Capítulo 3.10 - La psicóloga
El mundo real/ Jueves (3/ 3)
No me has contestado... que mis amigas fueran unas arpías no explica por qué me fuiste infiel, ni explica por qué me abandonaste... yo te quería... – dije con lástima.
Jajajaja... doctora... ¿me querías?... ¡y dale otra vez con decir que me querías!... ¿en serio?... ¡ME UTILIZABAS!... como has utilizado a todas las personas que te han rodeado durante toda tu vida... no puedes venir aquí ahora a decirme eso y decirme que te abandoné, simplemente porque me marché antes de que tú te decidieras a darme definitivamente la patada... quizá fuimos demasiado rápido... fue conocernos y al año ya estábamos casados... ¿recuerdas qué fue lo primero que me dijiste después de casarnos?... apenas hacía un par de días que habíamos llegado de la luna de miel... bueno luna de miel por decir algo, más bien aquel fin de semana en el hotel de las afueras donde celebramos la cena de la boda y con el que me tuve que conformar para disfrutar de mi nueva mujer porque ella insistía que tenía mucho trabajo y no podíamos ir de viaje a ningún sitio como las parejas normales... bueno, y lo de disfrutar también es otro decir, me lo pasé de puta madre aquellas dos noches durmiendo en aquel sillón de la entrada de la habitación.
No sé a qué te refieres – dije con sorpresa, porque además era cierto.
Trabajabas en aquella consulta y estabas, según tú, harta de todo... de tu jefe, de no poder elegir tus pacientes, de los horarios... ¿ya se te ha olvidado?... llegaste a casa muy cabreada y pusiste esa cara de niña buena que me ponías siempre que querías algo de mí... me dijiste que con mi sueldo llegábamos sobrados a fin de mes y me preguntaste si me parecía bien que dejaras aquel trabajo para abrir tu propia consulta... ¿se te ha olvidado?
No me lo puede creer... ¿ahora me sales por ahí?
Te salgo por donde me sale de los cojones que esta es mi casa y te digo lo que me da la gana doctora... a ver si te enteras de una puta vez... lo digo porque es lo que pienso y me has dicho que te hablara con total libertad y absoluta sinceridad... ya estabas advertida de que probablemente no te iba a gustar lo que escucharas y me dijiste que te daba igual, que te lo dijera, pues te lo estoy diciendo y si no te gusta lo que estas oyendo... ¡te jodes!... creo que sabes dónde está la puerta.
Está bien... sigue... no sé dónde quieres llegar...
Me convenciste que sería lo mejor para ti, lo mejor para nosotros doctora... que escogerías mejor tus horarios para hacerlos compatibles con los míos, que nos veríamos más, que tampoco necesitabas ganar dinero, sólo cubrir gastos, porque con mi sueldo yo podía mantenernos... mierdas, mierdas y más mierdas que me contaste hasta que lograste que al final te acabara diciendo que sí... ¿y qué pasó cuando la doctora abrió la consulta?... ¿recuerdas de lo que estoy hablando o tengo que seguir?... los horarios que antes eras largos pasaron a ser interminables... de estar poco tiempo juntos a no vernos casi nunca... incluso los fines de semana que antes tenías libres cuando trabajabas para aquel, según tú explotador, te los pasabas metida en tu puta consulta... mientras tanto yo esperando como un imbécil nuestra en casa, sólo, preguntándome todo el día qué hacía y dónde estaría mi mujer, a qué hora llegaría... y tú sin molestarte en avisarme con una puta llamada o un mísero mensaje... ¿lo recuerdas?
¿Y qué coño esperabas?... acaba de abrir un negocio propio y tenía que trabajar.
Doctora – me dijo suspirando – si no quieres oírlo te puedes ir.
Venga sigue... nunca pensé que fueras un cerdo machista, rencoroso e incapaz de alegrarse de los éxitos de su mujer, de que su mujer fuera feliz porque cumplía un sueño.
