Campo de perforación

Pasar la noche en un campo petrolero me trajo más satisfacción de lo esperado.

Hace años, recién empleado por una compañía petrolera, mi labor trascurría en las oficinas de la ciudad. Mal acostumbrado a las comodidades urbanas, vi con muy mala cara la primera vez que me enviaron al campo, el cual quedaba muy retirado, razón por la cual tendría que pasar una noche allá.

Del personal de campo sólo conocía a William, un moreno alto de origen trinitario, muy simpático, que había ido varias veces a la oficina donde yo generalmente lo atendía, orientaba e incluso lo acompañaba a almorzar. Tenía un cuerpo muy bien definido que no me cansaba de admirar. Pero William a su vez admiraba a cualquier mujer bonita que le pasara al lado y me pedía que le presentara a las que más le llamaban la atención en la oficina. "Amiguito, no sabes lo que es estar meses en el campo entre puro hombre" me repetía. Incluso me tenía amenazado con venir a la ciudad un fin de semana para que yo lo llevara con unas putas. En fin, William parecía un objetivo sexual muy difícil de alcanzar.

En mi visita al campo, William sirvió de guía para mostrarme como funcionaban las cosas allá. En uno de los pozos al que me llevó, me presentó a Régulo, un muchacho de corta estatura, pero muy buenmozo, con unos ojotes marrones y una sonrisa espectacular. William nos dejó solos un rato mientras Régulo me explicaba el funcionamiento de la bomba en ese pozo. Sus jeans apretados eran hipnotizantes, tanto el bulto de enfrente como la redondez de su trasero. Mi chequeo de su cuerpo fue tan evidente que él se dio cuenta, pero su reacción fue sonreir de manera pícara. No logramos decir más, puesto que William regresó para continuar mi tour del campo. Régulo me chocó la mano, dijo "Fue un placer" y guiñó el ojo.

Tres horas más tarde, ya anocheciendo, el tour del campo terminó con una cena abundante después de la cual mi guía me llevó al trailer asignado. William se marchó a hacer una inspección de varios pozos ya que en el campo a todas horas hay trabajo. Luego de instalarme un rato en la cama leyendo, me dio sed y salí nuevamente al comedor para buscar algo de tomar. El comedor estaba bastante solitario: dos ingenieros hablaban en una mesa y en otra, tomándose un café, conseguí a Régulo sólo. Me hizo señas para sentarme con él y nos pusimos a hablar de todo un poco. En cuanto los ingenieros salieron, no perdimos tiempo en darle un matiz más personal a la conversación.

"Me temo que aquí de noche no hay mucho entretenimiento. Hace un año uno podía ir al pueblo cercano, Santa Rita, pero por medidas de seguridad ahora hay toque de queda. Anteriormente la mayoría de los trabajadores estarían en el Hotel del pueblo cogiéndose una puta." me dijo sobándose la entrepierna.

"Y ahora que no pueden ir a Santa Rita, cómo se las arreglan? Con Santa Manuela?" le pregunté haciendo mímica de una masturbación.

"Bueno, sí, pero esto ya es casi una prisión, y la paja a veces no es suficiente. Aquí no es extraño pasar al lado de un trailer de noche y oir clarito que hay dos hombres teniendo sexo."

"Ah, sí?" le pregunté, "Y en tú trailer qué se escucha?"

Régulo me sonrió, y picó el ojo apretándose la entrepierna: "Muy poco. Yo soy muy discreto!"

Momentos más tarde, estábamos desnudándonos en su trailer. Régulo se despojó de sus interiores para revelar un maravilloso güebo erguido, de glande puntiagudo y con una curva pronunciada hacia la izquierda. Su cuerpo estaba muy bien definido gracias a las labores del campo. Inmediatamente me senté sobre la cama y lo traje hasta mí para chupar su virilidad y acariciar sus redondas y firmes nalgas. Hasta ese momento yo pensaba que iba a ser el sustituto temporal de una vagina para este excitado joven trabajador. Pero Régulo me dio la primera señal de que no era tan activo como yo creía cuando me hizo levantar, me abrazó y besó.

"Desde que te conocí en el pozo te tenía ganas, Claudio!"

Y acto seguido fue él quien se arrodilló para chuparme. Su lengua no dejaba de masajear mi frenillo. Este puto era mejor mamagüebo que yo. Lo tumbé sobre la cama y nos pusimos a hacer el 69. Sintiendo que su veterana lengua me podía hacer acabar antes de tiempo le pregunté:

"Quieres que culiemos?"

"Te lo iba a proponer" me respondió y sacó un tubo de lubricante de su morral y empezó a aplicármelo en la verga y en su propio trasero.

