Caperucita Roja viola al Lobo Feroz Ep 1º

Caperucita es una robusta hija de leñadores que ha aprendido a pelear sucio manteniendo a raya a sus incestuosos hermanos, pero el "Lobo" (el heredero del señor feudal local) demostrará ser un adversario mas peligroso.

CAPERUCITA ROJA:

Érase una vez, una familia de leñadores que vivían en una cabaña aislada en el bosque. El matrimonio tenia cinco hijos y una hija, a la que todos llamaban caperucita porque para protegerse de la lluvia y del viento, llevaba siempre una media capa con capucha de un vistoso color rojo. Caperucita era la hija mayor y entre la dureza de la vida en el bosque y las continuas peleas con los guarros de sus hermanos, que intentaban sin exito desvirgarla, era tan hermosa como un ángel y tan fuerte como cualquier chico de su edad, o incluso mas todavía.

Un día, su madre fue a buscarla y la encontró en el granero, rodando medio desnuda con su hermano mas joven, de 18 años. El chico la tenia sujeta con una llave de tijera a la cintura y con una mano le tiraba del pelo salvajemente mientras que con la otra le estrujaba un pecho. Ella chillaba de dolor pero al mismo tiempo mantenía aferrado con firmeza su miembro viril, estirándolo rítmicamente como si lo ordeñase, hasta que el chico eyaculó. Entonces ella se libró fácilmente de la tijera y se montó sobre él, frotándose el pubis con su cara hasta correrse entre gemidos.

La madre: ¿Hija, que estas haciendo?

Caperucita Roja: Nada, mama. Tan solo estoy desvirgando al pequeñajo, que se me ponía chulo por haber cumplido los 18.

LM: Desde que tu padre murió, estas cada vez más salvaje y más guarra. En fin, mientras no te quedes embaraza, tus hermanos y tú podéis jugar sucio todo lo que os apetezca. Pero de momento coge tu ropa y llévale este paquete a tu tío, el cazador.

CR: ¡Jo, mama! La cabaña del tío esta lejos y hay que atravesar el bosque.

LM: ¿Quieres que les prohíba a tus hermanos jugar sucio contigo?

Ante este ultimátum, la viciosa jovencita agarró el paquete, lo metió en una cesta de mimbre que le resultaba cómoda de llevar y partió a través del bosque. Al llegar al vado del arroyo encontró al príncipe heredero del ducado, un adolescente problemático, grande y alto para su edad, que ya había vapuleado a más de un campesino y desvirgado a más de una campesina. Desgreñado y mal vestido pese a su condición de noble, todos le llamaban el lobo feroz por el emblema heráldico familiar,  su aspecto delgado, sus orejas peludas, su escasa higiene personal, su lujuria insaciable y su demostrado salvajismo.

Lobo Feroz: ¡Eh, campesina, ven aquí!

CR: No soy campesina. Soy leñadora.

LF: ¿Y que más da? Campesinas, burguesas, pastoras, leñadoras.. Todas sois iguales. ¿Es comida eso que llevas dentro de la cesta? Dame un poco, tengo hambre.

CR: Tendrás menos hambre cuando te parta los dientes, mamarracho.

El lobo feroz, al oír esto, con ademán soberbio le dio una bofetada a Caperucita. Era la conducta normal de un noble acostumbrado a una completa sumisión de sus vasallos feudales, pero su soberbia se volvió sorpresa cuando caperucita le devolvió el bofetón. El Lobo la abofeteó otra vez y Caperucita, sin amilanarse, le estampó otro sopapo monumental. El Lobo le lanzó otro tortazo pero Caperucita detuvo el golpe y ambos jóvenes se enzarzaron en un duro forcejeo. Caperucita era fuerte pero el lobo no era ningún alfeñique y ninguno de los dos consiguió ventaja en la lucha. Más todavía, tras la sorpresa inicial, el Lobo comenzó a disfrutar de la experiencia de luchar cuerpo a cuerpo con una chica atractiva de turgentes pechos, largos y sedosos cabellos negros, piel bronceada y cuerpo esbelto.

Caperucita se dio cuenta de que la entrepierna del Lobo comenzaba a hincharse desmesuradamente y que su adversario estaba aprovechando el combate para meterle mano bajo la ropa. Cuando comenzó a sobarle entre las piernas, Caperucita dejó de forcejear para liarse a mordiscos, patadas, puñetazos, cabezazos, rodillazos y codazos.

LF: ¡ESTUPENDO! No me había divertido tanto desde que violé a la hija del herrero, que es la mujer más fuerte de toda la aldea. Si hubiera sabido que tú también sabes pelear, te hubiera buscado hace mucho.

CR: Me he peleado seis veces con la hija del herrero porque a las dos nos gustaba el mismo chico, pero ella aceptó olvidarse de él después de la sexta paliza. Me corrí seis veces en su cara y voy a hacer lo mismo con la tuya, pichafloja!

Caperucita y el lobo rodaron por el suelo luchando con todas su fuerzas. A sus 19 años caperucita era una chica atlética y en forma, mucho más fuerte de lo que aparentaba, pese a su baja estatura. El Lobo, a sus 19 años, era ya un granuja redomado y aprovechaba la pelea para meterle mano a caperucita todo lo posible. La morena fingía dejarse hacer mientras usaba sus conocimientos de lucha para inmovilizar a su agresor. Cuando el Lobo se dio cuenta de que estaba atrapado, intentó liberarse haciéndole cosquillas a su adversaria, pero sin éxito.

