Campo de Concentración para Esclavas (9)

Al director del campo le cuesta bastante convencer a la profesora para que firme el contrato de esclavitud, ésta tiene mucho más aguante de lo que él pensaba. Entretanto, Julia sigue probando diferentes instrumentos de tortura sobre el cuerpo de Ingrid.

Capítulo 9 Los sótanos de la Casa Grande II

Al principio, el señor Bridges ofreció a la joven Sunset librarse de la tortura si firmaba un contrato de esclavitud por tres meses, pero como era de prever, ésta se negó.

En realidad eso carecía de importancia, se dijo a sí mismo Geoffrey Bridges mientras desenredaba los cables de los electrodos y admiraba el bello cuerpo desnudo de la profesora colgando de sus brazos y completamente inmovilizada.

Para su desgracia Sunset sabía todo lo que hay que saber sobre el uso de la electricidad como técnica de interrogatorio. Llevaba años investigando para su tesis y la teoría la dominaba bien. Sin embargo, ahora iba a experimentarlo en la práctica.

  • Parece que te has meado encima al ver el vídeo, ya me imagino por qué. Le dijo Bridges torciendo el gesto

Sunset protestó pero el ballgag impidió que se le entendiera nada.

  • Qué asco, odio que las esclavas se hagan pis. Tan bonita que eres y lo mal que hueles.

Y mientras decía esto el director cogió una pequeña manguera y la accionó dirigiéndola contra ella.

Un chorro de agua a presión le dio a Sunset en toda la cara haciéndole gritar y escupir parte del agua.

El director se puso a reír mientras enchufaba a la esclava y la limpiaba con el agua. Sunset no dejó de gritar ni un momento ni de revolverse sobre sí misma, pero no por eso dejó de recibir el doloroso impacto del agua fría. Así estuvo un rato hasta que la mancha amarilla de orines desapareció por el sumidero. Tras un par de minutos más de limpiarla bien el director apagó la manguera y ella pudo por fin descansar completamente empapada.

El señor Bridges se fue entonces hasta ella y se puso a examinar las huellas de latigazos que con el agua se habían hecho aún más evidentes y que ahora adornaban su cuerpo. Al principio se conformó con mirar, pero sin poder contenerse por mucho tiempo, se puso a acariciarla.

Ante la mujer de sus deseos desnuda y maniatada, Geoffrey tenía la polla a reventar y no se pudo reprimir. Las manos del director se fueron directas al trasero de ella, y sus labios a su cara, pero ella le rechazó con violencia. El director estuvo a punto de abofetearla por eso, pero se limitó a darle unos cachetitos en el culo.

  • Bueno preciosa ya que no quieres ser buena conmigo voy a decirte lo que va a pasar. Como te niegas a cooperar voy a tener que convencerte aplicándote descargas eléctricas. No sé cuánto podrás aguantar, pero cuando te rindas,..... porque tarde o temprano terminarás por rendirte,.... serás mía durante tres meses.

Sunset lloraba y negaba con la cabeza, mientras el sádico director le hablaba al oído.

  • Sí, pequeña, puedo prometerte que serás la esclava de los tipos más sádicos y crueles de este jodido mundo. Además les voy a explicar lo que querías hacer a las otras esclavas sólo que.... ahora te lo vamos a hacer a ti. Sólo de pensarlo se me pone el miembro como una piedra.

Al decirle esto, el director siguió acariciándola y pasando sus dedos por las marcas del látigo, mientras ella rechazaba violentamente sus caricias con rabia y terror.

  • Vamos no llores, ya sabías a qué venías.

Sunset le miró diciendo que no, y el director se apartó de ella.

  • Claro que sí, ¿por qué si no querías ver cómo torturaban a todas esas chicas?. Esto del sado te atrae no lo niegues. Puede que no lo sepas, pero inconscientemente deseabas que pasara esto, he visto a muchas como tú.

La joven se quedó muy quieta sin dar crédito a lo que oía, mientras el director manipulaba algo que ella no podía ver.

Entonces el hombre colocó el transformador a pocos centímetros de sus pies y empezó a prepararlo todo.

