Capítulo 3.3 - La psicóloga

El mundo real/ Martes (1/ 4)

Me desperté completamente desorientada... estaba recostada en el sofá con la televisión todavía encendida, vestida con mi ropa de andar por casa y ni rastro de aquella hija de puta, aquella puta, que había conocido durante el congreso al que había asistido en EEUU... eran las cuatro de la mañana y acababa de tener otro sueño... ¡otra pesadilla!

Apagué la televisión y dejé el sofá para ir a acostarme en la cama, aunque ya no conseguí otra cosa que dar vueltas en la cama una y otra vez... tantas o incluso más vueltas de las que daba en mi mente a la complicada situación personal que estaba viviendo... además, por si fueran poco mis problemas personales, estaban también aquellos sueños y pesadillas, que de un tiempo a esta parte se habían multiplicado.

Existen muchas teorías sobre los sueños... unas tratan de explicarlos diciendo que es un proceso inconsciente donde la mente reordena recuerdos pasados, expresa fantasías o deseos futuros... otra teoría válida puede ser también, que son actos de la conciencia intentando hacer a la persona consciente de algo y utiliza los sueños como medio para enviar esos mensajes... ¡un grandísimo lío!... si los expertos que han estudiado y estudian ese campo nunca se han puesto de acuerdo... ¿qué debería pensar una persona que no es experta o directamente no tiene ni idea?

Como en toda discusión, llamémosla

científica

, existen también los, llamémoslos,

fanáticos de la conspiración

que dicen que cuando soñamos, lo que hacemos en realidad es conectar de forma inconsciente nuestra mente a los recuerdos de uno cualquiera de nuestros yo, en uno cualquiera de los universos o realidades paralelas... además, estas personas defienden también la teoría de que un despertar brusco en uno de esos sueños, puede significar que ha ocurrido un hecho traumático, incluso la muerte, a nuestro yo en ese universo o realidad paralela con la que estábamos conectados a través de ese sueño.

La verdad es que nunca había creído demasiado en esas cosas, pero como no podía dormir me planteé todas las opciones, incluso esa remota y extraña posibilidad, la posibilidad de que mi mente se hubiese conectado a otra de mis yo, en otro universo o realidad paralela... comencé a darle vueltas en mi cabeza también a esa improbable idea... la primera pregunta que me vino inmediatamente a la cabeza fue... ¿podría existir, de verdad, en algún universo o realidad paralela, una yo tan idiota como para acabar siendo drogada y prostituida?... para mi desgracia, un rotundo NO, como respuesta a esa pregunta, ni se me pasó por la mente... ¿cómo podría contestar con un rotundo NO a esa pregunta?... una casualidad, una puñetera casualidad, casi un milagro, fue la que evitó que eso me sucediera a mí... inmediatamente una segunda pregunta vino a mi mente... ¿dónde estaría yo ahora si mi ordenador portátil no hubiese grabado por casualidad aquella conversación?... pues para mi desgracia no tuve que usar demasiado la imaginación para responderme... seguramente en EEUU, en alguna habitación o pensión de mala muerte drogada y prostituida por aquella hija de puta que pensé que era mi amiga... incluso cabía la posibilidad de que llevando esa vida diera con algún degenerado que se planteara la posibilidad de convertirme en su esclava sexual, como había sucedido al final de mi sueño.

Por desgracia esa es una cruel realidad en el mundo en que vivimos... ¿cuántas mujeres bonitas, jóvenes e ingenuas acaban metidas en ese oscuro mundo?... ¿drogas?... ¿prostitución?... ¿esclavismo sexual?... con que la respuesta fuese una ya me parecerían demasiadas, pero por desgracia sabía que en la realidad ese número era mucho mayor... me bastaba con tener en cuenta que había estado a punto de pasarme a mí, que me consideraba una mujer lista, independiente y empoderada... ¿cómo no iba a pasarle a jovencitas ingenuas o que fueran más dependientes?... ¿o quizás es que yo era más ingenua o más dependiente de lo que pensaba?

Como psicóloga había estudiado el perfil de estas mujeres y no cabe duda que factores como la belleza y la juventud son fundamentales, pero son posiblemente más decisivos otros factores como el entorno social, familiar y económico... chicas pobres, sin familia y fuera de su entorno natural o sacadas de ese entorno con falsas promesas... introvertidas, deprimidas, asustadas... sin amigas, sin nadie que las eche de menos si les pasa algo... un día conocen a alguien que las ayuda, que las trata bien, que les da el apoyo que necesitan en un momento crítico de sus vidas... confían en esa persona, que las maneja y manipula hasta conseguir su propósito, y cuando quieren darse cuenta de todo lo que sucede, ya es demasiado tarde... y en ese instante para mi desgracia salvo quizás por el factor de la juventud, puesto que ya no era una adolescente o una veinteañera, me pareció estar viéndome a mí misma en aquel hotel de EEUU al lado de aquella puta, puta e hija de puta, que llegué a considerar mi amiga.

