Canciones que dejan huella (Parte 5 y final)

Simao recibe una invitación muy especial que le ayudará a descubrir su latente faceta astística y a reconciliarse con el mundo y sus semejantes. Pero también incluye una sorpresa inesperada y la sensación de que se ha convertido en una mejor persona a raiz de sus experiencias personales en Portugal.

Una noche de finales de abril que había decidido pasar en casa ensayando una receta de cocina para el restaurante, recibió una llamada de teléfono de Fernando, el mejor amigo de Simao, lo que de entrada le dio muy buenas vibraciones. Le contó que hoy era su cumpleaños y aunque sabía que era tarde y que era un hombre muy ocupado hacía mucho tiempo que no se veían y deseaba invitarle a cenar esa noche en un restaurante junto al resto de sus amigos y conocidos; y como además sabía de su novedosa afición al fado, después acudirían a un peculiar “karaoke” donde podría dar rienda suelta a sus instintos fadistas interpretando alguna pieza del repertorio clásico ante un público de verdad y respetuoso con los novatos, lo que le garantizaba de entrada que no le lloverían tomates ni cosas peores si la actuación no resultaba del entero agrado del personal. Un titubeante Thiago se hizo el remolón alegando que estaba probando una nueva receta para el restaurante y que al día siguiente debía madrugar para ir a comprar género a gran escala al mercado de abastos local, pero la insistencia de su amigo en lo bien que lo iban a pasar y su taimada insistencia en que “ a Simao le hubiera encantado que vinieras ” le obligó a reconsiderar su decisión, aceptando finalmente acudir, aunque no muy convencido. Ultimamente apenas salía y estaba perdiendo el gusto por la buena vida de antaño.

La cena, en la que se reunieron más de quince amigos y conocidos, y que se celebró en un pequeño restaurante por la zona de Baixa-Chiado resultó un éxito de convocatoria, lo mismo que la asistencia al singular “karaoke” posterior. Por primera vez en mucho tiempo, Thiago se sintió realmente feliz y distendido sin necesidad de recordar a Simao en todo momento, enlazando conversaciones que le llevaban a tocar temas banales y profundos alternativamente, sintiéndose de nuevo lleno de vida como en sus mejores tiempos. Sin embargo, un comentario casual, de una invitada colateral que desconocía el estrecho vínculo que existía entre ambos, le sumió por momentos en una nebulosa sensación de impotencia.

  • Oye, por cierto…¿Sabéis algo de Simao Barroso? He oído decir que ahora reside en España, y que está saliendo con una chica muy guapa.

Los demás, con Fernando a la cabeza, intentaron echar balones fuera y dejaron caer distintas versiones de un único tema: ninguno tenía ni puñetera idea del paradero o de la vida de Simao desde que optó por escapar de Lisboa seis meses antes.

Aquella conversación paradójicamente ayudó a Thiago, vestido de fadista clásico y negro riguroso, a ponerse en sintonía con las tristes vibraciones del fado. Cuando las luces del local se apagaron y un grupo de chicas muy jóvenes entonaron las primeras estrofas de “Que parva que sou”, el tema revelación de la temporada a cargo del grupo Deolinda, y al que algunos calificaban por su duro contenido social como el “Grandola, vila morena” de la crisis social imperante, Thiago se reafirmó en su deseo de actuar aquella noche a toda costa sobre ese maldito escenario y probarse a sí mismo que era capaz de enfrentarse a cualquier nuevo reto y vencerlo, por difícil que pudiera parecer a priori. Y dicho y hecho, tras consultar con la orquesta contratada por el local, decidió actuar a continuación sin darse tiempo a probables arrepentimientos postreros. Cuando llegó su turno de subir al escueto escenario, tan próximo por otra parte a las primeras filas del público, sintió de pronto un miedo escénico insuperable, pero se dijo a sí mismo que no podía echarse atrás ahora después de haber llegado tan lejos, y por otra parte los vítores anticipados de sus amigos y conocidos desde las últimas filas del local le animaban a subir a la tarima y dar lo mejor de sí mismo en esos cuatro minutos de gloria que tenía por delante.

Tras saludar al público y recordarles amablemente que nunca había cometido la locura de actuar ante nadie, chasqueó los dedos para desearse suerte, se aclaró la garganta y miró en dirección a la orquesta para que le dieran la entrada cuando dispusieran. Las luces del escenario aminoraron su brillo y los primeros compases del célebre fado “Lágrima” surgieron del fondo mismo de la platea, lo que provocó un improvisado aplauso de un sector del público que ya adivinaba la canción que venía a cantar aquel fadista de ocasión.

Una voz firme y bien timbrada, aunque de escaso caudal vibratorio, salió de la garganta de Thiago para asombro del personal, que pudo comprobar su perfecto fraseo y su dominio del arte de la métrica.