  • Todas las personas tienen un pezón más sensible que el otro, ¿lo sabías?, le dijo cambiando de tema y enseñándole como abría y cerraba una pinza metálica dentada.

Sunset se quedó mirándola fijamente al tiempo que sentía cómo se le aflojaban los esfínteres del cuerpo.

  • ¿Cuál es el tuyo?, le preguntó acariciándole los pezones con las frías pinzas.

Sunset intentó entonces soltarse de sus ataduras con todas sus fuerzas y al ver que era inútil empezó a llorar de desesperación.

  • ¿No me lo quieres decir?, no importa, ya lo averiguaré yo, dijo abriendo las pinzas.

Cuando los dientes metálicos de la pinza se clavaron sobre la sensible piel de su pezón izquierdo, la profesora soltó un lastimero grito de dolor, al tiempo que toda ella se retorcía y debatía inútilmente por soltarse.

  • Hmmm, no está mal, pero las estadísticas dicen que en la mayor parte de los casos el más sensible es el derecho.

Dicho y hecho, el director cogió otra pinza y con ella "mordió" el pezón derecho de la mujer.

  • MMMMMHHHH

El rostro de Sunset estaba crispado por un gesto de sufrimiento. Los alaridos de esa bella joven le sonaron a música celestial al sádico del director, de modo que mientras ella se retorcía de dolor, él se acarició su miembro con las puntas de los dedos.

  • No estoy seguro pero yo creo que es el derecho. Bueno, da igual, y diciendo esto conectó el cable rojo a uno de los pernos.

Una vez pasado el tremendo dolor inicial, Sunset fue capaz de medio soportar la presión de esas pinzas en sus pechos e intentó pedir piedad a la desesperada.

  • ¡MMMmmmmmh!

  • MMMmmmmmh, se burló el director imitando el tono de los ruegos de la joven. Y mientras tanto, colocó el cable azul en la base de una varilla de cobre terminada en una bola.

  • Vamos a empezar haciéndote cosquillas. El director, movió una rueda del generador eléctrico y levantó la varilla para que ella la viera.

  • Veo que aún estás empapada, eso aumentará la sensación de las descargas.¿Por dónde empezamos?, ¿por tus tetas?, no eso sería demasiado fuerte para empezar, te desmayarías y no queremos eso, lo dejaremos para más adelante.

El director no tocó aún a su prisionera si no que se puso a jugar con ella. La varilla pasó cerca de los pechos, el vientre, la entrepierna sin tocarla. La joven Sunset intentaba apartar su cuerpo del temido contacto entre gritos histéricos de desaprobación, pero apenas podía moverse. Así estuvieron los dos unos segundos hasta que la varilla le tocó accidentalmente en una pierna y la profesora gritó tras una violenta convulsión.

  • ¿Duele?, le dijo Bridges con una sonrisa cruel, y como ella no respondía le acarició el vientre con la varilla, provocando otra sacudida de su cuerpo y otro grito. El director volvió a sonreir y le tocó en el costado, así siguió torturando a la muchacha con pequeños toques de su varilla por todo el cuerpo, por las piernas, el vientre, los costados, y finalmente, por los pechos.

La `pobre Sunset sacudía todo su cuerpo entre lloros, protestas y convulsiones musculares, además la varilla le producía picazón y escozor allí donde le tocaba. Era un contacto odioso y muy desagradable. La joven estaba desesperada.

  • Qué, ¿duele ahora?

Sunset afirmó con lágrimas en los ojos y pidiendo piedad.

  • ¿Firmarás entonces?

La profesora le miró y dudó un momento, pero luego negó decididamente.

  • Muy bien, subiremos la intensidad de las descargas.

El director movió la rueda y volvió a tocar a Sunset en el empeine del pie.

Ésta gritó aún con más intensidad que antes.

  • Vaya, me he pasado, pero no importa.

Bridges volvió a tocarle los empeines y plantas de los pies, ahora dejaba el bastoncillo tres o cuatro segundos sobre la piel mojada, sin preocuparse de los gritos y convulsiones de Sunset. Poco a poco fue subiendo por las piernas, evitando las articulaciones. Los toques del bastoncillo duraban varios segundos durante los que la joven temblaba de dolor. Cuando Bridges le tocó los muslos cerca de la entrepierna, Sunset casi se quedó afónica de tanto gritar.

