Cap 54: vestuario cero
20 chicos jovencitos sufren una penetración de un dildo en sus anos. Los dildos salen como un resorte cuando apoyan sus posaderas en un escaño del vestuario.
El complejo lo formaban 5 edificios iguales, con las mismas instalaciones, pero cada uno era para un rango de edad. El vestuario cero era donde estaban los novatos. Eran chicos vírgenes, cuyo ano aún no se había estrenado (y tampoco habían estrenado su pene). En el vestuario I estaban los chicos mayores, que habían evolucionado (logrado superar diversas pruebas), en el vestuario II estaban los que habían superado las pruebas del vestuario I, y así hasta llegar al vestuario IV.
Normalmente en los primeros edificios estaban los muchachos más jóvenes, que iban avanzando a mayor edad. Cada edificio del complejo era un nivel o rango. A rango superior los muchachos tenían más privilegios.
Los chicos vivían desinhibidos en la isla. A cortas edades se pasaban el día jugando y correteando, ajenos de todo lo que pasaba en ‘el complejo’, pero cuando llegaba una edad empezaban a prepararse sexualmente.
Ajenos a todo lo que ya sabéis, los chicos del vestuario 0 entraron a cambiarse después de un entrenamiento de fútbol. Cansados y sudados el equipo se quitó los pantaloncitos manchados de barro y hierba. Los jefes del complejo habían planeado que ese día sería un día especial para aquellos 20 muchachos y que iba a ser su iniciación.
Los hombres de negro (los jefes del complejo), lo controlaban todo con cámaras desde la sala de control. Cuando hubieron entrado los 20 chavales al vestuario sellaron la puerta de acceso sin que ninguno se diera cuenta.
Todos los vestuarios eran similares. Tenían una puerta de acceso desde el exterior y una abertura que daba acceso a un pasillo de duchas comunitarias en forma de laberinto al final del cual (aunque ellos aún no lo sabían) había una puerta secreta.
Cuando los muchachos se sentaron en los escaños para cambiarse de rompa quitándose los pantalones manchados de barro y sudados para entrar desnudos a las duchas, algo pasó. El peso de sus cuerpos sobre los bancos activó un mecanismo que amarró sus pies a la pared. De la pared salieron unos grilletes metálicos que les inmovilizaron sin que les diese tiempo a reaccionar. Y de repente de entre el asiento del banco salió una aguja que les pinchó los culetes y les inyectó un sedante. Alguno se intentó levantar pero los grilletes les impedían escapar, y el relajante que se les inyectó en el culo enseguida les hizo efecto dejándoles sin fuerzas para estar de pie, con lo que los 20 muchachos terminaron todos sentados en el escaño. Unos frente a otros, se miraron con sorpresa. No sabían qué les acababa de pasar.
Entre los travesaños donde reposaban el culo, sentados, apareció un consolador de goma cuyo glande se metió entre las nalgas de los chicos rozando su ojete y empezando a manar por su punta una crema relajante que poco a poco hizo que su esfínter no ofreciese resistencia. Habían pasado pocos minutos de aquello que les había pillado por sorpresa. Habían entrado como cada día, contentos del partido que acababan de echar, riendo y gastando bromas, cuando sucedió todo aquello: su prueba de iniciación.
Con la espalda contra la pared, su culo en el escaño, y los pies amarrados, y un dildo en puerta de su culete, el asiento de los escaños empezó a bajar de nivel. Se había accionado un mecanismos automático, y poco a poco los dildos que tenían tocando su ano y que habían lubricado sus esfínteres, empezaron a emerger y entrar más y más en sus anos. Se trataba de consoladores del grueso de un pene y 16 centímetros. Se insertó un centímetro. El primero fue el más complicado. Algunos abrieron la boca. Erick veía a Alberto, su compañero de equipo que estaba en el escaño de enfrente, que se estaba empalmando mientras el dildo se les estaba insertando. 2 centímetros. 3…. 4… aquella máquina infernal estaba bajando el asiento y el falo que tenían metido en su ojete les iba empalando poco a poco… 5…. 6…7…8…las caras de los muchachos eran todo un poema 9… 10… 11 A alguno de sus compañeros se les empezaba a abrir los ojos como platos…
El escaño ya había bajado 12 centímetros, y 12 centímetros de aparato estaba insertado en cada uno de sus anos… 20 consoladores. 20 muchachos empalados. Penes tiesos manando precum… caras de dolor a pesar del sedante… cuando la máquina paró. Había consoladores –según vestuario– de 18, 20, 22 centímetros. Y de hecho aunque estos eran de 16 no les penetraron enteros. Habría tiempo más adelante.
Todos los muchachos estaban ahora semi en cuclillas, con los pies aún atados y un dildo en su ojete con 12 centímetros clavados.
De repente un brrr mecánico y de cada dildo salió un fluido, como líquido seminal, que se depositó dentro de los intestinos de los muchachos. Todos habían recibido la primera dosis. A partir de ahora necesitarían una dósis de semen al día y la podrían obtener mamando un pene, recibiendo un pene en su culo, o sentándose en un dildo bien en el vestuario, bien en un cubículos individual accesible a través de la nueva puerta que acababan de descubrir al final del pasillo de las duchas comunales.
«Bienvenidos, muchachos, al primer nivel. –dijo una voz femenina metálica que salía por un altavoz situado en la pared. «Habéis superado el primer nivel. –continuó la voz–. Ya sois hombres. Os acaban de inseminar un consolador mecánico. A partir de ahora necesitaréis una dósis diaria de semen igual a la que acabáis de asimilar. (El fluido estaba siendo en estos momento absorbido por sus intestinos). Tenéis 3 maneras de obtener vuestra dósis diaria: 1.-la podréis obtener mamando un pene 2.-la podréis obtener porque os follen o 3.-podéis venir de nuevo a este vestuario e insertaos el consolador. (Al lado de cada muchacho , de un azulejo de la pared, salió un brazo articulado con una especie de tablet que era un panel de control para autoinyectarse el pene mecánico –ponía el número de centímetros a insertar, si fluido o supositorio (azul y blanco), número de supos (del 1 al 5) a autoinyectarse… –. Si os da vergüenza, para los más tímidos, o quienes prefiráis intimidad, tenéis consoladores instalados en cubículos individuales sitos en un pasillo al final de las duchas. Buena suerte.
Una vez acabó la explicación las cinchas metálica que aún amarraban sus pies se soltaron, y los chicos quedaron libres, y pudieron levantarse de sus consoladores.
Algunos fueron a explorar los cubículos del final de las duchas comunes de los vestuarios, otros se cambiaron de ropa, otros se fueron a duchar, y otros se marcharon fuera a comer, bañarse o pasear.