Candy Candente 02. El desvirgue de Víctor

una salida a la disco de moda y un desvirgue planificado. piropos mal sanos, metidas de manos, besos de lengua, calentura, penetraciones, novatos mas que expertos, semen y flujos vaginales en una cama ajena son algunos ingredientes de esta historia que les narro a continuación. besitos

Candy Candente. Episodio 2. El desvirgue de Víctor

10:34 am. Apartamento #6

¡Ha! ¡Ha! ¡Ha!. Me encontraba jadeando ricamente en el mueble de la sala, empalada otra vez por la gruesa verga de Rafis, mi primo. Ya les había contado de mi primo Rafis ¿cierto?. De sus problemas con la justicia y sus seis meses viviendo en el apartamento de Caracas conmigo y mi madre. Pues bien. Aquí estoy una vez más poniéndole el hombro (o el chocho, depende de por donde se vea), tratando de convencerlo de que no es un mediocre y mucho menos un mala cama. Y aunque no soy psicóloga (ni pretendo serlo), estoy segura de que con mi ayuda dejará de sentirse por el piso.

Me encontraba en esas de subirle la autoestima a Rafis (y la pinga) cuando sonó el teléfono. Esta vez tuve la certeza de colocarlo cerca. Por lo que pude coger el auricular sin desmontar la vergota de mi primo.

  • ¡Hello! – contesto sin dejar de cabalgar.

  • Hola amorcito – Víctor, mi noviecito legal es quien llama.

  • Hola papi ¿Cómo estás? - pregunto mientras Rafis me sujeta por la cintura y desde abajo me taladra el coño. Yupi!

Mi virginal novio Víctor llamaba para invitarme a una disco de moda, iríamos en parejas, él y yo por supuesto, y nuestro amigo Beto con su nuevo culito (como él la llamaba) Alondra. Con timidez me dejó entrever que tal vez esta era la oportunidad de que por fin hiciéramos el amor. Hmmm, el solo hecho de pensar en quitarle el virgo aumentó la excitación que ya tenía. Sentí como un oleaje de líquido explotaba en mi interior. Pensé por un momento que era mi primo acabando, pero no, era mi cuerpo candente e hirviente expresando su cachondez. Rafis percibió aquello y aceleró las penetraciones, duras, fuertes, profundas. Un inevitables gemido se escapó de mi garganta.

  • ¿Aló? ¿Aló? – decía Víctor - ¿sigues allí? ¿Estás bien?

  • Hmmm, sigo aquí papi (empalada) – respondí disimulando el calor – y estoy muuuuyyy bien.

Acepté la invitación, me despedí con un besito, tranqué la llamada, suspiré, tomé el control de la situación. Me apoyé con mis manos en el respaldar del mueble justo sobre la cabeza de Rafis, de manera que mis senos quedaban sobre su cara, y con la habilidad que me caracteriza empecé a maraquearlo de lo lindo. Mis caderas se movían circular, adelante y a atrás, arriba y abajo. ¡Fuck! ¡Fuck! ¡Ràpido! ¡Más rápido!. Mi primo entre sorprendido y agradecido, no pudo aguantar un segundo más. Me apretó las nalgotas con sus manos y subió sus caderas de golpe, enterrándome por completo su dura estaca, y dejando salir la anhelada leche. Mientras él se descargaba yo no desistí ni un instante la búsqueda de mi orgasmo. Cuarenta, cincuenta, sesenta martillazos más de mi chocho contra ese clavo de carne. Mi cuerpo se retorció al alcanzar el agradable y satisfactorio éxtasis.

Aquel prometía ser un gran día. Había arrancado con el pie derecho, acentuando mi característica de buena samaritana al ayudar a mi primito con sus problemas existenciales (y sexuales). Además compartiría con amigos en una disco haciendo que pasen un agradable rato, y muy probablemente ayudaría a mi amado novio a perder su virginidad. Definitivamente tengo el cielo ganado.

