Capítulo 2.2 - La psicóloga

El congreso/ Martes

Dormí de un tirón y me desperté al día siguiente con una ilusión y una alegría interior que hacía mucho tiempo que no sentía... aparqué a un lado mis problemas y me dije a mí misma que disfrutara de aquella experiencia, después de todo estar en aquel congreso siempre había sido mi sueño como profesional de la psicología, y por fin había llegado el día... me duché, me vestí, me peiné y me maquillé para ir hecha un pincel.

Tras desayunar me dirigí a la sala de conferencias... el primer seminario del día era de uno de los mayores expertos latinoamericanos y además estaba muy relacionado con mi campo profesional, había leído cientos de artículos de aquel hombre en revistas especializadas y no podía esperar la hora de verle en persona, que empezara a hablar... estaba muy ansiosa.

La sala se fue llenando... cinco minutos antes de la hora prevista, vi como aquel hombre que tanto admiraba profesionalmente entraba en la sala y comenzaba a preparar toda la parafernalia necesaria para proyectar la presentación que iba a realizar durante el seminario... al mismo tiempo, un conserje, nos iban pasando una carpeta con los materiales necesarios para desarrollar un pequeño ejercicio individual que ya venía previsto en el programa.

Cuando aquel hombre empezó a hablar me llevé el primer baño de realidad... hablaba demasiado rápido y me costaba muchísimo seguir la exposición a pesar de que consideraba que mi nivel de inglés era bueno... pero claro una cosa es tener una conversación vulgar, en una calle o en una cafetería, y otra muy diferente utilizar y conocer cada uno de los términos técnicos necesarios en determinados campos.

De todas maneras, ayudándome de las diapositivas proyectadas podía seguir relativamente bien la exposición y de vez en cuando aprovechaba para tomar notas... la verdad es que se notaba que aquel hombre dominaba su campo... hablaba con gran elocuencia.

Y así fue transcurriendo el tiempo hasta que llegó el primer descanso... aproveché para tomarme un café y mezclarme entre la gente... sin saber muy bien cómo acabé metida en un corrillo de cinco personas que hablaban animadamente... de algo... no entendía prácticamente nada de lo que hablaban, pero de vez en cuando asentía con la cabeza y sonreía cuando alguno de los demás también lo hacían... ¿han visto alguna vez una película dónde alguien va al extranjero y al verse en medio de una conversación que no entiende, rodeado de desconocidos, asiente y sonríe como un tonto?... resulta gracioso ¿verdad?... pues exactamente igual, sólo que allí la tonta era yo y la situación para mí no era para nada graciosa.

Cruzaba los dedos para que llegado el momento no se callaran todos a la vez y me miraran esperando que yo aportara algo a aquella conversación... por fortuna eso no sucedió y tras unos quince minutos todos volvimos a entrar en la sala para seguir con la conferencia.

Aquel incidente durante el café hizo que empezara a sentirme un poco fuera de lugar por mis problemas con el idioma... pero todo fue relativamente bien hasta que llegó el momento de hacer aquel pequeño ejercicio indicado en el programa.

Ante la gran asistencia nos sugirieron que lo mejor era que nos juntásemos en grupos de dos o tres personas para desarrollarlo conjuntamente y no de forma individual como estaba previsto... me entró el pánico y empecé a mirar a mi alrededor alarmada buscando gente de rasgos latinos... pero para mí desgracia, acabé haciendo grupo de trabajo con un chico asiático bastante joven y una mujer mayor canadiense.

Lo que vino a continuación fue una de las experiencias más embarazosas que había vivido, o mejor dicho sufrido, en toda mi vida... apenas hechas las presentaciones me di cuenta que no iba a poder aportar absolutamente nada a aquel grupo de trabajo.

Al chico asiático no le entendía absolutamente nada de lo que decía... ni una palabra... hasta me costó entender cómo se llamaba... ¿qué idioma hablaba?... ¿sería aquello el famoso

chinglish

del que había oído bromear muchas veces a algunas personas?... porque aquello ni se parecía a lo que a mí me habían enseñado como inglés.

A la mujer canadiense más o menos la entendía cuando hablaba, a pesar de que su inglés estaba mezclado con un acento francés muy fuerte... siempre le estaré eternamente agradecida a aquella mujer que demostrando una paciencia que no sé si yo hubiese sido capaz de tener para con otro colega, me explicaba una y otra vez las cosas... incluso me servía de intérprete con el

chinglish

explicándome lo que decía aquel chico.