  • Cheio de penas,

Cheio de penas me deito,

E con mais penas,

Con mais penas me levanto…

Un cúmulo de emociones embargaba en ese momento a Thiago, para quien aquel tema repleto de matices que inmortalizara en su día la gran Amália Rodrigues y que Simao consideraba “la canción más hermosa y emotiva que se haya compuesto nunca” parecía reflejar los duros momentos sentimentales que atravesaba en su propia piel. Las lágrimas de verdad no tardaron en aflorar en su rostro, lo que no le impidió rematar la jugada hasta la última estrofa, si bien desconectado del mundo exterior y centrado tan sólo en su propia vivencia interna de la canción.

Por uma lágrima,

Por uma lágrima túa,

Que alegría,

Me deixaría matar.

Embargado por la emoción más intensa, apenas pudo articular palabra para agradecer los estruendosos aplausos del público, y a punto estuvo de salir en volandas cuando varios espontáneos se acercaron a felicitarle y tuvieron que contentarse con intentar consolarse, tal era su estado de desolación tras su improvisada actuación.

Tras sacar fuerzas de flaqueza se dirigió a los asientos del fondo donde le esperaba una ruidosa manifestación de bienvenida y un mar de besos y abrazos de gente llorosa a quien su actuación también había conseguido emocionar. No habían pasado ni un par de minutos cuando el presentador del karaoke, vestido de forma ridícula con smoking y pajarita, anunció la próxima actuación en los siguientes términos:

  • Y ahora, para compensar tanta crítica social necesaria y tantas penas acumuladas en el alma, nuestro siguiente invitado nos propone revisitar al gran Filipe Pinto (ovación instantánea por parte del respetable con sólo nombrar al ídolo de ídolos patrio) en la actuación que le sirvió para coronarse como el ídolo musical de toda una generación portuguesa.

Como las actuaciones eran anónimas todos se quedaron con las ganas de conocer el nombre del siguiente intérprete. Para cuando las luces del escenario aflojaron, un clon del verdadero Filipe Pinto apareció en el escenario; ligeramente más fornido que el Pinto real y con un aire algo más maduro, saludó con la timidez propia del verdadero Filipe, lo que acrecentó las infundadas sospechas de que pudiera tratarse del verdadero vencedor del concurso, para luego atacar de inmediato los primeros compases del “Better man” de Pearl Jam con demostrada garra y profesionalidad y en un fluido inglés de acento británico. No tardó el improvisado intérprete en llevarse de calle al personal, con una imponente presencia escénica, un evidente buen manejo de su carisma personal y toneladas de calidad artística. La potencia de su voz era tan desmesurada y tan acorde al tema elegido que el discreto equipo de sonido vibraba y reverberaba como incapaz de contener aquella fuerza de la naturaleza encerrada en su garganta. Desde su butaca, con restos de lágrimas aún en sus mejillas, Thiago no podía dar crédito a lo que estaba presenciando. Pasó en segundos de negar la evidencia a ponerla en duda y finalmente aceptar lo imposible: el joven del escenario no era otro que su amigo errante, su hijo pródigo, su alma gemela. Era difícil de creer, pero ahí estaba la evidencia incontestable. Los gritos de ánimo de sus amigos y compañeros desde el primer momento así se lo hicieron comprender: “¡Simao, Simao!. Thiago no entendía nada de lo que estaba sucediendo, por eso decidió disfrutar el presente y concentrarse en su actuación, que estaba resultando a todas luces apoteósica. Cuando por fin bajó del escenario envuelto en un halo de estrella del rock y se fue acercando entre besos y abrazos de simples desconocidos hasta las últimas filas, pudo comprobar lo que había cambiado físicamente su amigo en pocos meses, y desde luego todavía a mejor. Parecía haberse apuntado a un gimnasio y lucía unos biceps y pectorales muy marcados sobre la camiseta de G-Star blanca (un color que antes evitaba) y los vaqueros de diseño que nunca se hubiera probado cuando vivían juntos. Lo que hace una fuerte influencia femenina, se dijo Thiago a sí mismo, recordando el rumor escuchado antes de que vivía en España (¡vaya por donde!) y tenía novia.

Simao saludó pacientemente y uno por uno a sus antiguas amistades, dejándose felicitar efusivamente por cada uno de ellos y dejando para el final de forma deliberada a Thiago, que, apartado en un rincón, observaba el panorama con gesto de incredulidad en el rostro. Pasados unos minutos, Simao pareció reparar en su presencia al tiempo que un desorientado Thiago intentaba recomponer su figura y mostrar una seguridad interna que había perdido por completo. Por suerte Simao venía en son de paz y en actitud amistosa, lo que permitió a Thiago contemplar la posibilidad de tranquilizar su atormentado espíritu.

  • Buenas noches, Thiago… ¿Cómo estás? - y se dirigió hacia él ofreciéndole un abrazo que a Thiago le pareció excesivamente breve y protocolario.

  • Ni la mitad de bien que tú, por lo que veo, aunque no me puedo quejar.

