Capitulo 16: yo, resucitando a Justin

Justin se había follado a un lanzador de pesos, a un baloncestista y a un nadador, y luego a Mark. Y Tim le remató cupándole su última reserva de semen (5 corridas te dejaban sin liquido vital). Necesitaba urgente una dósis de mi semen, o moriría

Yo tenía 45 años. Era de los de mayor edad del complejo. Bueno en mi sector, había dos hombres mayores que yo, uno de 46 y otro de 48 años (que yo conociera, no nos conocíamos todos, igual había alguien de 52 años o 64 entre los jefes), pero en mi sector yo era de los jefes del complejo. Nosotros éramos los conocidos como ‘hombres de negro’, porque trabajamos en la sombra, y no nos ve nadie.

Nuestra situación es privilegiada. Lo controlamos todo. Lo dominamos todo. En nuestros puestos de control con video-cámaras podemos observar todo lo que pasa en cada rincón de ‘el complejo’ y cascarnos pajas viendo tórridos romances o como pequeños nenes cometen sus primeras travesuras sexuales. De hecho nosotros educamos a todos los niños de la isla en la academia del complejo, y les suministramos drogas para controlarlos a todos, a través de los dildos y del supositorio de programación que les insertamos en el jardín de infancia de niños nacidos en ‘el complejo’ (los creamos con inseminación artificial en incubadoras).

A todos les insertamos en el ojete un supositorio con el que programamos su vida sexual y podemos controlarles. Ninguno se acuerda ni se entera. Podemos borrar de la memoria cosas que les hagamos. Podemos insertarles algo en su organismo y dejarlo latente.

Los niños se crían en el jardín de infancia. Les enseñamos a jugar desnuditos, a andar desnuditos, les hacemos creer de su dependencia del liquido vital (semen). A los 18 años les programamos para que chupen penes. A los 18 para que tengan su primer intrusión anal (un dildo) para asociar el placer que obtendrán en su primera eyaculación con cosas metidas por el culo. Por eso les controlamos en la clínica, y cuando vemos que están a punto de correrse por primera vez, hacemos que se corran al meterse un dildo en su ojete.

Procuramos programas de entrenamiento deportivo para que todos estén guapos y en forma física. Fomentamos el deporte, la desinhibición sexual, que no tengan pudor, que los niños vean normal dejarse coger en cualquier parte y delante de otros. (Y muchas cosas más de las que os iré hablando).

Detrás de la catarata del lago hay una puerta secreta a las instalaciones secretas de ‘el complejo’, excavadas en el muro de rocas. Y yo, desde mi puesto de vigilancia había observado todo lo que había pasado con Justin y Tim. Justin estaba a punto de perder su hilo vital. Había que actuar rápido. Por eso salí corriendo de mi puesto.

La catarata del lago estaba muy lejos de los edificios de ‘dadores’ de ‘el complejo’ y de los dildos eyaculadores de semen, así que no me podía llevar a Justin a hombros corriendo para inyectarle una dósis de semen que le salvase de morir. Había que actuar allí mismo. Así que me bajé mis calzones y tras untar un poco de lubricante en gel en la raja de su culo, procedí, sin miramientos, a inyectarle mi pene, gordo y grande, en lo profundo de sus entrañas. Había girado a Justin y le había dejado recostado boca abajo, para tener acceso rápido a su culete.

Al notar un pene tan grande de un señor de 45 años, en su tierno culo de 19 años, Justin abrió los ojos. Había recobrado la consciencia pero aún estaba muy débil.

–Tranquilo, Justin. Te voy a salvar. -le dije intentando calmarle

–No pasa nada, se te han agotado tus reservas de semen. Un niño de 8 años te robó tu última carga cuando estabas en un profundo sueño. Pero tranquilo, que estoy yo aquí para salvarte.

–Ayyyy, me duele. Tiene usted un pene muy gordo, señor. -musitó Justin

–Schhhhh (le dije como si le chisase para que se mantuviese callado -era mejor que se callase, que no gastase las pocas fuerzas que tenía, por la boca). Lo sé mi niño… pero es eso o dejarte morir.

A mí siempre me habían dicho que tenía la polla grande. No era xxl como la de ciertos negrazos o árabes, pero era más grande que la media de la raza blanca. Y para un chico de 19 años era un poco grande. A parte, había salido corriendo de mi cabina de control y no había cogido nada, ni botiquín, ni crema relajante. No tenía ni un tubo de crema lubricante que siempre llevaba encima por si se prestaba cualquier ocasión, por lo que eché un escupitajo y me lo follé a pelo.