4:22 pm. Centro Comercial Metro Capitolio.

¡Taca!¡Taca!¡Taca!. Así sonaban mis tacones por los pasillos del Centro Comercial. Iba ya de salida luego de pasar por la peluquería a retocarme los moños de Candy Candy, hacerme las uñas y lo más importante, haber comprado una sugerente ropita íntima roja transparentosa para el desvirgue de Víctor. Y aunque me había esforzado por vestir modosita (como siempre) para no llamar la atención, los piropos atrevidos y miradas lascivas estaban a la orden del día. Zorrota, mamasota, hembrón, culo rico, hija de Satanás, putón; fueron algunas de las linduras que escuché (nada nuevo por cierto). Al parecer mis viejos jeans largos y desteñidos resultaban provocativos para los machos del lugar. ¿Tendría que ver con las roturas que se habían abierto milímetros por debajo de mi pompis? ¿O quizás por la camisetita blanca que destacaba mi pechonalidad y remarcaba mis pezones? Es que con estos apuros de ponerme bonita hasta olvidé colocarme el brassier. Qué cosas ¿no?.

8:15 pm. Habitación de Candy.

Ya estaba lista para mis buenas acciones de la noche. Me había calzado una diminuta pantaletita roja, un trocito de tela que apenas me cubría mi recién depilado coño. Nada de brassier (esta vez adrede), ya que se vería horrible con el vestido "segunda piel" que cubría a medias mi cuerpecito. La tela era también roja y partía desde la mitad de los senos hasta el término de los glúteos, dejándome bien escotada y con las piernas al aire libre. En una pequeña cartera guardé la pintura de labios, el cel y el babydoll también rojo. ¿Por qué tanto rojo? Porque ese es el calor que se asocia al fuego, y eso era lo que quería darle a mi novio, fuego, fuego, me sentía candente, hmmm.

Me estaba excitando yo solita en la habitación cuando recibí un mensaje de texto de Víctor, me estaban esperando abajo frente al edificio. Me coloqué una chaquetita negra (lo único de otro color), monté sobre mis taconazos de ocho centímetros y salí del apartamento pensando en el desvirgue. ¡Yupi!

1:02 am. Discoteca de moda.

Ya había olvidado la cantidad de tiempo que teníamos en el local, así como también la cantidad de tragos que había ingerido. Procuraba no embriagarme demasiado, pero tampoco quería incomodar a mis amigos y ser lo que llaman "rompe grupo", mi naturaleza amistosa y de compañerismo me obligó a beber al mismo ritmo vikingo de mis compañeros de rumba. Así que debo confesar que me sentía borrachita y candente en la pista de baile con todas esas luces, música tecno estridente, gentes moviéndose y sudando a mi alrededor, y las manos de Beto puestas en mi trasero. Si, las manos de Beto, ¿me salté alguna parte importante de la historia? Ya les cuento.

Para resumir rápidamente. Nos movilizamos en el auto de Víctor. Él conducía y yo lo acompañaba de copiloto, Beto y Alondra iban sentados atrás y se besaban y metían mano disimuladamente. Aunque debo recalcar que el Beto me miraba el escote cada vez que tenía oportunidad, en ocasiones con cierto descaro, cosa a la que Alondra parecía no importarle, Víctor no lo notaba, estaba nervioso, quizás por la proximidad de su desvirgue, hmmm.

Desde que llegamos nos instalamos en principio en una mesa y pedimos un servicio de whisky y cocteles. De allí en adelante todo fue curda y curda, cigarros, baile, roces y calor, mucho calor. Demás está decir que tuve que soportar cantidad de piropos e insinuaciones de casi todos los tipos del local (y de algunas chicas también).