Pero... ¿cómo había terminado yo así?... repasé mentalmente, de nuevo, todo lo que había pasado con mi vida y llegué a la misma conclusión que el día anterior, el problema nunca fueron las personas que me rodeaban... el problema ¡ERA YO!... todo era por mi culpa, por mi puta culpa... pero ya estaba bien de compadecerme de mí misma... miré el reloj y eran más de las nueve de la mañana... sí, todo había sido culpa mía... pero entonces, la solución o una parte importante de ella, también estaba en mi mano.

Me levanté y tras vestirme salí a la calle... caminaba nerviosa pensando cómo iba a enfrentarme a mis inseguridades, a mis miedos, pero sobre todo a mi vergüenza... algo más de media hora caminando me llevó llegar frente a aquel edificio que tan bien conocía y que tanto tiempo hacía que no visitaba... nerviosa, miraba las ventanas intentando adivinar algún movimiento sin atreverme a llamar al timbre de la calle.

Mirando hacia arriba, paralizada sin saber qué hacer, buscando en mi interior la determinación que me había llevado hasta allí y que parecía haber desaparecido una vez había llegado a mi destino, el sonido de los timbres apretados por un cartero me devolvió a la realidad... todavía dudé un par de minutos más sobre qué hacer, hasta que aprovechando que el cartero abría la puerta para salir y continuar con su trabajo, entré en el portal.

Todo estaba exactamente igual a como lo recordaba, aunque más viejo y deteriorado... se notaba el paso del tiempo... allí estaban los mismos azulejos, las mismas baldosas, los mismos buzones, aquel viejo ascensor al fondo... pero cuando me acerqué a los buzones y miré prestando más atención se me puso un nudo en el estómago... algo sí que había cambiado... nombres todavía conocidos en algunos buzones, pero también algunos nuevos y desconocidos en otros... pero eso no me importaba, en el buzón que yo miraba había un sólo nombre, un solitario nombre, el nombre de mi padre ya no estaba... suspiré profundamente no pudiendo contener las lágrimas.

Minutos más tarde, aún con alguna lágrima en los ojos, estaba frente a aquella puerta que tantas veces en mi vida había atravesado... pero esta vez sólo trataba de reunir valor suficiente para atreverme a llamar al timbre... una voz femenina a mi espalda me sobresaltó...

  • Hola... ¿buscabas a alguien?

Me giré viendo a una pareja mayor, más o menos de la edad de mi madre, que no conocía de nada, saliendo de la vivienda de en frente... ella me miraba con curiosidad y ambos me sonreían con amabilidad... sin poder articular palabra me limité a asentir con la cabeza.

  • Perdona si te hemos asustado – dijo él – no era nuestra intención hacerlo... nos hemos mudado hace poco más de un mes aquí y no conocemos todavía a casi ningún vecino del edificio... ¿venías a ver a nuestra vecina?

  • Sí... ¿sabéis si está en casa? – pregunté nerviosa y ansiosa.

  • Probablemente sí – dijo ella – pero ha tenido un accidente hace poco y no puede moverse demasiado... quizá no te abra la puerta... deberías venir por la noche... ¿hacia las ocho?

  • ¿Ese chico joven que la está cuidando no suele venir un poco más tarde?... mejor sería que viniera sobre las ocho y media ¿no? – dijo él contestando a la pregunta con otra pregunta, que para mí ya era la respuesta que buscaba.

  • ¡Gracias! – les dije.

Sin más se despidieron y entraron en el ascensor... ¿qué le había pasado a mi madre?... ¿qué clase de accidente había tenido?... ¿quién era el chico joven que la cuidaba?... llamé un par de veces a la puerta sin resultado y decidí que volvería por la noche como me habían sugerido.

El día todavía tenía muchas horas por delante hasta la noche y tampoco tenía nada mejor que hacer, así que paseé por las calles sin dirección fija mirando escaparates y entrando en algunas tiendas de ropa... hasta que prácticamente sin darme cuenta... ¿o me di cuenta y en realidad no me lo quise reconocer a mí misma hasta que estuve allí delante?... acabé sentada tomando un café en una terraza, frente a la empresa de mi ex-marido... de pronto, una voz a mi espalda...

