Capitulo 41: la aldea
Tras pasar la prueba de La Granja llego a una aldea llena de jóvenes de todas las razas que me harán pasar una intensa noche
Habían pasado 7 meses de mi última cogida y aún me estaba recuperando en el mini-apartamento. Cojeaba y tenía el culo y los intestinos destrozados. Me habían cogido, de forma salvaje, en los últimos casi dos años 6 animales de mi elección, no cabía duda. Podía haberlos elegido de menor tamaño. Entré en el laberinto del nivel menos uno en la primera prueba hacía casi dos años. Ahora ya tenía 19.
–Muy buenos días ¿qué tal se encuentra? -me dijo una voz enlatada que salía por el altavoz.
–Ya estoy bien. Estoy recuperado. -respondí.
–Pues entonces hoy será su último día de estancia. Póngase este calzón blanco.
Lo hice y de repente una pared al fondo de mi apartamento se abrió y ví una nueva estancia con luz violeta. Y a ella me dirigí.
Una vez crucé, la compuerta que había subido hasta el techo volvió a bajarse dejando una pared inmaculada donde no parecía que nunca hubiese habido una puerta.
–Bienvenido al nivel 4. –dijo la voz mecánica.
La estancia era como un bosque creado en el interior de un edificio. El techo era alto, muy alto, y se le daba un falso color cielo simulando estar en los exteriores. Había plantas frondosas y se oía correr agua. Había una especie de catarata artificial en una pared de falsas rocas.
Empecé a oír voces humanas. Sí, eran gritos, chillidos, pero nada preocupante, sino como una algarabía de chiquillos disfrutando. Así que me encaminé hacia donde se oían las voces, que era en mitad del lago. Allí descubrí a un grupo de personas. 6 jóvenes muchachos de una edad similar a la mía. Rondarían los 18-25 años.
Había un joven guapo de peli rizo pelirrojo de polla ancha, huevos contundentes, pecho sin vello y bien formado, que era el que tenía 18 años. Toby era un rubio de 19 años de pelo lacio. Estaba Steven, de 20 años, negro americano con una polla descomunal colgando, pecho musculoso y marcado, pelo apretado que parecía un grupo de hormigas, y culo respingón. Gary tenía 24 años, parecía muy femenino, era un chico dulce, pero bien dotado. Creo que era el pene más grande tras el del negro. También había un chino de 20 años. Me encantaban los ojos rasgados. El cuerpo de Chao era impresionante. Sin vello en el torso, tableta de chocolate. Pelo lacio y negro y polla larga pero fina. Y por último estaba Yuri, 25 años, albino. Era ruso. Alto. Grande. Perfecto. Pelo rubio casi blanco, y era como un armario de grande. Estaban disfrutando del lago, jugando con el agua a su cintura, salpicándose.
Me hizo mucha ilusión. Llevaba 2 años alejado de la gente y oír voces de alegría de gente me atrajo hacia ellos.
–Hola, Bienvenido –dijo Yuri, el primero que me vio llegar porque estaba de espaldas al lago mirando hacia la orilla por donde yo estaba entrando.
Chao, Gary y los otros se giraron y me miraron –¿Eres nuevo?
–Sí. Me llamo Albert. - es dije.
–Bienvenido, muchacho. Hacía tiempo que no veíamos a nadie nuevo por esta zona -me dijo Steven
Me puse a jugar con ellos y con el agua y pronto nos hicimos amigos. A la hora de comer salieron del lago y me invitaron a comer con ellos y acompañarles.
Cruzando el bosque había una especie de poblado donde había otras varias personas a las que me presentaron.
–Este es John, norteamericano. Tiene 27 años (y un pollón enorme)
–Este es Ander, vasco, tiene 23 años. (Era un chavalote robusto y guapo y también muy bien dotado)
–Este es Maikel, holandés, 28 años.
–Este Ndongo, africano. 31 años (tenía un cuerpo negro, negro negro. Sudado encima la relucían los pechos como si fuesen de cuero. Su polla mejor no hablar. Extralarga
–Este es Omar, 21 años, árabe (y con una polla larga, larga, larga)
–Y este Joao, brasileño. Me dijo mostrándome a un morenote de 1,98 metros, con un paquete enorme.
Todos estaban desnudos en esa aldea (y en el lago). El único que llevaba algo tapándole el rabo era yo: mi calzón blanco, aunque luego me enteré que cada uno tenía una vestimenta ritual. Joao un speedo marca paquetes, negro. Chao un vestido tradicional de los luchadores de sumo, blanco. Ndongo un taparrabos de piel de leopardo… speedos blancos… etc.
Me invitaron a comer y jugamos y hablamos toda la tarde. Estaba en el paraíso. Había sido una suerte pasar el nivel 3 para encontrarme en esta apacible aldea en mitad de la nada, en el subnivel 4. Para cenar prendieron una hoguera y nos pusimos los 12, conmigo 13, alrededor, en corro. Degustamos carne asada en un palo en la hoguera, pescado del lago, frutas tropicales, y para beber me dieron un zumo especial en mitad de un coco. Lo que yo no sabía es que el jugo que estaba tomando con muchas ganas porque tenía mucha sed –el pescado asado me parecía que estaba un poco salado–, tenía disuelta una sustancia narcotizante. Y poco a poco bebiendo y bebiendo más de aquel licor, sus voces me empezaron a sonar más altas, más estridentes. No notaba lo que me estaba pasando, pero algo me estaba pasando.
–Albert, bebe. -me decían. Y ellos reían y disfrutaban. Hablaban entre ellos.
–Albert ¿quieres más? –me ofrecían.
–Ja ja ja, qué bueno!. Qué chiste. -dijo Maikel a Ander.
Ellos sí sabían que el licor aquel del coco me estaba haciendo efecto hasta que vieron que ya estaba preparado.
–Maikel empezó a lamerme el cuello. Ander a besarme con lengua. Ndongo bajó a mi polla y la empezó a chupar por encima del spedo. Gary me me metió un dedo en el ojete (recordemos el agujero que tenían todos los speedos). Todos acariciaban mi cuerpo mientras sonaba un ritmo de tambores. El ambiente me parecía relajarte. La noche tropical era cálida. Mi estómago estaba lleno, y esa tarde había disfrutado. Estaba completamente desinhibido y relajado. Un montón de chicos dándome placer.
–A ver qué tenemos aquí –dijo el ruso bajándome el slip delicadamente. Y salió brincando mi polla medio erecta. Entonces John se la metió en su boca dándome una mamada como hacía dos años que no me habían dado (no es lo mismo el contacto humano del cielo de la boca que un succionador mecánico). Maikel me metió un dedo en el culo, untado de lubricante relajante.
Yo estaba medio subyugado, por el efecto de la bebida. Joao empezó a lamerme el cuello. Ndongo apuntó su pene a mi ojete y me empezó a follar con su gran pene negro carbón poniéndome sentado sobre su pene.
–Ahhhggg suspiré al sentir su polla perforarme
Maikel me hizo una gran mamada hasta correrme. La noche iba a ser muy larga… y placentera.