Pasaron cantidad de situaciones intrascendentes (creo), como recibir tragos gratis en la barra, servilletas con números de teléfonos escritos, una que otra tocada de culo en la pista de baile, y hasta tuve que ayudar a un tipo a orinar en un rincón de la parte trasera de la disco (esto último se que les suena interesante pero esa es otra historia que no viene al caso).

Lo cierto es que en algún momento Víctor estaba demasiado borracho para seguir activo en la juerga, por lo que me pidió descansar un rato. Alondra estaba envuelta en una conversación al parecer muy interesante con otras chicas, muy atractivas por cierto. Vista la situación, Beto me invitó a bailar, con la excusa de no aburrirse y sudar un poco todo el alcohol. Acepté encantada, así cumpliría bien mi rol de buena y divertida amiga y le daría minutos de reposo a mi agotado novio, a veces me sorprendo de lo buena y amable que puedo llegar a ser. Puntito para mí.

Bailamos largo rato varias piezas de música electrónica. Cuando el ritmo descendía un poco Beto aprovechaba para hablarme al oído. Me enteré que la relación con Alondra iba bastante bien, pero que él, al igual que Víctor, tenía nula experiencia sexual y temía decepcionarla. ¿Qué les parece? En pleno siglo 21 y todavía tantos chicos de veinte años vírgenes por ahí. Comprendía perfectamente su complicada situación. Entendiendo toda esa excitación acumulada que debía tener, lo dejaba tocarme un poco, recostar su cuerpo, sobar mis nalgas con sus manos y rozarme con su bulto; de esa manera el pobrecillo debía estar dejando salir un poco de aquella sexualidad reprimida. Otro puntito para mí.

2:23 am.

El automóvil se movía por las avenidas rumbo a la casa de Víctor. Mi novio estaba demasiado ebrio para conducir, por lo tanto Beto era quien conducía. Yo también estaba bastante mareada y excitada, esto por tanto toqueteo no sólo con Beto, sino con uno que otro aprovechado en el local, vamos, que no soy de piedra. Sin embargo como siempre, mi fidelidad y buena educación me permitieron mantener guardada toda esa lujuria para mi amado Víctor. Por el retrovisor Beto no perdía ocasión de bucearme. Su condición virginal me inducía a sentir cierta lástima por él, así que le permitía verme. Otro puntito, yeah.

2:49 am. Quinta de la Familia Baldino

Dejamos el auto en el estacionamiento y entramos a la casota de tres niveles de la familia Baldino. Entre Beto y yo ayudamos a Víctor a buscar las llaves y a que caminara en el interior de la casa sin tropezarse e intentando no hacer mucho ruido. Solo en ese momento me di cuenta que Alondra no estaba con nosotros. ¿tan mareada andaba yo que no lo había notado? Beto me explicó que ella decidió seguir la fiesta por otro lado con unas amigas que se consiguió en la disco. Más lástima aún me dio el pobre Beto. Sin embargo, yo aún no desistía de desvirgar a Víctor.

Entre ambos lo subimos al primer piso y una vez en su habitación lo acostamos en la cama. Él parecía estar medio dormido y medio despierto, vaya borrachera. Cuando le estábamos quitando los zapatos entró mi suegro a la habitación. El Dr. Baldino es un hombre de cuarenta y nueve años, alto, blanco, con anteojos y totalmente calvo. Pude notar su molestia por el estado etílico de su hijo, molestia que pareció disiparse un poco cuando me vio. Y es que él siempre me ha tenido mucho afecto, me quiere como a una hija, tanto así que a veces me ha dado consejos sentándome en sus rodillas como si fuese su pequeña, más lindo.

El doc (así lo llamo de cariño) nos dijo que él se ocuparía de Víctor. Nos pidió que nos retiráramos. Yo dormiría en el cuarto de invitados que estaba en ese mismo pasillo con el resto de las habitaciones. Beto dormiría en la habitación con mi novio en una colcha inflable que allí había. Era lógico que esta familia de buenas costumbres no vería bien que Víctor y yo durmiéramos juntos en la misma habitación. Una lástima porque veía como se esfumaba mi oportunidad de hacerle el amor por vez primera a mi noviecito. ¡Bah!