  • ¡Vaya!... ¡qué sorpresa!... no has cambiado nada... sigues tan guapa como siempre.

Me sorprendí al ver de pie, un par de metros delante de mí, a la secretaria de mi ex-marido con una gran sonrisa... una señora mayor que iba acompañada en aquel momento de una chica muy joven, quizá sería una nueva becaria de la empresa.

  • Hola... ¿qué tal estás?... hacía mucho tiempo ¿verdad? – le dije.

Me levanté para saludarla dándole dos besos cuando ella se acercó, mientras aquella joven becaria la esperaba de pie a un par de metros de nosotras mirándome con curiosidad.

  • Muy bien... pero no tan bien como tú... a algunas ya empiezan a pesarnos los años.

  • No digas eso mujer... yo te veo como siempre – intenté ser amable.

  • Jajajaja... ¡gracias!... perdona si te he molestado, pero hace mucho que no nos veíamos y me ha sorprendido muchísimo verte, precisamente aquí, tomando un café... ¿qué te ha traído a esta parte de la ciudad?

Me quedé callada sin saber muy bien qué contestar... quizá fue que me puse un poco colorada o quizá pudo adivinarlo en mi cara o en mi mirada... ¿quién sabe?... el caso es que entendió perfectamente el motivo de mi silencio y supuso cuál debería haber sido mi respuesta a su pregunta de por qué estaba allí... puesto que sonriéndome con mucha amabilidad ella misma se aventuró a contestar a su propia pregunta sin que yo le dijera nada.

  • No creo que sea por el café... ¿o sí?... de todas maneras, ojalá pudiera decirte dónde sirven el mejor café de la ciudad, pero no tengo la menor idea... lo siento.

  • ¿A qué te refieres? – dije entre temerosa y dubitativa.

  • Ya sé que tal vez no sea asusto mío... si pasabas por aquí y te ha apetecido tomarte un café, me parece perfecto... pero si has venido hasta aquí para otra cosa... quizá para ver a otra persona... siento mucho decirte que estás perdiendo el tiempo, esta ya no es su empresa y tampoco trabaja aquí... no tengo ni idea de su vida – me dijo con amabilidad.

  • Entiendo – dije sin poder disimular mi decepción.

  • Bueno, me ha encantado verte... me hubiera gustado mucho tomarme un café contigo y charlar un rato de nuestras cosas, pero por desgracia mi nuevo jefe no es tan bueno y comprensivo como era el anterior.

Y tras despedirse de mí agitando la mano se dio la vuelta y junto con aquella joven becaria emprendieron de nuevo el camino hacia las oficinas... observé también que tras juntarse y hablar, aquella joven becaria con una sonrisa en la cara, se giró disimuladamente un par de veces para mirar en mi dirección... seguro que pensaba que era tonta... no la culpé por ello, en aquellos momentos, que era tonta, hasta yo lo pensaba.

Sin ganas de volver a casa busqué un lugar donde comer... deambulé por las calles sin rumbo fijo haciendo tiempo hasta que anocheció y fui de nuevo a la casa de mi madre... me fijé que había luz en las ventanas... miré el reloj, eran las ocho y media en punto cuando tocaba al timbre del portal y casi inmediatamente la puerta se abrió.

Atacada de los nervios y con una tremenda angustia ante lo que me iba a encontrar en aquella casa hice el recorrido hasta la puerta... frente a ella, respiré profundamente un par de veces para tratar de tranquilizarme y la golpeé suavemente con los nudillos... pude observar una luz que indicaba que se abría la mirilla, pero la puerta no se abrió... ¿de verdad mi madre no iba a abrirme la puerta?... era una posibilidad que ya había valorado y habiéndolo pensado fríamente, tampoco podría culparla por no hacerlo.

Esperé un par de minutos y volví a llamar, esta vez haciéndolo al timbre... la puerta se abrió casi de forma inmediata... ante mí apareció el hombre más guapo que había visto en la vida... vestido con una camisa azul clara y un pantalón de vestir negro... moreno de impresionantes ojos verde esmeralda... más de metro noventa, cuerpo atlético y... ¡QUÉ OJOS!... unos ojos vivos, alegres, cautivadores... unos ojos llenos de vida como no recordaba haber visto nunca antes en mi vida... contrastando con la mueca de seriedad de su boca.

Casi me da un soponcio... las piernas me temblaban, el corazón me latía a mil por hora y tenía un gran nudo en el estómago que no me dejaba decir nada.

  • Doctora.