Campo de Concentración para esclavas (3)

La visita continúa por los barracones donde duermen las esclavas y por las duchas. Tras esto todo el grupo va al próstíbulo donde Julia muestra sus dotes como psicóloga.

Capítulo 3 La "ducha" de las esclavas

La visita al campo continuaba y mientras el grupo se dirigía hacia los barracones de las esclavas Julia les siguió explicando.

  • Como sabéis "Campo de Esclavas" tiene algo de parque temático, por tanto, es lógico que ofrezcamos a nuestros visitantes la posibilidad de participar activamente en algunos aspectos de la vida del campo. De hecho, a las chicas del grupo de visitantes os voy a ofrecer una pequeña experiencia como esclavas, voluntariamente, por supuesto.

  • ¿De verdad?. Shirley vio su oportunidad de darle más morbo a su reportaje.

  • Si, por ejemplo podemos dejar que un amo os ate desnudas o bien podéis experimentar gratuitamente "la ducha de la esclava". No tenéis que pagar ningún extra por esto pues va incluida en el precio de la entrada. Yo os recomiendo esto último.

  • ¿Qué es eso de la ducha?, dijo la mujer morena del grupo, repentinamente interesada.

  • Ahora mismo lo vais a ver, no os impacientéis.

Julia les llevó hasta los barracones, unos pabellones formados por un largo pasillo flanqueado por decenas de celdas donde dormían las esclavas. Todas las celdas eran iguales, se trataba de pequeños habitáculos con una estera en el suelo, un inodoro y un bidet.

Cada celda estaba aislada de las contiguas por una pared de ladrillo y comunicada con el pasillo por una reja. Por tanto las esclavas debían comer, dormir y hacer sus necesidades a la vista de los guardianes. En ese momento las celdas estaban vacías, aunque había algunas esclavas limpiando que se afanaban por dejarlo todo como los chorros del oro.

  • Las esclavas duermen en celdas individuales sobre la esterilla, convenientemente amordazadas y con las manos atadas a la espalda. Saben que tienen prohibido masturbarse por voluntad propia y no queremos que hagan cochinadas aprovechando la noche. Cuando toca diana se abren las celdas y se les liberan las esposas para que hagan sus necesidades y se limpien bien sus vergüenzas. Además cada mañana están obligadas a hacerse un enema y a limpiarse bien la cloaca, esto no es una granja de cerdas. A los clientes no les gustan las esclavas sucias y aquí no está permitido el scat ni guarradas parecidas.

Repentinamente Julia se dirigió a las esclavas

  • A vosotras os advierto desde ahora que si un cliente o un amo se queja de que tenéis el agujero del culo sucio haré que os pongan un enema con agua muy caliente. Debe ser muy doloroso porque las chicas que reciben este tipo de enemas gritan como animales. ¿Alguna pregunta?.

Nicole, la esposa del matrimonio joven, intervino.

  • Estaba hablando con mi marido sobre esa especie de patíbulo que hay en el pasillo, ¿para qué se utiliza?.

  • Efectivamente es eso, un patíbulo.

  • ¿Es para las esclavas que se masturban sin permiso?

  • Oh no, masturbarse sin permiso es una falta muy grave y conlleva una condena

  • ¿Una condena?

  • Sí, ya os he dicho que al final os explicaré eso.

  • En realidad el patíbulo sirve para otra cosa, como podéis ver consta de un cepo de madera en forma de tau, sólidamente anclado en el suelo. Estos agujeros son para aprisionar la cabeza y los brazos de la víctima. Si se le aprisiona el cuello y los brazos con esto la esclava queda inmovilizada y con la retaguardia indefensa.... Sin embargo, mejor que explicarlo sería hacer una demostración real. ¿Alguna voluntaria?.

  • Yo, yo, Sierra y Micaela levantaron la mano a la vez.

  • Ven tú misma, negrita.

Julia levantó la madera superior del cepo y la hizo girar sobre una bisagra.

  • Desnudate.

Maicaela se quitó la camiseta y después la falda sonriendo a los demás visiblemente excitada. Entonces colocó las manos en la nuca en postura de sumisión

  • Mmmh, qué cuerpo tan bonito tienes negrita, me encanta ese culo respingón.

Julia no perdía ocasión de magrear y acariciar a las esclavas. así que Micaela también recibió sus atenciones.