3:10 am. Habitación de invitados.

Ya me había sacado el vestido rojo y desmontado los tacones. La chaqueta negra no la vi por ningún lado ¿la dejaría en el auto? ¿en la disco? ¡rayos! No es primera vez que llego a mi destino habiendo perdido alguna prenda, es algo que me ocurre con cierta frecuencia (sobre todo con las pantaletas). De puro cachondeo me quité la pantaleta y me puse el babydoll. Me miraba al espejo. Lucía realmente candente.

Me lancé en la cama a revisar los mensajes de voz y texto en el celular. Tenía bastantes recados de algunos chicos que había conocido en la disco. Todos iban más o menos de lo mismo: que buena estas, eres una diablota, quisiera sorberte la totona, ¿Cuándo nos vemos?, etc. Incluso uno de ellos me envió una foto de su pene erecto ¡vaya pedazote!. Que ingenuidad la de esos chicos, pero si esos los hacía felices, para mí es todo un agrado contribuir a su felicidad. Puntito.

Estaba a punto de echarme dedito en el chocho mientras miraba la foto del pene cuando me llegó un nuevo mensaje de texto. ¡Sorpresa! Era el número de Víctor. Iniciamos un chat entre celulares:

Victor: hola mami. Stas dormida?

Candy: no papi. Stoy dspierta para ti

Victor: q bueno. Kiero hacer el amor hoy como planeamos

Candy: esta bien papi. Como hacemos?

Victor: no debemos hacer ruido ni despertar a mi padre. Beto sta durmiendo aki. Yo ire a tu habitación. Sperame en silencio y no enciendas las luces.

Candy: ok papi. T espero. T amo

Victor: y yo a ti.

Qué felicidad. No podía arruinar esta oportunidad. Apagué la lucecita de la lamparita de la mesa, puse el celular en vibración, cerré la ventana y deje la puerta levemente entreabierta, para que diera la impresión de estar cerrada. Me acosté en la cama de lado y me arrope con la cobija. Estaba excitadísima. Y aunque aún me sentía ebria ya estaba lista para una noche de amor.

Pasó largo rato. Tanto que comenzó a darme sueño. Pensé en escribirle al cel pero me asustaba la idea de que el ringtone despertara a su padre. Suponía que lo había puesto también en vibración pero ¿Cómo estar segura?. Seguí esperando hasta que el sueño comenzó a invadirme. Cuando ya sentía que me dormía escuché el ruido de la puerta abriéndose. Miré la silueta de Víctor entrar y cerrar la puerta con cuidado tras sí.

Yo estaba acostada de lado y con la cobija cubriéndome toda. Noté como el olor de su perfume invadía la habitación, esto disparó más aún mi cachondez. Entre las sombras pude ver como se quitaba la ropa interior. Me pareció ver una sombra gruesa y larga entre sus piernas. Vaya premio si mi novio tenía una gran estaca. Él rodeo la cama y se acostó a mi lado, a mis espaldas, metiéndose también bajo la cobija.

Yo no me moví y me hacía la dormida. Víctor acercó su cuerpo al mío y reposó su pene contra mi pompis. Pude sentir una potente erección, era grande y grueso, no el mas grande que me haya comido pero estaba bastante bien. Con su mano sujetó mi cadera y se movió más cerca, rozando todo su cuerpo con el mío y restregando su miembro más y más, tanto que lo dejó atrapado entre mis nalgas, como si fuera una salchicha en un hot dog, ¡rico!

Yo me negaba a moverme, era él quien se movía lentamente, masturbándose con mi culo. Lo sentía transpirar y su sudor comenzaba a ser parte de mi también. Con lentitud su mano abandonó mi cadera, pude sentir como se agarraba el pene y lo colocaba ahora entre mis piernas. La masturbación sería ahora con mi ya húmedo chocho.