Sin embargo, el director juzgó que aún era prematuro torturar la entrepierna de la chica, y viendo que ya se le estaba secando la piel volvió a echarle un poco de agua por todo el torso.

La joven Sunset se arrepentía una y mil veces de haber ido a aquel horrible lugar. Pero, ¿por qué lo había hecho?. ¿Tenía acaso razón el director?. ¿Sería ella también una masoquista?. La realidad es que a ella siempre le había puesto muy cachonda ver cómo torturaban a otros hombres o mujeres. Sunset era una voyeur y por eso diseñó su experimento. Quería ver de cerca a decenas de mujeres atadas e indefensas en manos de sádicos pervertidos que las atormentaran sin ninguna piedad.

Ahora, en cambio, las tornas habían cambiado y era ella la víctima. El caso es que horas antes, mientras la ataban el electricista y su compañero llegó a excitarse y si no hubiera sido por su miedo le hubiera parecido incluso agradable. Si le dejaran poner a ella los límites podría participar como sumisa...

Pero eso que le estaba ocurriendo no lo podía controlar. Las descargas eléctricas eran brutales, a cada toque se le contraían todas la entrañas y la piel le quemaba. El director le pasaba ahora el dichoso bastoncillo por el vientre y los costados y la joven Sunset gritaba y se estremecía como una loca.

  • Vamos, ¿por qué no dejas ya de sufrir, pequeña?, le decía Bridges sin dejar de torturarla.

  • Si firmas ahora mismo dejaré de atormentarte y te llevaré a mi habitación. Esta noche podrás dormir en mi cama si lo deseas, nadie te molestará aunque seas una esclava..

Sunset le miraba con odio entre alaridos y protestas. Ese era el viejo truco, el verdugo prometía a su víctima que sería bueno con ella si obtenía lo que quería. La profesora sabía eso de memoria pero ahora en medio del suplicio tenía que reconocer que el ardid era efectivo. En ese momento daría lo que fuera por librarse de algo tan espantoso.

Sin embargo, ella negó nuevamente, eso también formaba parte del ritual

  • Muy bien, no me dejas otra alternativa, dijo el director bajando la intensidad del generador, y acto seguido desenroscó el bastoncillo y colocó el cable en el perno que mordía el otro pezón de la chica.

Sunset tiritaba ahora de frío y a pesar de eso sudaba de miedo al ver los dos cables colgando de la punta de sus pechos. Dependiendo de la intensidad de la descarga aquello podía ser peligroso e incluso provocar un paro cardiaco, en todo caso sería extraordinariamente doloroso y ella lo sabía muy bien. Mientras el Director lo preparaba todo a ella le retumbaba el corazón en el pecho.

  • Por última vez, le dijo el director con los dedos en la rueda, ¿vas a firmar?.

Ella le contestó que no babeando por su mordaza y llorando de desesperación. Repentinamente Geoffrey Bridges rotó el mando y mágicamente Sunset dejó de llorar mientras su cuerpo se ponía a temblar y los ojos se le ponían en blanco. Fueron sólo cinco segundos pero a ella le parecieron un siglo. Durante esos segundos sintió espasmos y dolores musculares y parecía como si los pechos se los estuvieran quemando con un soplete.

Tras unos momentos, una segunda descarga, más larga que la primera hizo que la chica se agitara sobre sí misma e incluso provocó que los pernos hicieran mal contacto con la piel lo cual provocó algunas chispas y leves quemaduras en los pezones.

Finalmente una tercera descarga hizo que tras 8 interminables segundos de puro dolor Sunset perdiera el sentido.

Por un momento el director se asustó, sin embargo, poniéndole los dedos en el cuello comprobó que la joven tenía un pulso normal aunque algo acelerado. La pobre muchacha colgaba inconsciente de sus cadenas con los ojos semiabiertos y echando baba por la boca, efectivamente el señor director comprobó que ella tenía leves quemaduras en los pezones y aprovechando su inconsciencia le quitó los cables de los pernos, sólo para conectarlos a una especie de dildo que él le introdujo a la chica por el agujero del ano.

