CAP 52. THE MASK, EL BOZAL y otros elementos

Mascarillas impregnadas de poppers para subvertir a quien follar

El doctor esperó unos minutos con su pene dentro del culo del muchacho sellando la salida de semen y facilitando la absorción intestinal de los fluidos depositados en el ano. Tras un tiempo prudencial sacó su pene del trasero de Allen, que se dio la vuelta reincorporándose y quedándose sentado en la camilla. El doctor sabía que la primera fase había terminado, pero no podía dejar marchar al muchacho sin arrebatarle una dosis de sémen, así que le besó apasionadamente, le abrazó, y fue bajando su boca chupandole con la lengua cuello, tetas, ombligo hasta que llego al pene, testículos, perineo… logrando una excitación del muchacho que se empalmó. El Dr. Wolf se puso entre las piernas de Allen, le cogió su miembro, y le hizo una felación increíble hasta que Allen se corrió en su boca. Había completado el circuito: el joven había perdido una carga de semen y eso iba a hacer que no tardando mucho buscase que se inseminasen de nuevo.

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Normalmente en la isla se usaban supositorios a través de consoladores, y geles anales, para subvertir la voluntad de los muchachos. Ya conocéis los supositorios azules y blancos que estaban por toda la isla, y os acabáis de enterar de la existencia de otros, solo blancos, para subvertir la voluntad, dominar y hacer dependiente a quien los recibía (que sólo los administraban los médicos), pero había otra serie de aparatos y métodos de subvertir la voluntad del recibidor (o pasivo), relajarlo, hipersensibilizar su ano o dejar en blanco su mente. Ya os he hablado de los tails o but plugs, de las inyecciones (sólo a disposición de los hombres de negro y controladores de ‘el complejo’), pero otros de los instrumentos de dominación del que aún no hemos hablado eran las mascarillas y los bozales. Las mascarillas faciales de tela se le ponían tapando la boca y la nariz a los pasivos por los dominadores. Era un método fácil de dominación / sumisión de los chavales que no veían nada malo en que le pusiesen una mascarilla en la nariz. A veces les daba morbo que se las pusieran. Lo que no sabían es que la tela estaba impregnada de poppers, y a cada inhalación respirando se estaban drogando. El poppers era un deshinhibidor de efecto rápido. Les drogaba, les sedaba, y relajaba los esfínteres estrechos, favoreciendo una rápida penetración sin lubricante. Así los hombres de pollas grandes se podían follar culos estrechos de chavales virginales en un asalto rápido, ya que nada más poner a su presa / amante, la mascarilla, en dos o tres respiraciones los chicos pasivos inhalaban tanto poppers que sus esfínteres anales se relajaban lo suficiente para favorecer la penetración.

La mascarilla permitía un asalto repentino: te podía venir alguien por detrás, colocarte las gomas en las orejas, y cuando te la tratabas de quitar al respirar con fuerza la victima se autodrogaba en dos o tres inhalaciones, lo que no le daba tiempo a reaccionar.

La máscara favorecía violaciones o folladas imprevistas a quien opusiera resistencia, pero puesta voluntariamente facilitaba la entrada de penes a anos muy estrechos. Afortunadamente, para los pasivos, no todo el mundo tenía acceso a las mascarillas.

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Los bozales eran unos instrumentos más complejos. En realidad eran para prácticas BD/SM. El activo o dominante colocaba en la boca del pasivo un bozal con una bola en la boca que le impedía gritar. Había bozales que tapaban incluso los ojos, otros que no, pero lo que tapaban todos era la nariz, pudiendo suministrar por la respiración poppers o cualquier otra sustancia gaseosa para una dominación. Los bozales se ataban por la parte posterior de la cabeza y necesitaban voluntad del pasivo para serles colocados (porque era una tarea compleja de colocar y atar) y ayuda para podérselos quitar. Es más a quienes se les solían poner se les instalaba también un but plug en forma de cola de perro incrustado en su ano y unas manoplas que restringían pies y manos -simulaban patas de animal de peluche. Eran bonitas, pero su objetivo era inutilizar los dedos, y con ello evitar que quitasen, quienes las llevaban puestas, un candado, o abriesen una llave del bozal si cambiaban tarde y hacían que las víctimas no se pudiesen mover y por lo tanto no podían escapar, y dependían completamente del amo. Que te pusieran estos abalorios era un acto de voluntad (tú al principio querías) que te volvía completamente sumiso.