Coño! Parecía que ambos veníamos con la intención de cumplir el rol pasivo. Soy básicamente versátil, pero la verdad es que yo traía desde algunos meses unas ganas de ser cogido ya que, quizás por mi status de casado para entonces, tenía una especie de imán para atraer hombres pasivos. No me quejo mucho porque me encanta descargarme en un culito apretado y velludo y, como dije antes, Régulo tenía unas nalgas tan hermosas y firmes que la oferta de enterrarme entre ellas era motivo suficiente para tomar el rol de macho en este encuentro. Así que lo puse en cuatro, se la clavé poco a poco y empecé a culiar con lentitud, saboreando cada metida con plenamente. El muchacho gozaba de mi cogida diciéndome en voz muy baja "Que rico, papá". Tenía un culito muy sabroso y caliente. Pero yo quería ver su cara mientras se lo metía, y me acosté boca arriba en la cama y él se sentó sobre mi verga y empezó a cabalgar mientras se masturbaba. Pronto dijo que no podía aguantarse más y bañó mi cuerpo con su leche. Poniéndolo boca abajo sobre la cama pegué mi embarrado pecho sobre su espalda y lo cogí hasta correrme en su cálido pocito. Lo abracé y me quedé encima de él hasta perder mi erección y recobrar el aliento, mientras le besaba la nuca y la oreja.

Nos dimos una larga ducha, platicando entre besos y caricias. Me enteré que era él uno de los dos trabajadores en el campo que tenía la grata tarea de complacer a los machos en sus largos turnos laborales. Le pregunté sobre su pasividad y me confirmó que no le gustaba penetrar a otros hombres.

"Qué lástima, porque me hubiese gustado mucho que me dieras una cogida" le dije, y nos besamos.

Cuando Régulo se fue, me quedé dormido plácidamente pensando que este viaje al campo había terminado mucho mejor de lo que yo esperaba. Pero mis vivencias eróticas de esa noche - o debo decir madrugada - no habían concluido. Aproximadamente una hora después, tocaron la puerta de mi trailer despertándome. Era William. Me dijo que había terminado su ronda y que pasaba por un momento para saber si yo estaba bien. Sugestivamente preguntó si me habían atendido bien. Yo me hice el desentendido.

"Amiguito, no se haga el loco. Sucede que vengo del trailer de Régulo, y él estaba rendido e indispuesto! Me contó que estuviste dándole por el culo por media hora y que lo dejaste agotado. Y yo que tenía ganas de divertirme esta noche".

Le sonreí y le dije que se buscara al otro muchacho que complacía a los trabajadores. William sonrió y exclamó:

"Qué pasó, amiguito? A Régulo si le dio una mamadita y a mí no?"

Y Régulo me había dicho que era discreto! William se bajo el cierre del mono revelando su cuerpo escultural. Su interior estaba mojado de flujo seminal, lo que me hizo imaginar que lo que le contó Régulo lo había excitado bastante. Entonces se desnudó completamente para liberar un gigante oscuro y semi-erecto, con una cabeza rosada que se asomaba del prepucio. Me lo metí en la boca y mi lengua se encargó de terminar de endurecer su enorme miembro el cual empecé a mamar con deleite. También le dediqué atención a las bolas las cuales parecían pequeñas al lado de su gruesa verga. Me bajé los shorts y empecé a masturbarme.

Cuánto detalle le contó Régulo a William de nuestro encuentro fue revelado a unos minutos de estar gozando oralmente del palo de William.

"Amiguito, Usted mama muy rico! Lamento que mi compañero no te haya podido complacer en todo, pero si tu todavía quieres yo si estoy muy dispuesto a darte por el culo"

Me puse en cuatro en la cama como horas antes lo había hecho Régulo. William se ensalivó la verga y su gruesa cabezota me estiró el ojo del culo más allá de lo que estaba acostumbrado. Qué ganas de tener el lubricante de Régulo para que esa vergota negra me entrara mÁs fácil. El dolor fue intenso por un rato corto pero William no hacía caso a mis quejas. Después de unos minutos en que creí que iba a morir cogido, mi culo se acostumbró al tamaño del negro y ambos empezamos a gozar la culiada. Como Régulo, William estaba acostumbrado a coger haciendo el menor ruido posible, aunque me susurraba lo sabroso y apretadito que tenía yo el culito.

El negro me estaba dando muy sabroso y me tenía que mandar a callar cuando yo me entusiasmaba. Una y otra vez me enterraba el palo y lo volvía a sacar casi completo haciéndome gruñir de placer. Luego William se sentó al borde de la cama e hizo que yo lo usara de silla, clavándome en su verga de espaldas a él. Me agarraba de las caderas y yo me izaba y clavaba sobre su palo una y otra vez. Fue en este momento solamente donde William perdió noción de su rol de macho y clavándome fuertemente sobre su verga con una mano, empuño mi palo con la otra y me masturbó por un rato. Me preguntó si me gustaba como me estaba cogiendo y yo sin rastro de vergüenza le decía que si, que culiaba rico. Luego me tumbó boca abajo sobre la cama y nuevamente me clavó su grueso y tieso miembro para culiarme unos minutos más. Acostó su formidable pecho sobre mi espalda y me estiró los brazos hacia delante sujetándolos mientras con cada clavada sentía sus peludas y sudadas bolas entre mis piernas. Como una bestia me resoplaba la nuca mientras se satisfacía con mi ano. Entonces, en el relativo silencio, se detuvo y su respiración entrecortada anunció que me había derramado su leche en las profundidades de mi culo.

"Amiguito, tiene un culito muy sabroso. A lo mejor me ve con más frecuencia allá en la oficina!".

"Nos tendremos que poner de acuerdo, porque creo que estaré viniendo al campo más a menudo", le dije. Después de todo, pensé, me gusta trabajar donde más se me necesita.