¿Y cuál era el motivo de esa felicidad?... pensaba que en un matrimonio deberíamos ser felices ambos, no sólo tú... te ayudé día a día a perseguir tus sueños y me pagaste destruyendo lo míos... te abandoné porque estaba harto... harto de ti y sobre todo harto de lo que significaba ser tu marido... y no me malinterpretes, me encantaba cómo eras... me encantaba esa mujer independiente y empoderada que tenía una carrera, que avanzaba por la vida sin miedo y que buscaba cada día comerse el mundo... esa mujer que sabía exactamente lo que quería y cómo conseguirlo... esa mujer que creó su propio negocio de la nada... el problema es que hiciste todo eso demostrándome que te importaba una mierda tu familia y el marido que tenías en casa...
Eso no es justo... nunca quise que te sintieras así... – dije entre lágrimas.
¿Y cómo querías que me sintiera?... me dijiste que cambiabas de trabajo para cumplir tu sueño... si puedo preguntártelo... ¿cuál era ese sueño?... ¿dejar a tu marido sólo en casa como un perro?... ¿ignorar por completo a tu familia, a tus amigas y a la gente que te quería?... yo también tenía mi propia empresa y podía entender que los horarios fueran largos, sobre todo al principio... podía entender muchas cosas... ¿pero quién cojones podía entender que te tuvieras que ir a todos los congresos del país?... ¿de verdad era necesario estar fuera de casa dos o tres semanas al mes para hacer bien tu trabajo?... ¡que no eras una comercial de una gran multinacional que se gana la vida visitando clientes por todo el país!... ¡ERAS UNA PUTA PSICÓLOGA!... una puta psicóloga de una pequeña consulta de barrio que se debía ganarse la vida escuchando a sus pacientes sentada en su despacho... dos o tres semanas en las que ni siquiera te molestabas en llamarme para decirme que habías llegado, que estabas bien, explicarme cómo te había ido el día... mientras tanto yo en casa sólo, preocupado por si te había pasado algo, pensando en con quién estarías, sin poder dormir la mayoría de las noches... porque encima eres la persona más ingenua que conozco... manipulas a las personas, pero a la vez y extrañamente, no sé muy bien por qué, confías en ellas... piensas que no tienen intenciones ocultas como sí las tienes tú, que las personas no te pueden hacer lo mismo a ti que tú les haces a ellos... crees que todas las personas son nobles y buenas... y espero por tu bien, de verdad y de corazón, que lo sigas pensando... aunque algún día descubrirás la cruel realidad, que eso no es así.
Me puse a llorar de nuevo al escuchar aquellas palabras... si supiera cuánta razón tenía en todo lo que estaba diciendo... si supiera lo que acababa de pasarme hace una semana en EEUU.
Y respondiendo a tu última pregunta y por acabar con este tema... ¡SÍ!... ¡SOY UN CERDO MACHISTA!... ¡lo reconozco!... todo hombre que está casado y quiere a su mujer, sabe que preocuparse por ella es ser un cerdo machista...
¡Yo no he dicho eso!... ¡no tergiverses mis palabras! – dije llorando.
¡NO!... has dicho algo mucho peor doctora... has dicho que me querías... ¿a qué persona que quieres la tratas como tú me has tratado a mí?... y aún así nunca perdí la esperanza de que eso cambiara... me levantaba todos los días por la mañana pensando que ese era el día que cambiarías, el día en que me verías como un apoyo en tu vida y no como un estorbo, pero la realidad era que ese día nunca llegaba... por la noche me iba a la cama diciéndome que mañana te pediría el divorcio... y así día tras día fueron pasando las semanas, los meses y los años... engañándome a mí mismo hasta que comprendí que nunca sucedería... nunca iba a haber sitio para mí en tu vida... cuando elegiste ir a aquel congreso en lugar de a la boda de tu hermana, rompiste mi última esperanza... si no eras capaz hacerlo por todas las personas de tu familia, incluidos tus padres... jamás lo harías por una sola, aunque esa persona fuera yo, tu marido... tu firma en un papel o la falta de ella en este caso, no cambia el hecho de que aquel domingo cuando saliste por la puerta se acabó nuestro matrimonio... ¡TÚ LO ROMPISTE!... y encima te marchaste ofendida y enfadada porque por primera vez en todo nuestro matrimonio no me callé boca y te dije lo que pensaba... pero no podía más, estaba harto de que hicieras lo que te daba la gana sin contar conmigo para nada.
