Cap 12. PRISIONER

En la Isla todo iba bien si eras sumiso, pero si te rebelabas eras llevado al centro de reeducación que estaba en los subterráneos... y John había sido muy malo

En la Isla todo iba bien si eras sumiso, pero si te rebelabas eras llevado al centro de reeducación que estaba en los subterráneos de ‘El Complejo’. John había sido un chico muy malo. No acataba el orden establecido, así que fue detenido por dos agentes y trasladado al centro de reeducación. Una vez allí le metieron en un vestuario de azulejos donde le despojaron de su pantalón que le desgarraron, dejándole desnudo. Los guardias le agarraron uno de cada brazo y le llevaron a una sala contigua, una especie de celda, donde había una especie de potro de tortura.

–Soltaaddmeeee! Cabrones! –gritó John

Pero los guardias no le hicieron caso a sus gritos. Ni se inmutaron.

Colocaron a John a lo perrito. John estaba de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo, la espalda al cielo, y el culo expuesto.

Los guardias le ataron con unas cinchas a la especie de potro de tortura contra el que apoyaba su pecho exponiendo su culo. Una vez le ataron por la cintura y por debajo de los hombros, John ya no se podía mover. Aún así le ataron los brazos a ambos reposabrazos, y luego le procedieron a atar las piernas por detrás de las rodillas y por los tobillos. John estaba completamente inmovilizado. La camilla le dejaba con el culo expuesto a lo perro. Los brazos atados y el pecho contra la camilla. Tom no podía ver nada de lo que le iban a hacer sus agresores lo cual le empezó a aterrar.

Un guardia cogió una varilla de bambú y se la pasó a John por delante de los ojos para intimidarle.

–¿No has querido meterte el dildo cuando te lo han ordenado? 10 latigazos.

–zas. uno

-zaass. dos.

John cerró los ojos

Zaasssss. Tres

Zaaassss. Cuatro.

–Zassssss. Cinco

John hacía gestos de daño.

El guardia cogió más impulso y le arreó con todas sus fuerzas

–Zaaaaaaaasss. Seis.

A john se le escapó una lagrimita, pero aún no escarmentaba y el guardia quiso que se doblegara así que se empleó con más fuerza y giró la vara a lo alto para coger más velocidad y fuerza y le arreó un varazo que la marca quedó roja en el curo de John

–Zaaaaaaaaaaaaaaaas. ¡Siete!!

–Diossssss -gritó John. Pare por favor. Ya he aprendido. No lo volveré a hacer.

El guardia quedó satisfecho con la súplica de John.

–Ya veo que has aprendido, pero aún te quedan tres, y te los tengo que dar, para concluir tu castigo.

–Zassss ocho. Zas nueve. Zas diez.

John lloraba con el culo rojo.

Los guardias se pusieron a ambos lados y empezaron a soltarle las cinchas que le ataban a la camilla-potro de tortura.

Una vez John estuvo liberado le dieron tiempo a que se pusiera de pie.

Una vez se reincorporó le llevaron a la habitación contigua donde había un dildo de 21 centímetros como el que había rechazado meterse antes del castigo.

–Bueno, veamos si has aprendido o no la lección. -dijo uno de los guardias.

–Ahí lo tienes: uno similar al que te has negado. Ya sabes lo que tienes que hacer. Ponte sobre él, en cuclillas, y métetelo.

John lo hizo sin rechistar. Puso un pie a cada lado del dildo y poco a poco se lo metió hasta su interior, hasta que con el culo dolorido sus nalgas tocaron el suelo. Pero no se quejó, no dio la más mínima muestra de queja. Sabía lo que le esperaba si lo hacía.

_Muy bien chico. Vemos que ya has aprendido. Vamos a soltarte