Cap 50: CONTROLLER (la máquina de sometimiento)

Final del la saga. Tras los primeros 16 episodios y el éxito inicial, continué la historia con un segundo libro –capítulos 17-50–, que hoy finalizo con este relato. (aunque dejo final abierto por si hay demanda popular para que continue la historia... otros 50 capitulos :P

Me dan mucho morbo la gente de raza negra. Para mí tienen un cuerpo escultural, perfecto, no como la raza blanca, que ya estamos más mezclados. Ellos me parecen más puros, más guapos, más simétricos. Y me encantan esos cuerpos que tienen sin vello, su piel negra como de cuero.

Este era alto y esbelto, con abdominales marcados y un gran pene que es lo primero que me apetecía probar. No podía dejar escapar a ese jambo sin darme una follada en su largo mástil.

——

Me metí en el cubículo. Él estaba de espaldas en culo en pompa, con la cara apoyada contra la camilla así que no veía nada de lo que se le veía detrás. Me puse sobre él y le puse un trapo de cloroformo delante de la nariz. A él le pilló esto por sorpresa y quiso rebullir, quitarme de encima, pero yo estaba con todo mi peso imposibilitando que pudiera escapar. Con las dos manos aferré el trapo a su cara y él hacía más fuerza para quitarme de encima, y a más fuerza que hacía más respiraba inhalando los vapores sedantes que en unos minutos le dejaron sedado.

Arrastré su cuerpo y lo llevé a una sala especial.

Cuando despertó Jason, el negro ébano de cuerpo perfecto, pectorales marcados, torso esbelto y tableta de chocolate, se encontraba en una cama redonda con la polla enhiesta y con algo metido en el culo. Era un ‘controler’, un aparato especial con forma de huevo que había insertado en su ano mientras estaba Jason inconsciente. El huevo anal estaba dentro de su ojete, y no se podría salir si no era tirando fuerte. El huevo era matálico, y tenía un pequeño agujero del que podían manar diferentes líquidos, e incluso una jeringuilla que se te clavaba en el interior del ano inyectándote diferentes sustancias, con lo que podía lograr que a mi apetencia se le insertase, sin que Jason se diese cuenta, dentro de su ano, cualquier sustancia, droga, narcotizante…. Yo tenía un mando que controlaba todas las funciones del ‘controler’ que era como un consolador.

Hacia el exterior de su ano salía una estrecha y larga manguera finita pero robusta, que pendía del techo. A través de esa manguerita larga y enrollada en bucle o rizo –como los cables de teléfono fijo de antes (lo cual daba una gran movilidad a quien llevaba eso en su ano: es decir, con eso insertado se podía desplazar y mover por la sala, sin que la manguera se saliera o se rompiera.) Yo, con sólo pulsar un botón en mi mando a distancia, podía hacer que entrase el ano de Jason cualquier sustancia que yo quisiera para controlarlo, desde semen, hasta drogas varias, viagra, lubricantes varios… leche… agua…

Jason estaba de rodillas a cuatro patas sobre la gran cama redonda, con el culo en pompa hacia arriba, saliéndole hacia el techo esa manguerita de su huevo controlador anal.

Aún aturdido por la droga Jason no sabía muy bien qué estaba pasando, hasta que me vio frente a él, tumbado boca arriba, exponiéndole mi ojete. Lo que estaba inyectando a través del culo de Jason era una droga que le daban ganas de follar. Y yo iba a ser su presa. Él no sabía por qué, pero tenía unas ganas de follar enormes. Y ahí tenía enfrente, a un blanquito bien buenorro, mostrándole el culete blanco. Su cara lo decía todo: se relamía sus gruesos labios al verme de frente. Él era el león y yo su gacela. Su pene enhiesto no se lo pensó, y como un animal en celo se arrastró gateando hacia mí y me puso su pene en mi abertura anal, y empezó a follarme como si no hubiese mañana.