  • Ven, agáchate, pon tu cuello aquí y las muñecas en los agujeros pequeños. Micaela obedeció y entonces Julia cerró la parte superior del cepo dejándola inmovilizada.

  • Como veis, esta esclava está indefensa y puedo darle de latigazos a placer: en el culo, en las piernas y en la espalda. Julia dijo esto mientras le acariciaba el trasero y los muslos. Además es ideal para follársela por el coño, por el culo y por la boca o por dos sitios a la vez.

De repente, Julia arrugó la nariz.

  • Oye niña, esto parece un bebedero de patos, le dijo al pasar sus dedos por la raja del coño. No te estarás poniendo cachonda ¿verdad?. Bueno, bueno, pero que cerdas sois.

Julia se puso a rebuscar entre varias cosas que había en una caja.

  • Esto se merece,... algo especial,... sí, esto servirá.

Entonces sacó una mordaza de goma en forma de polla sujeta por dos correas.

  • Observad y aprended, esclavas.

Julia cogió la mordaza y pringándola un poco con los jugos vaginales de Micaela la penetró con ella suavemente.

  • ¡Aaaaah!

  • Tranquila cerdita, tranquila, ya va, dijo Julia dando vueltas y pringando bien la mordaza dentro del coño. Al sacarla, la polla de goma estaba pringada, cubierta de un viscoso líquido vaginal. Julia la puso en vertical para no derramarlo y se fue hasta la boca de Micaela.

  • Abre la boca y cierra los ojos, preciosa, ya verás qué rico.

Micaela era nueva en el sado, pero le excitó tanto lo que le iban a hacer que abrió bien la boca para que ésta le encajara el falo-mordaza y le atara las correas al cuello. Algunos se rieron por las perversas ocurrencias del ama.

  • ¿Te gusta cómo sabe?

  • Mmmmh

Micaela afirmó con la cabeza saboreando los jugos de su propio coño.

  • Bueno negrita, y ahora te vas a quedar aquí como una buena chica mientras los demás vamos a ver las duchas.

  • Aún no nos ha dicho para qué se utiliza el cepo dijo Nicole, la esposa del matrimonio.

  • A sí, se me olvidaba. "Campo de esclavas" es un lugar lleno de rituales y uno de ellos es éste. Los barracones de las esclavas deben ser vigilados por las noches por tres o cuatro guardianes. Como comprenderán se trata de un trabajo muy aburrido, así que a los guardias se les ha ocurrido una diversión a la que llaman "la lotería".

  • ¿La lotería?.

  • Sí, todas las noches cuando las esclavas se van a sus celdas, los del turno de guardia les mandan formar y sacan una bola a suertes. La esclava cuyo número coincida con la bola es llevada inmediatamente al cepo y pasa la noche atada a él como está Micaela ahora..

  • ¿Y entonces?.

  • Pues nada que los guardias se divierten con ella toda la noche y así pasan el rato, se la follan, le dan latigazos, le queman las tetas con un cigarrillo, lo que se les ocurra. Por cierto, esta mañana me han dicho que la lotería de esta noche estará reservada sólo a las nuevas. Es su manera de daros la bienvenida. Y palmeando el culo de Micaela, dijo ¿quién sabe negrita?, quizá tengas suerte esta noche, mientras tanto, vete haciéndote a la idea. Bien, y ahora vamos a las duchas.

El grupo se encaminó a las duchas dejando a la joven negra en el cepo con el culo en pompa y casi chorreando su propios flujos.

  • Esto son las duchas y aquí les hacemos la toilette a las esclavas todas las mañanas.

  • Pero, si no hay duchas, dijo Shirley.

Efectivamente, el lugar era un gran espacio iluminado con neones y con las paredes cubiertas de azulejos blancos. El suelo era de terrazo y estaba inclinado a tramos hacia unos sumideros de rejilla. Del techo pendían cadenas a tramos.

  • Ya os he dicho que aquí practicamos la "ducha de la esclava" que no es como una ducha normal, a ver, las del público, ¿alguna se anima a tomar una ducha?. Las chicas del público se miraron entre sí, sin decidirse.

  • Vamos, ¿no queréis sentiros como esclavas durante unos minutos?, será muy excitante, os lo prometo.

  • Pero no entiendo, dijo la novia pija, ¿cómo se hace?

