Capítulo 2.3 - La psicóloga
El congreso/ Miércoles (1/ 4)
Me desperté bastante desanimada, eran alrededor de las nueve y cuarto... la verdad es que no tenía ganas de hacer absolutamente nada... sólo quedarme en la cama y llorar... llorar y llorar.
A las nueve y media en punto sonó el teléfono de mi habitación...
- Venga rubia baja... te estoy esperando abajo y voy a llegar tarde...
No me apetecía hacer nada, la verdad sea dicha, pero sabía que me vendría bien salir de la habitación del hotel y distraerme... así que finalmente me vestí lo más rápidamente que pude, cogí mi bolso y bajé... me esperaba impaciente en recepción con el teléfono móvil en la mano... supongo que mirando la hora.
Ya era hora rubia... voy a llamar un taxi.
¡NO!... espera, tengo un coche de alquiler... yo conduzco, te llevo y te traigo de vuelta... míralo como una forma de agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
El trayecto en coche duró unos treinta y cinco minutos, los paisajes era preciosos con el océano al fondo... atravesamos un pueblo bastante grande donde se veía bastante movimiento para ser la mañana de un día laboral... prácticamente no hablamos nada durante todo ese trayecto puesto que yo apenas respondía a sus intentos de conversación con monosílabos.
A la salida del aquel pueblo subiendo una colina llegamos a aquel club de golf... parecía grande, gigantesco, y sobre todo muy lujoso... aparqué el coche y nos dirigimos caminando a la entrada principal... nada más atravesar el umbral del edificio...
- Mira rubia... yo me voy por ese pasillo hacia los vestuarios que ya llego bastante tarde, por ese otro pasillo está la cafetería... puedes desayunar o tomarte algo... en un par de horas te veo allí y pensamos qué hacer el resto del día... ¿vale?
Se fue rápidamente por el pasillo que me había dicho y yo me quedé observando todo a mi alrededor en aquella primera estancia del edificio, apenas cruzado el umbral... a un lado había varios cuadros con fotos a ambos lados de un mostrador y al otro lado, frente al mostrador, un gran plano del club ocupaba toda la pared... en el fondo y entre los dos pasillos, el que dirigía a los vestuarios y el que dirigía a la cafetería, una majestuosa estatua un tanto extraña... el suelo era una especie de laberinto que se alzaba hasta las rodillas de una gran figura humana que emergía en la parte central de la obra, la figura de un hombre agarraba por la mitad un palo de golf en una de sus manos mientras alzaba su otro brazo al aire, aunque ese segundo brazo no acababa en una mano, acababa en un garfio a semejanza de los piratas de las películas... me acerqué a leer la placa situada al pie de la estatua...
THE BUCCANEER
.
Había también una gran mesa con folletos en varios idiomas, cogí uno en español y me dirigí por el pasillo que iba a la cafetería... una vez en ella, tomé asiento y pedí un desayuno cuando se acercó el camarero... mientras esperaba comencé a ojear aquel folleto.
En él se hablaba de la historia de aquel club desde los orígenes, se detallaban todas las instalaciones y servicios que allí se ofrecían y se hacía también un resumen de todas las competiciones importantes que allí se habían disputado... me fijé que aquel club había sido incluso sede del US Open de golf hacía relativamente poco tiempo.
En las últimas páginas aparecía una imagen de aquella estatua... acompañaba la foto un artículo titulado
El bucanero del laberinto
... y empecé a leer...
El término bucanero (buccaneer) se empleaba para designar a los habitantes europeos, principalmente franceses, de la parte occidental de la isla La Española (actual Haití), que se dedicaban a la caza hasta que fueron declarados proscritos por no pagar impuestos en el siglo XVII, entonces se convirtieron en piratas y comenzaron a asaltar los barcos europeos de comercio en las aguas del golfo.
Por nuestro campo más famoso, conocido por los lugareños como el laberinto (The Maze), por sus calles estrechas entre árboles y los profundos riachuelos y cuevas subterráneas que las cruzan, han pasado los mejores jugadores de golf del mundo y sin embargo, el record del campo sigue en manos de un jugador anónimo, un desconocido y misterioso joven europeo que asaltó nuestro campo más famoso, uno de los más difíciles del país y del mundo, con la misma facilidad que los bucaneros asaltaban los barcos de comercio europeos durante el imperio español.
