Campo de trabajo para convictas (2/3)

La segunda cruel historia de este campo de trabajo, recoge la triste historia de sufrimiento de dos convictas que están enamoradas pero las reglas les impiden demostrarse apenas el amor de la una por la otra.

Campo de trabajo para convictas (2/3)

Historia 2.-La vida de Blenda y Marla en el duro campo 14

Suena el silbato y 312092 se deja caer de rodillas, dejando el pesado martillo con cuidado a su lado... Ella sabe que las herramientas son mucho más importantes que las mujeres en esta parte del mundo.

Es mediodía y el ardiente sol cae directamente sobre ella… Es hora de comer para las matronas y los guardias… No habrá nada para ella, ni para nadie, no antes de la noche… Y tampoco habrá agua para beber.

Medio loca de sed, ella se pone a horcajadas sobre su lata tratando de orinar… Al cabo de un rato se oye un débil sonido de salpicaduras.. Ella levanta la lata y la mira... Debido a su estado permanente de deshidratación, sólo hay muy poca orina y de color amarillo oscuro, con una capa gruesa de espuma en la superficie.

312092 lo toma lentamente, moviendo cada trago en la boca al menos tres veces antes de tragárselo.

Se seca la cara y el cuero cabelludo sudoroso con la manga de su uniforme, y se recuesta para descansar sobre la caliente roca… Está muerta de sed… La temperatura ronda los 44 °C al comienzo de la tarde.

Esa es la razón del descanso de una hora… A las matronas les resulta demasiado caluroso comer al aire libre y lo hacen en la cafetería con aire acondicionado.

Todo el líquido que reciben las prisioneras está mezclado con la papilla que se les administra cada noche… Nunca se les da agua para beber… Sólo eso, que la cantidad correcta para mantenerlas con vida para que puedan trabajar… El agua es demasiado cara para desperdiciarla en putas infieles, le había dicho una matrona que se reía cuando ella le pidió un poco de agua.

No hay peligro que las cautivas intenten escapar a esa hora del día… Si una de ellas pudiera quitarse la cadena de la pierna, estaría demasiado débil para llegar muy lejos con este calor… Y aún quedarían las cercas de alambre de púas, las torres de vigilancia y el desierto que rodea la cantera de piedra… Más de cien kilómetros hasta el pueblo más cercano… Imposible escapar.

312092 se ríe de sí misma… Mareada por el calor intenta dormir un poco pero hace mucho calor para dormir… Tumbada sobre la roca, repasa una vez más los eventos que la llevaron a este lugar.

Ella había sido una joven llamada Blenda Lea White... A pesar de que sólo tenía 19 años, ya tenía su propio apartamento… Era una muy independiente y siempre buscaba aventuras.

Era alta y delgada, con el pelo rojizo y rizado que se complementaba con su piel blanca como la leche, ligeramente pecosa en la cara y ojos verdes... Los hombres e incluso algunas mujeres volvian la cabeza en pos de ella en la calle, o comenzaron a coquetear con ella cuando estaba sentada sola en restaurantes y bares.

Para ganar un poco de dinero antes de comenzar sus estudios de diseño en la Universidad, aceptó un trabajo como guía turística... Después de sólo 2 semanas, la empresa quebró y no pudo pagar el hotel en donde se alojaba.

Las únicas representantes de la firma turística eran ella y su colega un poco mayor, Amy Martínez… Fueron arrestadas y encarceladas… 2.000 dólares era la deuda y no se les permitió ponerse en contacto con nadie por lo cual no pudieron pagar.

Después de un juicio muy breve el mismo día, ambas fueron sentenciadas a trabajar con sus deudas haciendo un trabajo duro, y enviadas a este lugar caluroso y aislado... Nada fue dicho a sus familiares o amigos... Acababan de desaparecer sin dejar rastro.

Y aquí está ella ahora, once años despues... Con 30 años, tendida sobre la tierra polvorienta bajo el ardiente sol, vestida con un uniforme de rayas poco sexy, totalmente desdentada, bebiendo su propia orina, con la cabeza afeitada y forzada a trabajar 14 horas diarias en la cantera… Desde hacía mucho tiempo se había dado cuenta de que se había convertido en una esclava de por vida, sin ninguna esperanza de volver a tener la libertad.

Su compañera Amy había sido enviada a otro campo de trabajo y nunca más la volvió a ver... Ella miró hacia abajo sobre su vestido empapado de sudor que se aferraba a su delgado cuerpo hambriento... El vestido simplemente cuelga sobre sus delgados hombros y llega hasta la mitad de sus muslos... Las mangas llegan hasta sus manos… El material de algodón está caliente y el uniforme rígido de la sal de su sudor lo hace adherirse a sus grandes pechos caídos.

