Capítulo 3.7 - La psicóloga
El mundo real/ Miércoles
Me desperté temprano y estuve un rato en la cama dándole vueltas en mi cabeza a la idea de qué hacer y cómo encarar la conversación pendiente que tenía con mi ex-marido... porque eso era de lo único que estaba completamente segura en aquel momento, quería tener esa conversación con mi ex-marido... tras darme una ducha y vestirme fui a comprobar cómo estaba mi madre... estaba sentada en la cama, pero parecía todavía algo adormilada.
Buenos días mamá... ¿qué tal has dormido?
¡HIJA! – gritó abriendo los brazos – ven a darme un abrazo... quiero comprobar que esto que veo es real... que estás aquí de verdad... que no estoy todavía soñando.
Abracé a mi madre que lloraba y le di un beso en la frente, luego me senté en la cama a su lado y estuvimos mirándonos agarradas de la mano sin que ninguna de las dos se atreviera a decir absolutamente nada... supongo que ella tendría muchas preguntas que hacerme y que no se atrevía a preguntar, yo tenía también muchas cosas que contarle que tampoco me atrevía decir... a las nueve menos cuarto, el sonido de un teléfono móvil interrumpió nuestro silencio.
¿Qué le digo hija? – me dijo mi madre con el teléfono móvil en la mano, mostrándome el nombre de mi ex-marido en la pantalla.
Dile que venga mamá – dije con decisión.
Hija... no quiero mentirle... ya lo he hecho demasiadas veces y no lo merece.
No te preocupes mamá... no vas a mentirle... tengo que hacer un par de cosas hoy y quiero aprovechar para hacerlas ahora por la mañana... no estaré en casa cuando llegue.
Mi madre contestó al teléfono y le dijo que estaba sola en casa, todavía acostada en la cama.
Bueno hija... ya viene... ¿qué vas a hacer?
Mamá... lo siento, pero prefiero no contártelo... es mejor que ahora no sepas nada... ¿tienes otras llaves que puedas dejarme para que pueda entrar cuando vuelva?
Cogí las llaves que me dio mi madre y salí rápidamente a la calle antes de que mi ex-marido llegara... miraba como loca a todos lados, buscándole, cada persona que caminaba, cada coche... hasta que unos diez minutos más tarde lo vi bajar de un coche que acababa de aparcar en una esquina... mi corazón se aceleró –
¡qué guapo!
– al final iba a tener razón mi ex-mejor amiga cuando decía que la mayoría de los hombres del mundo no le llegaban ni a la suela del zapato.
Pedí un taxi a unos cien metros de donde él había aparcado... media hora más tarde lo vi salir del portal, me subí al taxi y crucé los dedos para que mi plan funcionara... quince o veinte minutos más tarde pude ver como aparcaba en la entrada de un adosado en una de las muchas urbanizaciones de las afueras de la ciudad... la primera parte de mi plan había sido un éxito... ya sabía dónde vivía.
Le dije al taxista que avanzara un par de calles más y tras pagarle me bajé... era una urbanización muy bonita con casas que tenían pequeñas parcelas verdes rodeándolas y un gran parque central con una arboleda con senderos donde la gente paseaba y algunos bancos donde se sentaba... desgraciadamente era temprano y al ser un día festivo no había apenas movimiento, un par de personas mayores leían el periódico sentadas en los bancos a la sombra de aquellos árboles... me iba a resultar difícil pasar desapercibida por allí... quería esperar a que saliera de casa para acercarme a ella e intentar averiguar algo más de su vida.
Disimulé como pude mis nervios y mi ansiedad, recorriendo una y otra vez en un sentido y en el otro, la misma calle adyacente, como un león enjaulado... alrededor de las once de la mañana me llamó la atención una chica joven que doblaba la otra esquina de la calle, vestía de forma casual, llevaba varias bolsas ligeras, como si regresase de hacer la compra y se notaba que estaba embarazada... muy embarazada.