Algunos de los presentes aquella semana le apodaron El bucanero (The Buccanner) recordando aquel extraño palo, con forma de garfio de pirata, que utilizó en su conquista... la estatua que preside la entrada a nuestro club recuerda aquella proeza y busca inmortalizarla en el tiempo... sirva también como una muestra de respecto y de esperanza para que algún día el héroe anónimo vuelva a visitarnos.
Vaya una historia, interesante, me dije a mi misma mientras tomaba otro sorbo de café y giraba la última página de aquel folleto... cuando vi la primera foto de aquella página escupí el café y se me cayó la taza al suelo... ¡era él!... aquellos ojos verde esmeralda eran inconfundibles.
Rápidamente se acercó corriendo a la mesa uno de los camareros para preguntarme si me encontraba bien... yo todavía sorprendida por lo que había visto y leído, fui incapaz de articular palabra y enseñándole el folleto sólo acerté a señalar con el dedo índice de una de mis manos aquella fotografía... en cuanto vio la foto, aquel camarero me miró con una mezcla de extrañeza y sorpresa, y salió corriendo en dirección a la cocina.
En par de minutos un chico muy joven, vestido de cocinero y de aspecto hispano, se me acercó acompañado por todos los camareros de aquella cafetería...
Señora... ¿le conoce?
No estoy segura... creo que sí... creo que le he visto alguna vez... pero ahora no recuerdo dónde – dije dubitativa mientras pensaba bien lo que decía y medía mis palabras.
Claro que le conocía... era mi paciente, ese paciente que en la última semana había contribuido a poner patas arriba gran parte de mi mundo... pero no podía traicionar la confianza entre médico y paciente revelando datos suyos sin su conocimiento.
Aquel chico le dijo a sus compañeros en inglés, algo así como que había sido una falsa alarma y todos se fueron lentamente de nuevo a sus trabajos... me dio la sensación que un poco decepcionados... sin embargo él se quedó conmigo...
- Señora... ¿puede esperarme aquí diez minutos?
Asentí con la cabeza... aquel chico me sonrió y se fue corriendo... quince minutos después apareció de nuevo con un paquete algo grande y me pidió permiso para sentarse en la mesa...
Señora... sé que le conoce, lo he notado en su mirada... pero entiendo que no quiera decirnos nada sobre él y quizá sea lo mejor dadas las circunstancias.
¿A qué se refiere?
No se preocupe señora... no tiene demasiada importancia... ¿puede darle esto la próxima vez que le vea?... no hace falta que le diga nada, él sabrá quién se lo envía...
Creo que te estás equivocando, yo no le conozco...
Yo creo que no, creo que no me estoy equivocando para nada señora... pero lo entiendo... ¡gracias!... y disfrute su estancia.
Y así, sin más, aquel chico se marchó y me dejó el paquete... llamé al camarero para pagar el desayuno y me fui a dejar aquel paquete en el maletero de mi coche de alquiler.
Mientras volvía caminando hacia la cafetería del club pensaba que al menos ahora tendría algo que hacer mientras estaba allí, ya que no pensaba volver a ningún seminario del congreso... averiguar algo de aquella historia me serviría para mantener mi mente ocupada durante el tiempo que quedaba hasta que saliera mi vuelo y evitaría de paso, que no pensara demasiado en cómo se estaba desmoronando mi vida últimamente.
Hola rubia... ¡qué susto!... pensé que te habías ido y me habías abandonado aquí.
Jajajaja... no te preocupes... ya te había dicho que el viaje en coche era de ida y vuelta.
Nos montamos en el coche y emprendimos el camino de vuelta... iba igual de distraída que por la mañana y con las mismas ganas de hablar, ninguna... pero ahora otra cosa ocupaba mi mente... ¿qué habría en aquel paquete?... ¿debería abrirlo?... iba pensando en mis cosas...
Bueno rubia... estamos llegando al hotel... ¿qué hacemos por la tarde?
La verdad es que estoy un poco cansada, no he dormido nada bien y lo que más me apetece ahora mismo es echarme en la cama... descansar e intentar dormir.
