Canadá y regreso (9)

Decidimos ir con nuestro amigo Paul a Montreal, tuvimos oportunidad de gozar íntimamente a nuestro amigo.

CANADÁ Y REGRESO (9)

El proyecto de ir a Montreal con Paul eran muy atractivos pero estos planes de ir a Canadá tendrían que realizarse con exactitud para poder cumplir con nuestros compromisos.

Según mis gráficas, en 8 días me tocaba estar con Greg, así que solo podríamos quedarnos con Paul 6 días, dos menos para tener tiempo de aclimatarnos al regreso. Horacio solo tendrá 4 días para estar de regreso para cuando Greg llegara y, juntos fueran a visitar a una persona amiga, que se la iban a presentar y con el que ya se había hecho una cita.

“¿Pero por qué tienes que estar cuando llegue Greg, si la cita es con Horacio y de negocios?”

“¡Manita, en mi historia menciono que nos comprometimos a tener relaciones con Greg cada vez que hubiera oportunidad y tendrá que ser en días en que yo estuviera fértil y planeamos que después del congreso quedarían muy bien las fechas! ¡Él también lleva el control y sabe!”

“¡Los admiro, aquel va a venir, se están juntos unas ocasiones, se aman y se despiden, y Horacio se aguanta!”

“Casi, casi así es, pero esta vez es más importante, te voy a decir algo que creo, no que sea una realidad. Ya llevo varios días de atraso y deseo hacerlo con Greg, que ojalá y lo conozcas y me puedas dar la razón.”

“¿Hay manita, te embarazó alguno de los de aquí? En realidad, Paul es el único, que yo creo, que te dejó semen dentro y él podría haber sido”

“No, se me atrasó ya desde unos días antes de salir de viaje.”

“A lo mejor solo es un atraso.”

“No, sé que no. Mi temperamento es ser algo pasiva, seria, pero algo me está sucediendo que me haga que llegue a hacer las locuras que hemos hecho y que estoy desesperada por hacer más.”

“Entonces si es importante que veas a Greg, probablemente antes de que te crezca el vientre, y lo peor que me dices es que la tiene grande como la de Paul.”

“¡Estoy desesperada por acostarme con él, siento una fuerza interna muy fuerte que me lo exige, lo veo como última oportunidad en mi vida! ¡Pero no creo que apenas a estas alturas, el tamaño de la de Greg afecte! Sé de muchas que han hecho sexo inclusive cerca del parto. ¡Quiero que lo conozcas antes de irte, ha sido parte de nuestras vidas por algún tiempo, es lindísimo, si se pudiera te lo dejaría compartir”

“¡ESTAS LOCA!, ¡ESTÁ BIEN QUE YO LO QUIERO DESPUÉS DE LO QUE ME HAS CONTADO SOBRE DE ÉL! Yo también estoy loca, también lo deseo como parte de nuestro trio, pero les quitaría parte de su vida. Según me doy cuenta hasta Horacio lo aprecia mucho. Estoy muy agradecida con ustedes, me han dado una inmensidad de cosas.”

“¡OLVÍDATE, VÁMONOS A MONTREAL Y NO MENCIONEMOS MÁS LO QUE TE ACABO DE CONTAR! ¡Vamos a gozar cosas nuevas y un pitote!”

“¡JUNTAS, QUE RICO!” Complementó Gloria.

Volamos muchas horas, llegamos a Montreal y Paul nos esperaba. Nos llevó a su casa, relativamente pequeña, suficiente para un soltero, hermosísima, con una alberquita protegida, para estar desnudos sin ser vistos, con asoleadero también protegido. Ya era noche, nos duchamos a la carrera y lo mejor fue quedarnos dentro de la sala y tomarnos algún trago, los tres, para recordar y nos preparamos Dry-Martinis, con una oliva.

Paul se sentó en un sofá amplio y nos invitó a que nos acurrucáramos junto a él, nos quitamos los zapatos y le subimos nuestras piernas sobre de él, él mismo nos las había pedido. Nos estuvo acariciando las piernas, nos las besaba y decía que estaban hermosas. Nos quitamos los pantalones, con los que habíamos viajado y tuvo más libertad para subir su mano y acariciarnos nuestros pubis. Se agachaba, nos daba un besito y a veces una lamidita, pero poco a poco esas lamiditas se fueron transformando en meternos dedos y la lengua. La calma se fue convirtiendo en una excitación y las dos nos movíamos con fuerza, Gloria se sacudía a veces y mugía y pujaba.

No le pedíamos a Paul su pene, pero era lo que deseábamos. Lo dejamos que jugueteara con nuestros cuerpos a la vez que él mismo se excitaba. Bajó del sofá y se puso de rodillas frente a nosotras que estábamos sentadas, con las piernas abiertas, todavía con nuestros pantis puestas. Nos sobaba encimita, sobre la tela del panti, a mí me los hizo a un lado y me metió su pulgar en mi vagina. Brinqué de placer.