La última vez que llevó un sostén, fue el día en que llegó a este horrible campo de prisioneras… Ahora sus pezones se habían vuelto enormes y largos y estaban rojos e hinchados por el constante roce del sucio vestido empapado en sudor.

Tiene un continuo picazón en el coño causado por los piojos… Los pelos del vello que tiene en la entrepierna, molesta las pobres secreciones mensuales de sus reglas… Sabe que ningún hombre querría volver a tocar a una prisionera maloliente, excepto cuando le pateaban el culo, si veían que se movía lentamente.

El vestido lo lleva abotonado en la parte delantera hasta el cuello, y debido a la dura moralidad… A las prisioneras no se les permite desabrochar los botones superiores… Sin embargo, llevar a cabo el secuestro y el encarcelamiento de mujeres jóvenes en circunstancias degradantes, aparentemente no son inmorales.

Los trabajos forzados en la cantera de piedra es una actividad agotadora… Las rayas verticales azules en los uniformes desgastados y sucios son hipnóticas, especialmente cuando más de ocho mil mujeres y niñas con las cabezas afeitadas, todas vestidas con las mismas rayas, trabajan encadenadas en largas filas de 20 mujeres.

Blenda a menudo pensaba en la forma en que su sucio uniforme a rayas se movía sobre su cuerpo mientras hacía girar el martillo sobre su cabeza… Endereza sus largas piernas delante de ella y mira las cadenas que cuelgan de sus tobillos… Una gruesa cadena de metal rodea con fuerza sus delgados tobillos sobre las desgastadas botas de goma verdes.

Ahora que está sentada, ella levanta los pies para que el sudor pueda derramarse… Los cinco pares de agujeros en el frente de cada bota para los cordones están vacíos… Ni siquiera se los han dado… Son la mano de obra más barata posible.

Una cadena pesada conecta a 20 mujeres en cada fila... Y cada una de ellas sólo puede dar un paso de 40 cm… Cada 2 metros de cadena separa una mujer de otra, atadas por sus tobillos para que puedan trabajar sin molestarse... Todas las mujeres caminan de forma sincronizada gracias a la pierna que todas ellas mueven al unisono.

Blenda deja caer sus piernas y el sonido de sus cadenas sonando se mezcla con el tintineo de las cadenas de las otras mujeres cuando todas intentan sentirse cómodas en su único descanso del día.

Blenda levanta la vista hacia la torre en la esquina de las vallas de alambre de púas dobladas... Dos guardias, armados con ametralladoras, están bajo el techo sombreado y miran hacia abajo observándolas cuidadosamente.

Un gran reflector está colocdoa en la parte superior de la torre.

Blenda se preguntó qué pensarían mientras veían trabajar a las mujeres… El mismo trabajo manual desmoralizante día tras día... Seguramente su trabajo al vernos trabajar debe ser igualmente aburrido y degradante.

Blenda también se preguntó si cuando miran hacia abajo, se excitan en secreto al ver a las desafortunadas mujeres trabajando, o simplemente las ven como números sin rostro y sin nombre.

Dentro de la cantera, patrullas de matronas de piel oscura y ojos marrones vigilan a las prisioneras.

Blenda envidia sus elegantes uniformes blancos, siempre limpios... Llevan un cinturón grueso y un látigo que usan para mantener a las mujeres que se rezagan en su trabajo en línea.

Usan sandalias ligeras por el calor, y cada una de ellas tiene una niña que sostiene una sombrilla sobre ella en todo momento para protegerlas contra el sol ardiente.

Son jovencitas adolescentes, algunas hijas de prisioneras que trabajan en la cantera, pero, por supuesto, llevan los mismos uniformes a rayas, botas y cadenas, como las adultas… Y les afeitan la cabeza.

Ellas tienen prohibido estar a la sombra de la sombrilla… Blenda trató de imaginar cómo se vería ella obligada a correr dando pequeños pasos con una sombrilla sobre una gorda matrona, sabiendo que sería golpeada con el látigo, si el sol lograba alcanzarla, mientras ella permanecía al sol todo el día.

La mayoría de las matronas se visten de manera militar, pero algunas de las más jóvenes llevan el pelo suelto en la espalda… A Blenda siempre le habían gustado los uniformes de las matronas y si hubiera sido una mujer libre, podría haber llevado ese uniforme.