Con un poco de cinta aislante, Bridges aseguró el dildo metálico y enchufando la manguera le volvió a proyectar agua a presión para despertarla.

Sunset volvió en sí confundida y desorientada. Ante él se apareció nuevamente la figura del director con el contrato en la mano y se dio cuenta de que aquello no era una pesadilla.

  • Ya habrás visto que no voy a parar hasta que firmes. ¿Lo harás?.

La profesora volvió a decir que no y sacudió su pelo empapado. El director creyó ver entonces una mirada de desafío y se preguntó si su víctima no estaba aprendiendo a soportar el dolor.

  • Bien, veo que eres más terca de lo que yo pensaba, le dijo él acercándose. Como recordarás hace unas horas te he explicado que cuando te sueltan una pinza de una parte de tu cuerpo es mucho más doloroso que cuando te la colocan.

  • Una, dos ....y tres.

Bridges le abrió la tenaza que mordía el pezón izquierdo y Sunset pegó un salvaje grito de dolor que se convirtió en amargos sollozos, insultos y protestas cuando el verdugo se puso a masajear el pezón para que recuperara la circulación. El segundo perno fue aún peor, pues antes de abrírselo, el cruel director aprovechó para retorcerlo con sadismo. Después de arrancarle nuevas lágrimas y gritos, Sunset inclinó la cabeza agotada de tanta tortura y entonces, pudo ver sus pezones aún deformados con las huellas de los dientes aún marcadas y con huellas de quemaduras en los mismos. Cualquier contacto con sus sensibles pezones sería ahora una fuente segura de dolor. Asimismo, sus bellas tetas estaban ahora marcadas por verdugones rojizos y lo mismo le ocurría por el torso, el trasero y las piernas. Todo ello era una fuente continua de escozor. Pero ¿qué era eso que ahora llenaba su trasero?.

Bridges le levantó la cara sosteniendo su mentón con los dedos.

  • Mírame, profesora, por si no te has percatado, te he introducido un dildo electrificado dentro del culo. Cuando deje pasar la corriente te va a parecer que estás en el infierno. ¿Quieres firmar?.

Sunset ya no podía soportar más, de manera que las lágrimas asomaron a sus ojos y afirmó con la cabeza.

  • ¿Has dicho que sí?, dijo Bridges con el mando en la mano

Sunset volvió a afirmar ansiosa de que aquello acabara, e incomprensiblemente el director torció bruscamente la rueda y una dolorosa descarga eléctrica recorrió las entrañas de su víctima.

Durante tres o cuatro segundos más todo el cuerpo de la joven se arqueó y cimbreó colgando de sus cadenas, mientras ella volvía a poner los ojos en blanco y un chorro de orina volvía a manchar sus muslos.

  • Eso para que vayas aprendiendo.....esclava.

Sunset le miraba anonadada, sin poder creerse la crueldad que acababa de cometer con ella. Ya estaba dispuesta a firmar. ¿Por qué entonces la trataba así?. La pobre Sunset no terminaba de entender las implicaciones de su nueva condición de esclava..

  • Espero que no trates de engañarme, si te suelto es para que firmes, de lo contrario esta vez te introduciré el dildo en la vagina y no pararé hasta que te desmayes. ¿Lo has entendido?

Sunset volvió a afirmar, pero como no le pareció suficientemente convincente, el director le dio otra descarga en el trasero durante dos segundos más.

  • ¿Has entendido?

Esta vez Sunset se desgañitó en decir que sí con gemidos y sollozos.

  • Muy bien, dijo, el director, así me gusta que te empieces a comportar como una esclava.

Tras esto, el director le sacó el dildo del ano y accionando la manivela permitió que después de varias horas la joven profesora pudiera bajar por fin los brazos.

Sunset estaba agotada y le dolían todas las articulaciones así que cuando dejó de colgar de las cadenas, su cuerpo se fue depositando lentamente en el suelo sin fuerzas. Ya en el suelo el director la fue desatando e incluso le quitó la mordaza y las esposas.

Ya libre de sus ataduras Sunset se quedó hecha un ovillo en el piso toqueteándose las heridas con sus manos temblorosas.

