Capítulo 3.8 - La psicóloga

El mundo real/ Jueves (1/ 3)

Me desperté temprano, apenas había conseguido dormir... las pesadillas que tenía prácticamente noche tras noche eran cada vez más continuas y me impedían dormir... finalmente, me levanté de la cama, tenía que esconderme para que mi ex-marido no me viera allí cuando viniese a ayudar a mi madre a levantarse... no me había parecido buena idea su plan, pero tampoco tuve una idea mejor para saber qué sucedía en su vida y quién era aquella chica embarazada que había visto el día anterior entrando en su casa.

Con bastante incertidumbre y muchos nervios aguardé agazapada en el cuarto de invitados con la puerta ligeramente abierta para poder escuchar todo lo que hablaban... aproximadamente a las ocho y media sentí abrirse la puerta de la casa, oí pasos por el pasillo y mi corazón se aceleró, estaba tan nerviosa que hasta las manos me temblaban...

  • ¡Buenos días mamá!... ¿qué tal has dormido? – le dijo mi ex-marido.

  • Hola hijo... bien... otro día más en la triste vida de esta vieja inválida.

Escuché varios ruidos y sus voces en la habitación sin entender muy bien de qué hablaban... tras varios minutos escuché más claramente su conversación cuando la silla de ruedas de mi madre recorría el pasillo... pasaron por mi lado... mi ex-marido pasaba a mi lado y la puerta de aquella habitación en la que me escondía nos separaba... una puerta, una barrera física que me hizo recordar la conversación con mi madre, visualicé aquella puerta como la materialización física de la barrera imaginaria que nos había separado siempre, una barrera que yo misma había levantado... me entristecí con ese recuerdo y con la sola idea de que nunca había sido feliz a mi lado, las lágrimas inundaron de nuevo mis ojos y recorrieron mis mejillas.

  • Aquí tienes el desayuno mamá... si no necesitas nada más tengo que irme, tengo bastante trabajo y los próximos días en casa también van a ser complicados.

  • Claro hijo... lo entiendo perfectamente... no te preocupes... sé que tendrás también tu vida, tus problemas y que yo sólo soy otra carga... sólo espero que esa mujer que te esperará en casa no se enfade contigo por todo el tiempo que pasas aquí conmigo mientras me estás ayudando.

  • No te preocupes mamá... en casa nunca me espera nadie.

¿CÓMO? ... me sorprendí a mí misma diciéndolo en alto... inmediatamente fui consciente de mi error al hablar en voz alta y me tapé instintivamente la boca con una de mis manos mientras cruzaba los dedos de la otra deseando que no se me hubiera escuchado... pero entonces, ¿quién era aquella mujer embarazada que había visto el día anterior entrar en su casa?

  • Pero hijo... aun así no deberías estar aquí todos los días cuidándome.

  • Tampoco te preocupes ahora por eso mamá, sabes que esto es temporal y además te ayudo encantado... eres lo más parecido que tengo ahora mismo a una familia... pronto te quitarán esa escayola y con un poco de esfuerzo por tu parte, volverás a ser de nuevo la mujer independiente que eras antes.

  • Eso espero hijo... pero tengo miedo... la semana que viene me quitan la escayola y sé que va a ser duro volver a hacerlo todo por mí misma, tras tanto tiempo sentada en esta silla de ruedas como si fuera una lisiada... quizá debería buscar alguien que me ayude un par de meses con las tareas de casa y me acompañe cuando salga... tú me ayudas mucho, pero últimamente veo la casa bastante descuidada.

  • Mamá... ¿te estás planteando buscar una asistenta?... – escuché entonces una gran carcajada – pues bienvenida al club.

  • ¿A qué te refieres hijo?

  • Verás mamá... tengo empleada una chica joven que viene a casa tres veces por semana... limpia la casa y me hace algo de comida... jajajaja... siempre fui un desastre cocinando... pero ahora está embarazada y en un par de semanas ya no podrá trabajar durante una larga temporada, está bastante próxima a salir de cuentas y tener el bebé... por eso tengo bastante lio en casa los próximos días... tengo ya planeadas algunas entrevistas para buscar alguien que la sustituya.