Pero cuando las cosas van mal, todavía pueden ir peor... una vez terminado el tiempo para desarrollar el trabajo en lugar de ponerse a desarrollarlo él mismo, aquel experto que tanto admiraba preguntó si algún grupo quería exponer su trabajo ante el resto... para mi horror, y ante la mirada condescendiente hacia mí de aquella mujer canadiense, mi compañero asiático se apresuró a levantar la mano tan rápido como despega un cohete.

Dice el tópico que los asiáticos son gente tímida, incluso a veces bastante vergonzosa... pues a mí me tocó hacer grupo de trabajo con el más desvergonzado asiático del mundo y como no pudo ser de otra forma fuimos los afortunados, los elegidos, para exponer nuestro trabajo... nadie más se había ofrecido de voluntario.

A medida que caminaba hacia la zona de presentación empecé a ponerme nerviosa y cuando llegamos ya estaba completamente hecha un flan... el asiático comenzó a exponer en su perfecto

chinglish

lo que habíamos desarrollado entre los cuchicheos y risitas de muchos de los asistentes... ¿entenderían algo?... porque yo no tenía la menor idea de lo que estaba hablando.

Más o menos a mitad de la exposición, el asiático fue interrumpido por el experto, que estaba sentado en la primera fila de la sala, y nos invitó a los demás integrantes del grupo a continuar desarrollando nuestro trabajo... ¿tampoco él entendía nada de lo que decía aquel chico asiático?... afortunadamente, aquella mujer canadiense debió ver mi cara de pánico y con decisión, rápidamente continuó exponiendo nuestro trabajo hasta el final, ante mi alivio por no tener que hablar.

Cuando terminamos, más bien cuando terminaron porque yo no abrí la boca, el experto se levantó de su asiento y se giró hacia los asistentes pidiendo silencio a la sala... se acabaron los cuchicheos y las risitas de los asistentes... preguntó si alguien quería hacer alguna pregunta sobre lo que habíamos expuesto... por suerte nadie preguntó nada... entonces miró el reloj y nos dijo que podíamos hacer una pequeña pausa para tomar un café antes de iniciar la última parte de la presentación y volvió a sentarse donde estaba.

La gente abandonó rápidamente la sala mientras nosotros tres volvíamos a nuestros asientos... estaba completamente abochornada y no sabía muy bien si quedarme hasta el final de la exposición o coger todas mis cosas e irme a llorar a mi habitación... ¿el sueño de mi vida?... más bien había sido una pesadilla... lo que tenía muy claro era que no quería salir de aquella sala en el descanso y tener que cruzarme o hablar con alguno de los demás asistentes.

Entonces un teléfono móvil comenzó a sonar en la sala... aquel experto que estaba sentado en la primera fila de espaldas a la sala lo cogió... por primera vez lo escuché hablar en español... siempre había pensado que el estar en el extranjero te da intimidad para hablar sin que nadie te escuche, ya que no te entienden, pero la realidad puede llegar a ser caprichosa... nunca sabes quién está a tu lado, si entiende lo que dices o no lo hace, pero normalmente esa falsa sensación de intimidad hace que hables con total sinceridad... quizá demasiada.

  • Hola tesoro... ¿qué tal?

  • ...

  • No, ya estoy acabando... a ver si me puedo librar pronto de esta gente.

  • ...

  • Son peores tesoro... nadie tiene interés por nada y de conocimientos más bien los justos, por no decir algo peor... hace un momento hemos hecho ese ejercicio que acostumbro a hacer en todas las conferencias...

  • ...

  • ¿Qué ha pasado?... tesoro... casi nadie quería exponer sus ideas, sólo se ha ofrecido una persona y ni si quiera ha habido preguntas al finalizar la exposición del ejercicio... sólo cuchicheos y risitas... lo que me parece una falta de interés y de respeto, incluso hacia mi propia persona... yo estoy aquí para debatir con ellos e intercambiar ideas, no para que se sienten a escucharme idiotas, como si estuvieran en un colegio... somos colegas, no soy su profesor y ellos mis alumnos... ¿para qué vienen hasta aquí?... ¿para qué estoy yo aquí?... si quisiera dedicarme a la enseñanza iría a un colegio, a una universidad y no vendría a estos congresos.

  • ...

  • Sí tesoro... ha habido un grupo, pero bueno, casi mejor que no se hubiesen molestado en ofrecerse voluntarios... ha sido la exposición más patética que he escuchado nunca en un ejercicio en todos los congresos que he estado... un chinito joven, parecía un adolescente... jajajaja... sólo le faltaban los granos en la cara... no sé dónde habrá aprendido inglés... ¡madre mía!... tenías que haberlo oído a ver si tú eras capaz de entender algo de lo que decía... una francesa madurita, cincuentona... la típica francesa de nariz larga y aspecto snob... con ese horrible acento que tienen los franceses y que se mezcla al hablar cualquier otro idioma consiguiendo que no se entienda nada o casi nada de lo que están diciendo...