Había bozales con orejas de perro puntiagudas y enhiestas, que hacían parecer a quien los portaba un animal doméstico al que dominar. El pobre perrito pasaba a ser sumiso y dependiente de quien ejercía de amo, y hasta que el amo no le quisiese liberar no podía ser liberado. De hecho el amo tenía total acceso y control del muchacho con la llave del bozal, la de las cadenas y barras de hierro que le podía colocar entre las patas para impedirle levantarse o avanzar muy rápido (llevar todos estos instrumentos, obviamente, lo hacías estando en el suelo, a cuatro patas). Y el amo tenía el control total del muchacho con lo que inhalaba por la nariz a través del bozal e incluso con el but plug/tail a través del culo.

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Lo único legal en la isla eran los supos azules y blancos, que estaban en los dildos de los vestuarios. No se podía sacar fuera de los edificios ninguna droga para subvertir la voluntad de nadie… pero funcionaba un mercado ilegal que como habéis leído en capítulos anteriores te suministraban inyecciones, mascarillas, etc.

Los tail / but plugs eran para uso personal y los tenía cada chico (de la tribu de los activos o dadores) en su taquilla del vestuario, porque como ya contamos en un episodio anterior se los metían a sí mismo en su ano los que querían follar y no ser follados.

Los supos blancos y las inyecciones (en teoría) sólo los podían usar los médicos.

Los bozales estaban sólo en determinadas estancias donde se realizaban de común acuerdo previo prácticas de sado y bondage.

Las mascarillas, sin embargo, se podían conseguir de dos maneras, bien de la mafia, bien yendo a una sala de ordeño (de las que hablaremos más adelante), y estaba muy muy restringido el uso de ellas.

Las mascarillas no se veían porque eran de usar y tirar. Te las ponían, de improviso, bien a tu voluntad bien sin ella, por la espalda, y tan pronto como te hacía efecto el poppers, con 3 ó 4 respiraciones, te la quitaban y la tiraban, si no querían que nadie que pudiese pasar por la calle o los jardines y os viese follando, supiese que te habían drogado. (Aunque normalmente cuando otros veían a alguien teniendo sexo, se apartaban e intentaban no molestar si se cruzaban en tu camino, ignorando lo que estaba pasando, mirando para otro lado, porque era de mala educación interrumpir un acto sexual o unirse a él si no tenías invitación de quienes estaban follando).

El bozal habitualmente no se veía porque estas prácticas sado masoquistas se solían realizar en estancias cerradas, sótanos, interior de habitaciones, aunque algunos amos paseaban por los jardines del complejo a sus perros (adultos o cachorros), y les llevaban atados con una cadenita o correa. Yo había visto a un perrito orinar en un árbol del jardín levantando la patita y a su amo tirar de la correa, para que se moviera, pero no era muy habitual. Lo que sí era habitual (no era nada raro), ver a alguien con un consolador anal caminando como si nada, con un but plug o con un tail. De hecho todos los chavales que querían follar y no ser follados (ver capítulos anteriores, la historia de Shanillo), se ponían una cola cerrando su ano. La cola era de goma o de metal (daba sensación de frío) e imitaba la de un perro, zorro, caballo, o cualquier otro animal. Era como un complemento de moda, y quienes las portaban se sentían muy orgullosos de ellas. Es más, se sentían importantes y excitados (tener algo clavado en el ano excitaba), y las colas o rabos en forma de animal salvaje daban un status (o eso es lo que los jefes de la isla habían hecho creer).