¡Ufff! Ya no pude aguantarme más. Mi cuerpo se unió a sus cachondos movimientos de avance y retroceso. Aquella gruesa vara resbalaba a placer entre mis labios vaginales, enchumbándose. Mientras tanto su mano se apoderó de uno de mis senos y los magreaba. Su lengua recorría mi nuca y parte de la espalda. Tan excitada me había puesta que se me escapó un gemidito. Enseguida Víctor se detuvo y dijo "shhh" bien bajito. Casi había olvidado que no podíamos hacer ruido. ¡Bah!

Víctor reinició los movimientos, pero yo ya estaba suficientemente mojada, ebria y cachonda, quería desvirgarlo YA!. Rápidamente me zafé de su abrazo y me acurruqué toda abajo, totalmente cubierta por la cobija. Hice que él quedara acostado boca arriba y arropado hasta el pecho. De esta manera, y sin que pudiera verme, me apoderé de su miembro y me lo metí en la boca.

Hmmm! Definitivamente estaba de suerte. Constaté que era un buen pedazo de carne. Un poco de mayor tamaño de la media de los penes que había engullido, y de un grosor más que aceptable. Traté de contener un poco mis ansias, así que comencé a chuparlo con delicadeza. Lo recorría de arriba abajo con mis labios, le lamía las venas y le besaba el capullo. Con una de mis manos le acariciaba las bolas que estaban hinchadas y depiladas. Estuve bastante rato dándole placer oral, sentía como respiraba entrecortado y hacia lo posible por no gemir. Yo tenía el coño inundado y no podía esperar más, quería ese guevo dentro de mí.

Cerré los ojos y fui ascendiendo su cuerpo poco a poco. Lamiendo su abdomen, sus costillas, sus tetillas, hasta llegar casi al cuello. En ese momento me senté sobre él, replegando la cobija hacia atrás. Sin abrir los ojos, mis rodillas quedaron a cada lado de su desnudo cuerpo, y mi mano experta sujetó la base del pene y lo colocó en la entrada hirviente. Víctor me tomó por las caderas y me obligó a descender sobre su miembro muy lentamente. Yo no deseaba hacerlo con rudeza, así que descendí lo más lento y suave que pude, hasta tener toda la verga en mi interior. Di un largo y silencioso suspiro de satisfacción.

Finalmente estaba quitándole el virgo a mi novio. Le estaba haciendo el mayor de los favores. Oh sí, que buena estaba siendo. Quería entonces ver su rostro, su cara de gozo, quería besarlo y comerle la lengua. Me apoyé con mis manos en mis hombros y me incliné hasta rozar sus tetillas con mis pezones. Cuando abrí los ojos…. ¡sorpresa! El rostro de Beto apareció delante de mí.

Me sobresalté tanto que casi grito, a no ser porque Beto rápidamente me tapó la boca con la suya, dándome un morboso beso de lengua. Yo intenté separarme, pero el desgraciado se abrazó fuertemente, rodeándome la cintura con ambos brazos, evitando que me quitara y manteniendo el pene metido a fondo. Yo seguía intentando quitarme, en vano, su fuerza era mayor y me vencía, y lejos de poder escapar, mis movimientos parecían darle placer.

Entre el forcejeo rodamos de tal modo que ahora quedó el sobre mí. Con sus manos me sujetaba por las muñecas y con su cuerpo me aplastaba por completo, mis piernas quedaron echadas a cada lado y su pene no retrocedía ni un centímetro.

  • shhh – dijo Beto con voz baja, separando su boca de la mía – mantente en silencio preciosa.

  • ¿Pero qué haces bastardo? – dije cuchicheando pero sin poder ocultar mi molestia.

  • ¿Qué parece que estoy haciendo? – preguntó.