“¿Te lastimé?”,

“¡No, por el contrario, por favor hazme más!”

Se movió, le jaló los pantis a Gloria hasta dejárselos a medio muslo y comenzó a apretarle sobre el pubis y a meterle dedos. Ella también brincó y como siempre lo acompañó de sus expresiones. Se deslizó más y le comió su pepita, se la chupaba y se la mordía suavemente.

“¡Que rico, más mi amor!” le pedía.

Mientras tanto se fue bajando sus pantalones, que yo terminé de quitárselos, él estaba muy ocupado con Gloria y me dediqué a acariciarle y chuparle su pene. ¡Que ricura, grandote y duro! Y me lo metía más adentro de la garganta.

“¿Creen que podamos repetir lo que la primera noche?” Preguntó Paul.

“¡Claro, nosotras te ayudamos y te controlamos!” Le dijo Gloria

“¿Podrán?”

“¡Tienen que llevarlo hasta adentro, bien adentro las dos, ni una menos que la otra, luego, cuando ya me hagan explotar, mitad de mi lechita en una y la otra mitad en la otra, ninguna menos que la otra!”

Nos preparamos, él terminó de desvestirnos, nos quitó los pullies y los brasieres que traíamos, nuestros pechos quedaron a su disposición así que fue a ellos y pasó un buen rato admirándonos y besándonoslos. Descubrió que tanto Gloria como yo, tenemos un lunar cada una, entre la axila y el pecho.

“¡Ahora sí, díganme quien es Gloria y quién es Silvia y cuál de las dos está casada con Horacio! Además, asegúrenme que no son familiares una de la otra, tienen los lunares igualitos y en el mismo lugar, ¿o son tatuados?”

“¡No Paul, Yo sí soy Gloria, ya lo viste en mi pasaporte, ¡y ella es Silvia! No tenemos ningún parentesco sanguíneo, los lunares son una mera coincidencia. Si nos revisas, entre las piernas, cerca del ano, ¡ahí tenemos otro lunar las dos!”

En mala hora se lo dije, nos volteó boca abajo y nos revisó, solo le faltó la lupa para confirmarlo, pero

“¡Que maravilloso, es verdad, me encantan sus dos lunarcitos! ¿No tendrán otro así de coqueto, tendré que hacerles una revisión minuciosa?”

Todo se volvió alegría, yo olvidé mis preocupaciones y algunas molestias que tenía y busqué divertirme lo más que pude.

Entre que Paul nos revisaba por enfrente y luego por detrás, a mí me la empezó a meter por detrás, pero estuvo más difícil. A Gloria la tenía revisándola por enfrente y se decidió iniciar por ahí. Le entró como nunca antes, bien bonito, resbaladita y casi hasta dentro, solo tuvo que acomodarse bien para que no le molestara.

A mí me lo metió de perrita, medio difícil, soy más suave por enfrente, pero lo sentí fabulosamente bonito, hasta dentro. Nos movimos un poco, solo para acomodarnos y yo empecé a llevárselo suavecito y muy despacio, para ayudarle a que gozara más y no se viniera pronto.

Gloria me siguió, las dos lo desesperamos bastante y en vez de alargarle el placer, repentinamente me lo sacó y se lo metió a Gloria y al rato nos cambió, aún no habíamos sentido su eyaculación que le vino ya cuando estábamos calmados, pero tuvo tiempo de dosificarnos el semen en partes iguales.

Las dos quedamos muy satisfechas, como siempre, reíamos y acariciábamos a Paul y a su miembro. Él nos correspondía también con mucho cariño. Nos quedamos dormidos en el sofá de la sala.

Al día siguiente Paul tenía que presentarse en su oficina, yo le cociné el desayuno y Gloria le ayudó a bañarse y a arreglarse. Gozó su cuerpo y a su pene, a la tarde yo me desquito.

El día lo pasamos en la casa, descansando y chapoteando algo en la alberquita, el agua estaba muy fría a pesar de la calefacción. Fuimos a comprarle comida por si deseaba comer en casa, nosotras le podríamos cocinar delicatezas que a él le gustan.

Comimos en casa, él quedó muy complacido con lo que le preparamos diciendo que le estábamos haciendo más difícil el que nos dejara ir.

Lo recostamos un rato y se quedó dormido, al despertar nos llevó al centro de la ciudad. Caminamos y estuvimos en muchas tiendas. Tomamos algo de comer y unas copas de vino y regresamos a su casa. Nos puso música, le dimos un buen masaje y lo dejamos que se acostara en su cama y durmiera ahí. Al día siguiente él tenía que ir a su oficina, pero iba a regresar temprano. Nos pidió preparáramos comida para pic-nic. Preparamos unos sándwiches exquisitos, una ensalada con salmón, frijolitos, que dijo él no los podía perdonar, unas botellas de vino y refrescos.

Nos llevó a un muelle en el lago. Nos pidió nos subiéramos a un bote, cargamos lo que llevábamos de comer y nos llevó en su yatecito hasta una isla, rodeando multitud de islitas y rocas. Llegamos a una islita, bajamos nuestra comida y nos llevó a su cabaña. Una preciosidad, toda muy bien amueblada de mucho gusto.