  • Si queréis saberlo alguien tendrá que darse una ducha.......¿Nadie?

  • Venga, yo. La mujer morena sorprendió a todos al presentarse voluntaria.

  • Por fin, una valiente, ¿cómo te llamas?

  • Karen.

  • Muy bien, desnúdate y deja tu ropa en esa percha.

  • ¿Desnuda?, ¿del todo?

  • Supongo que no te ducharás vestida.

Era lógico, así que tras una breve vacilación, Karen se empezó a desnudar sin importarle demasiado que los hombres la miraran. Estaba tan caliente por lo que estaba viviendo esa tarde que accedió a lo de la ducha como arrastrada por un impulso irresistible. De este modo se desabotonó el vestido largo que llevaba, luego se soltó el sostén y finalmente se sacó las bragas. Nadie se había percatado de que Karen tenía un cuerpo tan bonito aparte de un rostro muy agradable, pero su cuerpo escultural resaltó aún más cuando Julia hizo que dos verdugos la colgaran de un gancho con los brazos en alto. Para ello le puso unas esposas con las manos por delante y colgó las esposas de una cadena situada sobre su cabeza. A pesar de su altura, Karen se vio obligada a ponerse de puntillas.

El estar así atada y desnuda delante de tanta gente Karen se calentó sin quererlo y se puso a fantasear con que ella también era una esclava

  • ¿Por qué no empezais ya?, gritó haciendo eco en las paredes. Pero al ver que los hombres la miraban con deseo, le dio vergúenza y se dio la vuelta mostrando su trasero y espalda.

Marsha miraba a Karen con rabia pues no tenías nada que su cuerpo no tenía nada que envidiarle.

  • ¿Has visto?, dijo uno de los chicos, que tía tan buena, está buenísima, ¿por qué no será ella una de las esclavas?, yo pagaría lo que fuera por follarla.

Inesperadamente eso molestó a Marsha. De este modo se acercó al chico y se quitó el uniforme delante de él.

Una vez desnuda, Marsha se puso bailar delante de él como si fuera una bailarina de strip tease, restregando el trasero contra su paquete. Finalmente le cogió de las manos y se las puso en sus propios pechos

Julia debería haberle reprendido, pero le dejó hacer.

  • ¿Qué me dices ahora, pichafloja? ¿acaso no sabes reconocer a una tía buena?. Si quieres un cuerpazo aquí lo tienes, y si tienes huevos vente mañana con pasta y fóllame y no a esa calientapollas que quiere ser esclava pero que no se atreve. Repentinamente Marsha se quitó las manos de encima con violencia, Quita maricón, le dijo

Entonces puso las muñecas juntas y se las ofreció a Julia.

  • Yo también quiero ducharme, ama.

  • Como quieras.

En unos segundos las dos bellezas estaban maniatadas y colgadas por las muñecas de sendos ganchos. Marsha miraba desafiante a Karen.

Repentinamente volvieron a aparecer los dos guardianes.

  • Dadles una ducha a estas dos, dijo Julia

Los hombres fueron entonces a buscar dos mangueras y entonces todo el mundo comprendió, incluidas las chicas atadas. Sin embargo, antes de que pudieran reaccionar dos chorros de agua helada a presión impactaron en su cuerpo haciéndolas cerrar los ojos y gritar como posesas.

  • Ja, ja, ja, reía Julia divertida, ¿os gusta la ducha?

Las dos jóvenes se pusieron a gritar y empezaron a debatirse y dar vueltas sobre sí mismas intentando evitar inútilmente el impacto del agua sobre su cuerpo.

El manguerazo no duró mucho, pero cuando cortaron el agua Marsha y Karen rotaban sobre sí mismas, completamente empapadas y jadeando. De todos modos, que pararan las mangueras no significaba que se hubiera acabado la ducha, y los guardianes se acercaron a las chicas con pastillas de jabón de la ropa y cepillos de cerdas duras como alambres.

  • Ahora las van a enjabonar, dijo Julia riendo, ya veréis cómo gritan.

Efectivamente, tras untarles bien de jabón y dejar su piel brillante, los verdugos se pusieron a cepillar su cuerpo con aquellos cepillos ásperos como lijas.