  • Me estas cogiendo engañada desgraciado – contesté furiosa.

  • No Candy, no es eso – respondió el, con algo de tímidez – lo que estoy haciendo es perder la virginidad.

En ese momento recordé que Beto me había comentado que también era virgen. Me tomé un minuto para pensar. La situación de Beto era la misma que la del pobre de Víctor, virgen a los veinte años y con todo ese queso acumulado. De pronto mi molestia comenzó a desaparecer, la Candy egoísta y ofendida le dio paso a la Candy comprensiva y amistosa, la Candy amiga, la Candy de siempre. Tal vez la timidez de Beto lo había llevado a caer en esa pequeña jugarreta de críos, en su desesperación por perder la virginidad. Pobrecillo.

Mientras yo me encontraba sumida en mis cavilaciones, me di de cuenta que el pene estaba en movimiento, entraba y salía de mi chocho. Sin esforzarme por evitar aquellas penetraciones conversé con Beto. Lo escuché y lo comprendí. Víctor había quedado rendido por el alcohol y esta era su única oportunidad. Además, tuvo un razonamiento que me terminó de convencer. Perdiendo el virgo conmigo él podría tomar algo de experiencia para cuando le tocara tener relaciones con Alondra, y a la vez yo podía practicar tener sexo con un primerizo para cuando me tocara hacerlo con Víctor. Viéndolo de esa manera todos ganábamos.

Además, debo confesar que pasado el mal momento, aquel guevo que tenía entre las piernas había comenzado a calentarme nuevamente. El chocho me hervía y el cuerpo me estaba pidiendo placer.

  • Entonces… - dijo Beto - ¿estamos bien?

Mi respuesta fue un profundo y morboso beso. Con lujuria le ensalivé todo el rostro, mi lengua recorrió su cara de oreja a oreja. Beto se sonrió al ver mi reacción, noté su alegría en el pene que pareció tensarse y crecer un poco más dentro de mí. Abracé sus caderas con mis piernas y me uní a sus movimientos de avance y retroceso. Mi ahora amante se afincó un poco más, y sin soltar mis muñecas me penetraba con fuerza.

  • ¿Así voy bien? – preguntó, haciendo notar su inexperiencia.

  • Si, si, sigue así – respondí mientras arqueaba un poco las caderas, facilitando la penetración.

Así estuvimos un buen rato. Hasta que decidí tomar el mando totalmente. Debía hacerlo, yo era la maestra y Beto el alumno. Lo hice rodar, quedando el abajo y yo arriba, como estuvimos al comienzo. Con habilidad me saqué el babydoll. Tomé sus manos y las puse en mis tetas, para que las manoseara mientras yo lo cabalgaba. Yo me movía como una fiera sobre su sabroso guevo, disfrutando un montón. En algún momento Beto soltó mis senos y se apoderó con sus manos de mi culo. Sus dedos fuertes y masculinos atraparon ambas nalgas. Comenzó entonces a bombear hacia arriba y controlando él la cogida.

  • ¿Te gusta? – preguntó.

  • Si papi. Lo estas haciendo muuuy bieeen – respondí evidentemente toda excitada, estaba gozando un montón.

Después de un rato así, Beto me abrazó y sin sacarlo, nos hizo rodar para quedar él arriba nuevamente, solo que esta vez se alzó, y con sus manos me tomó por los tobillos, levantándolos y uniéndolos, dejando las piernas totalmente estiradas hacia arriba y los pies a la altura de su cabeza. En esta posición comenzó a metrallar con un fuerte movimiento de caderas. Mi coño y yo lo recibimos gustoso. Me estaba dando un placer animal, y me mordía el labio inferior para no gritar.