Blenda se acuesta boca arriba dormitando, con sus grandes tetas cayéndose a cada lado de su pecho... Siente una mano en su hombro izquierdo, es 542402, su esposa… Se casaron en secreto ayer por la noche después de pasar casi un año juntas en este campo de trabajo y están muy enamoradas.

542402 salta sobre su lado derecho con un leve chasquido de sus cadenas y comienza a acariciar el pecho izquierdo de 312092 a través del algodón humedecido... 312092 se vuelve hacia ella con una sonrisa, sintiendo que su pecho derecho se desliza y se acurruca en la parte superior izquierda.

  • “Te amo Marla”, susurra Blenda.

  • “Yo también te quiero, Blenda”, responde 542402 continuando palpándole su pecho izquierdo sin ser vista.

  • “Feliz luna de miel”, le dice sonriéndole unos segundos después.

Luego, Blenda coloca su mano en la teta izquierda de Lajla, justo a través del número impreso en el uniforme azul y comienza a acariciarlo con cuidado, vigilando de que nadie las vea.

El silbato vuelve a sonar y Blenda y Marla dejan de acariciarse de inmediato y se levantan rápidamente del suelo mientras las otras mujeres con sonidos de traqueteo de las cadenas, se ponen de pie.

Las matronas patrullan de nuevo el foso y gruñen órdenes para que las mujeres encadenadas se pongan a trabajar… Blenda agarra rápidamente el desgastado mango de madera de su martillo y lo levanta hasta que lo sostiene con ambas manos sobre su cabeza, lista para volver al trabajo.

Las otras mujeres también reanudaron sus posiciones alrededor de la cantera de roca… Suena un largo silbido y 8000 mujeres comienzan una vez más a romper y mover rocas.

En la cantera de roca hay mujeres y jovencitas de todas las razas, tipos y formas… Algunas son negras y otras asiáticas, vendidas a bajo precio por sus empleadores… Habían quedado embarazadas, habían envejecido o habían sido tan ingenuas después de años de trabajar, limpiar el polvo y lavar, preguntaron cuándo les pagarían y se les permitiría volver de nuevo a sus casas.

Algunos empleadores incluso las regalaron, sólo para deshacerse de ellas... Esto era normalmente si sus hijos, o alguna vez ellos mismos, habían dejado embarazada a una criada... Pero las que más hay en este campo, son europeos como Blenda y Marla… Fueron arrestadas en las playas y frente a los clubes nocturnos en los cientos de centros de vacaciones y hoteles a lo largo de la costa, y sentenciadas por los jueces locales, pagados por los dueños de las minas, al trabajo duro de por vida.

No hay mujeres árabes en el campamento… A cada prisionera se les afeita la cabeza, las axilas y la entrepierna una vez al mes… Todas llevan un vestido de prisión con rayas azules y botas de goma desgastadas y sucias.

Se han convertido en números, y está estrictamente prohibido usar sus nombres anteriores… Sus números están tatuados a gran tamaño, en azul, en sus frentes, haciendo imposible pasar como una mujer libre, si alguna de ellas lograse escapar... También está estampado en la parte delantera y trasera de los vestidos de rayas.

Ya no son mujeres hermosas, son esclavas sudorosas y malolientes, cubiertas de cicatrices, llagas y magulladuras por el trabajo duro y los azotes, y con caras manchadas de mocos y sudor.

Como todas las demás, la nariz de Blenda gotea constantemente… Debe ser algo provocado por el polvo al martillar y palear las piedras en este calor tan intenso.

Ella mira hacia abajo a su número de prisión mientras sus tetas se mueven balanceándose con cada golpe de su martillo... 312092 es su nombre oficial ahora… 31 es su número, 19 de su edad cuando fue encarcelada y 91 el año en que la encarcelaron.

Después de once años en el campo de trabajo, ella es la número 312092... Hace mucho tiempo que desapareció Blenda, la joven estudiante universitaria y guía turística.

Aunque ella siempre se mantuvo al borde de la inanición y la deshidratación, sufría heridas abiertas que no se curaban debido al polvo y al calor, y una deficiencia de vitaminas que la hizo perder todos sus dientes, todavía tiene restos del encanto femenino… Sus brillantes ejes verdes, aún tienen su magia, que pueden atrapar a cualquiera que los mire.

Sus manos le pican cuando el martillo rebota en las duras rocas… Trozos de roca vuelan mientras ella trabaja... Ella levanta el martillo en alto y luego lo arroja contra las rocas, que se reducen lentamente a grava… Las mujeres pasan catorce horas al día rompiendo piedras, 7 días a la semana… Así que Blenda rompe rocas día tras día, mientras su vida pasa lentamente.

