Capítulo 1. La iniciación.
Aquí empieza la historia de Carlos, un joven que prueba por primera vez con un chico, y entra en una espiral de la que ni tiene claro que pueda salir, ni quiere hacerlo.
Hacía frío para ser principios de marzo. También es cierto que eran las seis de la mañana. Iba en un autobús prácticamente vacío dándole vueltas a si debía dar ese paso o no. Hacía meses que tenía fantasías con probar a follar con otro tío. Meses viendo porno gay, entrando a algún chat donde hablaba con desconocidos, e incluso practicando sexo virtual de forma esporádica. Pero el quedar con alguien de forma física, cuerpo a cuerpo, quizás era demasiado. Mientras me acercaba a mi destino, recibí un mensaje de texto preguntando qué tal iba. Ni siquiera respondí. No tenía claro si me atrevería a llamar al timbre. Si sería capaz de subir al piso compartido de Hugo. Lo acababa de conocer una hora atrás. Bueno, no conocer. Lo había visto por webcam. Esa noche no había podido dormir. Pensé en hacerme una paja con una película porno que tenía a medias. Pero decidí entrar a una página de chat gay. En seguida recibí los primeros mensajes. Descarté todos los apodos como "activo52", "nosex"... Entonces me habló "hugoo".
-Hola nano. Buscas sex?
-Si, pero soy virgen.
-Mola. Yo te enseño ;)
-Como eres?
-huguete25. Agregame a skype y nos vemos
Hice caso inmediatamente. Me conecté y le mandé la solicitud. En menos de un minuto tenía su videollamada. El chico que había en la pantalla era realmente guapo. Castaño claro, ojazos verdes, labios carnosos y cara de cabroncete. Yo solo esperaba que tuviera buen cuerpo, y que no fuera solo una cara bonita. Entonces, sin necesidad de que yo le dijera nada, se puso de pie. Se quito la camiseta y los pantalones, quedándose en slip. El tal Hugo estaba bien. Muy bien. Tenía el cuerpo musculos, no parecía demasiado alto, pero eso no importaba. Cuando se dió la vuelta tenía un culazo. Solo había follado con tías, y me gusta el cuerpo de mujer. Pero fue ver a Hugo y ponerme duro. Él me pidió que me levantara y me desnudara. Mido 1'88, y en eso entonces estaba más fibrado que ahora. No he engordado, pero si que me he musculado bastante. Destacaban sobre todo mis abdominales, marcados por el constante deporte que practicaba. Y como no, mi rabo y mi culo. Tengo un culazo, y además dilato muy rápido. Pero mi punto fuerte es la polla. Gruesa, 21 cm, con venas marcadas (en especial una en el medio), circuncidada, y siempre dura. Total, le encanté. Me pasó su dirección y quedamos en vernos a las 6. Yo ya llegaba 15 minutos tarde, pero supongo que lo entendería por ser mi primera vez. Lo primero que hizo al abrir la puerta fue darme un apretón de manos. En persona era más alto de lo que parecía por el portátil, pero de cuerpo estaba incluso mejor. Seguía en calzoncillos, como si no le importara que sus compañeros de piso pudiesen verlo. Me llevó a su cuarto y me dijo que me pusiese cómodo. Era una habitación con una cama grande y un par de mesitas de noche.
-¿En serio eres virgen? -dijo con acento valenciano.
-Si. Bueno, con tíos si. He estado con tías, pero tú eres el primero.
-Tranquilo. Déjate llevar y ya está. Verás que entre rabos mola más.
Yo me tumbé en la cama, temblando, y sin quitarme la ropa. Entonces él se puso a mi lado, se apoyó en mi pierna, y me besó. Fue rozar mi lengua con la suya, y ya tenía la polla a tope. El se dió cuenta y empezó a desnudarme. Yo me dejé hacer. Me quitó la camiseta y me comió los pezones, bajando hasta llegar a mi rabo. Me bajó el pantalón y nos quedamos los dos en ropa interior. Me la empezó a chupar por encima de la tela, pero se cansó pronto y me dijo que me los quitara. Obedecí y me quedé completamente desnudo, al igual que hizo él. Tenia una polla normal. Ni grande ni pequeña. Circuncidada, sin un solo vello. Se metió mi polla en la boca. Primero solo el glande, pero poco a poco se la fue metiendo más y más, hasta que su nariz chocó con mi pubis. Menuda forma de mamar.
-Joder tío, que bien la mamas.
-Ahora te toca a ti.
Y se la chupé, Al principio no sabía si lo estaba haciendo bien o no, pero cuando le oí gemir me puse todavía más cerdo, y la empecé a comer con ganas.
-Quiero que me folles -dijo de repente poniéndose a cuatro, y dejando su depilado culo a la altura de mi polla.
-¿Tienes condones?
-No nano. Da igual, a pelo. Quiero que me preñes.
Se escupió en la mano, y se ensalibó el ojete. Me cogió el rabo y cuando estaba en la entrada de su culo, entró solo. Tenía un culo muy tragón. Empezó a mover el culo hacia adelante y hacia atrás, cada vez más deprisa. Yo a esas alturas ya estaba a punto de correrme, y cuando se lo dije me hizo darle fuerte, clavársela hasta el fondo, hasta que me corrí. Solté siete u ocho chorros, bastante si tenemos en cuenta que me había corrido antes de cenar. Hugo se corrió al momento, notando mi polla todavía dura en su culo. Fuimos a limpiarnos, nos duchamos juntos, y nos tumbamos otra vez en la cama. Estuvimos hablando un rato. Me contó que era de un pueblo cercano, y que hacía seis años que vivía aquí, en Valencia. Trabajaba de gogó de discoteca (de ahí su físico). Le pregunté por las garras de tigre que tenía tatuadas en el hombro junto a la palabra "lujuria". Me explicó que quería tatuarse los siete pecados capitales, y había empezado con el que más le gustaba. Se quedó dormido en un par de minutos, pero yo no pude. Estuve hasta las doce que sonó la alarma de su móvil mirando al techo, pensando en lo que acababa de pasar. Había tenido uno de los mejores polvos de mi vida, pero suponía un antes y un después. Sin saberlo, acababa de entrar en una vida de sexo, experiencias y excesos. Empezaba una nueva vida, llena de capítulos. Al fin y al cabo, mi experiencia con Hugo, el chico de las garras de tigre, no era más que el inicio.