¿Estás segura rubia?... ¿ni si quiera dar una vuelta y comer algo por aquí por los alrededores antes de esa siesta?... no quiero que te vayas a la habitación a deprimirte y llorar todo el día como si todos los problemas del mundo no tuvieran solución.
No es eso... de verdad... estoy cansada, pediré algo para comer al servicio de habitaciones y dormiré un par de horas.
Vale rubia... te dejo descansar esta tarde con una condición... esta noche nos vamos tú y yo a cenar a un restaurante que conozco... aquí al lado... está a dos calles del hotel y luego nos tomamos algo en algún sitio... ponte guapa y nos vemos a los ocho y media.
La verdad es que tenía razón... me había venido muy bien salir esa mañana de la habitación para distraerme y no pasarme la mañana sola llorando... había estado poco habladora, pero quizá el plan de ir a cenar también por la noche fuese una buena idea... así que acepté antes de despedirnos en el aparcamiento del hotel con un abrazo y dos besos.
- Estupendo rubia... ¡hasta luego!
Me acerqué a recepción para pedir la comida en la habitación... por nada del mundo quería encontrarme con alguien del congreso en el restaurante del hotel... regresé al coche de alquiler, abrí el maletero y cogí aquel paquete para inmediatamente subir a mi habitación... una vez allí lo coloqué sobre la mesa y me senté frente a él mirándolo y sopesando la posibilidad de abrirlo o no abrirlo... sin haberme decidido sentí que llamaban a la puerta... la comida... tras comer dejé el carrito de la comida en el pasillo y me tumbé sobre la cama...
Cerré los ojos y dejé volar mi imaginación... nuevamente tuve aquel pensamiento tan recurrente últimamente, aquella sombra de ojos verde esmeralda volvió a mi mente y empecé a sentir un extraño cosquilleo en mi interior hasta que me quedé dormida.
Durante la siesta tuve un sueño extraño, aunque más que un sueño fue una auténtica pesadilla... soñé con aquella estatua que había visto por la mañana, pero en el centro del laberinto no había ningún hombre, en el centro del laberinto estaba yo... cuando intenté moverme me hice pequeñita al tiempo que las paredes se agigantaron volviéndose todo a mi alrededor completa oscuridad... sentí pánico y soledad, al mismo tiempo vi que un camino se iluminaba de forma muy tenue... comencé a avanzar por aquel camino iluminado con la sensación de que pasaban horas y horas, pero no encontraba la salida, sólo caminaba y caminaba sin llegar a ningún sitio, sólo veía paredes y más paredes... comencé a llorar desesperada y entonces comenzaron a aparecer imágenes de rostros conocidos para mí, aunque se veían algo difuminados en la oscuridad que me rodeaba... mi ex-mejor amiga, mis amigas de juventud del barrio, mis padres... incluso mi ex-marido... sus voces me animaban a tomar caminos oscuros prometiéndome que eso me ayudaría a encontrar la salida, pero cuando intentaba seguirlos desaparecían y yo asustada volvía sobre mis pasos al camino tenuemente iluminado y seguía caminando por él... totalmente desesperada, sola y llorando a lágrima viva caminé por ese camino iluminado hasta que conseguí encontrar la salida o lo que parecía la salida... cuando llegué al final del camino un gran cristal trasparente me impedía la salida... al otro lado del cristal se veía el mundo exterior e intenté golpear aquel cristal con todas mis fuerzas, pero era inquebrantable... estaba encerrada... cuando dejé de golpear aquel cristal, como si fuera una pantalla, fueron apareciendo en él algunas escenas que habían marcado mi vida últimamente, una tras otra y como fogonazos... mi hermana metiéndose en la cama de mi ex-marido mientras él dormía... la peluquera con aquella zorrita pelirroja arrodillada a sus pies comiéndole el coño mientras ambas en su excitación gritaban el nombre de mi ex-marido... mis amigas de la epoca universitaria riéndose de mí mientras perseguían y rodeaban a mi ex-marido que intentaba huir de ellas... hasta que de golpe todo se volvió negro y me desperté sintiendo un gran desasosiego interior... ¿qué me pasaba?... ¿intentaban mis sueños decirme algo?