Las matronas llaman a las mujeres putas perezosas y coños calientes y les gritan para que no paren de trabajar… Las golpean con el látigo, si las ven que se aflojan por un segundo.

Blenda siente que los grilletes tiran de sus tobillos mientras trabaja… resulta hasta jocoso, pero a medida que pasan los años, especialmente después de que le pusieron a Lajla en la cadena junto a ella, se ha vuelto a sentir dependiente de las cadenas de los tobillos.

Cuando ella marcha al unísono, se ha acostumbrado a la forma en que tiran de ella y restringen sus pasos a pasos cortos… Los minutos y las horas pasan lentamente, mientras las mujeres trabajan y las matronas observan y acosan.

A ella le gusta ver a Maríaa rompiendo piedras junto a ella… Cada vez que levanta el martillo, sus grandes pechos firmes presionan el vestido empapado de sudor en una curva, tambaleándose un poco cuando el martillo golpeaba las piedras.

Fueron sus grandes tetas las que la trajeron a ella y a su hermana Debbie, dos años menor, a esta prisión... Hace poco más de un año se habían tomado unas vacaciones de baño, tratando de broncearse, antes de regresar a su colegio y universidad respectivamente.

Para evitar el calor y las multitudes de turistas más tarde ese día, salieron juntas de compras temprano por la mañana por el viejo bazar… Pero mientras Debbie se había puesto un modesto vestido liso y un pañuelo sobre su pelo rubio y rizado, para no molestar a los árabes, María, sin seguir los consejos de Debbie, se había puesto unos jeans ajustados de color azul pálido, una blusa blanca ajustada, dejando visible su ombligo, y un par de zapatos de tacón alto..

En cuestión de media hora, María fue arrestada por comportamiento inmoral, y debido a que Debbie era su hermana, también se la llevaron… Ahora ambas tienen que estar rompiendo rocas en la cantera durante cinco años... Las hermanas no han hablado entre sí desde que llegaron por estar en cadenas de equipos diferentes.

A su llegada todas las nuevas reclusas marchan a través de la cantera antes de ir al bloque de admisión… Y eso mismo hicieron Marla y Debbie.

Blenda recuerda claramente cuando Marla y Debbie llegaron esposadas y encadenadas junto con otras ocho mujeres jóvenes en una cadena ligera… Pasaron junto a ella, mientras estaba ocupada poniendo y cargando grava en un capazo grande.

Este día fue el segundo punto de inflexión en la vida de Blenda… El primero había sido el día en que decidió tomar el trabajo como guía turística... El segundo día había comenzado como todos los demás días en los 10 años miserables que había pasado rompiendo rocas y moviendo piedras.

Comenzando con el habitual y brutal despertar de las 4 en punto con el sonido interminable de la sirena… El grupo de cadena de Blenda, en ese momento era de sólo 19 mujeres… Fue escogido para reparar el camino que conduce a través de la cantera.

El día anterior, una jovencita que estaba en su cadena fue soltada y llevada al bloque de castigo, donde fue azotada por primera vez y luego encadenada a la pared que estaba en las celdas hambrientas... Este fue el castigo por volverse demasiado perezosa para trabajar.

Hoy estaban trabajando, bajo la vigilancia de una matrona, cuando llegó el camión cargado con nuevas hembras… Habían salido y ahora estaban esposadas ​​y con las ligeras cadenas de transporte… Eran conducían por la carretera hasta el bloque de recepción.

Estaba prohibido mirar hacia arriba, pero mientras seguían trabajando, todas las mujeres en el grupo de cadena intentaron lanzar una mirada robada para ver a las nuevas esclavas.

Blenda vio que eran diez chicas como de costumbre, con el mismo aspecto que de costumbre, excepto que esta vez estaban atadas mucho más cerca entre sí que en otras ocasiones.

La primera de la cadena era una mujer alta, de aspecto georgiano, con largo cabello castaño oscuro, con un traje de baño verde… Ella todavía llevaba sus gafas de sol en su cabello… Tenía una mirada asustada e incrédula en su bonita cara cuando pasaba, mirando con disgusto a las prisioneras calvas y malolientes.

Detrás de ella iba una chica rubia, no tan alta como la primera, vestida con un bikini blanco y con una cara totalmente descompuesta  y en lágrimas.