De pronto vio ante sí el contrato y un bolígrafo que le ofrecía el Señor Bridges.

  • Firma, le dijo.

Sunset, apenas leyó el encabezamiento y el período de estancia en el campo que el Director había rellenado poniendo el tiempo máximo: tres meses.

La joven dudó un instante, para estampar su firma pero fnalmente lo hizo. ¿Qué otra cosa podía hacer?. Y sin embargo, en cuanto lo hizo se sintió aliviada.

  • Ahora de pie y las manos en la nuca.

Sunset le miró con ojos llorosos, pero obedeció. Lentamente se incorporó, abrió las piernas y puso sus manos en la nuca.

Ya sólo era una esclava más.

  • Muy bien preciosa. ¿Sabes lo que es esto?, dijo él palmeando la tabla del potro.

Sunset tragó saliva antes de contestar.

  • Es un potro de tortura medieval.

  • Muy bien, veo que sabes mucho, profesora, ¿qué opinas de él?, ¿está bien hecho?.

  • Creo...creo que sí. Sunset empezó a respirar agitadamente imaginándose lo que significaba ese interrogatorio.

  • ¿Me puedes explicar para qué sirve?, dijo el director mientras preparaba el potro para la bella joven.

  • Sirve para estirar el cuerpo del reo.

  • ¿Y qué efectos tiene?

  • Depende. Al principio puede provocar dolores en las extremidades y dificultades en la respiración, pero si se sigue apretando...... Los escalofríos recorrían todo su cuerpo al hablar.

  • Continua.

-....si se sigue apretando se pueden dislocar los miembros, romper las articulaciones e incluso......

  • Vamos, sigue.

  • Por favor, tenga piedad de mí, haré todo lo que quiera pero no me torture con eso, se lo ruego.

  • He dicho que sigas.

Sunset siguió hablando con lágrimas en los ojos.

  • Si...aún se sigue apretando... se pueden llegar a desgarrar los tendones y los músculos.

  • Debe ser una muerte lenta y horrible, ¿no crees?

  • Tenga piedad, no lo soportaré.

  • No temas princesa, en tu contrato dice que no puedo matarte ni mutilarte irreversiblemente, así que nos conformaremos con estirar tu cuerpo hasta el límite pero sin romperte nada.

  • No obstante antes te voy a dar dos opciones. Ahí al lado hay una guardiana del campo ocupándose de una chica. Si tú quieres haré que coloquen a esa esclava en el potro y será torturada en tu lugar, pero con una condición.

  • ¿Cuál?

  • Que tendrás que ser tú misma quien la torture. Tú estirarás el potro hasta dislocarle los hombros y tú misma le aplicarás descargas eléctricas en su coño hasta que pierda el sentido. ¿Qué me contestas?

  • No me pida eso, no podré hacerlo.

  • ¿Ah no? Hace unas horas querías hacer eso y otras cosas peores a más de cuarenta esclavas del campo.

  • Lo sé pero después de lo que me ha hecho, yo no puedo hacérselo a otras.

  • ¿Prefieres sufrir tú en su lugar?

  • Déjeme, por favor, me ha prometido que no me haría más daño.

  • Contesta a la pregunta ¿Prefieres que te acostemos a ti en el potro?,.

  • Sí, pero más electricidad no por favor.

  • Vaya, después de todo igual has aprendido algo, no te preocupes, no habrá más descargas por hoy.

El director terminó de ultimar el ingenio y le ofreció la manguera y una esponja.

  • Toma límpiate, otra vez hueles a meaos.

Sunset le obedeció aún sollozando.

Mientras tanto, el director llamó por teléfono a un guardián.

  • Oye tú, ven a la casa grande y traete a seis o siete más, vamos a celebrar una fiesta con la profesora. .. Sí sí, ya ha firmado.

  • Bueno, preciosa, mientras vienen los demás quiero que me la chupes, me ha gustado mucho cómo lo has hecho antes. Termina de limpiarte y ven aquí.

Sumisamente Sunset hizo lo que le ordenaban y entonces se acercó al director., se arrodilló y se puso a chuparle la polla mientras le masturbaba con una mano.