Había que oír a las dos gritar y suplicar. Los guardianes les limpiaron a conciencia frotando con fuerza las piernas, el culo, el vientre, la espalda y las tetas

  • Basta, basta...BASTA, no puedo más basta, gritaba Marsha histérica. No aguanto más por favor.

Pero los verdugos no paraban con los cepillos y volvieron a repasarlas por todo su cuerpo..

Karen también gritaba llorando y pidiendo por favor que pararan

Finalmente cuando pararon, los guardianes dejaron los cepillos y volvieron a coger las mangueras para quitarles el jabón. Agua a presión, dolor, gritos y sollozos. El proceso se repitió durante un par de minutos más hasta que las mangueras pararon y el agua enjabonada se fue deslizando mansamente hacia el sumidero.

  • Listas, dijo un guardia, y descolgándolas de los ganchos las cogieron de la cintura para evitar que se desplomaran agotadas. Entonces les quitaron las esposas y se marcharon de allí con sus artilugios.

Julia se acercó a las jóvenes con unas toallas.

  • Vamos, vamos, no lloréis más, no ha sido para tanto. A las esclavas las duchamos todas las mañanas y aguantan, gritan un poco, pero no lloran tanto como vosotras.

Las dos llorosas jóvenes cogieron entonces las toallas para secarse, estaban temblando de dolor y con el pelo empapado.

Ya seca, Shirley ofreció a Marsha su camiseta y su faldita para que se volviera a cubrir. Asimismo, Julia ofreció sus ropas a Karen para que volviera a vestirse., pero para sorpresa de todos ella las rechazó.

  • Señora dijo adoptando la postura de sumisión, ¿No tendría otro uniforme para mí?

Julia comprendió al momento y miró a Karen maravillada.

  • ¿Tú también quieres firmar un contrato de esclavitud Karen?

Sí, ¿puede ser?.

Julia no le contestó, sino que volvió a llamar a los dos guardianes

  • Esta visitante quiere entregarse como esclava y firmar un contrato de esclavitud, llevádsela al director e informadle.

  • De acuerdo.

  • ¿Por cuanto tiempo vas a firmar?

  • Por el máximo, tres meses. Karen lo dijo sin pensar.

  • Estaba segura, luego te veré en el rito de bienvenida. Y el grupo se marchó dejando a Karen con los guardianes.

Cuando desaparecieron por el corredor, Karen se quedó a solas con los dos hombres. Para variar éstos dos eran bastante guapos y atractivos y no tendrían más de 35 años.

Repentinamente Karen se empezó a calentar de estar desnuda y a solas delante de dos guapos desconocidos e intuitivamente volvió a adoptar la postura de sumisión.

  • ¿Cómo os llamais?, se atrevió a decir.

  • Yo soy Harry y éste Michael, aunque aquí le llamamos "el electricista", pero no porque le guste colocar bombillas ni nada parecido..

Los dos individuos se rieron y Karen no entendió de qué.

  • No os entiendo, dijo ingenuamente.

  • No te preocupes, le dijo el electricista mirándole las tetas, ya lo entenderás cuando te llegue la hora.

  • De todos modos, tú nos llamarás "amo" o "señor" Y ahora te vamos a llevar a la casa grande, hay que ir a ver al director.

  • ¿Me vais a llevar así?

  • Si quieres, puedes cubrirte con algo, aún tienes derechos.

  • No, no me habéis entendido, deseo que me tratéis como una esclava desde ahora mismo así que tengo que permanecer completamente desnuda, pero yo creía que además me íbais a atar las manos.

Los dos tíos se miraron.

  • ¿De verdad que quieres ir atada y amordazada donde el director?

  • Sí, Karen ya no tenía vergüenza de expresar sus deseos.

  • ¿Delante de todo el mundo?

  • Sí, por favor. Karen estaba cada vez más cachonda.

  • Como quieras guapa.

El electricista entró en un cuartucho y en unos segundos sacó un aparatoso juego de grilletes y una ballgag.

A Karen le dio un repentino escalofrío al ver todo aquello, ella había pensado en unas simples esposas o una cuerda.

Sin más ceremonia, Harry se lo empezó a colocar todo encima, primero los dos grilletes en los tobillos. Estos estaban separados entre sí por una corta cadena que a su vez continuaba con una cadena más larga que conectaba con las esposas de las muñecas. Estas se las cerró con las manos por delante y de manera que ella tenía que mantenerlas pegadas una a la otra a la altura del ombligo. La cadena central era tan corta que Karen se vio obligada a ir encorvada en todo momento.

