CAP 49: me inyecto en el pene un vigorizante

Como dador / hombre de negro, tengo a mi disposición inyecciones de pene para que la erección no se me baje nunca y poder follar, follar y seguir follando, uno tras otro, a los 5 muchachos

Ya me había follado a 3 y a pesar de mi entrenamiento me empezaba a agotar, pero quería follarme a dos más, así que tenía a mi alcance inyecciones y supositorios o incluso un dador de nivel 2 que me follase para recobrar yo fuerzas e incluso había una sala secreta donde podía entrar, según me habían explicado, a recargarme automáticamente –no sabía aún cómo–.

Decidí que la mejor opción, o mi primer opción, iba a ser ponerme una dósis inyectable. Cargué la jeringuilla y apreté el émbolo un poco para que saliese líquido y no quedase nada de aire, y me senté y agarré mi pene con la otra mano. Me pinché en mi pene en un lateral, y poco a poco fui introduciendo todo el líquido. La verdad nunca me había puesto una inyección pero me pareció una experiencia excitante. Me iba empalmando de gusto al irme introduciendo aquella droga en mi pene. Fui suavemente presionando el émbolo y veía cómo el contenido de aquella inyección pasaba a mi torrente sanguíneo. Una vez llegó al final, suavemente, saqué la aguja y me puse un dedo tapando donde me había pinchado con un algodoncito empapado en alcohol. Tiré la jeringuilla a un bote del dispensador. Y esperé unos segundos. Enseguida me empezó a hacer efecto aquello que me había inyectado y recobré fuerzas como para follarme media isla. Estaba super empalmado. Así que volví a el corredor o galería donde aguardaban esperando ser follados todos aquellos chavales. Y me fui a donde el chico árabe.

Me encantaban los árabes… porque tenían las pollas más largas que he visto. Sí, los negros tienen fama de tener las más grandes, aunque no os creáis, hay orientales que aunque la tienen fina la tienen larguita.

Este chaval, el árabe, sin duda alguna era un dador. Con esa tranca que tenía entre las piernas seguro que se había follado a media isla. Y seguro que su ojete no estaba muy abierto. Este era un dador nato –recordemos que la isla se dividía en tribus de edad, pero en dos clanes: los dadores, que eran los chicos a los que les gustaba dar por culo, y los recibidores, que eran los pasivos, a los que les gustaba recibir pollas y semen–. Cada clan se creía el mejor. Los dadores se creían los reyes de la isla por follarse todo lo que se meneaba. Pero en realidad los recibidores siempre eran más guapos y a pesar de sus 42 años, como Shanillo (ver episodios anteriores), tenían cara de niños… Y es que decían que el semen era líquido vital, y rejuvenecía. Así que los chicos que chupaban pollas (las mamaban) o eran follados, siempre presentaban una piel más tersa y un aspecto juvenil, y eran más guapos.

Los muchachos de este clan les gustaba ser follados. Es más, eran ansiosos de sémen. Y mamaban, mamaban, mamaban, o ponían su culete… (el sémen se podía recibir vía oral o vía anal.) Siempre había una regla 5:1, es decir, cinco corridas, y necesitabas una dósis de semen (bien anal, bien oral haciéndole a alguien una mamada). La dósis anal entraba en el cuerpo más rápidamente por lo quien había follado o se había corrido cinco veces seguidas necesitaba una dósis anal rápidamente para no perecer.

