Capítulo 1: Conociendo el campo

Entré al baño y unos pequeños chupetones en mi cuello me llamaron la atención. Sonreí para mí. Fue una buena idea, el dolor de cabeza se fue, y con todos los pendientes del viaje no hubo tiempo para el dolor.

¡Qué dolor de cabeza!

Sentía un dolor punzante y una sed insoportable, abrí el pequeño refrigerador que tengo en mi habitación, tomaba una botella con agua cuando me di cuenta que en mi cama dormía plácidamente un joven moreno de gran trasero. No recordaba que me lo traje del antro y menos que me había acostado con él, debió ser un buen polvo aunque no recordaba mucho ya que el alcohol me dejo pequeñas lagunas.

Ya era tarde, pronto saldría hacia mi retiro vacacional y debía despertarlo.

-        Disculpa… ¿Jorge? ¿Adrián? ¿Ernesto? - dije un poco avergonzado de no recordar su nombre.

-        Mario, guapo, me llamo Mario - me respondió un poco somnoliento, pero de una manera sensual. Realmente era muy guapo.

-        Lo siento, no soy bueno para los nombres.

-        No te preocupes, pero después de la noche que pasamos pensé que tal vez pudiésemos intent…

-        ¡Para, para, para!  Mira Mario, solo fue un polvo, no seremos nada, lo siento, pero en un rato me tendré que ir, es mejor que te vayas – dije de la manera más segura.

Se paró rápidamente de la cama visiblemente enojado, se vistió de la misma forma y en un minuto se escuchó un portazo. Lástima, era guapo, pero Ángel Zaragoza no sería de nadie, y menos de un niñato.

El dolor de cabeza seguía, decidí que tomar un baño y prepararme para el viaje sería una buena opción para relajarme y que el dolor de cabeza me dejara.

Entré al baño y unos pequeños chupetones en mi cuello me llamaron la atención. Sonreí para mí. Fue una buena idea, el dolor de cabeza se fue, y con todos los pendientes del viaje no hubo tiempo para el dolor.

¡Pero que tonto, no me he presentado! Primero, ya saben mi nombre Ángel Zaragoza, el más pequeño de los Zaragoza. Segundo, tengo 21 y acabo de terminar la carrera, pero me falta la tesis. Tercero, me describiré un poco, mido 1.75 mt, cabello negro, ojos grises, marcado no en excesivo musculoso y desde mi punto de vista guapillo. Cuarto y último, sobre el viaje del que he hablado es un descanso de seis meses que me tomaré antes de iniciar la tesis.

Ya estaba todo listo, inicié el viaje hacia la Hacienda Zaragoza, no la visito desde hace 11 años, es una bella y enorme residencia que servía de casa vacacional para mi familia y después de la muerte de mis abuelos ninguno de mis hermanos había pisado esas tierras.

La hacienda estaba a las afueras de un pequeño pueblo y primero tenía que pasar dentro de él para llegar a ella. Estaba perdido y veía la belleza de las casas cuando…

-        ¡Cuidado! – escuché el grito y paré en seco. Provenía de un joven al que estuve a punto de golpear. Baje inmediatamente del automóvil.

-        Disculpa, andaba distraído ¿estás bien? – realmente estaba preocupado.

-        ¡Fíjate! No creas que por tener un coche bonito no te puede pasar algo – dijo en un tono que ya me empezaba a irritar.

-        Dije que lo siento, además que no te pasó nada, todo fue un susto.

-        Mira riquillo, no me molestes porque soy capaz de rompert…

-        ¿Golpearme? Atrévete – dije con una pequeña risa burlona.

Respiró profundamente, se dio la media vuelta y se fue, dejando a la vista ese lindo trasero. Realmente me molestó su actitud, pero admito que era guapo, es como de mi edad, muchos más centímetros que yo, con barba, un auténtico macho de pueblo pero con cierto aire de elegancia.

En fin, tenía que encontrar la hacienda, y preguntando se llega a Roma. Con las indicaciones de unos buenos samaritanos pude llegar a mi destino. Vi la gran construcción unos metros antes de llegar y las puertas del recinto Zaragoza se abrieron a mi llegada. Aparqué el automóvil en la puerta de la casa y tres empleados me esperaban, el capataz, su esposa que es la cocinera y su hijo menor, con el que tuve una gran amistad de pequeños.

-        Joven Ángel, que gusto de verlo – dijo el capataz de una manera sincera.

-        Buen día Anselmo. Sara, que guapa estás y tú Jorge, que grande ya estás – dije feliz.