De buena gana se la hubiera mordido, odiaba a ese tipo por lo que le había hecho, pero creyó que era mejor obedecer así que siguió con la mamada sumisamente. El director la miraba triunfante, Sunset parecía un eccehomo con todo el cuerpo marcado por el látigo, sin embargo, desde su perspectiva estaba bellísima.

Cinco minutos tardaron los guardianes en llegar: Markus, Roberto, Harry, John, y tres más aparecieron por la puerta, entre ellos se encontraba también David el marido de Nicole. Todos se quedaron admirados al ver la felación. Era evidente que el director había conseguido por fin dominar a la profesora.

  • Muy bien, dijo éste sacando su pene brillante y enhiesto de la boca de ella. Y ahora acuéstate aquí encima y estira los brazos por encima de tu cabeza.

  • No me hagan daño..mucho no..

  • Calla y obedece.

Sunset obedeció y se tumbó sobre la madera del potro, entonces estiró sus brazos por encima de su cabeza y sus verdugos se los ataron con diligencia. Con unas suaves correas de cuero enganchadas a una sola soga le ataron las muñecas, mientras los tobillos se los ajustaban a otras correas situadas en los laterales de los pies del ingenio. De esta manera Sunset tuvo que mantener en todo momento las piernas abiertas y los brazos juntos formando una Y invertida.

  • Mirad qué cuerpo tan bonito tiene, dijo el director mientras se quitaba toda la ropa, ahora id estirándola despacio y con cuidado.

Ya desnudo, Roberto accionó una manivela donde se enrrollaba una gruesa soga y ésta empezó a tensarse al tiempo que los dientes de la manivela hacían un clic clic rítmico al pasar por un freno. La soga tiró a su vez de los brazos de Sunset y todo su cuerpo se empezó a estirar centímetro a centímetro. La joven respiraba agitadamente esperando que el dolor llegara a sus hombros. También era una experta en el potro.

Tras varias vueltas, el sonido metálico se hizo más lento y la manivela se puso más dura. La soga ya crujía por el estiramiento y los músculos y articulaciones de la joven se tensaron más de lo soportable.

  • Aaaaahh.

Sunset abrió la boca para quejarse pero mantuvo los ojos cerrados.

Al oír aquel quejido, al director se le puso la polla tiesa otra vez y acarició el cuerpo desnudo de la profesora.

  • Aún se puede estirar más antes de que se le disloquen los brazos, sigue apretando pero despacio.

El freno pasó por otros dos clic más y Sunset volvió a gritar.

  • AAAAHHH, mis brazos, dios, mis brazos.

  • Una vuelta más

Clic

  • AAAAAGGGGHHHHH

  • Tranquila princesa, ¿es posible una vuelta más?

Roberto negó con la cabeza.

  • Yo no me arriesgaría.

  • Bien, ya no te haremos más daño. Ahora te vamos a follar, le dijo el director apartando el pelo de la frente.

Sunset afirmó con la cabeza e incluso sonrió agradecida.

Y diciendo esto el director y el resto de los verdugos acabaron de quitarse la ropa sin poder apartar sus ojos del cuerpo de la bella Sunset.

Esta abrió bien los ojos y al ver lo que iba a pasar su entrepierna se empezó a mojar involuntariamente. Ya desnudos Diego y Markus se ocuparon de sus pezones lamiéndolos delicadamente, mientras el director se colocaba entre sus piernas y la penetraba.

Sunset abrió la boca y volvió a cerrar los ojos, fue entonces cuando notó aquello en los labios. Era la polla de Roberto que con esa caricia pedia una mamada a la esclava. De hecho el verdugo torció su cabeza y la penetró hasta la garganta.

Con todos aquellos hombres sólo para ella, Sunset se sintió de repente en la gloria, no sólo por el placer del sexo sino por haber soportado todo aquel dolor. En esas horas la joven profesora había aprendido en carne propia lo suficiente para hacer diez tesis.

Por su parte, mientras penetraba aquel coño cálido y acogedor el director admiró el cuerpo de su nueva esclava que en las semanas siguientes gozaría una y otra vez. Así estirada en el potro y a punto de correrse Sunset era una visión idílica para Mr Bridges, una de esas visiones por las que merecía la pena haber creado el Campo..