La tercera chica tenía el cabello oscuro enredado… Ella era un poco gordita y llevaba una camisa a cuadros desabrochada sobre su traje de baño azul, muy ceñido en sus anchas caderas, entrepierna y sus bonitos pechos redondeados.

Luego, le seguía una chica asiática de aspecto fuerte con un delantal blanco sobre un vestido azul claro… Su vientre indicaba que estaba embarazada de, al menos, 5 meses... Ella sólo miró hacia abajo, ya completamente acostumbrada a las hembras de poco valor, y cómo se requería que las mujeres se comportaran en este lugar.

Después de ella, iban dos mujeres altas y rubias... Una mayor, de unos cuarenta años, con un peinado corto, una chaqueta gris clara y una falda corta sobre una blusa de seda blanca… La otra era mucho más joven, igual de alta y con un aspecto muy similar a la mujer mayor, con su pelo rubio cayendo sobre sus hombros, vistiendo un bonito vestido con un estampado de flores de colores, por debajo de las rodillas.

Blenda miró a las siguientes dos chicas… Eran dos rubias rubias altas y delgadas que parecían hermanas… Ambas eran muy parecidas… Una llevaba un vestido gris y tenía una cara muy bonita y un hermoso pelo rizado recogido en una cola de caballo… La otra llevaba una blusa blanca ajustada y pantalones vaqueros azul pálido… En su  bonita cara vió dos brillantes ojos azules y una melena de pelo rubio que descansaba sobre los hombros... Esta fue la primera vez que vio a María, que la estaba mirando a sus ojos verdes... Se produjo entre ambas mujeres una atracción mutua que nunca habían pensado sentir por alguien de su propio sexo.

De repente, Blenda volvió a la realidad… Esta vez por el látigo de la matrona… El dolor del latigazo que le golpeó sobre su hombro derecho y su espalda, la devolvió a la realidad… Ella había olvidado el ritmo de trabajo de todas y casi se había detenido mientras miraba a esa hermosa joven… Reanudó su trabajo, manteniendo sus ojos directamente al suelo, esforzándose al máximo, para no ser golpeada de nuevo, sin atreverse volver a mirar a la última chica de la fila.

Dos horas más tarde, las recién llegadas salieron nuevamente del bloque de admisión para ser reubicadas entre los grupos de cadenas de mujeres a las que les faltaban chicas… Blenda no pudo evitar mirar de nuevo.

Había ocho mujeres blancas, una asiática y una negra... Todas habían sido rapadas y vestidas con los mismos vestidos de prisioneros y botas de goma verdes que las demás prisioneras en el campo de trabajo… En la parte frontal de sus cabezas calvas, relucientes por la espesa grasa amarilla para despiojar, llevaban impresas de forma permanente su nueva identidad con grandes números azules.

En sus manos llevaban una lata… Caminaron dando pequeños pasos, no acostumbrados a usar cadenas y se les ordenó que se alinearan en una línea recta.

De repente se escucharon gritos… Unas matronas, arrastraban a una mujer y una chica joven, ambas luchando y gritando, porque iban a ser encadenarlas en grupos de cadenas diferentes... Blenda podía oírlas gritar ‘mamá’ y ‘Sara’, una a la otra… Los números en sus frentes mostraron que tenían 42 y 20 años.

Los guardias varones vinieron ayudar a las matronas, y después de una corta lucha, fueron separadas y arrastradas llorando mientras eran golpeadas con los látigos.

Una matrona se dirigió en dirección a Blenda empujando a una chica alta y esbelta que tropezaba caminando... Tatuada en su frente y estampada en el vestido tenía el número: 542402.

Se les ordenó a todas que dejaran de trabajar, bajaran sus martillos y se pararan en fila con las manos apretadas detrás de sus cabezas rapadas... La matrona se agachó y ató las cadenas de la chica, que estaban encadenados alrededor de sus dos tobillos sobre sus botas de goma, al grupo de mujeres encadenadas justo al lado de Blenda… Ella podía escuchar a la chica calmarse en silencio, mientras la matrona atornillaba su cadena.

Entonces, de repente, le dio a Blenda un fuerte empujón y le dijo:

  • “¡Tú!... ¡Enséñale qué debe hacer!... ¡Si hay algún problema con ella, todas seréis castigadas!... Ahora volved todas al trabajo.”

Blenda se apresuró a levantar el martillo, y mientras las otras mujeres comenzaron a martillar de nuevo, agarró a la nueva chica por el brazo y le mostró cómo debía sostener el martillo con ambas manos… No podía hablar, porque su boca estaba muy seca… Tendría que esperar hasta que pudiera orinar y beberlo, antes de decir algo comprensible.