-        Buen día joven – dijo Jorge un poco tímido.

-        Nada de joven, nos conocemos desde niños – dije mientras caminábamos hacia la hacienda, yendo sus padres delante de nosotros.

-        Lo siento, pero es que han pasado 11 años de la última que nos vimos –

-        No te preocupes, espero que retomemos esa amistad –

Llegamos a la habitación principal, nunca había dormido allá, pero realmente era cómoda Toda la tarde estuve platicando con Jorge de las travesuras que hicimos juntos con  nuestros hermanos.

Dormí un rato antes de la cena, el viaje me había dejado exhausto. Tomé un baño, y me vestí de una manera casual, unas bermudas pegadas y una playera blanca. Estaba a punto de salir de mi habitación cuando escuche voces que hablaban en la cocina.

Baje lentamente por las escaleras, tratando de no hacer ruido para no interrumpir la conversación. Sin duda, una de las personas era Sara, pero la otra voz no la lograba identificar, aunque se me hacía conocido.

-        Ya no pude mamá, Alicia me tenía harto con sus berrinches –

-        Pero si solo llevaban tres meses –

-        Es una niña caprichuda, no aguanté más –

-        Ni modos Alejandro, no fue tu día –

-         Y para rematar casi golpeo a un ricachón -

Alejandro, como no recordarlo, es el hijo mayor de Sara y Anselmo, sin duda me alegró que tendría cerca a ese hombre y me dio más alegría que tal vez pueda vengarme de ese mini escándalo en el pueblo.

-        Me llamo Ángel Zaragoza, por si te interesa – dije de manera muy segura. Su cara fue un poema, entre sorpresa, enojo y detecté un poco de ¿alegría?

-        Jo…ven Ángel – dijo tartamudeando, me miro de pies a cabeza y salió corriendo de la cocina.

No pude contenerme una carcajada mientras Sara me veía extrañada. Le conté lo sucedido, mostrándose apenada por el comportamiento de su hijo mayor, aunque le aclaré que el problema era con él y que no haría nada en su contra. Sin duda la cena sería muy interesante.

ALEJANDRO

¡Mierda! ¡La cagué! Amenacé al menor de los Zaragoza, me tiene en sus manos, y no sé por qué, pero no me desagrada la idea. No sé por qué pienso eso, pero sus ojos me dejaron totalmente sorprendido. Jamás he sido bueno con las disculpas, no será fácil.

¡Qué dolor de cabeza!

Sentía un dolor punzante y una sed insoportable, abrí el pequeño refrigerador que tengo en mi habitación, tomaba una botella con agua cuando me di cuenta que en mi cama dormía plácidamente un joven moreno de gran trasero. No recordaba que me lo traje del antro y menos que me había acostado con él, debió ser un buen polvo aunque no recordaba mucho ya que el alcohol me dejo pequeñas lagunas.

Ya era tarde, pronto saldría hacia mi retiro vacacional y debía despertarlo.

-        Disculpa… ¿Jorge? ¿Adrián? ¿Ernesto? - dije un poco avergonzado de no recordar su nombre.

-        Mario, guapo, me llamo Mario - me respondió un poco somnoliento, pero de una manera sensual. Realmente era muy guapo.

-        Lo siento, no soy bueno para los nombres.

-        No te preocupes, pero después de la noche que pasamos pensé que tal vez pudiésemos intent…

-        ¡Para, para, para!  Mira Mario, solo fue un polvo, no seremos nada, lo siento, pero en un rato me tendré que ir, es mejor que te vayas – dije de la manera más segura.

Se paró rápidamente de la cama visiblemente enojado, se vistió de la misma forma y en un minuto se escuchó un portazo. Lástima, era guapo, pero Ángel Zaragoza no sería de nadie, y menos de un niñato.

El dolor de cabeza seguía, decidí que tomar un baño y prepararme para el viaje sería una buena opción para relajarme y que el dolor de cabeza me dejara.

Entré al baño y unos pequeños chupetones en mi cuello me llamaron la atención. Sonreí para mí. Fue una buena idea, el dolor de cabeza se fue, y con todos los pendientes del viaje no hubo tiempo para el dolor.

¡Pero que tonto, no me he presentado! Primero, ya saben mi nombre Ángel Zaragoza, el más pequeño de los Zaragoza. Segundo, tengo 21 y acabo de terminar la carrera, pero me falta la tesis. Tercero, me describiré un poco, mido 1.75 mt, cabello negro, ojos grises, marcado no en excesivo musculoso y desde mi punto de vista guapillo. Cuarto y último, sobre el viaje del que he hablado es un descanso de seis meses que me tomaré antes de iniciar la tesis.