Escuché aquello y una sonrisa enorme se dibujó en mi cara... el plan de mi madre había funcionado a la perfección, ya había escuchado todo lo que quería saber de la vida actual de mi ex-marido, incluso mucho más de lo que me esperaba haber averiguado... ahora sólo me faltaba encontrar el valor de enfrentarlo.

Cuando sentí cerrarse la puerta escuché a mi madre llamándome... creo que la sonrisa que llevaba en la cara no le pasó desapercibida.

  • Ves hija... ves cómo ha funcionado el plan de esta vieja lisiada – dijo con una sonrisa.

  • ¡Mamá!... no has debido hacerlo... ¿y si...?

  • ¡HIJA! – me interrumpió – sólo por ver de nuevo esa sonrisa y esa ilusión que se refleja ahora en tu cara, ha merecido mucho la pena lo que he hecho.

  • Tal vez tengas razón mamá... pero... ¿y si no hubiera salido bien?

  • Pues hija... tendrías la misma cara de amargada de ayer, pero algo habría cambiado... habría desaparecido la duda... en esta vida cualquier cosa que intentes puede salir bien o puede salir mal, pero no hacer nada, vivir con la duda y estar preguntándote cada día qué habría pasado si lo hubiera intentado... eso no es vida.

Me eché a reírme ante la mirada de sorpresa de mi madre que parecía no entender absolutamente nada de lo que sucedía en aquel momento.

  • Mamá... no me mires así, que no me he vuelto loca – dije entre carcajadas.

  • ¿Qué pasa hija? – me miraba con curiosidad.

  • Es que me parece increíble esta situación que estamos viviendo ahora mismo mamá... me parece increíble que entre tú y yo, seas tú la que está hablando como si fueras la psicóloga, mientras yo te escucho y me comporto como si fuera tu paciente.

  • Hija... a veces no hay nada mejor que la universidad de la vida.

Mi madre también se echó a reír con ganas por mi comentario y estuvimos un rato mirándonos mientras éramos incapaces de dejar de reírnos.

  • Bueno hija... ¿qué vas a hacer ahora?

  • La verdad es que no lo sé mamá... tengo muchas dudas, sé que debería hablar con él, que tenemos una conversación pendiente desde hace mucho tiempo... pero por otro lado, me aterra el momento de estar frente a él, el momento de tener esa conversación.

  • Hija... sintiéndolo mucho, con eso ya no te puedo ayudar... en algún momento tendrás que tomar las riendas de tu vida, enfrentarte cara a cara con los errores que has cometido intentando ser sincera contigo misma, con los demás y sobre todo expresar lo que sientes dentro de tu corazón... yo lo único que puedo hacer es enseñarte el camino que yo creo correcto, pero al final, eres tú quien tiene que tomar la decisión... es tu vida.

  • Lo sé mamá... lo sé... el problema es que es muchísimo más fácil decirlo que hacerlo... no estamos hablando de escribir un libro o una carta donde después la persona que la lee estará más o menos de acuerdo con lo escrito... estamos hablando de ponerse cara a cara con esa persona y conversar, otra persona que también tiene sus propias ideas y no se va a callar su opiniones.

  • Lo sé hija... por eso el único consejo que puedo darte es que seas sincera en todo momento y hables con el corazón... y por cierto... tampoco te vendría mal que te tragaras un poco ese orgullo que tienes si las cosas no van de la forma que esperas.

  • ¡MAMÁ! – le grité.

  • ¡HIJA!... ¡que nos conocemos!

Estuvimos toda la mañana las dos juntas, hablando de cosas banales, hasta la hora de comer... tras comer juntas y recoger todo le dije a mi madre que me iba a casa para darme una ducha... que luego iría a casa de mi ex-marido a hablar con él y que estaría de vuelta por la noche para darle la cena y acostarla.