Lo siento... ¡de verdad!... no sabes cuánto lo siento... ¡ojalá lo supieras! – dije susurrando entre lágrimas e hipidos.
Me levanté con los ojos llenos de lágrimas y me dirigí a la cocina... mi ex-marido no me dijo absolutamente nada... cogí una servilleta para secarme las lágrimas de los ojos, abrí la nevera y busqué algo para beber... cogí dos cervezas frías y tras abrirlas volví al salón, coloqué una cerca de donde él estaba sentado y regresé al sofá donde yo estaba sentada con la otra.
¿Qué pasó en la boda?... ¿por qué te follaste a mi mejor amiga como una vulgar puta?
¡ESO NO!... no creo que sea una buena idea... no quiero hablar de eso doctora...
¡Quiero entenderlo!... me has dicho que contestarías a todas mis preguntas... esta es la última pregunta que te hago.
Está bien doctora... ante todo quiero que sepas que aunque no fue el mayor error de mi vida, fue un gran error, un grandísimo error, del que no estoy nada orgulloso y que he lamentado muchas veces desde entonces... nunca tuve la intención de asistir a aquella boda y mucho menos que la cosa acabara de aquella forma... la respuesta es corta... por venganza – me dijo levantando la mano para que no hablara – por venganza contra ella.
¿CÓMO?... ella nunca te hizo nada.
En eso te equivocas doctora... pensándolo ahora fríamente puede parecer una tontería, pero en aquel momento, en caliente, me pareció la mayor de las traiciones... pero bueno, empiezo desde el principio si estás de acuerdo.
Cogió su cerveza y le dio un gran trago... había estado totalmente impasible hasta ese momento, como si no le importara nada las consecuencias de todo lo que había dicho o contado, pero en ese instante, por primera vez me recordó al hombre bueno y noble con el que me había casado.
Ahora ya sabes donde vivo doctora... el hotel donde se celebró la boda está aquí al lado... ¿cinco?... ¿diez minutos andando?... había recogido todas mis cosas de nuestra casa y las tenía aquí metidas en cajas... el sábado por la mañana me levanté temprano, abrí una de las cajas y me encontré con los papeles del divorcio, yo pensaba que los había dejado en tu casa, en la mesa de la cocina junto con las llaves... ¿serían las ocho de la mañana?... me pareció buena idea acercarme al hotel y dejar en recepción el sobre para que te lo hicieran llegar... no me apetecía cruzar la ciudad e ir hasta nuestra antigua casa, además tampoco tenía ya las llaves... no esperaba encontrarme a nadie conocido tan temprano, era un minuto lo que tardaría en entrar en el hotel, ir al mostrador de recepción a dejar allí el sobre y marcharme... pero crucé la puerta y me encontré de frente con tu madre.
Mi madre me lo contó y me dijo de lo que hablasteis.
Cuando me habló de tener hijos contigo doctora, me di cuenta de que siempre me había mentido y me sentí traicionado... humillado y traicionado.
Pero a mi madre la has perdonado... la has estado cuidando todo este tiempo.
¿De qué es culpable tu madre doctora?... ¿de qué puedo culparla yo?... ¿de quererte a ti más que a mí?... es lo más natural, eres su hija... yo no puedo ignorarla cuando necesita ayuda... a mí eso no me sale de dentro... he cometido errores como todo el mundo, pero me considero buena persona, no soy como vosotras dos... como tu hermana... como tú...
¡NO SIGAS POR AHÍ!... ¡a mí no me compares con esa hija de puta! – le grité.