  • Amordaza a esta puta para que no grite cuando le pellizque las tetas

El electricista cogió entonces la mordaza de goma y se la metió bien entre los dientes anudándola a la nuca con violencia.

  • Mmmmh, Karen se quejó de tener que mantener esa bola tan gorda presionando sus mandíbulas.

  • Tranquila preciosa, no te quejes aún que ahora viene lo mejor. Karen miró hacia abajo y vio cómo Harry le mostraba una pinza de cocodrilo que colgaba de la cadena central. Repentinamente la joven comprendió alarmada, pero ya era tarde. El verdugo fue muy cruel pues le cerró la pinza directamente en la base del clítoris. Karen lanzó un brutal alarido, y todo su joven cuerpo tembló de dolor durante unos interminables segundos, pero cuando sus ojos llenos de lágrimas volvieron a abrirse se dio cuenta de que el tipo tenía entre los dedos otras dos pinzas de cocodrilo conectadas a las esposas por cadenas muy cortas.

  • Y éstas son para tus pezoncitos guapa.

  • ¡MMMMMMhhhhh!.

Karen se retorció de dolor y apenas pudo mantenerse de pie cuando las pinzas le mordieron los dos pezones uno detrás de otro.

  • Bueno ya estás atada como querías, perra, sólo un detalle más, y el guardián le puso un dogal al cuello y lo apretó un poco más de la cuenta.

  • Y ahora andando.

Así maniatada, Karen tenía que andar totalmente encorvada dando ridículos pasitos cortos mientras las pinzas tiraban de sus partes más sensibles a cada movimiento.

  • ¡Zaaas!.

Un fustazo cortó el airé y le impactó en el trasero.

  • MMMMMhhh

Karen se volvió a doblar de dolor, la bella joven no podía creer aquello, se había entregado por las buenas a aquellos sádicos y sin embargo, pocos minutos desués ya la maltrataban sin piedad.

  • Más deprisa, no tenemos todo el día.

La joven tuvo que hacer así todo el trayecto hasta la casa grande que distaba de allí casi un kilómetro, recibiendo frecuentes fustazos y oyendo las risas y chanzas de la gente con la que se cruzaban.

Karen lloró y babeó durante ese interminable paseo, pero poco a poco descubrió que aquello le excitaba. Todos los que se encontraron en el camino se interesaban por ella al ser nueva.

  • ¿Os la lleváis a la casa nueva?, ¡qué suerte!. Mañana me la pido yo.

  • Oye, electricista ¿no te parece que la masoca esta está muy buena?, dijo Harry tirando del dogal.

  • Sí, ya me he dado cuenta.

  • ¿Te parece que nos la llevemos mañana a la casa grande?.

  • Sí, en cuanto se la llevemos al director me iré a reservar una sala de tortura.

  • Coge la del potro medieval, vamos a estirar a esta tía unos centímetros.

  • Sí, ja, ja, va demasiado encogida habría que estirarla un poco.

Y el tipo le volvió a dar otro fustazo con todas sus ganas.

Karen ahogó un grito e inmediatamente recordó el alarido de mujer que había salido de las mencionadas mazmorras de la casa grande e involuntariamente su entrepierna se fue humedeciendo.

Entretanto, el grupo de visitatantes había llegado otra vez al cepo donde habían dejado a Micaela.

  • ¿Serán bastardos? dijo Julia cabreada. Eh vosotros, quitadle las manos de encima.

Micaela seguía en la misma postura en que le habían dejado, pero ahora tenía tres guardias alrededor de ella con los pantalones bajados meneandose la polla y sin parar de sobarla.

  • Os he dicho que la dejéis. Julia se abalanzó sobre ellos blandiendo su fusta.

  • Eh, eh, eh, tranquila marimacho que no le hacíamos nada sólo nos la pelábamos a su salud.

  • A quien llamas marimacho, imbécil, sabéis que a ésta no le podéis hacer nada hasta mañana así que no la toquéis. Julia quitó el seguro del cepo y lo abrió para liberar a Micaela. Esta se incorporó entumecida y dolorida y se quitó la mordaza escupiendo al suelo parte de su contenido.