  • ...

  • ¿No es para tanto?... tesoro... puedes creerte que sí... pero eso no ha sido lo peor de todo... tenías que haber visto a la nórdica... o tal vez fuese alemana... una rubia jovencita, bastante alta y de muy buen tipo... impecablemente vestida y maquillada... tengo hasta mis dudas de que sea psicóloga... ¿quién se viste así para acudir a un seminario?... tenía más pinta de ser la amiguita o la secretaria de alguno de los asistentes, alguno que quería presumir delante de todos los demás de su última putilla... no ha abierto la boca para nada, todo el tiempo roja como un tomate... creo que incluso temblaba de miedo ante la idea de que iba a tener que hablar... me ha dado tanta vergüenza ajena, que a medida que pasaba el tiempo esa vergüenza se ha ido convirtiendo en pena... parecía no enterarse de absolutamente nada de lo que hablábamos... ¿para qué habrá perdido el tiempo viniendo aquí?... ¿no tendrá cosas mejores que hacer?

  • ...

  • Ya ves tesoro... el mejor congreso del mundo... los mejores profesionales...

Y en ese momento dejé de escuchar la conversación porque salía corriendo por la puerta de aquella sala, tras haber cogido todas mis cosas, en dirección a mi habitación... intentando contener las lágrimas, al menos, hasta llegar al ascensor.

Entré en mi habitación... arrojé todo lo que llevaba al suelo y sin quitarme la ropa me lancé sobre la cama boca abajo llorando y dando puñetazos al colchón... no sabría decir el tiempo que estuve allí llorando antes de quedarme dormida.

Cuando me desperté ya estaba anocheciendo y lágrimas de impotencia volvieron a salir de mis ojos recorriendo mis mejillas... lloraba desconsoladamente... miré a mi alrededor y por primera vez en mi vida la sentí... sentí lo que es verdaderamente la soledad... necesitaba consuelo, que alguien me abrazara, me animara y me dijera que todo iba a salir bien... pero estaba sola en aquella habitación de hotel a miles de kilómetros de mi casa... y la triste realidad es que en casa tampoco me esperaba nadie para darme ese aliento que tanto necesitaba en ese momento... necesitaba hablar con alguien, las paredes de la habitación se me caían encima.

Cogí mi teléfono móvil y empecé a buscar en mis contactos... ¿mis amigas?... era lo que me faltaba, llamar a una de esas hijas de puta que sólo pensaban en follarse a mi ex-marido para que encima luego fueran por ahí riéndose de mí... ¿mi hermana?... ¿llamar a esa hija de puta?... ¡antes muerta!... ¿mi madre?... no sabía nada de ella desde la boda de mi hermana y tampoco tenía ninguna gana de volver a hablar con ella en un momento como aquel... ¿mi ex-marido?... sabía que él me entendería, al menos cuando estábamos casados siempre lo hacía... siempre tenía para mí ese gesto cariñoso y esas palabras de aliento que en aquel momento tanto necesitaba, pero tampoco sabía nada de él y ni siquiera sabía su número... ¿qué podía hacer?

Frustrada y sola en aquella habitación hice lo único que podía hacer, salir de allí para que me diera un poco el aire... me lavé un poco la cara y recogí mi pelo en una coleta porque no me apetecía ni peinarme, me puse lo primero que encontré en la maleta que fuera cómodo y me dirigí al restaurante del hotel a picar algo de cena... no había comido nada desde el desayuno y tenía bastante hambre.

Tras cenar un sándwich y una ligera ensalada di una vuelta por los alrededores del hotel... tampoco quise ir muy lejos puesto que ya era de noche y hacía algo de frío... a la vuelta como no me apetecía irme a la soledad de mi habitación, me fui al bar del hotel a tomar algo y me senté en una mesa a pensar en mis cosas, en mi vida... en eso estaba, acababa ya la segunda copa de la noche cuando una mano en mi hombro me sacó de mi letargo, de mis pensamientos...

  • Hola rubia... ¿qué tal te ha ido todo el primer día?... ¡ostras!... vaya cara que tienes rubia... ¿tan mal te ha ido el día?

Unas lágrimas cayeron por mi rostro y no conseguía que las palabras salieran de mi boca.

  • ¿Tan grave ha sido?... espera rubia... voy a pedirme algo para acompañarte y me cuentas.

Vi cómo se alejaba en dirección a la barra de aquel bar... tras decirle algo al camarero apuntó hacia los servicios y luego hacia mi mesa... enseguida el camarero trajo dos copas, pidió permiso para llevarse el vaso que tenía casi vacío y se fue de nuevo a atender la barra...