Me echó uno, dos polvos, se corrió, se volvió a correr, sin embargo su polla no se bajaba. Lo había programado para que le entrase analmente un reguero de semen (líquido vital) para que nos e muriera (ya sabemos que a 5 corridas te morías si no te follaban o mamabas. Y Jason había venido a las cabinas a que lo follase yo y le recargase analmente de semen. Pero yo no era de piedra, y viendo ese cuerpo, quería que me follara, que me poseyera, que me hiciera suyo, que me penetrara con ese negro, largo y gordo pene. Y le había engañado. Le había drogado, y le había insertado el ‘controler’ anal que poco a poco le recargaba de semen y a la par le inyectaba otro líquido -viagra- que le mantenía tieso su pene a pesar de tres folladas, y le estaba inyectando automáticamente la máquina otros dos líquidos, una droga que hacía que sólo pensase en sexo, en follar, y acrecentase su deseo de sexo, su lívido, y otra droga que lo mantenía medio aturdido, o sedado, bajo mi poder.

Él todo esto no lo sabía, creo que ni notaba que una manguerita salía de su ojete, y no sé si siquiera notaba que tenía algo dentro del ano que no se podía sacar. Él no sabía que eso que tenía dentro del ano, y que le producía una pequeña molestia, le estaba administrando todos esos líquidos dentro. Él sólo me embestía con ímpetu, me follaba con su gran polla negra, y se corría. Cuando se corría acababa tumbado encima de mí, aplastándome con su peso, sensación que me encantaba. Me encantaba sentir su hálito, su jadeo, notarle cansado. Pero aunque estaba cansado, su pene no se desempalmaba (le estaba inyectando una dósis constante de viagra) y seguía dentro de mí empalmado a tope. La dosis de viagra que cada poco le administraba la máquina analmente a Jason hacía que su verga no se desempalmara.

Toqué un botón en la consola de mandos que tenía a mi lado sin que Jason se enterara qué pasaba ni para qué servía eso –estas consolas tenían un tablero especial que sólo aceptaban la huella dactilar del dador, por lo que así nunca se podría rebelar el drogado aunque saliese de su estado de letargo, ni pararla, ni usarla en mi contra-. Así él creía que me estaba dominando, y en realidad era yo el que estaba controlándolo todo.

Pulsé el botón y la máquina inyectó una nueva dósis en el ano de Jason que recobró fuerzas y empezó a echarme otro polvo: era lo que yo quería. Un cuarto, un quinto, un sexto… No le dejaba parar. Si no fuera por el efecto de las drogas que una y otra vez le inyectaba la máquina a través de su huevo anal, Jason ya estaría cansado: me había echado seis polvos y se había corrido los 6. Pero yo quería más.

Al séptimo polvo Jason ya no tenía ni semen, era un líquido acuoso. Le había dejado seco. Ya no le inyecté nada más y Jason terminó derrengado encima de mí. Había dejado de administrarle viagra y poco a poco se le fue pasando el efecto. Lo que le seguí inyectando en su ano a través de ma manguera de la máquina fue un sedante, que lo tenía relajado.

-Te has portado -le dije sabiendo que no me oía porque Jason estaba en sueños

Tardó un tiempo en desempalmarse. Jason seguía encima de mí. Me encantaba sentir su peso y su aliento. Estaba abatido. Se creía león y que iba a devorar la gacela, y lo que había terminado es siendo usado.

Lo aparté y lo puse a mi lado. Dejé que la máquina eyaculase semen dentro de él (al fin y al cabo era por lo que Jason había venido al edificio de los dadores / hombres de negro). Me incorporé y una vez hubo fluido dentro de su intestino la dósis de sémen –sémen que venía de las máquinas de ordeño a los muchachos en otras estancias de ‘el complejo’– le quité el controler. Se puede decir que mientras estaba dormido –seguía sedado en un estado semiinconsciente (no sabía nada de lo que estaba haciendo ni le estaba pasando)–, lo desconecté del aparato que le inserté en su ano también sedado, y con el que le había controlado su voluntad todas estas horas de placer.

Volví a colocar a Jason en su camilla del cubículo. Cuando despertase no sabría nada de lo que había pasado.