  • Te veo físicamente algo cambiado, o a lo mejor es que no recuerdo haberte visto nunca vestido de fadista. Para mí ha sido una gran sorpresa encontrarte aquí esta noche, y verte actuar me ha supuesto un verdadero “shock”; no me lo esperaba para nada, y menos aún que lo hicieras con un fado. Me ha encantado tu interpretación tan intensa, deberías pensarte seriamente en dedicarte a eso. Y estoy yendo en contra de mis intereses personales, porque podrías robarme fácilmente cualquier contrato -Bromeó Simao de forma distendida. Parecía no guardarle ningún rencor por lo sucedido seis meses atrás y seguir apreciándole tanto como al principio de su relación.

  • Me temo que iba a tener el mismo éxito como fadista que como poeta de altos vuelos, es decir, cero absoluto, y tu actuación ha venido a remarcar la diferencia entre un simple aficionado como yo y un profesional de la materia como tú. Pero, cuéntame…¿Dónde has estado todo este tiempo? He oído decir que has estado por España y que te has echado novia…

Simao se echó a reír de forma compulsiva, algo que antes le costaba hacer. Pero por lo demás, seguía siendo el mismo chaval de siempre. Nunca cambiaría, de eso estaba Thiago completamente seguro.

  • No te creas ni la mitad de los rumores que te lleguen. En realidad he estado de gira con otros aspirantes a figuras del fado por varios países europeos durante estos meses. Y lo de la novia no sé de donde ha salido, en primer lugar tendrían que gustarme las mujeres, lo que puedo asegurarte que no sucede en mi caso.

Una luz de esperanza se abría para Thiago, que sólo en ese momento se percató de que sus amigos se habían marchado del local y les habían dejado atrás. Cogió del brazo a Simao y le conminó a salir de aquel vestíbulo para reunirse con los demás, pero cuando pisaron la calle allí no había rastro de ninguno de ellos, para sorpresa de ambos. Por más vueltas que dieron no encontraron a nadie, lo que resultaba sorprendente.

  • Creo que tus amigos nos han montado una encerrona, Simao - observó Thiago con su característica lucidez, que aún conservaba en abundantes dosis.

Simao le dirigió de pronto una mirada cómplice que lo decía todo sin decir nada exactamente.

  • ¡No lo puedo creer, Simao! ¡Tú también estabas compinchado con ellos! ¡Desde luego, esto es de juzgado de guardia!¡Me habéis engañado como a un niño de pecho!.

  • Míralo de este modo, Thiago, si dos personas desean de verdad resolver sus diferencias personales necesitan un poco de recogimiento, ¿no crees? Además yo tampoco sabía si tú accederías a venir, asique yo también he arriesgado mucho en esta historia. Pero por si decidías hacerlo escogí interpretar tu canción favorita de Filipe Pinto, que me recuerda a los buenos tiempos pasados en nuestro apartamento del Chiado. Y el hecho cierto de que he venido prueba a las claras que mi deseo es que podamos superar esta situación y llegar a ser algo más que amigos.

Thiago no cabía en sí de gozo tras escuchar esta última frase y con su expresividad natural lo manifestaba en todos y cada uno de sus gestos.

  • Yo…no sé que decir, Simao. Tú…¿harías eso por mí?… Yo te debo una disculpa desde hace tiempo por un acto terrible que cometí contra ti y que…

Simao le interrumpió con el expeditivo método de taparle la boca con su mano.

  • No digas más, Thiago. Olvida el pasado y todo lo que pasó esa noche. No vuelvas a repetirlo, imagina que no ha ocurrido. Los dos hemos cambiado en estos meses, no hay más que vernos, parece que hayamos intercambiado nuestras ropas. Es como si yo me hubiera europeizado de repente y tú hubieras entrado en un proceso de portuguesización imparable.

Thiago sonrió complacido al escuchar tamaña ocurrencia, pero después cambió el gesto y buscó su lado más adulto para justificar sus intenciones futuras:

  • Te juro por lo más sagrado que nunca haría nada que pudiera molestarte. ¡Joder, Simao, no sabes como te he echado de menos en este tiempo que has estado fuera…!

  • Sí, eso me han dicho mis contactos, pero necesitaba comprobarlo personalmente. Y veo con asombro que has cambiado de forma radical, al menos en apariencia, y eso me da cierta esperanza de que podamos tener algún futuro juntos.

  • No te puedes imaginar como he cambiado desde que me dejaste - Thiago resopló emocionado intentando evitar las lágrimas que de nuevo acechaban sus pómulos - Pero es mejor que lo averigües por ti mismo si te atreves a intentarlo.

Simao se sonrojó al escuchar esto, pero movido por un impulso natural que antes hubiera reprimido de inmediato, acercó su boca en dirección a los temblorosos labios de Thiago; éste parecía por momentos un adolescente en el trance de besar a una chica por primera vez, pero este ataque de repentino pudor no impidió que se fundieron en plena calle en un interminable abrazo, ante la mirada impávida del resto de viandantes. Aquella noche la luz de las velas iluminó la habitación principal del piso común de la Rúa da Prata, donde dos seres humanos se entregaban confiados a la mas profunda de las pasiones bajo la evocadora presencia de un poema de amor a medio terminar.

FIN