Las manos de la chica estaban resbaladizas por la grasa que le pusieron al raparla, pero pronto comenzó a levantar el pesado martillo y golpear contra la roca dura al ritmo exigido.

Era casi mediodía y la temperatura ya estaba sobre los 43° C y aumentando… Después de trabajar poco más de una hora, el silbato sonó y todas las mujeres cayeron al suelo, poniendo sus martillos o palas cuidadosamente a su lado.

Libre de matronas por una hora debido al calor, Blenda se agachó sobre su lata, intentandopoder hacer pis… Después de un tiempo, orinó y ella recogió cuidadosamente hasta las últimas gotas, antes de levantar la lata, llevarla a sus labios y comenzar a beber lentamente, dejándola ir tres veces alrededor de la boca antes de tragarla.

Luego miró a la chica de su lado... El sudor se derramaba sobre ella, y estaba sentada jadeando con la boca abierta... Su vestido estaba totalmente empapado de sudor y grasa, y se aferraba como pintado a su cuerpo… Tenía unas tetas muy grandes y firmes, y Blenda podía ver sus duros pezones presionando a través del vestido mojado.

  • “Me llamo Blenda, llevo aquí diez años… Fuiste muy buena con el martillo… ¿Quién eres?, le preguntó.

La chica volvió la cabeza… Tenía maquillaje y lápiz de labios en toda la cara, que brillaba con la grasa amarilla que le pusieron en la cabeza cuando se la afeitaron… Tenía dientes blancos y fuertes que se veían a través de su boca abierta y jadeante… La piel donde había estado tatuada estaba roja e hinchada.

Cuando levantó la vista y sus ojos se encontraron, se alegraron las dos a la vez… Blenda la miró a sus ojos azules y sintió una atracción creciente dentro de ella de la que se había enamorado hacía sólo unas horas… Ella habia sido puesta a su lado en el  grupo de cadena.

Al volver de nuevo al trabajo, Blenda mira mucho a Marla hasta que siente los ojos de la matrona mirando en su dirección… Ella hace pivotar su martillo con toda su fuerza, hasta que la matrona gira hacia el otro lado.

Pasa el tiempo y Marla ve siempre a su hermana Debbie trabajando en otro grupo de cadena, rellenando piedras rotas en cestas grandes, que luego carga a sus espaldas... Ella está totalmente ignorando a su hermana... A diferencia de María, ella ha perdido casi todos sus dientes, y su belleza se ha desvanecido muy rápidamente, durante el año que lleva aquí... Ahora es sólo una chica sudorosa quemada por el sol, como la mayoría de las mujeres aquí, culpando a María por su desgracia… Blenda sospecha que también está un poco celosa del matrimonio de su hermana con ella.

A última hora de la tarde, como todos los días, el silbato emite un fuerte sonido y las reclusas unidas por la cadena dejan de trabajar… Entonces, Blenda y todas las demás mujeres ponen su mano derecha en el hombro de la chica que está delante de ella y comienzan a caminar para llegar a sus barracones… El sol ya se ha puesto y durante las últimas dos horas han estado trabajando a la luz de los reflectores.

Ella siente la mano delgada de María en su hombro... Se detienen en el camino para dejar sus martillos que llevan en su mano izquierda.

Las chicas que todavía tienen algo de orina en las latas, la beben rápidamente… Toda la cadena de los grupos que en total son 8000 mujeres se divide en 400 filas de veinte chicas cada una.

Se alinean en filas estrechas… Si una lo hace mal, el resultado es un golpe fuerte con el látigo sobre los muslos en cada una de las 20 chicas… Y no se les permite gritar… Si una grita, todo se repite una y otra vez hasta que no se escuche nada salvo el golpe de látigo.

Ahora sigue una búsqueda completa en las filas, para ver si han robado alguna herramienta en la cantera, para ser utilizada en algún intento de escape desesperado… Incluso después de once años, Blenda todavía no puede acostumbrarse a esto.

A una orden, todas las mujeres se desabotonan los vestidos de la prisión, se los quitan y se los enrollan antes de colocarlos sobre sus cabezas rapadas… Se les permite mantener las botas de goma, porque es demasiado difícil tirar de ellas por debajo de las bandas de metal que rodean los tobillos y volver a ponerselos.

Desnudas, con las manos derechas apoyadas en el hombro de la chica que tienen delante, llevando sólo las botas de goma verdes y las tobilleras, que están remachadas permanentemente alrededor de los tobillos, y sosteniendo sus vestidos de prisión y latas sobre la cabeza con la mano izquierda, Blenda, Marla y las otras 8000 chicas y mujeres comienzan a caminar hacia los contenedores de comida.