Me oculté como pude tras unos setos para observarla intentando que ella no me viera y cruce los dedos mientras repetía una y otra vez en mi cabeza la misma frase –
¡por favor no!... ¡por favor no!... ¡por favor no!
– pero finalmente llegó ante la casa de mi ex-marido y tras abrir la puerta de la verja, entró en la parcela y no me quedó más remedio que rendirme a la evidencia.
No me quedé más tiempo para averiguar cómo acaba aquella escena... no podía... algo en mi interior, un nudo en el estómago, me impedía quedarme allí para ver aquello... con lágrimas en los ojos corrí un par de calles en dirección contraria y llamé un taxi para regresar a casa de mi madre... el taxista intentó darme conversación mientras yo le ignoraba por completo con la vista perdida en la ventanilla lateral, sin prestar demasiada atención a lo que realmente se veía a través del cristal... pasaban casas, pasaban edificios, pasaban personas, pasaba mi vida y yo sólo observaba... triste, derrotada... hasta que el taxista me avisó de que habíamos llegado.
Entré en casa de mi madre... ella estaba sentada en el sofá del salón con la televisión puesta y la pierna estirada sobre la mesa... me miró y creo que lo leyó en mi cara...
¡No llores hija!... ¡no llores! – dijo adivinando lo que sucedió apenas un suspiro después.
Le he seguido mamá... le he seguido para saber dónde vivía... me he quedado un rato observando su casa desde fuera – dije mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
¡No llores hija!... ¡no llores!... ¿qué ha pasado?
Le he perdido mamá... le he perdido para siempre, por idiota... – dije ya sentándome a su lado totalmente hundida y llorando.
Mi madre agarró mi mano y me sonrió con pena sin decir nada...
Estaba esperando a que saliera de su casa para acercarme, quizá incluso llamar al timbre sabiendo que no estaba, pero una chica joven y embarazada ha aparecido de repente por la esquina de la otra calle... entonces me he escondido para observar dónde iba y he visto como entraba en su casa... he salido corriendo y he vuelto en un taxi.
Hija... – dijo mi madre acariciando con ternura mi cara.
Me lo merezco mamá... me lo he ganado... siempre me porté fatal con él... pero lo he entendido demasiado tarde para poder arreglarlo... ahora ya tiene otra mujer que le quiere, y que le va a dar lo que yo siempre me negué a darle – dije con un hilo de voz e intentando no llorar delante de mi madre de forma todavía más desconsolada.
Hija... – dijo mi madre con pena.
Me voy mamá... tengo que ir a casa... por la tarde vengo y hablamos.
Abracé a mi madre, le di un beso y me despedí de ella a pesar de su insistencia en que me quedara, pero estaba a punto de derrumbarme por completo y por nada del mundo quería que mi madre me viera en aquel estado... cuando cerré la puerta no tuve ánimos, ni fuerza, para llegar al ascensor y me senté en las escaleras a llorar... ¿cómo podía haber estado tan ciega?... ¿cómo podía haber destrozado así mi vida?... toda mi vida luchando por conseguir mis sueños, por alcanzar mi felicidad... para darme cuenta que cuando por fin creía haberlo conseguido todo, comprobar que en realidad, lo había perdido todo por el camino.
Cuando llegué a casa, una vez más me invadió esa terrible sensación de soledad... sin ganas de hacer nada me dejé caer en el sofá del salón con la mirada perdida en algún punto de aquellas cuatro paredes... fueron pasando los segundos, los minutos, las horas y seguía allí sentada sin hacer nada hasta que el sonido de mi teléfono móvil me devolvió a la realidad... descolgué la llamada sin llegar responder.
Hola hija... ven a casa con tu madre... no deberías estar sola en un momento así.
... – no me salían las palabras.
Hija... ven a casa con tu madre.
Ahora voy mamá – dije entre lágrimas e hipidos.