Normalmente los dadores -había algunos que ejercían de activos y pasivos sin importarles, indistintamente, cambiando sus papeles o incluso con la misma pareja: primero follaban y luego se dejaban ser follados o al revés (esta era la mejor opción o al menos la más equilibrada: intercambios de fluidos/ semen 1:1)–, nunca dejaban pasar cuatro corridas sin recargar semen, porque no les gustaba que les penetrasen analmente. Los dadores se follaban a cuatro y luego mamaban para reponerse. Su ojete era un lugar sagrado e inexpugnable. A algunos nunca les habían follado ni recibido nada analmente (con un dildo o consolador). Este era el caso del árabe que tenía delante. Su largo pene seguramente era ansiado por muchos chicos de la isla. Tenía pinta de follador nato. Pero como habéis leído en episodios anteriores, también había chicos muy avispados que robaban el semen de los penes grandes o de chicos que tenían huevos enormes… por lo que es posible que al muchacho que tenía delante, tras cuatro folladas, alguien le arrebatase la quinta dósis de su líquido vital / semen, y no le quedase otra opción que ir o a los consoladores anales eyaculadores de semen o a donde los señores de negro. Y este era yo.

Bueno, éramos unos cuantos. No sé si muchos porque no nos conocíamos todos –yo sólo conocía a John, el que se dejó encallar por un zorro y por un oso, porque estos exámenes o pruebas para ser dador eran secretos y los hacía la gente uno a uno, de manera individual, sin ver, normalmente a nadie, ni cruzarse con nadie en aquellos meses de ir superando pruebas hasta llegar a este nivel–.

El árabe necesitaba una dósis de semen urgente, y yo estaba allí para dársela. Así que me tumbé encima de él, en la camilla, y con mi pene encabritado por lo que me acababa de inyectar, le fui lubricando, porque la verdad es que no paraba de manar precum. Le pasé mi verga varias veces entre sus nalgas y mi precum inundó la raja de su culo. Culo que tenía pinta de no haber sido nunca follado, y eso me daba mucho morbo. Me excitaba más aún de lo excitado que estaba. Y al de cinco pasadas de mi mástil arriba y abajo entre sus glúteos, lubricado tal y como estaba su apertura anal con mi presemen, le taladré.

-Oohhhhhhhhhhgg !!! Exclamó de dolor. Era el primer pene que entraba en su culo

Lo cual me excitó más y le dí un arreó que le penetré nuevamente con más fuerza y más profundo.

Yo parecía un robot, una máquina, un ser sobrehumano, un superhéroe o un ser extraterrestre. Nunca me había visto con tanta fuerza y tan rápido follándole. Entraba y salía de él dos veces por segundo.

El árabe se agarraba con las dos manos a la camilla para no caerse mientras yo encima le taladraba sin piedad a una velocidad espectacular (qué tendría aquella jeringuilla que me inyecté!!)

Diez minutos más tarde puse al árabe, de rodillas sobre la camilla, con el culo hacia atrás, a lo perrito, y le volví a penetrar en esa posición otros doce minutos más hasta que mis brazos se cansaron de aguantar mi peso (estaba como haciendo flexiones) y caí sobre él eyaculando. Fue mi primera descarga. Pero aún no había terminado (no quería terminar con él).

El árabe tenía el culo dolorido, pero yo seguí con mi pene dentro, y encima de él, con mi peso, no dejándole mover. Esperé unos minutos a recuperarme de mi cansancio físico –pero mi pene seguía dentro de su culo, empalmado, a pesar de que ya le había echado una gran corrida–.

Giré al árabe y le puse recostado en la camilla, pero boca arriba, y me tumbé sobre él para no dejarle levantarse (él se iba a ir tras su primera follada ya tenía su dósis de sémen) y le comí la boca. Bajé por el cuello. Le comí las tetas, el ombligo, y el pene. Él no se lo esperaba pero se dejó hacer. Me metí ese super mástil en mi boca –era el pene más largo que había visto en mi vida– y se lo comí con ansia. Al árabe le gustó y se dejó hacer.

Empleé todas mis tácticas y mis técnicas –empecé con la punta de mi lengua excitándole el glande, la punta del ureter–. Él se corría de gusto. Y cuando quería me metía toda esa tranca hasta lo más profundo de mi garganta.

El árabe, excitado de placer, incluso apretó mi cabeza hacia abajo para que se lo comiese más profundo.