Pero primero hay que registrar el cuerpo… Una matrona va al principio de cada fila mientras se pone un par de guantes de goma amarillos gruesos que no se han lavado desde el último uso.

La primera mujer o chica de cada fila tiene que agacharse sobre sus rodillas… No pueden separar sus piernas de la forma normal debido a las cortas cadenas de las piernas.

Primero, la matrona mete los dedos en la boca de la chica o mujer, tomándose su tiempo y sintiéndolo todo… Luego acaricia sus orejas y si la chica tiene los pechos caídos, como los tienen Blenda y Debbie, los levanta, mirando de que no escondan nada debajo de ellos.

Luego llega el turno al coño y ano… Se le ordena a la chica o mujer, que se doble y los dedos enguantados se deslizan dentro del coño y luego de  su ano… Después de terminar la inspección, los sacan y se los mete directamente en la siguiente boca de la chica que esta detrás de ella, sin limpiarlos.

Debido a que están encadenadas 20 reclusas por fila, sólo pueden ir a los contenedores de alimentos, cuando las 20 han sido revisadas… Blenda y Marla avanzan lentamente… Tardarán horas antes de que todas las chicas sean revisadas y hayan comido.

Debbie está en el grupo de cadena delante del grupo de mujeres encadenadas donde están ellas dos... Blenda mira la espalda de la chica que está delante de ella… Es la chica asiática llamada ‘ Pezones ’… Detrás de ella está María… Todo lo que sucede aquí es la misma rutina día tras día... Los trabajos están en todo momento ordenados sobre qué hacer y cómo hacerlo, y son golpeadas inmediatamente con el látigo si no lo hacen.

Blenda comienza a congelarse... En el desierto hace frío por la noche... Está prohibido mirar hacia arriba... No ve más que mujeres desnudas de cuerpos esqueléticos, pechos colgando, sin dientes, hambrientas, bronceadas y quemadas por el sol, llenas de sudor, de pie en filas apretadas a ambos lados.

Ella sabe por sus números, que algunas llevan de 15 a 20 años.

Blenda se queda totalmente quieta… María está justo detrás de ella y siente su mano delgada sobre su hombro desnudo y, de vez en cuando, sus firmes pechos tocando su espalda y moviéndolos de un lado a otro sobre su espalda sudada… En todos los campos de prisioneras gobierna la castidad absoluta… Todo lo que simplemente huele a sexo está muy prohibido entre las mujeres.

Para las mujeres europeas era el camino seguro a una fuerte paliza y una muerte lenta de pie encadenada a la pared en una celda hambrienta si alguien las sorprende… A pesar de ello, Blenda y Marla podrían arriesgarse ya que estaban calientes.

Pero como la matrona las iban a inspeccionar en media hora podría darse cuenta y era mejor no hacer nada... Como trabajadora forzada, Blenda se deshidrataba continuamente… Nunca recibian una gota de agua… Las papillas que les daban como alimento fluido, es la única fuente de agua que ingieren, absolutamente necesaria para mantenerlas con vida, por lo que no había posibilidad de estar con el coño mojado.

Ella y María habían estado haciendo el amor varias veces, cuando se sentían seguras de no ser detectadas, y habían tenido que usar sudor para lubricar sus coños cuando se los tocaban mutuamente para correrse… No habia otra forma de tener placer.

Media hora más tarde era su turno... Ella ve los dedos enguantados de goma de la matrona que los saca del culo de Pezones… Antes también ha visto como ha flexionado sus piernas, abriéndolas lo más posible para que meta sus dedos en el coño.

Luego, le toca el turno a Blenda que abre la boca al máximo para que la matrona meta los dedos profundamente en su garganta, por lo que tiene ganas de vomitar, dejandole el sabor del coño de Pezones.

La matrona pasa sus dedos por debajo de la lengua de Blenda e inspecciona sus encías inflamadas… Hace mucho que perdió todos sus dientes… Luego, después de tirar de sus orejas, le agarra sus grandes pechos caídos con sus guantes fangosos y los levanta, dejandolos caer para verlos balancearse hacia atrás y adelante.

A continuación le toca inspeccionar su coño… Todas los esclavas padecen una enfermedad vaginal y las nuevas chicas la contraen rápidamente, por este tipo de inspecciones diarias del cuerpo… Sus labios internos sobresalen como dos trozos de carne cruda y el goteo constante de una secreción amarillenta.