-Ay ay, ay, me está partiendo (gimió Justin medio llorando)

-Lo siento, te tengo que cabalgar fuerte, Justin, para correrme dentro de tí. No hay otra forma que me excite y que pueda eyacular, si no te penetro a buen ritmo. Y necesitas rápidamente una descarga de semen en tu cuerpo.

-Sí, señor -lloró Justin entendiendo la situación.

Yo continué mi cabalgada. Lo había puesto ahora que se había incorporado, a perrito, y lo estaba penetrando profundamente a sus espaldas. Justin casi no había podido ni verme la cara.

Seguía follándolo pero sabía que así no me iba a correr. Y menos si le estaba causando daño. A mí no me gustaba follar fuertemente (como a Justin le excitaba). Es más, tras las últimas palabras de Justin sentí como si le estuviera violando, y se me bajó la erección.

Necesitaba ponerme duro nuevamente, y follarle y correrme dentro de él, porque sino Justin no viviría mucho. Así que me tumbé sobre él y saqué mi pene. Decidí girarle y le puse boca arriba para verle su cara, su bella cara, sus ojos, acariciarle los pómulos, tocarle su pelo, comerle su pene, lamerle su pecho, sus tetas, darle placer en sus pezones, para que el placer fuese mutuo y excitarme nuevamente.

Justin no entendió por qué había dejado de follarle, pero no había tiempo para explicaciones. Me tumbé sobre él y le besé. El beso me excitaba y a él le relajó. Necesitaba que él estuviese relajado para que no le doliese mucho mi penetración.

Le comí los lóbulos de las orejas (cosa que excita a algunos chicos), y el pene de Justin reaccionó elevándose: le estaba gustando.

–Mmmmm -gimió de placer.

Besé de nuevo su boca, metí mi lengua y jugamos con las lenguas.

–ohhhh, sí, qué bien (Justin estaba volviendo a echar presemen cuando casi no tenía nada). No podía hacer que perdiera su poco líquido vital, sin verter el mío dentro de él. Así que cambié mi manera de actuar. Saqué mi lengua de su boca, y para que no fuese todo bruscamente, bajé mi cabeza sobre su pecho y le mamé las tetas, los pezones, dando Justin un nuevo gemido de placer. Y baje hasta su pene, y empecé a lamerle el pre-cum que había emanado de su lindo glande y se lo metí a lengüetazos en su culete, lubricándole. Y ahí fue cuando yo estaba ya de nuevo excitado. Aún así, con mi pene erecto, quise esperar un poco para que le fuese a Justin placentera la nueva penetración. Y levanté sus piernas sobre su cabeza hacia atrás, dejando a la vista su rico ojete en el cual metí la lengua.

-Ohhhhhhhhhh sí, oh, Dios mío, ¡¡me matas de placer!! -exclamó Justin.

(De placer era de lo único que quería matarle)

Empecé a babear saliva abundantemente de mi boca sobre la raja de su lampiño culete para lubricarlo. Y de repente saqué mi boca barbuda (le estaba haciendo cosquillas al rozarle con mis barbas de 3 días en su culete) y le penetré.

Justin abrió los ojos como platos al sentir todo mi vigor dentro de él, pero esta vez no dijo nada. Y empecé a follarle y follarle, follarle y follarle profundamente, con grande estocadas. Ver su carita preciosa de placer, su pelo lacio, su torso desnudo y sin vello, me estaban poniendo a cien ¡¡y estallé dentro de él!!

-Ohhhhh,, me corrooooo… grite de placer inundando sus intestinos con mi semen.

Justin había sentido lo mismo. No había perdido semen, porque no tenía, pero entre su pecho y mi pecho quedó un hilillo de precum que había salido de su pene, que terminé de lamer para que no se derrochara ningún líquido.

-Justin, bienvenido a la vida. Le dije.

Y desaparecí.

Justin, se había recuperado con mi dosis vital de semen.

Aún estaba cansado, y yacía boca arriba, mirando las nubes y el cielo. Yo volví, por la puerta secreta de detrás de la catarata, a mi cabina del complejo. Justin aún tardó unos minutos en recuperarse. Había sido un intenso día para el joven chaval.