Cuando se cansó de tenerme así, tiró mis piernas a un lado, y antes de que yo pudiese hacer nada me tomó y me puso en cuatro. Sus manos se apoderaron de mi cintura y su espada se clavó sin compasión nuevamente. En la posición de perrito podía sentir como la vara de carne de Beto me llenaba toda. Con su fuerza me obligaba a moverme adelanta y atrás. Sus bolas rebotaban contra mi vagina y mis nalgas contra su abdomen. Que rico como me estaba penetrando. Me daba durísimo y rápido. Con su mano izquierda empujó mi espalda, haciendo que tocara la cama con mi rostro. Con su mano derecha me apretaba la nalga. De pronto aceleraba y me daba sonoras nalgadas. En mi desvarío de placer recordé que no debíamos hacer ruid. ¿qué tal si mi suegro o Víctor nos conseguían en aquella situación? No creo que la excusa del desvirgue hubiese servido de mucho.

Intentaba decirle aquello cuando con sus brazos me manipuló con agilidad, dejándonos en la posición del helicóptero. Con nuestras piernas totalmente estiradas y cruzadas dibujamos una cruz perfecta. Beto me taladraba desde arriba y yo no tenía que hacer nada, me dejaba coger divino por este ¿inexperto pene?

Justamente estaba pensando que lo hacía todo muy bien para tener cero experiencia cuando ¡Plas plas! Dos nalgadas y ya me había cambiado de posición otra vez. Yo abajo y boca arriba y el encima. Esta vez se echó las piernas arriba, una a cada lado de su cabeza. El se apoyó con sus brazos como si fueran dos columnas, y con su cuerpo totalmente estirado me embestía como una máquina bien aceitada. Su lengua en mi boca me evitaba hablar y… pensar.

El coño me palpitaba de placer, cuando sentía que estaba a punto de venirme ¡Plas plas! Dos nuevas nalgadas. Ahora me puso boca abajo con el cuerpo totalmente estirado y atrapado entre el suyo y la cama. Con una mano se apoyaba en mi espalda y con la otra me aprisionaba la cabeza contra la almohada. Yo aprovechaba de morder la tela para no gritar. Fue en ese momento que me atacó el orgasmo. Mi cuerpo temblaba, mis piernas se bamboleaban descontroladas y un par de lágrimas recorrieron mis mejillas. Sin embargo las veloces y profundas penetraciones cesaron.

¡Plas plas! No había terminado de disfrutar mi orgasmo cuando Beto se salió de mi cuerpo y me puso boca arriba. Sin darme tiempo a respirar metió su vergota entre mis labios hasta el fondo. Con su mano surda atrapó mi cabeza, inmovilizándola, con la otra mano me masturbaba el clítorix. Su diestra se empapó de mis jugos. Terminé de llegar al éxtasis con mi cosita entre sus dedos y su paloma en la garganta. Beto sudaba como una bestia y me cogía la boca brutalmente. Ni siquiera lo sacó cuando acabó. Derramó los primeros chorros de esperma dentro de mi boca. Enseguida lo sacó para terminar de esparcir su semen en mi cara y senos.

Con total dominio de la situación se volvió a subir a mi cuerpo y volvió a penetrar mi coño. Unos últimos golpetazos, unos últimos tacos de leche que depositó en mi interior. Me sentía como un muñeco de trapo roto, con varias aberturas por donde se le salía el relleno de placer. El falo de Beto no había perdido aún su dureza cuando este se dejó caer sobre mí, reposando finalmente. Entre besos y lengüetazos morbosos culminamos la sesión sexual.

Inesperadamente Beto se levantó y sacó el pene de mi coño bruscamente, aún chorreando, lo acercó y lo restregó por todo mi rostro. Yo lo recibí con complacientes lenguazos. Luego acercó su cara y me dio otro profundo beso. Me dio una nalgada final, recogió su ropa interior y sin vestirse salió de la habitación.