Mientras todos aquellos verdugos follaban por turno con la profesora y ésta perdía la cuenta de los orgasmos que alcanzó, en la habitación contigua seguía la luna de miel entre Julia e Ingrid.

Después de la cera, Julia siguió ensañándose e su víctima. A Ingrid también le aplicó una picana eléctrica, y sólo después de tres o cuatro horas atada a la cruz de San Andrés, la joven danesa fue colocada a horcajadas sobre el caballete. Para ello, Julia le puso una cuerda corrediza al cuello que colgó del techo y que le dificultaba respirar con libertad. Ingrid era lo suficientemente alta para evitar el contacto del afilado listón de madera con su entrepierna, pero para ello tenía que mantenerse sobre la punta de los dedos de los pies. Las manos, por supuesto las tenía atadas a la espalda y Julia aprovechó su indefensión y desnudez para seguir atormentándola de diferentes maneras.

De este modo empezó pasándole un afilado pinwheel por todo el cuerpo que Ingrid soportó estoicamente, después siguió con una pequeña varita flexible de madera que Julia utilizaba de dos maneras. O bien le pinchaba con la punta o bien la agarraba de la base y curvándola con la otra mano la soltaba de golpe impactando sobre el cuerpo de la joven. A pesar de repartir los golpes por todo su cuerpo los pechos de Ingrid fueron el objetivo favorito de la "varita" de Julia que se ocupó de adornárselos con marcas rojizas radiales.

Al hacer todo esto Julia se tomaba su tiempo. Aunque a duras penas, la esclava aguantaba el tormento y eso le producía un gran placer

Tras mucho rato con la varita Julia le colocó unas resistencias en los pezones ajustándoselas con tornillos y conectó las mismas a dos cables de electrodo. Lo de la electricidad fue más severo. Julia era una torturadora metódica y no se cansaba de atormentar a su víctima hasta que esta perdía varias veces pie y su entrepierna chocaba dolorosamente con el caballete. Cada vez que Ingrid perdía pie, la joven veía las estrellas, su coño chocaba contra el listón provocando agudos dolores en el bajo vientre al tiempo que el lazo apretaba su cuello.

Tras más de veinte minutos de electricidad volvió el látigo, Julia colocó pacientemente varias pinzas de colgar la ropa a lo largo del vientre de Ingrid y en sus pechos y se las quitó a latigazos con un látigo de algo más de un metro. Julia manejaba con gran habilidad ese látigo haciéndolo bailar a derecha e izquierda, y arrancando una pinza de cuando en cuando.

Ante el castigo del látigo, la esclava aguantaba el tipo con una gran capacidad de autocontrol y sus pies permanecían erguidos a pesar de que los dedos le dolían horriblemente. La cara la tenía asimismo enrojecida por el déficit de oxígeno, y sin embargo Ingrid aguantaba temblando y con buena parte de su piel quemando como el fuego.

La sesión del caballete terminó cuando Julia esgrimió una vara flexible y se puso a darle a Ingrid en el empeine de los pies, en las pantorrillas, los muslos, el trasero, los costados, el vientre y las tetas, por ese orden. Julia daba los golpes espaciadamente dejando que la fusta silbase y restallase contra el formidable cuerpo de esa mujer. Por su parte, Ingrid aguantaba los gritos como le había ordenado su ama y se limitaba a apretar los dientes y temblar de dolor, sólo perdió pie un par de veces lo cual provocó la admiración de su ama.

Por fin, tras esa interminable sesión, Julia accedió a bajarla del caballete.

Una vez suelta, Ingrid trató de adoptar la postura de sumisión, pero estaba físicamente agotada y cayó al suelo.

Julia la miró satisfecha golpeando la palma de la mano con su vara. La joven nórdica tenía su cuerpo lleno de marcas. Su blanca piel hacía que las líneas rojas destacaran más aún y a pesar de su presencia de ánimo, la muchacha empezó a sollozar.

  • Vamos, vamos, vaquita, has aguantado muy bien, eres una esclava de primera.

Ingrid la miró con lágrimas en los ojos.