Me levanté del sofá y cogí una mochila... metí un poco de ropa en ella, lo típico, un par de pantalones, un par de camisetas, dos o tres pares de calcetines y cerré la mochila para cargarla al hombro... cuando salía por la puerta recordé que no había cogido ropa interior, di la vuelta a mi habitación y abrí el cajón de la cómoda, para tras coger un puñado de ropa interior descubrir aquella cajita, aquella cajita en que guardaba mi anillo de pedida y mi anillo de casada... y me derrumbé de nuevo... ni si quiera sabría decir el tiempo que estuve allí llorando... sentada en el suelo, aunque en realidad siendo sincera, tirada en el suelo.
Cuando llegué a casa de mi madre pude ver la preocupación en su rostro... un rostro por el que también corrían lágrimas igual que por el mío.
¿Estás bien hija? – dijo abriendo sus brazos ofreciéndome un abrazo.
¡Mamá! – corrí a su encuentro.
Durante mucho tiempo no hubo palabras, permanecimos abrazadas llorando como niñas pequeñas incapaces de decirnos una sola palabra... hasta que mi madre rompió el silencio.
Hija... lo he pensado mucho y no quiero verte así... no puedo verte así... no lo soporto... la sola idea de que todo esto que ha ocurrido y ocurre haya sido consecuencia de mis errores como madre me tiene aterrada.
Mamá... tú no tienes la culpa de que yo me haya comportado así.
Claro que la tengo hija... somos los padres los que forjamos el carácter de nuestros hijos con nuestra forma de educarlos... y a pesar de mis buenas intenciones, yo lo he hecho todo fatal contigo.
¡NO!... claro que no mamá... eso no es cierto... fuiste la única que intentó que cambiara, la única que me decía las cosas claras y a la cara... y yo en vez de hacerte caso, te lo pagaba con malas contestaciones, discusiones y alejándote de mí.
Eso sólo demuestra que fui débil hija... muy mala madre... jamás debí permitirte que te alejaras de mí, era mi deber como tu madre luchar por ti, hacer que te dieras cuenta de tus errores y ayudarte a que fueras feliz... puede ser cierto que tú te alejaste de mí, pero no es menos cierto que fui yo la que se rindió y te permitió hacerlo... una madre jamás debería permitir que sus hijos se alejen de ella.
Eso ya no importa mamá... ahora estoy aquí... ¡olvidemos el pasado!
¿Te quedas a dormir hija? – dijo mi madre mirando mi mochila.
Mi gesto afirmativo hizo que por primera vez una sonrisa apareciera en el rostro de mi madre y consiguió que por primera vez en los últimos días me sintiera algo bien conmigo misma... mi madre cogió el teléfono móvil y envió un mensaje, para después en su silla de ruedas poner dirección a la cocina con la intención de que cenáramos algo.
Tras la cena, llevé a mi madre a su habitación y la ayudé a meterse en la cama... una vez allí sentada me hizo un gesto para que me sentara a su lado y pasó uno de sus brazos por mi espalda para que apoyara mi cabeza sobre su hombro.
Hija... no he dejado, en todo el día, de darle vueltas en la cabeza sobre lo que me has contado hoy por la mañana y he estado pensado cómo averiguar la verdad.
Mamá... de verdad... no es necesario.
Claro que es necesario hija... y voy a hacerlo... la felicidad de mi hija depende de ello... esta vez no pienso rendirme tan fácilmente.
Mamá... de verdad... no merece la pena que hagas nada, ya está todo demasiado claro... sé lo que he visto esta mañana... tiene su vida, una mujer que le quiere, un hijo en camino... ¿crees que va a servir de algo?... ¿crees que va solucionar algo?
Hija... voy a averiguar toda la verdad de lo que has visto esta mañana cuando le has seguido te guste o no... te lo debo... además en el peor de los casos, sólo se confirmará lo que ya sabes o piensas... ¿qué daño puede hacer eso?... ¿prefieres la duda eterna?
No creo que sea una buena idea mamá... pero haz lo que quieras.
Así acabó nuestra conversación aquella noche, tras despedirme de mi madre y darle un beso fui a la habitación de invitados y me metí en la cama... no sé el tiempo que tardé en quedarme dormida, pero las pesadillas volvieron.