Ya estaba todo listo, inicié el viaje hacia la Hacienda Zaragoza, no la visito desde hace 11 años, es una bella y enorme residencia que servía de casa vacacional para mi familia y después de la muerte de mis abuelos ninguno de mis hermanos había pisado esas tierras.

La hacienda estaba a las afueras de un pequeño pueblo y primero tenía que pasar dentro de él para llegar a ella. Estaba perdido y veía la belleza de las casas cuando…

-        ¡Cuidado! – escuché el grito y paré en seco. Provenía de un joven al que estuve a punto de golpear. Baje inmediatamente del automóvil.

-        Disculpa, andaba distraído ¿estás bien? – realmente estaba preocupado.

-        ¡Fíjate! No creas que por tener un coche bonito no te puede pasar algo – dijo en un tono que ya me empezaba a irritar.

-        Dije que lo siento, además que no te pasó nada, todo fue un susto.

-        Mira riquillo, no me molestes porque soy capaz de rompert…

-        ¿Golpearme? Atrévete – dije con una pequeña risa burlona.

Respiró profundamente, se dio la media vuelta y se fue, dejando a la vista ese lindo trasero. Realmente me molestó su actitud, pero admito que era guapo, es como de mi edad, muchos más centímetros que yo, con barba, un auténtico macho de pueblo pero con cierto aire de elegancia.

En fin, tenía que encontrar la hacienda, y preguntando se llega a Roma. Con las indicaciones de unos buenos samaritanos pude llegar a mi destino. Vi la gran construcción unos metros antes de llegar y las puertas del recinto Zaragoza se abrieron a mi llegada. Aparqué el automóvil en la puerta de la casa y tres empleados me esperaban, el capataz, su esposa que es la cocinera y su hijo menor, con el que tuve una gran amistad de pequeños.

-        Joven Ángel, que gusto de verlo – dijo el capataz de una manera sincera.

-        Buen día Anselmo. Sara, que guapa estás y tú Jorge, que grande ya estás – dije feliz.

-        Buen día joven – dijo Jorge un poco tímido.

-        Nada de joven, nos conocemos desde niños – dije mientras caminábamos hacia la hacienda, yendo sus padres delante de nosotros.

-        Lo siento, pero es que han pasado 11 años de la última que nos vimos –

-        No te preocupes, espero que retomemos esa amistad –

Llegamos a la habitación principal, nunca había dormido allá, pero realmente era cómoda Toda la tarde estuve platicando con Jorge de las travesuras que hicimos juntos con  nuestros hermanos.

Dormí un rato antes de la cena, el viaje me había dejado exhausto. Tomé un baño, y me vestí de una manera casual, unas bermudas pegadas y una playera blanca. Estaba a punto de salir de mi habitación cuando escuche voces que hablaban en la cocina.

Baje lentamente por las escaleras, tratando de no hacer ruido para no interrumpir la conversación. Sin duda, una de las personas era Sara, pero la otra voz no la lograba identificar, aunque se me hacía conocido.

-        Ya no pude mamá, Alicia me tenía harto con sus berrinches –

-        Pero si solo llevaban tres meses –

-        Es una niña caprichuda, no aguanté más –

-        Ni modos Alejandro, no fue tu día –

-         Y para rematar casi golpeo a un ricachón -

Alejandro, como no recordarlo, es el hijo mayor de Sara y Anselmo, sin duda me alegró que tendría cerca a ese hombre y me dio más alegría que tal vez pueda vengarme de ese mini escándalo en el pueblo.

-        Me llamo Ángel Zaragoza, por si te interesa – dije de manera muy segura. Su cara fue un poema, entre sorpresa, enojo y detecté un poco de ¿alegría?

-        Jo…ven Ángel – dijo tartamudeando, me miro de pies a cabeza y salió corriendo de la cocina.

No pude contenerme una carcajada mientras Sara me veía extrañada. Le conté lo sucedido, mostrándose apenada por el comportamiento de su hijo mayor, aunque le aclaré que el problema era con él y que no haría nada en su contra. Sin duda la cena sería muy interesante.

ALEJANDRO

¡Mierda! ¡La cagué! Amenacé al menor de los Zaragoza, me tiene en sus manos, y no sé por qué, pero no me desagrada la idea. No sé por qué pienso eso, pero sus ojos me dejaron totalmente sorprendido. Jamás he sido bueno con las disculpas, no será fácil.