  • Lo siento mi ama y entonces le alargó los brazos. Julia se quitó la capucha, se agachó y las dos mujeres se fundieron en un abrazo. Ingrid que ya no podía más se echó a llorar en su hombro mientras su ama la acariciaba consolándola.

Así estuvieron ambas mujeres abrazadas un buen rato hasta que Julia se cansó.

  • Arriba esclava.

Más tranquila, Ingrid se puso de pie. Entonces Julia le ofreció la misma vara de madera con la que la había estado golpeando unos momentos antes.

  • Toma, le dijo, ahora quiero que me azotes tú.

  • ¿Qué?, dijo Ingrid enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.

  • He dicho que me azotes con esa vara, en el culo y en las piernas, ¡ahora!.

Y diciendo esto Julia colocó sus manos sobre el respaldo de la silla, agachó su torso y poniendo las piernas juntas y apoyándose en los zapatos de tacón proyectó su trasero hacia atrás.

  • Vamos, ¿a qué esperar?

  • Es que yo...no sé

.....no sé hacer esto. Ingrid miraba la vara en sus manos como si fuera un objeto extraño.

  • Es muy fácil, coge fuertemente la vara y dame con todas tus ganas.

Ingrid se acercó a Julia y sin preparase ni nada le dio un débil varazo en el trasero.

  • Más fuerte, azótame de verdad, esclava.

La vara zumbo y le volvió a dar en medio de los cachetes del culo.

  • ¿Es que no sabes golpear más fuerte?.

Ingrid hacía esfuerzos por azotarla, pero todavía no se atrevía a hacerlo con toda su fuerza.

Un nuevo varazo le impactó en el culo, pero Julia apenas se inmutó.

  • Vamos a ver esclava, o me obedeces o mandaré que te crucifiquen.

Esta vez Ingrid apretó los dientes y llevando la vara hacia atrás le dio con todas sus ganas.

Zaaas.

Julia tuvo que ahogar un grito.

  • Eso está mejor, más fuerte, vamos.

Ahora Ingrid ya sabía cómo golpear así que le dio otro impacto y otro y otro. Poco a poco las marcas rojizas aparecieron en el trasero de Julia y ésta empezó a masturbarse sin cambiar de postura.

  • Así, así, dame cerda, con toda tu fuerza, acuérdate de la cera.

Efectivamente, Ingrid se acordó de la cera y le dio con toda la mala leche que pudo, en el culo pero también en los muslos.

Ingrid descubrió que le gustaba golpear a Julia, aunque no tanto como someterse a ella.

  • Te arrepentirás de esto puerca, decía Julia entre jadeos mientras se seguía masturbando, pero sus insultos no hacían más que cabrear más a Ingrid que cada vez le daba con más ganas.

Ahora Julia gritaba cada vez más alto mientras sentía cómo su trasero se volvía puro fuego.

  • Vamos, hija de puta, más fuerte, dame esclava, DDDDAAMe, y Julia se empezó a correr entre gritos y chasquidos de la vara.

No por eso Ingrid dejó de golpearla, ahora lo hacía con toda su furia.

  • Basta, dijo Julia tras haberse corrido.

Ingrid casi le desobedeció pero tuvo que abortar el último golpe.

  • La vara en la boca y postura de sumisión esclava.

Julia dijo esto acariciándose el trasero herido con una mano.

Ingrid había olvidado por un momento su nueva condición, pero tras dudar un momento, obedeció inmediatamente, abrió las piernas y se puso la vara entre los dientes.

Julia le arrebató la vara de la boca.

  • Me las pagarás vaquita, mañana te dejaré descansar, pero pasado mañana mandaré a Markus que seas crucificada. Y ahora agáchate y cúrame las heridas del culo con la lengua, me quema mucho.

  • Sí ama.

Ingrid pasó más de media hora lamiendo los verdugones del trasero de Julia, y después de eso ésta le correspondió lamiéndole delicadamente las múltiples heridas y marcas que tenía por todo el cuerpo.

Tras más de una hora lamiéndose mutuamente como si fueran dos gatas, Julia echó un colchón en el suelo y las dos mujeres hicieron el amor.....pero esto último os lo dejo a vuestra imaginación.

(continuará)