Me encontraba paseando de noche por un parque muy oscuro cuando vi a lo lejos una zona de juegos infantiles perfectamente iluminada... en aquel área de juegos mi ex-marido y su nueva mujer estaban sentados en un banco abrazados, observando como un niño pequeño jugaba... parecían los tres muy felices... ellos se sonreían, se miraban cogidos de la mano y se les veía muy enamorados, de vez en cuando se besaban... mientras tanto el niño intentaba subirse a un columpio gritando a sus padres que por favor fueran con él y le empujaran.
Con lágrimas en los ojos, les observaba desde lejos aprovechando el anonimato que la gran oscuridad de aquella zona del parque me proporcionaba... me encontraba agitada, fatigada, irritable... hasta que noté que alguien me llamaba golpeándome desde atrás en el brazo.
- ¿Ya tienes otra vez mono puta drogadicta de mierda?... no te preocupes,
el profeta
ha llegado para ayudarte a que viajes a la tierra prometida.
Al girarme me encontré en una de sus manos un pequeño espejito con un rulo y dos grandes rayas, ya preparadas, que me apresuré a esnifar sin dudar.
- Muy bien putita, muy bien... ahora se buena y date la vuelta... agáchate contra ese banco, bájate los pantalones y separa las piernas... los vicios caros hay que pagarlos.
Me di la vuelta, aturdida y con la vista nublada por la sensaciones que aquella sustancia provocaba mente y en mis sentidos... flotando en el aire como una nube... me agache obediente apoyando los brazos en el banco... noté como me bajaba las bragas y me daba un par de azotes muy fuertes en el culo mientras me insultaba, para inmediatamente escupir mi entrepierna y penetrarme con gran brusquedad agarrándome con mucha fuerza de la cintura... empezó a entrar una y otra vez en mi interior tratándome de forma muy ruda y tirándome del pelo con mucha fuerza mientras me seguía insultado... estaba completamente seca y con cada penetración me hacía bastante daño, arrancándome jadeos y gemidos que sólo eran de dolor, no sentía ningún placer... minutos y minutos interminables donde apoyada en aquel banco y agachada como una perra, me dejaba usar a su antojo sin hacer absolutamente nada más que soportar el dolor y mirar al infinito con mi visión todavía nublada, hasta que comenzó a jadear y sentí un fuerte último empujón y cómo se vaciaba dentro de mí... para finalmente agarrarme de nuevo por el pelo arrodillándome frente a él, arrancó de un tirón los botones de mi blusa liberando mis pechos y agarró con fuerza mi cabeza para metérmela en la boca.
- Límpiala bien puta... trágate todos los restos y demuéstrame lo agradecida que estás conmigo por lo bueno que he sido hoy contigo... podía haberte dado por el culo como siempre, pero te he visto espiando a esa pareja con su hijo y me ha parecido muy tierno... tenía la sensación de que hoy necesitabas algo más que lo de costumbre... quizá hasta tengas suerte y te haya dejado preñada... quizá hoy te lleves de premio un bastardo para que juegue con ese niño tan guapo que estabas mirando...
Tras levantarme intentando recomponer mi blusa y tratando de enfocar mi mirada... volví a mirar como aquel niño jugaba, a mirar aquella familia que debería haber sido la mía... las lágrimas brotaron de nuevo de mis ojos... me agaché para subirme el pantalón y entonces me agarró con fuerza del culo con su mano y deslizó un dedo entre mis glúteos que intentó introducir en mi ano... me aparté bruscamente de él quejándome por su invasión... me sonrió y deslizó su otra mano por mi escote colocando un par de papelinas entre mis tetas.
- No llores puta de mierda, y tampoco te enfades... con lo bueno que soy siempre contigo y lo bien que te trato... ¡disfruta de tu regalo!... me voy, ya tienes mi teléfono... cuando quieras dejarme usar ese precioso culito tuyo a cambio de más droga, me llamas.