Los tíos la seguían mirando con deseo mientras se guardaban la polla, y Micaela recogió sus ropas para cubrirse aún atemorizada. Cuando el grupo ya se iba, los hombres se la quedaron mirando.

  • Adios chicos, dijo Micaela, lo siento, pero os habéis quedado con las ganas.

Uno de ellos le contestó simulando una felación con una mano y moviendo la lengua contra el carrillo.

Micaela se olvidó por un momento de su condición de esclava y le enseño el dedo corazón proyectado hacia arriba.

  • Ve con cuidado negrita dijo uno amenazante. Esta noche nos toca guardia, y puede que te toque a ti la lotería. Micaela les sacó la lengua y se levantó la falda enseñándoles su terso culo.

  • Ja, ja, ja, se rieron ellos dándose palmadas.

  • Felicidades negrita, le dijo Julia cuando salían, creo que esta noche vas a follar.

  • ¿Hablaban en serio? De todos modos lo tienen que hacer a suertes, es improbable que me toque la "loteria".

  • ¿A suertes? sacarán el número que les de la gana, ¿qué te crees?. Además te has atrevido a insultar a tus futuros amos. Si firmas ya sabes lo que te espera muchacha..

No hay duda de que Micaela se arrepintió de lo que había hecho, y se arrepentiría aún más esa noche, pero en ese momento un escalofrío de miedo y de placer le recorrió todo el cuerpo.

El grupo siguió la visita por el prostíbulo del campo. En ese momento no había casi clientes, así que sólo había dos esclavas trabajando, y las dos estaban en el gloryhole.

El gloryhole era un habitáculo que simulaba una sucia toilette de estación de metro con el piso lleno de meados. Contrastando con la pulcritud de las instalaciones, aquello olía a orines que echaba para atrás. A pesar de eso, las dos chicas se afanaban en chupar sendas pollas que asomaban por dos agujeros laterales; una blanca y otra negra. Las feladoras tenían las manos atadas a la espalda y se mantenían en cuclillas a duras penas, sobre todo para evitar posar las piernas y el trasero en el charco de orines.

  • Qué asco, dijo la novia pija arrugando la nariz, vámonos de aquí, pero su novio se quedó extasiado mirando la escena.

  • Oye Carla, le dijo su novio David. ¿Por que no te metes ahí dentro y te comes una de esas dos pollas?. Me daría mucho morbo.

  • ¿Estás loco?, me da mucho asco y es humillante, métete tú y cómete las dos pollas si quieres.

Julia intervino cambiando de tema.

  • No creáis que todo el prostíbulo es así, ese asqueroso retrete es una petición expresa de algunos clientes y por eso lo tenemos así de guarro, sin embargo, las habitaciones son limpias y confortables.

  • ¿Se puede azotar a las esclavas en el prostíbulo?, preguntó el cincuentón solitario.

  • En principio no. A las esclavas se les puede atar mientras te las follas pero nada más. Si quieres infligirle castigos físicos a una chica no te queda otro remedio que participar en la subasta.

  • Qué. Le dijo Julia a Carla señalando el Gloryhole ¿No te decides?.

  • Quita, quita, qué asco, me dan ganas de vomitar

Julia se llevó a la joven a un aparte y le habló entre susurros.

  • ¿Quieres mucho a tu novio?

  • ¿Quieres que te sea fiel toda la vida, que te sea fiel y que te de placer todos los días?

  • Por supuesto, mira ésta.

  • Pues entra ahí dentro y haz una mamada. Te aseguro que a tu novio, esa escena no se le olvidará en la vida y te deseará para siempre como a ninguna otra mujer. Cuando follan con sus parejas, muchos hombres tienen fantasías imaginándoselas como putas o como esclavas.

Carla se quedó pensativa pero sólo necesitó unos segundos para comprender.

  • O sea que aparte de sádica también eres sicóloga. No tendrás una pinza para la nariz, ¿verdad?.

Para sorpresa, de su novio, Carla se acercó a él y empezó a desnudarse.

  • Ten toma mi vestido y mis braguitas que no quiero que se manchen de pis.

  • ¿Lo vas a hacer?, preguntó David alucinado.

  • Pues sí, yo también estoy cachonda de ver a tanta sumisa, y cruzando los brazos a la espalda le dijo a Julia.

  • ¿Me atas?

