Capitulo 36: pig.

Las pruebas para ser jefe de sector son duras... y hoy me enfrento a otra nueva

Tras aquella primera experiencia habían pasado varios días en los que mi culo no se cerraba. Había disfrutado de aquellas instalaciones, de aquel mini apartamento, que tenía jacuzzi y todo. Me había duchado. Me habían traído comida. Ya estaba recuperado y decidí que era hora de mi segunda incursión. Volví al vestíbulo central y se volvió a abrir la puerta de la pared y accedí de nuevo al interior de ‘La Granja’. En el monitor que tenía a la altura de mi mano ahora se dibujaron las siluetas de animales de nivel 2. Tenía que elegir ser follado por dos animales del nivel dos en los próximos días, y hoy me tocaba elegir el primero, entre tres: cerdo, carnero y lobo.

En mis días en el mini-apartamento ya había pensado qué elegir. Y presioné el botón de cerdo. Esta vez me indicaron que mi única vestimenta sería un arnés de bola roja que me tenía que poner en mi boca. Una vez lo hube hecho ocurrió como la vez anterior, pero se iluminó otro pasillo distinto. El pasillo a la vez terminó en otro hall y se dividía en 3 pasillos más, pero una luz en la pared me indicó con flechas luminosas intermitentes cual de los tres tomar (supuse, y supuse bien, que cada pasillo llevaría a un cubículo diferente de un animal diferente de los 3). El techo se puso bajo y me agaché, y el vaporizador del techo impregnó mi ano. Ya conocía el resto. Una puerta delante de mí que no se iba a abrir para dejarme salir hasta que me hubiesen follado por detrás. Y salió detrás de mí el cerdo, y me metió su polla hasta dentro.

–Oinkkkkkkkk grité como si yo fuera una cerda.

La bola en mi boca amortiguó mi grito para que no pudiera asustar al animal. Y era cierto, tenía un pene especial, largo, puntiagudo, como un sacacorchos. Fue una experiencia sublime. De hecho estaba babeando mi pene pre-cum.

El cerdo, de no sé cuantas libras de gordo, puso sus pezuñas delanteras encima de mi espalda mientras me follaba como a una cocha, hasta que se corrió en mi interior dejándome completamente lleno. Cuando se desmontó la compuerta de delante de mí, que me bloqueaba el camino, se abrió y me permitió salir al vestíbulo que daba acceso a mi mini-apartamento (y a algún mini-apartamento más: había más residentes, que nunca llegué a ver y con los que nunca me llegué a cruzar, pasando las mismas pruebas que yo, los mismos exámenes que yo, para lograr ser ‘señor de negro’ o controlador o vigilante, en ‘el complejo’.