Da igual doctora... me fui a la cafetería del hotel y me senté en la mesa más apartada... entonces apareció ella, tu mejor amiga... intenté que me dejara en paz, pero me dijo que no me moviera de allí hasta que habláramos y desapareció... no debí esperarla... cuando una hora más tarde regresó me dijo que había hablado contigo, que estabas en el aeropuerto, que ibas a aparecer en la boda para darme un sorpresa... y yo como un idiota la creí... creí que por fin habías cambiado... me maldije a mí mismo por querer divorciarme de ti y me vine corriendo aquí... cogí mi mejor traje, fui a nuestra casa tras pedirle la llave a la bollera esa que llamas tu amiga, que estaba por cierto, muy ocupada
desayunando bollos
con una chica pelirroja, seguro que iba desnuda debajo de aquella bata... te compré un conjunto de ropa interior precioso y todas las rosas amarillas que encontré en una floristería de al lado de casa... en el hotel preparé nuestra habitación para un nuevo comienzo de nuestro matrimonio y cuando estaba vistiéndome llamaron a la puerta... apareció tu hermana...
Esa parte de la historia ya la conozco – dije ansiosa porque la historia avanzara.
De acuerdo doctora... intenté llamarme varias veces desde el taxi y te envié varios mensajes que nunca contestaste... cuando llegué al aeropuerto el avión ya había aterrizado y aunque te esperé más de una hora a la salida, no te encontré por ningún lado... supuse que nada más aterrizar habrías salido corriendo y al no verme te habrías marchado... ignorándome, ignorando mis mensajes... nada nuevo, lo mismo que hacías siempre, ignorarme... entonces fui a la iglesia, supuse que te encontraría allí... en la puerta pregunté a un par de personas que conocía si te habían visto y entonces me di cuenta que me había engañado... que tu mejor amiga también me había traicionado.
Lo intenté... te juro que lo intenté... pero el avión estaba completo... – dije con lástima.
Eso ya no importa doctora... tras la ceremonia me fui a casa, a nuestra casa... dejé allí mis llaves de nuevo, el divorcio firmado y mi alianza dentro de un sobre encima de la mesa de la cocina... fui al salón de bodas, no sé muy bien el motivo... quizá porque en el fondo esperaba que estuvieras allí... quizá sea cierto eso que se dice de que la esperanza es lo último que se pierde... debí venir a esta mi nueva casa, porque estaba hundido por todo y muy enfadado por mi ingenuidad... ¿cómo podía haber pensado por un solo minuto que habías cambiado?... me senté sólo en una esquina a esperar la hora de la cena y empecé a darle vueltas a la cabeza a todo lo que había pasado ese día y a todo lo que había escuchado... mentiras y más mentiras... primero tu madre, luego tu mejor amiga, hasta tu hermana... dándole vueltas en mi cabeza a toda la situación hasta encontrar algo de lógica... y tras pensarlo mucho sólo encontré una respuesta...
¡NO!... ¡NO! – grité con horror.
Sí doctora... lo único que tenía lógica era que si las personas que yo pensaba que me decían la verdad me mentían, tu madre, tu mejor amiga... la única persona que tenía que estar diciéndome la verdad, era la única persona a la que yo nunca había querido creer... tu hermana... le daba vueltas a sus mensajes, a la idea de que me eras infiel, que me habías sido infiel siempre y que nunca me habías querido... y que ella, tu mejor amiga, lo supo siempre y además te ayudaba a ocultármelo.
¡JAMÁS!... ¡JAMÁS!... ¡TE QUERÍA!... aunque no te lo creas te quería... y para que lo sepas, nunca en la vida me he acostado con otro hombre... ni antes, ni durante nuestro matrimonio, incluso después de que nos divorciáramos – dije con rabia.
Jajajaja... doctora... la verdad es que eso no me sorprende... ¿pero sabes?... hasta eso te habría perdonado, si ese era el sacrificio a hacer para que nuestro matrimonio mejorase.
¿Pero qué coño dices? – dije indignada.
Doctora... eras una frígida, una mojigata... nunca querías que folláramos y cuando lo hacíamos me sentía atado de pies y manos... nada de preliminares, nada de sexo oral, unos besos que te robaba y ninguna caricia por tu parte... un triste misionero hasta que tú alcanzabas tu orgasmo y te quedabas satisfecha, después yo tenía que apañarme... al final acabó siendo más placentero apañarme yo sólo.