Todo el tiempo que transcurrió desde que salí de casa de mi madre hasta que llegué a casa de mi ex-marido me lo pasé dándole vueltas a cómo afrontar aquella conversación, ensayando las frases que iba a decirle, las frases que necesitaba decirle... sin embargo, nunca llegué a conseguir hacerme una idea clara de cómo iba a transcurrir aquella conversación.

Eran aproximadamente las seis de la tarde y cuando llegué a aquel adosado... sin llamar, abrí la valla y subí los escalones de la entrada hasta colocarme delante de aquella puerta... estaba como un flan, muy nerviosa, me temblaban las piernas, las manos... respiré hondo para intentar tranquilizarme y llamé a la puerta... no sabría describir lo que pasaba por mi mente en aquellos instantes previos a que la puerta se abriera, al menos no encuentro las palabras.

  • ¿Qué haces aquí doctora? – preguntó muy serio y con voz firme.

  • He venido... venido a... venido a... perdonarte – tartamudeé, mientras mi voz temblaba.

  • Jajajaja... ¿en serio?... ¡adiós doctora!

Intentó cerrar la puerta, pero la detuve con la mano... ¡JODER!... había ensayado la frase cientos de veces en mi cabeza, pero allí delante de él y hecha un manojo de nervios había terminado diciendo justo lo único que no quería decir... ¿cómo iba a perdonarle si toda la culpa de lo que había pasado era mía y sólo mía?

Me miró con extrañeza cuando sujeté la puerta para que no la cerrara... volvió a abrir ligeramente la puerta y entonces rompí a llorar y caí de rodillas...

  • ¿Qué pasa ahora doctora?

  • ¡PERDÓNAME!... por lo que más quieras... ¡PERDÓNAME!

  • Vete a casa... vete a casa doctora... supongo que tendrás cosas mucho más importantes que hacer en tu vida que estar aquí, seguro que mañana trabajas...

Cerró la puerta con suavidad dejándome allí de rodillas llorando desconsoladamente de rabia y de impotencia... no sabría decir el tiempo que pasé llorando arrodillada frente a aquella puerta... pero aunque no os lo creáis sirvió para que me tranquilizara... ya más tranquila volví a golpear aquella puerta con todas mis fuerzas, pero la puerta ya no se volvió a abrir...

  • ¡No me voy a ir de aquí hasta que no hables conmigo!... ¿me oyes?... ¡NO ME VOY A IR DE AQUÍ HASTA QUE NO HABLES CONMIGO! – grité varias veces aporreando la puerta con los dos puños cerrados.

Y me senté en el suelo apoyando la espalda contra aquella puerta que me separaba de lo que más quería en el mundo... decidí entonces avisar a mi madre de que iba a llegar tarde.

Más o menos una hora más tarde seguía allí sentada... vi como un repartidor de comida rápida aparcaba su moto y se acercaba a la entrada con una caja de pizza en la mano... me hizo un gesto, pero al ver que no me movía me miró con extrañeza desde el otro lado de la valla y llamó al timbre... me puse en pie y me separé de la puerta cuando escuché el sonido del timbre.

Mi ex-marido abrió la puerta de la casa, apenas me miró y por supuesto tampoco me dijo absolutamente nada... no pareció sorprendido de verme allí de pie... salió a recoger la pizza vestido con ropa de andar por casa y pagó al repartidor diciéndole que podía quedarse el cambio... se quedó en silencio mirando al infinito en la entrada, viendo como aquel repartidor desaparecía al final de la calle... cuando el repartidor desapareció, mi ex-marido se giró para volver a la casa y pasó a mi lado sin mirarme... entró en la casa dejándome allí sola, pero esta vez no cerró la puerta de entrada.

Muchas ideas, muchas preguntas, se agolparon súbitamente en mi mente... ¿debería entrar?... ¿debería seguir allí fuera esperando?... ¿qué me encontraría al entrar en aquella casa?... cuanto más tiempo pasaba tratando de decidir qué hacer, más nerviosa me ponía... diez o quince minutos después seguía dándole vueltas a la cabeza pensando que debía hacer, cuando escuché una voz desde el interior.

  • ¡Doctora!... ¿vas a entrar de una puta vez o prefieres definitivamente irte a tu casa?