“¡Quítense los zapatos, aquí no se usan!, nos sentamos y él nos los quitó sobándonos los pies. Nos dio unas pantuflas. Pusimos la mesa afuera, comimos y nos metimos a la cabaña, estaba haciendo frio.

Al rato llegaron amigos y colegas de él, con sus parejas. Todos traían algún alimento o bebida. Gente muy bien escogida y simpática que entendió nuestra relación con Paul. Preguntaban, a veces, sobre el congreso. Paul se encargaba de contestar, pero también estaba el señor que nos había interceptado a la salida del evento. Fue muy discreto, pero llegó a preguntarnos si sí nos habíamos cambiado de vestidos. Él ya sabía, pero quería hacer conversación con nosotras.

También se apareció la chica que se había pasado de copas en el congreso y al vernos nos reconoció, quería que le platicáramos lo que sucedió en la suite de Paul, después de que se fue. No le hicimos plática al respecto y solo le dijimos que Marlene y su marido se quedaron en la suite después de que nosotras nos  fuimos. Parece que esa respuesta no la satisfizo, quería saber si nos habíamos enterado de las virtudes de Paul.

Paul se acercó y nos abrazó a las tres, dando por terminada la plática con ella.

Yo me sentía mal, me disculpé y dejé a Gloria en la reunión, que si estaba muy interesante, pero yo ya no podía. Fui a mi cuarto y me recosté, me quedé dormida vestida, pero amanecí solo en ropa interior, muriéndome de frío, alguien me había desvestido. Ya Gloria había hecho el desayuno, Paul regresaría temprano.

Llegó Paul temprano, como había dicho. Me trajo un cojín eléctrico y medicamentos. Dice Gloria que ella no le dijo nada de mi padecimiento, pero Paul lo dedujo y me trajo algunos remedios, como para consentirme. Claro, me apapachó y después de una comida preparada que él trajo, nos recostamos en un sofá a ver televisión y a estar acariciándonos. La pasamos muy bien, llenas de su cariño. Al día siguiente yo ya estaba sintiéndome bien y animosa, así que nos llevó al centro a ver tiendas. Le habíamos contado que buscábamos ropa de playa y bikinis, así que nos llevó a una tienda especial, parece la única en Montreal, lugar sin playas. Ahí pasamos varias horas, Gloria modelando para nosotros. Al final solo compramos dos bikinis y una batita para playa, después de la cantidad que le probamos a Gloria, pero estábamos felices. Uno de los bikinis me gustó mucho, pequeñito, angosto detenido desde las caderas y en el centro delantero dejaba ver parte del monte de venus, depilado, acompañado de una faldita detenida del bikini, así que empezaba ahí, en el pubis, abría las piernas y dejaba ver el pequeño triángulo que cubría el pubis, vagina y el centro de las pompas, sin encajarse entre ellas, no como si fuera tanga.

Cenamos en un restaurante precioso y regresamos a la isla en donde pasamos la velada más espléndida que podríamos imaginarnos, desnudos en la alberquita ya con agua calientita, algo de bebidas y panecillos. Platicamos sobre todas nuestras intimidades, él también. Nos secamos y así desnudas nos llevó a su cama, nos abrazamos y quedamos dormidos. Despertamos de madrugada, él con muchísimos bríos y con ganas de darnos una despedida inolvidable.

Dejó que entre las dos le paráramos su pene, preferentemente con las bocas. Ya paradito lo montamos cada una y prácticamente nos dábamos sentones en su pubis con el pene dentro, buscando llegáramos hasta el fondo de cada una. Con el pene dentro nos dio vuelta, estábamos de frente a él y nos volteó para que le diéramos nuestros traseros. Siempre con cuidadito, preguntando si nos lastimaba.

Cuando nos tenía de espaldas a él nos introdujo dedos en los respectivos anos. Se lo aceptamos gustosas, se puso feliz, no creyó que se lo íbamos a recibir con gusto. Nos abrazó por detrás y por poco explota dentro de Gloria.

La levantó, le dio la vuelta para tenerla de frente y a mí me hizo que lo montara en su vientre. Creo que se dio cuenta de que en esas posiciones no iba a poder vaciarse a su gusto, nos volteó boca abajo, una junto a la otra y reinició su labor. Sentimos como que esta vez nos la metió más dentro, sin molestias. Probablemente por la posición la dejamos entrar más, lo que sí él tuvo más espacio y libertad para hacer sus movimientos de meter y saca y poco a poco fuimos llegando los tres a la vez a nuestros orgasmos. Las dos sentimos su eyaculación dentro, que después pudimos confirmar al escurrírsenos.

Los tres nos sentimos muy felices. Habíamos tenido un placer inolvidable. No podremos dejar de pensar en él por el resto de nuestras vidas.

“¡GRACIAS PAUL DE MONTREAL!”