Blenda intenta imaginar que es Marla mientras siente que los dedos enguantados penetran en sus labios hinchados y doloridos y se abren hacia ella… La matrona los retira rápidamente y Blenda se da la vuelta y se inclina para que puede metérselos en su orificio anal... La matrona le introduce tres dedos, para sentir si oculta algo ahí.

Segundos después la matrona le metió los dedos en la boca de María y repitió el mismo procedimiento.

Tan pronto como las 20 chicas que forman la cadena de trabajo son registradas, se les permite vestirse… Blenda se apresura a pasar sus delgados brazos a través de las mangas y se pone el vestido sobre los hombros con un jadeo… Todavía está todo mojado y pesado de sudor ahora frío… Se lo abotona lo más rápido que puede hasta el cuello, contenta de poder esconder su cuerpo de los ojos curiosos y tener un poco de intimidad.

Finalmente llega a uno de los contenedores de comida y se le permite meter su lata vacía en la papilla acuosa… Llena la lata y comienza a meter con avidez la masa pegajosa en la boca con los dedos… La lata está sucia y huele a huevos podridos… Sólo a las miles de moscas zumbando parece gustarles el olor.

Por lo general, las recién llegados tardan al menos 3 días antes de superar su asco y comienzan a comerlo sino quieren morirse de hambre... Pero para las chicas como Marla y Blenda, que han estado trabajando en la cadena de mujeres durante años, la papilla se traga rápidamente y la lata y los dedos se lamen hasta dejarlos totalmente limpios, quedando hambrientas después de tanto trabajo.

Todo el liquido que reciben, está en la papilla... El agua es cara aquí, y al verse obligadas a beber toda su orina, recuperan la mitad del agua de la papilla.

Ahora marchan al encirro donde duermen por la noche... Son 400 celdas en 20 bloques sin ventanas, cada uno rodeado por una cerca de alambre de púas electrificado y escaneado con reflectores durante toda la noche.

Con su mano derecha sobre el hombro de Pezones y Lajla sobre el suyo, Blenda y el resto de la cadena de mujeres caminan y entran en el bloque 6… Pronto se encuentran encerradas detrás de las puertas de hierro con barrotes.

Son celdas de 4x4 m… Los baños son un desagüe apestoso que corre a lo largo de los bloques... Una chica recien llegada comienza a histérica a llorar… Otras se aferran a los barrotes, con lágrimas corriendo silenciosas por sus mejillas, mientras que las demás muertas de cansancio permanecen de pie esperando la orden de tumbarse para dormir

Blenda y Marla se arrodillan sobre el piso mojado... Ella mira a los ojos azules de María, y las dos chicas se dan un profundo beso esperando que la cámara instalada en el techo de cada celda, no las capte.

Al poco tiempo, Blenda tiene que ir al desagüe a defecar... Está muy prohibido hacerlo en la cantera… Ella levanta el vestido sobre sus caderas, se apoya en los barrotes y lo suelta... Ella gira la cabeza y puede ver una larga fila de culos desnudos en otras celdas haciendo lo mismo que ella... Los desagües se han llenado, como todos los días… Y también el aire húmedo con el olor a mierda... Ella puede oír, que la chica nueva está vomitando… Tardará unos días en acostrumbrarse a esta nueva vida.

Después de media hora, suena un silbato… Es la señal para tumbarse… Todas lo hacen con las manos por arriba de la cabeza para evitar cualquier tipo de masturbación y sexo entre las reclusas porque deben mantenerse en estricta castidad… Todas tienen que acostarse así y las cámaras las vigilan durante el sueño, después de trabajar a velocidad durante 14 horas seguidas, mal alimentadas y sin agua.

Mientras esto sucede en el campamento, ahora mismo, en los hoteles, restaurantes y clubes nocturnos con aire acondicionado, hay mujeres y chicas jóvenes que se divierten…Algunas de ellas incluso pueden tener relaciones sexuales.

Sin saberlo, en los próximos días, 10 de ellas se encontrarán detenidas por policías, que obtendrán un ingreso extra.

Y una semana después, estarán tumbarán en este suelo húmedo, hambrientas, sedientas, y encadenadas…Les habrán robados todas sus pertenencias y su belleza… han sido condenadas a cadena perpetua y conocerán lo que es un verdadero trabajo duro.

Blenda siente que ahora es tiempo de dormir… Mañana a las 4 en punto comienza otro día más de durísimo trabajo.

Y aquí termina mi información de esta segunda historia…

Continuará....