¿CÓMO TE ATREVES...? – le grité.
Doctora... ¡YA ESTÁ BIEN DE CINISMO!... ¿cómo me atrevo?... ese fue mi problema, no atreverme... si el día de nuestra noche de bodas cuando me tiraste la almohada a la cara te hubiese dado un buen par de ostias y te hubiese follado hasta hacerte desfallecer, otro gallo hubiera cantado... pero elegí la opción de amarte como eras y de respetarte... ya ves de que me ha servido... hasta me has llamando cerdo machista hace un rato... ojalá un verdadero cerdo machista te hubiera puesto en tu sitio en uno de esos congresos a los que asistías... nos habríamos divorciado antes o te habrías entregado de verdad a nuestro matrimonio... alguna de esas dos cosas habrías hecho, aunque sólo fuera por los remordimientos de tus actos... de cualquiera de las dos maneras yo hubiera ganado.
Atónita ante lo que acababa de escuchar no puede más que agachar la cabeza... bebí de mi cerveza y me quedé en silencio sin saber muy bien qué hacer o qué decir.
Ya veo que no dices nada doctora... pues resumiendo para ir acabando, cuando durante la cena sonó el teléfono móvil de tu amiga y vi tu nombre en la pantalla, acabé por convencerme de que todo lo que me había dicho y escrito tu hermana ese día era cierto... todas mis suposiciones correctas... ¿por qué otra razón la llamarías a ella y no a mí, que te había llamado decenas de veces?... la única respuesta posible a esa pregunta, era que querías preguntarle a ella si me lo había vuelto a tragar... furioso en ese momento aproveché que el camarero le estaba sirviendo la sopa y le empujé para que le tirara la sopera por encima... era lo menos que se merecía por haberme mentido en la cara.
¿Y después? – pregunté con un hilo de voz.
Después doctora... me arrepentí casi al instante de lo que había hecho, dejarla en ridículo en medio de la cena... le ofrecí tu vestido para que se cambiase, la acompañe a nuestra habitación y la dejé sola dentro para que se cambiara... terminó de arreglarse e intentó convencerme para que volviera a la cena con ella, pero le dije que no, que no quería hacer más el ridículo delante de tu familia... iba a irme y venir a esta casa, pero tenía que esperar a que ella desapareciera y me quedé sólo en la habitación... cuando ella cerró la puerta, miré todo lo que había preparado para nosotros y la rabia volvió a apoderarse de mí... fue cuando ella llamó de nuevo a la puerta y me pidió que le subiera la cremallera... cuando la toqué, noté su nerviosismo, noté cómo se estremecía y se le erizaba la piel... recordé que tu hermana me había escrito ese día que estaba enamorada de mí y cegado por la ira del momento me dije a mi mismo que aquel era el instante en que me vengaría de ella... yo iba a jugar con ella y sus sentimientos, como ella había jugado con los míos por la mañana... y la besé... no te pienses ni mucho menos que fue una tarea fácil, al principio se resistió bastante y si no hubiese estado medio borracho probablemente me hubiera rendido antes y no hubiera pasado nada... pero tras un par de minutos de continuos forcejeos en los que intentaba besarla su resistencia desapareció por completo... fue cuando la cogí en brazos y entramos en la habitación... supongo que el resto ya lo sabes... si tienes ese teléfono móvil es porque ella ya te lo habrá contado.
Puta reina de hielo... ¿por qué?... ¿por qué dijiste eso?