Yo quedé exhausta pero satisfecha del placer obtenido, y sobre todo, contenta de haber contribuido a desvirgar a este muchachón tan vigoroso. Aunque pensaba en lo habilidoso que había resultado Beto en su primera experiencia, y sobre todo en la cantidad de posiciones que había implementado sin cometer errores. ¡Bah! Supongo que es el aprendizaje que dan las películas porno.

9:32 am. Habitación de visitantes.

Desperté aún sudando sexo. Estuve desubicada un rato, y es que también me pasa a menudo que despierto desnuda en una cama y sin saber donde estoy. Cosas de la vida. Luego de recordar los ricos momentos ocurridos entre esas cuatro paredes, me levanté. Noté que para todo el desastre sexual que había protagonizado la cama estaba arreglada, y la cobija no era la misma. Toda mi ropa estaba doblada sobre una sillita, desde el vestido hasta el babydoll. Me di un duchazo en el pequeño baño de la habitación y no me quedó más remedio que ponerme nuevamente el vestido rojo. Había olvidado dejar una muda de ropa en la casa de Víctor. Seguramente el bueno de mi novio me había atendido mientras dormía, espero que no se diese de cuenta que los fluidos que impregnaban la cobija no eran solo sudor.

Bajé las escaleras, pasé la sala y entré al comedor, allí había un sándwich de queso un jugo servido. Dudé por un momento, hasta que apareció mi suegro. Me dio los buenos días con un besito en la frente y me explicó que Víctor y Beto habían tenido que salir temprano a hacer no se qué, y que a su hijo le había dado pena despertarla. Mientras desayunaba mi suegro leía el diario, aunque notaba como con mucho disimulo me echaba ojitos. Qué pena con el Dr. Baldino a esas horas de la mañana y yo vestida así. Un punto menos para mí.

11:00 am. Apartamento de la Familia Candente

Llegué al apartamento bastante cansada. No es fácil subir tres pisos por las escaleras con tacones de ocho centímetros, y menos después de una buena sesión de sexo animal. Mi suegro se había portado muy bien (como siempre) y me había llevado en su auto hasta la puerta del edificio. Se lo agradecí un montón. Nuevamente me avergonzaba un poco mi indumentaria, ya que el doc no dejó de lanzarme miradas a las piernas y al escote durante todo el trayecto. ¿Qué pensaría de mí? Aunque no debía preocuparme, yo era la hijita que nunca tuvo, todo un amor el Dr. Baldino.

Al entrar al apartamento me di cuenta enseguida que mamá no estaba. En el mueble de la sala estaba echado mi primo en interiores sobándose el bulto, una porno transcurría en el televisor. Rafis me miró de arriba abajo y continuó viendo su película, realmente tiene problemas este chico. Me senté a su lado y llamé al celular de Víctor.

  • Hola papi, buenos días. Te fuiste sin despedirte malvado – le dije amorosamente.

  • Hola mi reina. Me dio cosita despertarte tan temprano – dijo Víctor – perdona tu por haberme emborrachado anoche, lo eché todo a perder.

  • No te enrolles papi, en otra ocasión será – le respondí mientras sentía la mano de Rafis acariciarme la rodilla. – gracias por haberme atendido mientras dormía.

  • ¿Qué? Todavía como que estas ebria amor. Yo sólo te di un besito y me fui – dijo Víctor

  • - quedé sin palabras, ¿sería entonces el Dr. Baldino quien había cambiado la cobija y doblado mi ropa? Me había visto en pelotas entonces. Menos mal que me ve solo como una hija, sino… ¡susto!

  • mami ¿paso por tu casa en un rato? – preguntó Víctor.

  • puesss.. – la mano de Rafis ya estaba estimulando mi clítorix, su otra mano se había sacado el guevo de los calzoncillos y lo acariciaba provocativamente. – sorry papi, estoy cansadísima y con resaca, además, creo que tendré otra sesión de autoestima con mi primito.

Candy

P.D.: aún me quedó la duda de si Beto era realmente virgen. ¿ustedes qué piensan?