Cancha
Ya te cuesta correrte si no abuso de ti, golpes y humillación combinadas.
En nuestra cancha, casi todas se han marchado, te quitas la ropa de entrenamiento, cerca de la canasta del fondo, dándome la espalda. La camiseta. El sujetador de entreno. Negro. Giras la cabeza. No sé si me miras o si entro en tu campo visual. Pero veo tus ojos, tu mirada. No me provocas, no me incitas, sólo siento que me miras. Me he equivocado? Sigo mirando como te desnudas. Sabes que te miro, es algo normal que te mire desnudándote?
En el coche me dices que estás agotada. Uno de los dos propone un masaje. Quién? No lo recuerdo. No lo sé. Llegamos al piso. Sueltas la mochila en la entrada. Vas hacia el dormitorio. Despacio. No hablamos. Voy al baño por el aceite. Cuando vuelvo están las velas encendidas, las esencias, la música y tu desnuda boca abajo tendida en la cama. Esperando. Tranquila. O vuelvo a equivocarme? Te echo aceite que va resbalando por toda tu piel provocando ríos, extendiéndose, acumulándose como lagos. Los recojo para extenderlo. Siento tu piel cálida bajo mis manos. Tus gemidos. De nuevo no sé si son sensuales. Porqué hoy, ahora, no te entiendo?
Estábamos en mi cama. Tal vez habíamos follado. Tal vez todavía no. No estoy seguro. No parecía que tuviésemos prisa. Desnudos, relajados. Miraba la diferencia entre los colores de nuestra piel. Yo estaba sentado con la espalda en el cabecero. Una rodilla doblada hacia arriba. La otra doblada apoyada en el colchón. Tu acurrucada entre mis piernas. La cabeza apoyada en el brazo y la pierna levantada. Muy relajada. Sin mirarme. Casi dormida. Yo te acariciaba. Hablábamos bajito. Sonriendo. Podía ver tu sonrisa. Más que verla sentirla. Pero no tu cara. Podía ver tu piel brillando a la luz de las velas. Olas de luz que pasaban por tu piel, lamiéndola. No me daban celos. Si acaso me hacían sonreír más porque las comprendía.
-Necesito que me azotes.
Ya te cuesta correrte si no abuso de ti, golpes y humillación combinadas.
-Pero estoy agotada, no sé si podré aguantar mucho dolor.
-Tú serás la que pidas más si lo deseas.
-Hummm –gime.
-Pero conociéndote acabarás pidiendo más de lo que ahora crees.
Sonríes. Ambos sabemos que conforme los azotes te calienten irás subiendo el límite. A veces incluso demasiado. Salgo para traer algunos juguetes. Mientras los cojo recuerdo cuando negabas que te gustasen estos juegos.
Entro en el dormitorio. Estás en la cama. Boca abajo. Una pierna doblada. Tu raja mojada es lo primero que veo cuando entro. Después me fijo que tienes los brazos esposados a la espalda. Tu culo me llama la atención. Te doy un fuerte correazo. Tensas todo el cuerpo y gimes profundamente.
-Me dijiste que irías poco a poco –me dices en un tono que no demuestra que te haya disgustado.
-Pero no te dije como empezaría.
-Verdad. No sé si podré aguantar muchos así.
-Probaremos.
El siguiente le marca el culo de nuevo. Gira la cabeza agitando la melena para mirarme.
-Eres muy cabrón, lo sabes, verdad?
-Crees que no me he dado cuenta de tu postura para provocarme? Sabes que en esa pose me iba a fijar en tu culo y la raja de tu coño mojado.
-Claro que lo sé.
Te pongo la mano en la espalda para sujetarte mientras te meto sin mucho cuidado un grueso plug anal.
-Cabrón!
Si soy tan cabrón porqué no has movido un solo músculo mientras te metía el plug? Ambos sabemos que has disfrutado que te haya forzado.
-Dime ahora si quieres que lo vuelva a hacer.
-Pero primero puedes abofetearme?