Cap 11. YA ERES MÍO
Parte 5 (de 5) Final del relato de dominación gay. Andy consigue su perverso plan de someter a Tommy y hacerlo esclavo
YA ERES MIO (es la quinta y última parte de un relato de dominación gay)
(para comprender o seguir toda la historia, lean las 4 anteriores)
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Tommy se había desmayado mientras Andy se había corrido. El peso de Andy sobre el lo había inmovilizado. La penetración profunda y el dolor habían extenuado a Tommy, que perdió durante unos minutos la consciencia. Minutos durante los cuáles el semen de Andy, en el interior de su ano, hizo efecto con la cuarta dosis de gel, que fue penetrando por los vellos intestinales en su torrente sanguíneo. Andy se salió del culo de su amigo casi esclavo.
Andy aprovechó el estado inconsciente de su amigo-compañero de sexo para atarle las manos y pies a una camilla con ruedas, donde le había colocado sin que nadie los viera, metiéndolo en una habitación a la que sólo él tendría acceso.
Tommy yacía boca arriba con las manos atadas y los pies atados hacia sus hombros: una postura que exponía y dejaba su culo al aire, totalmente indefenso, al borde de la camilla. Aprovechando esa postura que dejaba completamente vulnerable a Tommy, le puso en el ojete la boquilla del tubo del gel lubricante y apretó. El gel empezó a fluir fuera del frasco llenando el ano expuesto de Tommy, que aún permanecía desmayado.
Cuando Tommy recobró el conocimiento seguía yaciendo tumbado boca arriba en lo que parecía ser una cama. No sabía en donde se encontraban pero no en el exterior, donde habían follado, porque ya no veía el cielo azul despejado sino un techo de gris hormigón. Estaban en una estancia interna. No sabía donde se encontraba, y eso le puso un poco nervioso. Más aún cuando empezó a recordar lo que había pasado en su cuarta penetración de Andy, que lo había vejado y humillado.
Cuando Tommy quiso moverse para salir de allí y escapar se dio cuenta que no podía. Tenía sus manos esposadas a ambos lados de la camilla, y sus piernas también permanecían atadas, hacia atrás, hacia los hombros, exponiendo todo su culo a Andy. Estaba en una postura inmovilizado, que lo dejaba completamente vulnerable. Miró al techo y a las paredes: eran de hormigón. Parecía una celda. ¿Estaría en una mazmorra?
–Mira la princesita, la bella durmiente ya ha despertado –dijo Andy con sorna.
Tommy no respondió, desnudo como estaba, con el culo expuesto, su pene arrugado como de terror, y Andy sujetándole, encima de él, sólo podía mirar la cara de su anterior amigo y ahora violador.
–Te he impregnado con una droga todos estos días –le empezó a explicar Andy.–Una droga que te convertirá en mi esclavo. Sólo me queda inyectarte una dosis y pasarás a ser mío, mi esclavo.
Los ojos de Tommy eran una expresión de rabia e impotencia. No sabía qué decir. Se mostraban llorosos.
Nunca se había sentido tan vulnerable.
–No te preocupes. No hay nada malo en ser un perro mío. No hay nada malo en ser mi esclavo. De hecho mi pene te gusta mucho. Y es lo que tendrás, en tu ano, cuando yo quiera. De ahora en adelante, vas a ser un agujero en donde depositar mi semen. No te enterarás. Además tú lo desearás. Ahora no lo deseas porque no sabes muy bien qué quieres. No tienes las ideas claras. Pero no te preocupes. Ya pienso yo por tí. ¿Recuerdas aquel día que te describiste y te llamaste zorra y puta? Pues voy a dar rienda suelta a tus fantasías sexuales más sórdidas, esas que no sabes que tienes. Dejaré tu mente libre para que des rienda suelta a todos esos deseos de placer que hasta ahora te has callado, zorrita mía.
Andy, de pie, con su pene tieso se acercó al culo de Tommy.
–¿Alguna última cosa que decir antes de pasar a ser un trapo y no te acuerdes de nada? Porque en unos instantes, con la quinta dosis, pasarás a ser una piltrafa sin cerebro.
–No, Andy, por favor. No sigas, te lo suplico. Haré lo que quieras.
–Claro que sí, que vas a hacer lo que quiera.
–No, eso no. No. Por favor. No se lo diré a nadie. Déjame ir.
–Pues nada, si no tienes nada más que añadir ¡¡buen viaje! –dijo Andy traspasando con su glande el culo lubricado del joven deportista atado.
Tommy puso los ojos de terror cuando notó que Andy lo penetraba. Tenía las piernas dobladas por las rodillas y amarradas, al igual que sus manos. Su culo quedaba completamente a disposición de su amo que de pie, frente a él, lo empezaba a penetrar mirando frente a frente, sus caras, sus gestos, sus muecas, mientras estaba siendo perforado.
Andy puso sus manos sobre la parte anterior de los muslos de Tommy cuyo pene empezó a manar precum en su ombligo mientras Andy lo penetraba.
–¿Ves? Putaaaa… ¡¡Te excita!! No sabes lo que quieres, por eso no mereces vivir como un hombre. A partir de ahora vas a vivir como un perro…. mi perro… mi puto esclavo.
Fueron las últimas palabras que Tommy recordó. Andy lo penetró con más y más fuerza durante unos minutos que se le hicieron eternos. Luego se corrió en su ano depositando la quinta dosis de su semen, que con la quinta dosis de crema lubricante que había vertido dentro de su ano cuando Tommy estaba desmayado, se descompuso en la sustancia que absorbida por sus paredes intestinales empezó a ir a su torrente sanguíneo. Tommy notaba algo raro. Los efectos se habían ido acumulando en cada dosis haciéndole sentir más, luego más dependiente, luego desinhibiéndole y sacando de su interior sus más ocultos deseos y más bajas pasiones que compartió con Andy en su tercera penetración: no iba a tener secretos para su amo.
A medida que su intestino iba absorbiendo el preparado de semen y gel esta quinta dosis Tommy, incapaz de hablar y pensando lo que le acababa de gritar Andy fue notando que perdía su voluntad, y cómo se le nubló la memoria. En unos segundos culminó el proceso.
Los ojos de Tommy dejaron de brillar. Había pasado a ser un esclavo.
FIN