CAPITULO 29: La inyección
(continúa del capítulo anterior, n. 28). Aitor se había encontrado a un hombre de la mafia que le vende una inyección de polvo relajante y planea vengarse de su violador, violándole
Era un muchacho el que requirió la atención de Aitor.
Hola -se presentó el extraño.
Ví lo que te hizo Pascual en el vestuario. Yo estaba allí en una ducha individual, cuando ví cómo te engañaba con los dildos y luego te violaba. Te quiero ayudar. No me gustan los abusones.
Entonces el extraño entregó a Aitor una inyección –normalmente nadie del complejo, excepto la mafia y los hombres de negro–, tenían encima inyecciones o supositorios, y los hombres de negro o vigilantes de la isla, se encontraban en torres en lo más alto del complejo, así que este muchacho sólo podría ser de la mafia.
Esta jeringuilla contiene 10 dósis de polvo blanco de supositorio diluido y concentrado (de efecto relajante). (La mafia robaba supositorios y los partía y manipulaba, preparando inyecciones de suero blanco o suero azul viagra). Había gente que adquiría las mismas a costa de un alto precio (normalmente un intercambio).
Las inyecciones que se usaban para follar (autoinyectándose en el pene el líquido azul viagra), eran muy requeridas por los ancianos de 50 años que se querían follar a jovencitos manteniendo su joven vigor sexual, o en gente que no se empalmaba por diversos motivos, eyaculadores precoces, etc. Las blancas eran adquiridas por gente que quería violar a alguien, follarlo, vengarse… dominar a otro, tener el control sobre él durante un rato para secuestrarlo o hacerle una treta.
El precio será que me des una dósis de tu semen cada día a lo largo de un año. (El semen era un líquido muy preciado, un néctar vital, y se vendía muy caro). Ya te diré cómo. (El extraño podía pedir ser follado (lo dudo), que Aitor follase a otro –algún amigo de este hombre que necesitase semen–, podría mamarle su líquido vital (poco probable) u obligarle a correrse y guardar su semen en frascos para utilizarlo quien sabe cómo, quien sabe cuando, quien sabe con quien (–lo más probable- ) (el mercado negro de la mafia era tan importante como poco conocido).
Aitor no se lo pensó dos veces. El precio era caro: podría echar un polvo menos al día, y tendría que regalar 365 dósis de su preciado semen a un extraño, pero su deseo de venganza, de vengarse de Pascual, pudo con todo, y habría dado lo que le hubiesen pedido por aquella ocasión que se le presentaba.
–Trato hecho.
El chico extraño desapareció y Aitor de encaminó a la playa. Allí seguía Pascual relajado tomando un jugo de coco viendo la puesta de sol, apoyando su espalda contra una palmera y su culo en la cálida arena. Tan absorto estaba en el espectáculo de belleza de la naturaleza, que no se dio cuenta de que Aitor se había escabullido entre los matorrales hasta acercarse a él. Una vez en sus espaldas Aitor puso la jeringuilla en el cuello de Pascual y le inyectó el líquido rápidamente.
Pascual, sobresaltado, se giró rápidamente y vio al chico al que había violado hace unas horas, que le había clavado una jeringuilla en y le estaba introduciendo un líquido blanco que no sabía qué era. Pero no le dio tiempo a reaccionar ni a hacer nada para evitarlo. Tras la cara de dolor sólo pudo poner una cara de estupefacción y sorpresa.
–Te vas a Joder. Me voy a vengar. Te vas a acordar de mí, cerdo mentiroso! -le gritó Aitor a Pascual.
Pascual no tenía nada que hacer. Era el destino… o el karma.