Noté como la habitación se iluminaba al abrirse la puerta y sentí que alguien entraba llorando, supuse que eras tú, no podía ser nadie más, pero yo estaba como loco... quería destrozar a tu amiga, ella se retorcía y gritaba de dolor, y yo sólo buscaba hacerle todavía más daño, veía como sangraba con el culo roto mientras la embestía con toda mi furia y le tiraba del pelo todavía con más saña, tratándola como a una vulgar puta, para darle una lección que no olvidara, para demostrarle que conmigo no se jugaba... para lo nuestro ya era demasiado tarde, te conocía demasiado bien, sabía que tu orgullo jamás te permitiría perdonarme por lo que estaba sucediendo en aquella habitación... además, no hiciste absolutamente nada, sólo llorabas... supongo que más por la humillación que habrías vivido en el salón de bodas, tu hermana ya me había advertido que como se te ocurriera aparecer por la boda te iba a humillar delante de todo el mundo, que por lo realmente estaba pasado en aquella habitación... cuando terminamos de follar, recogí mi ropa que estaba tirada por toda la habitación para vestirme y regresar a esta casa para empezar una nueva vida, una nueva vida sin ti... mientras lo hacía, de reojo te miré, y te vi allí sentada en el suelo a la entrada de la habitación llorando con la cabeza agachada, como una idiota... ni siquiera en un momento como aquel fuiste capaz de hacer o decir algo que me hiciera entender que yo mínimamente te importaba...
Pero me importabas... me importas... – dije llorando de nuevo.
Me giré y vi a tu amiga allí sobre la cama, totalmente inmóvil boca abajo y sangrando... me dio hasta pena... pensé que me había pasado, que mi venganza contra ella se me había ido completamente de las manos... entonces, ella dijo aquella palabra suspirando...
INCREÍBLE – dije interrumpiéndolo.
Sí doctora... INCREÍBLE... cuando escuche eso me di cuenta de que aquello no había servido de nada... ni me sentía mejor, ni me había vengado de ella, porque con aquella palabra descubrí que encima la muy puta lo había disfrutado como nunca... y pensé en ti... pensé que la que debería haber estado en aquella cama de hotel aquella noche siempre deberías haber sido tú... la mujer que amaba... pero tú no eras así y nunca lo serías... tú eras lo que eras, una mujer de hielo, sin sentimientos, sin pasión y que no me amaba... una mujer egoísta y orgullosa que sólo se quería a si misma... una...
Mi ex-marido se quedó callado y no repitió aquella frase, dio un trago a su cerveza y se levantó caminando en dirección a la puerta de salida de aquella casa para abrirla...
- ¡Adiós doctora!... espero de verdad que el camino que has escogido te haya hecho muy feliz... porque a mí, ese camino, sólo ha conseguido amargarme la vida.
Me puse en pie con lágrimas en los ojos y al girarme vi su rostro impasible, en sus ojos verde esmeralda no podía adivinar ningún sentimiento... ¿cómo era posible que en toda nuestra conversación no hubiese derramado una sola lágrima?... ¿tanto había llorado en soledad durante nuestro matrimonio o tras el divorcio, que aquella conversación no le había afectado lo más mínimo?... caminando hacia la puerta hice mi última pregunta... ¡ojalá me hubiera callado!...
Has dicho que el día de la boda de mi hermana cometiste un gran error, pero que no fue el mayor error de tu vida... ¿cuál fue ese error?... ¿cuál ha sido el mayor error de tu vida?
¡Adiós doctora! – dijo con un tono borde y cortante.
¡DÍMELO! – le grité ya tras haber atravesado la puerta de su casa.
Casarme contigo... estar ciego y pensar que me amabas... aunque sólo fuera una ínfima parte de lo que yo te amaba... ¿qué mujer no llora cuando el hombre al que dice que ama le pide matrimonio?... ¡ojalá aquel treinta de junio lo hubiese entendido!... ¡ojalá cuando me dijiste que te lo tenías que pensar, hubiese sido yo el que me lo hubiera pensado!
Y la puerta se cerró suavemente, sin brusquedad... me quedé un rato sentada en aquellas escaleras mirando al infinito, hundida, llorando y sin saber qué hacer o qué decir... finalmente me fui.
Cuando llegué a casa de mi madre fui corriendo a abrazarla... ella intentaba consolarme y me preguntaba una y otra vez qué había pasado... yo llorando desconsoladamente no podía ni articular palabra... sólo abrazarla y llorar... llorar y llorar desconsolada... hasta que finalmente haciendo de tripas corazón conseguí hablar, para decirle en un susurro que iba a acostarla y que ya hablaríamos mañana.