CR: Es inútil lo que intentas, no tengo cosquillas. ¡Pero tu si!

Y comenzó a hacerle cosquillas. El Lobo intentó liberarse mientras Caperucita le apretaba cada vez más fuerte. Cuando vio que su adversario estaba inmovilizado, decidió tomarle el pelo y acercándose a sus peludas orejas, que eran las que le habían valido el apodo de ‘Lobo’, comenzó a susurrarle procacidades.

CR: Tengo los pezones tiesos...

Era verdad. Los pezones de la chica estaban enhiestos  y duros, marcándose con claridad en su ropa. Caperucita siguió hablando, usando un lenguaje que le habría ganado una bofetada a cualquiera que lo usase con ella en una situación normal, escogiendo con cuidado las palabras para maximizar el efecto sobre la libido masculina.

CR: Tengo unas ganas locas de que me folles, lobo sarnoso. Quiero FIESTA! Me voy a hacer un par de pajas con ese pedazo de cipote que te noto bajo esos birriosos pantalones que deberías haber tirado hace años. Tengo la almeja tan mojada que voy a empapar las bragas, cacho cabrón!

LF: ¡Calientapollas!, en cuanto me suelte, te voy a echar un polvo que te vas a enterar, ¡cabrona!

CR: (ondulando lascivamente su cuerpo, rozándose suavemente la entrepierna contra la abultada bragueta de su inmovilizado adversario) ¡Vaya Mierda de lobo, que se pelea con la cabrona y ella le puede! Si tus músculos fueran como tu rabo, a lo mejor me ganabas, nene. Ohhh, macizo, tio bueno, calientapollas me llamas, pero tu si que tienes un buen calientacoños. OHHH!!! ¡Que grande! SII!! Ojala pudiera desmontarlo y llevármelo a casa. ¡SI! Te voy a joder vivo. Quiero polla. Quiero tu puta polla.  Ah, ahhhh, ahhhhhh!! ¡Que gorda la tienes! aaahhhh!! SIII AAAHHHHH!!!!!  AAAAAHHHHHHHH!! AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!! AAAaahhhh...........

El lobo, aprovechando que caperucita estaba distraída por aquel colosal orgasmo, intentó liberarse y casi lo consiguió, pero Caperucita reaccionó con presteza para asegurar su presa. El Lobo inmovilizó la cabeza de caperucita sujetándola por la barbilla y la besó por la fuerza, pese a los desesperados esfuerzos que ella hizo para zafarse. Fue un beso largo y húmedo, que la jovencita comenzó a devolver con entusiasmo voraz. Lucharon estrujándose con rabia, mordiéndose, pellizcándose, tirándose de los pelos y dándose patadas y codazos, mientras que el top y la falda de caperucita salían volando, quedando la musculosa morenita vestida tan solo con unas bragas blancas y la capucha con media capa que le había valido su apodo. El Lobo también había perdido la camisa y los zapatos, conservando tan solo unos calzones viejos y feos que estaban pidiendo a gritos un buen lavado desde antes de que la pelea comenzase.

LF: Calientapollas, te voy a arrancar las bragas

CR: Pollafloja, te vas a quedar con las ganas

Era verdad. Las bragas de Caperucita eran de lino fuerte, muy resistentes, difíciles de arrancar si su propietaria no se dejaba. Mientras el Lobo intentaba sacárselas, Caperucita pudo atraparle la cabeza con las piernas en una llave de tijera y sentarse sobre su cara, mirando hacia sus pies. Quedó el Lobo de espaldas sobre el suelo, con las espléndidas nalgas de caperucita aplastándole la cara, ondulando ella sus caderas para restregarle las bragas en la cara, los ojos cerrados con expresión de arrobamiento. El Lobo no tuvo escrúpulos en intentar morderla para quitársela de encima, pero no lo consiguió. Lo único que consiguió el lobo con todos sus esfuerzos fue acelerar la excitación de la vencedora. El lino estaba empapado de sudor y fluidos genitales, y de repente sintió el Lobo que aumentaba la temperatura mientras los gemidos de su conquistadora indicaban que se derretía de placer.

Quedó Caperucita tendida junto al lobo, abrazándole, deshecha de placer. No pudo sacar provecho el Lobo de tal situación, pues estaba demasiado ocupado recuperando el aliento tras quedar casi ahogado bajo los poderosos genitales de su lujuriosa adversaria.

LF: ¡Zorra!

CR: Venga ya... Como si no te pusiera cachondo a tope que sea un poco zorra cuando te arreo una buena zurra. (le agarra de los pelos y lo besa apasionadamente.) Ha sido un verdadero placer, mamarracho, pero tengo prisa.

LF: (señalando el enorme bulto de sus pantalones) ¡Eh, oye! ¿Y yo, que? ¡Mirame!

CR: (Poniéndose la ropa) Tu cipote es tu problema, nene. Yo ya voy bien servida.

Y dicho esto, se puso en marcha de nuevo. El Lobo, furioso, de buena gana se hubiera lanzado a por ella, pero estaba agotado a más no poder, aparte de que tuvo que perder tiempo recuperando su propia ropa. Cuando estuvo en situación de perseguir a Caperucita, la moza había ya desaparecido por el bosque.

PROXIMO EPISODIO: El Lobo prepara su venganza.