Subía mi cabeza y la bajaba por ese largo mástil, pero sin sacarme su pene de mi boca, subía y bajaba, le excitaba la puntita con mi lengua. El árabe se estaba a punto de correr. Y plof. Se corrió en mi boca y yo me comí todo su semen.

1:1. Estábamos empatados. O igual que al principio. El árabe necesitaba de nuevo su dósis vital de semen porque la acababa de perder en la mamada que le había hecho (ja ja ja ja ja ¡¡qué cabrón soy!! Para eso lo hice).

El árabe estaba de nuevo bajo mi dominio: necesitaba de mi su dosis vital de sémen o sino moriría. Me gustaba ese juego de dominación. Sobre todo dominar a los dadores, esos que no quieren ser follados. Me causaba un placer inimaginable tenerlos bajo mis garras.

Rechupeteé su pene hasta dejárselo bien limpio, sin rastro de semen. Y a la par dejé pasar minutos (a medida de los cuáles Omar se iba debilitando). El árabe necesitaba urgentemente una dósis de semen anal… o moriría. Y yo se la iba a dar.

Le puse al borde de la camilla, dejando su espalda apoyada y sus piernas las puse en mis hombros. Yo estaba de pie al borde de la camilla. Ahora Omar tenía totalmente expuesto su culo para mí, y a la altura de mi pene, que seguía enhiesto. Me recliné sobre él y lo penetré y pude ver la cara de dolor de Omar y una lagrimita. En aquella posición lo había penetrado más profundamente que antes por detrás o a lo perrito.

–Te gusta follar eh –le grité

–Pues ahora vas a ser follado

–Vas a saber lo que es una buena verga taladrándote el culete

Zas, zasss, zasss, zas…

Empecé a darle unas fuertes embestidas, un rápido mete y saca, flexionándole las piernas, a Omar, hacia atrás, hacia su cabeza, que miraba al techo, acostado boca arriba como una tortuga que se ha dado la vuelta y no se puede mover, indefensa a que la coman las gaviotas.

Cuanto más atrás le ponía sus piernas, más profundidad podía alcanzar yo con mi pene, y más le dolía a Omar.

–Cabronnn, hoy te vas a acordar de todos esos chicos a los que has follado con tu gran pene, sin compasión. Vas a saber lo que es bueno, Vas a saber lo que se siente al ser follado –le decía mientras seguía arreándole con mas y más fuerza.

-Seguro que alguno de los chicos que te has follado, te ha suplicado, y tú te reías de él. Pues hoy tú me vas a tener que suplicar y me voy a reír yo.

–Ayyy, por favor!

–No, no te oigo

–Por favor señor

–jajaja

¿Cuantos de los chavales que te follaste te suplicaron y tú no les hiciste caso?

–Muchos, señor…. Por favooorrr.. me parteeee

Yo seguía follándole con más y más fuerza y más profundamente

–¿Te vas a portar mejor a partir de ahora con los chicos a los que te folles?

Omar ya lloraba: –sí, sí señor

Pero yo no paraba de penetrarle con furor sin hacer caso a nada de lo que me decía

De hecho le daba más y más rápido

El pene de Omar parecía una piltrafilla desinchado sobre su barriga

Pasaron 13 minutos de primero súplicas, luego lágrimas, luego ya silencio, mientras yo, ajeno a todo, me lo follaba como una máquina, le taladraba el ojete… hasta que en un definitivo arreón, yo casi exhausto, le puse las piernas a Omar atrás atrás sobre su cabeza, y le clavé en lo más hondo que le habían clavado nada en sus intestinos, mi pene, y descargué 7 trallazos de lefa que inundaron sus intestinos.

Nadie decía nada.

Su cuerpo fue absorbiendo mi semen.

Dos minutos después me largué, dejando allí a Omar, recién follado, por primera vez en su vida.

(Capítulo ante último de la saga)