta que el doctor le indicó que se lo podía sacar.

A continuación se ubicó sobre el dildo de al lado, este un poco más largo, y del mismo grosor.

La operación se repitió una tercera vez y una cuarta- El quinto dildo era ya más dificultoso para Allen (que en su revisión anterior no había pasado del cuarto, por lo que el doctor, que lo tenía todo anotado en su ficha del historial médico, se sintió satisfecho con la evolución de su joven paciente.

Allen tenía poco más de la mitad del quinto dildo insertado, cuando el doctor le dio un empujón que le hizo caer sobre el dildo bruscamente.

-OOooooohhhhh gritó Allen mientras su culo quedaba empalado y su pene daba un pequeño respingo.

-Muy bien Allen, lo has conseguido. No te muevas, permanece en el dildo hasta que yo te lo diga.

-Ok, doc.

-Crees que serás capaz de probar con el dildo de al lado? -le preguntó el médico

Allen miró a su derecha, y si el dildo que tenía en su ojete, y que le había costado entrar, era como un plátano, el que tenía a su derecha era como un pepino.

-No te asustes, si no puedes hoy lo probaremos la próxima vez.

La postura del chico, sumisa, sentado empalado, en el suelo, con aquel dildo en su ojete, empalmó al doctor Wolf, que tenía algo especial preparado para su tierno paciente.

–Espera hasta que te diga. -Wolf apretó un botón y del dildo que estaba dentro del ano de Allen emanó un fluido denso y viscoso, relajante y sedante, que quitó el dolor del intruso anal al muchacho. (Como todos los que habéis leído esta serie sabéis, los dildos de El Complejo tenían dentro ese líquido, que a voluntad, se podía verter dentro del ano de quien estuviese empalao. A veces uno se lo hacía a si mismo -había dildos en los vestuarios y otras zonas de el complejo-, a veces te lo hacía un compañero con el que tenías una experiencia sexual o encuentro.)

-relaxxxxx. Relaxxx… ¿cómo te sientes Allen?

-Muy bien doctor, ya no me duele el ano.

-Perfecto muchacho. Bueno, te informo que has superado el quinto dildo, y que ya te cabe mi pene. Así que te voy a penetrar. Recuéstate sobre la camilla que tu exploración de hoy terminará con un pene de carne.

-Ok doc. Asumió el chaval contento por haber superado la prueba.

Cuando el muchacho estuvo apoyado sobre la camilla con las piernas en el suelo y el culo hacia atrás, Wolf le abrió un poco las piernas al muchacho, y preparó una especie de inyección anal de supositorios. El muchacho no veía lo que el médico hacía, pero confiaba ciegamente en él, porque era lo que le habían enseñado: a confiar en los mayores y en respetar sus órdenes.

La inyección era un aparato con forma de pene, hueco, al que se le podían poner dentro hasta 6 supositorios. El médico lo lubricó un poco, y metió la punta en el culo del chaval, y una vez lo insertó entero, apretó el émbolo y se depositaron dentro del culo del chaval 3 supositorios.

El médico sacó la ‘jeringuilla especial’ con la que le había inyectado los supos, y orientó su pene a la abertura anal del chaval, y lo penetró, soltando Allen un respingo –el pene del doctor era un poco mayor que el dildo que acababa de superar-.

Lo que acababa de depositar el doctor en el interior del culo del muchacho eran supositorios de control y desinhibición, que someterían a Allen a todos los adultos de ‘El Complejo’ en su preparación sexual servil. Allen, por su aspecto aniñado haría las delicias de gran número de personas de la isla, y se acordó sería para servirles, por lo que se empezó su programación como muchacho de cortesía.

Aún le faltaba para ser cogido por penes grandes, pero poco a poco se iría adaptando.

Los supositorios de control / sumisión / dominación sólo funcionaban si eran disueltos con semen en el interior de la cavidad anal, por lo que después de insertarlos, el doctor debía eyacular dentro del muchacho, que era ajeno a toda esta trama.

Ummm ummm

Agggg ahhh

Oohhhh ohhh

Ainsss

-Aguanta muchacho, te haré todo un hombre -le dijo el doctor mientras se lo follaba con la fuerza de un potro salvaje

-Ahhhhg, ahhhh, gemía le muchacho

Los gemidos de dolor / molestia por el tamaño de su voluptuoso pene, excitaban aún más al doctor, que aún seguía, sin ropa, pero con su bata blanca puesta. El doctor aceleró sus arreones fuertes y el muchacho gimió más, y esto lo excitó más, hasta que en una de estas el doctor agarró fuertemente de los brazos al muchacho y le clavó su pene hasta lo más profundo de su ano, y se lo dejó allí sin sacar.

-Ahhh oogggg Diossss ¡¡qué corrida!

El pene del veterano doctor empezó a eyacular en el interior del ano del joven Allen. En lo más profundo los 3 supos empezaron a derretirse con el semen que estaba fluyendo del pene del doctor, y lo disuelto era absorbido por las paredes intestinales del muchacho que no sabía que estaba siendo programado para una vida de sumisión y placer.

El doctor sujetó fuertemente a su víctima, y no le dejó mover. Sacó un poco su pene para clavárselo con más fuerza y en cada clavada eyaculaba un nuevo trallazo de líquido seminal. Otro y otro.

Los supos se estaban derritiendo, pero aún tardaría unos momentos en ser absorbidos por las paredes intestinales. El doctor lo sabía, por lo que sujetó a su presa sin dejarla mover. Allen pensó que era un abrazo apasionado del doctor cuyo pene yacía clavado en lo más hondo de su ano.

-Qué bueno el doctor –pensó Allen–, qué apasionado. Qué generoso. Me da su líquido vital. (La mente del chaval se estaba programando).

–He de respetar a los mayores, lo dan todo por mí, me dan su valioso semen. Me quieren. (Seguía pensando Allen)

–Pobre Doc, que pierde sus fuerzas, por mi, para darme vida (pensaba Allen).

Los tres supositorios ya se habían derretido y los intestinos de Allen habían absorbido su contenido. Allen ya había empezado su sumisión en la isla.