  • Bueno rubia... ¿qué ha pasado hoy? – dijo sentándose a mi lado y agarrando mi mano.

Poco a poco, mientras acaba la copa a la que me había invitado y yo pagaba otra para corresponder a su invitación, fui contándole todo lo que había pasado ese día... volví a llorar cuando le conté la sensación de frustración que había sentido cuando se puso en duda mi profesionalidad hasta el punto de pensar que era la putilla de alguno de los asistentes y el tremendo sentimiento de soledad que tuve en aquella habitación y cómo me sentía cuando me desperté al atardecer... me rodeó con un brazo apoyando mi cabeza en su hombro y con la otra mano, con la yema del dedo, limpió con delicadeza las lágrimas que recorrían mis mejillas.

  • No te preocupes rubia... entiendo que estés un poco decepcionada por todo lo que ha pasado hoy, pero eso no significa nada... seguro que eres una profesional excelente... que no hayas sido capaz de expresarte en inglés como te gustaría, no quiere decir que seas mala en tu trabajo o que debas sentirte avergonzada... ¿quién puede afirmar que no tuvo los mismos problemas con el idioma la primera vez que salió de su país?

Me reconfortaron sus palabras, era justo lo que necesitaba oír...

  • ¡Escúchame rubia!... mañana vuelves a ese congreso con la cabeza alta y les muestras cómo eres de verdad... lo que de verdad vales como psicóloga... aunque para hacerlo, tengas que llevarte un diccionario bajo al brazo.

  • ¡NO! – dije aterrada levantando un poco la voz y a punto de llorar de nuevo.

  • ¿Y qué piensas hacer entonces rubia?... ¿te vas a quedar en la cama llorando todo lo que queda de congreso?

  • No es una mala idea – dije con resignación.

Entonces sonó su teléfono móvil... lo miró y no respondió a la llamada...

  • Bueno rubia... será mejor que me vaya retirando... se está haciendo ya tarde y mañana por la mañana he quedado para jugar al golf en un club cercano... ¿tú te quedas?

Cuando me levanté todo me daba vueltas, estuve a punto de caerme y tuve que volver a sentarme en la silla... no había sido buena idea tomar cuatro copas con el estómago casi vacío.

  • Caramba rubia... parece que te has pasado un poco con el alcohol.

Me ayudó a levantarme, pasó uno de mis brazos por detrás de su cuello y me agarró fuertemente por la cintura pasando uno de sus brazos por mi espalda...

  • No te preocupes rubia... yo te acompaño hasta tu habitación.

Con su ayuda y caminando yo torpemente, llegamos primero hasta el ascensor y posteriormente a la puerta de mi habitación... entramos y me senté sobre la cama aún bastante mareada.

  • Bueno rubia... ya hemos llegado... ahora te acuestas en la cama a dormir y mañana vuelves a ese congreso a demostrarles lo que vales.

  • ¡NO!... no quiero... me da vergüenza sólo el pensar en la idea de volver... ¿qué pasa si me encuentro con alguien que me haya visto hoy hacer el ridículo?

  • Vale rubia... lo que tú digas, pero no puedes quedarte en la cama o te deprimirás más... hacemos una cosa... mañana nos vemos a las nueve y media en la puerta del hotel y te vienes conmigo... yo voy a jugar al golf mientras tú te quedas en el bar del club desayunando o tomando algo... luego vemos qué podemos hacer... ¿ok?

La verdad es que tenía razón... no debería quedarme todo el día en la cama porque me lo iba a pasar llorando, pero es que tampoco tenía ganas de hacer otra cosa que no fuera llorar... con la cabeza agachada miraba al suelo mientras le daba vueltas en mi mente a la idea de aceptar o no su oferta... empecé a llorar de nuevo... me agarró suavemente de las manos para levantarme y abrazarme...

  • Tranquila... no llores... tranquila... – me decía mientras acariciaba suavemente mi espalda.

Sus palabras me reconfortaron y tras unos minutos llorando en su hombro fui yo quien rompió aquel abrazo... entonces mirándome fijamente a los ojos, secó mis lágrimas con sus dedos, me dio un beso en la frente y posteriormente un pequeño piquito en los labios.

  • Bueno rubia... ahora que ya estás más tranquila, yo me voy... descansa y mañana a las nueve y media en la puerta del hotel... ¡que no tenga que subir a buscarte!

Inmediatamente se dio la vuelta no sin antes guiñarme un ojo y sonreírme, como intentando decirme que todo iba a ir bien... la puerta de mi habitación se cerró y allí me quedé sola... rápidamente las paredes se me cayeron encima y comencé a llorar de nuevo en aquella terrible soledad... ni si quiera recuerdo a qué hora me dormí..