Julia cogió una soga y le ató las manos a la espalda. Hecho esto, Carla entró en el gloryhole y sustituyó a una de las esclavas.

Le costó bastante vencer su asco y sus nauseas, pero finalmente se metió en el papel y se puso a hacer la mamada.

La polla era grande, con un glande gordo y brillante y una vena gruesa y azulada. La verdad es que estaba a punto de caramelo por la mamada que le había hecho la esclava y ya amenazaba con derramarse una gota de semen líquido desde la punta.

Carla pensó en lo que le había dicho Julia, así que no quiso acelerar la mamada y poniendo su lengua dura lamió la polla de la base a la punta lentamente sin dejar de mirar a su novio a los ojos. Al llegar a la punta recogió con la lengua la gota de semen y se puso a jugar con ella lascivamente y finalmente la dejó derramar de su lengua cayendo sobre un muslo. Entonces miró otra vez a su novio sonriendo, después miró la polla y repentinamente se la metió hasta dentro, hasta la garganta y ahí la mantuvo un buen rato con los ojos cerrados. Todos oyeron perfectamente un suspiro de hombre detrás de la pared..

A esas alturas, David estaba totalmente empalmado y Julia quiso que la fantasía fuera completa.

Bueno, podemos considerar que esto también está incluido en el precio. Oye tú.

Julia se dirigió a Daisy que se acercó y puso la postura de sumisión pero sin dejar de mascar su chicle..

Julia le puso la fusta delante

Pega aquí el chicle y hazle una mamada a este chico, que su novia está ocupada en este momento. Daisy obedeció, se agachó y sacando el pene de David se lo metió en la boca sin dudar

  • ¿Que le ha dicho a Carla para que acceda?. Dijo David a Julia mientras se la felaban.

  • Calla y disfruta.

Carla siguió con su propia felación despacio o rápido, cambiando el ritmo para que ese tío no se corriera demasiado pronto. Le jodió que otra tía se la estuviera comiendo a su novio pero entendió que formaba parte del sacrificio que ella estaba haciendo.

  • ¡Qué olor tan asqueroso!, eso sí que no se lo podía quitar de la cabeza.

El caso es que la chica no se dio cuenta, perdió el equilibrio y dio con su trasero en el suelo en pleno charco de meaos.

La joven temblaba de grima.

  • Dios, ¡pero qué asco!

Julia le gritó.

  • Ya estás pringada del todo, no puedes estar más sucia así que acaba lo que has empezado puta.

Carla le miró, tenía razón, ya no podía sentirse más sucia. Entonces sin preocuparse más por mantenerse en cuclillas volvió a hacer la mamada, y esta vez no paró hasta que el tío se corrió en su boca. Entonces, pringada de semen, se afanó bien en limpiar la polla y se volvió para buscar a la otra esclava. Esta dejó momentaneamente su propia fellatio y ambas compartieron el semen besuqueándose como dos perras en celo. Tras un rato de hacer guarradas, la novia pija empujó a la esclava dándole a entender que también quería terminar de felar la segunda polla. Esta era negra y bastante larga. La chica se la metió en la boca y estuvo mamándola enérgicamente y sin descanso durante tres o cuatro minutos hasta que el tipo se corrió suspirando de gusto. Completamente desinhibida, la chica no dejó salir el esperma sino que se lo fue tragando a medida que le entraba en la boca. Cuando terminó, miró otra vez a su novio y saliendo del Gloryhole se dirigió hacia él.

Quita puta, le dijo a Daisy dándole un empujón con la cadera, esta polla es de mi propiedad. La chica se agachó y empezó a chupársela a su novio. Carla estaba como loca, veinte pollas que hubiera habido para ella, veinte pollas que se hubiera comido

  • Así, cariño así decía David a punto de correrse.

La fellatio de Daisy había producido su efecto así que Carla no tardó en tener el esperma de su novio en la lengua. Esta vez no lo pudo retener dentro, pues David la agarró del pelo en el último momento y separó el rostro para regarle la cara de lefa.

  • Aaaah, aaaah, el joven bramó de placer a cada disparo de su miembro hasta completar un total de cinco.

Tras recuperarse, su novia volvió a tragar el pene para limpiarlo bien, lo hizo con mucho cuidado y dedicación, a lametones largos y tragando todo el esperma. La amorosa escena finalizó y Carla se levantó mirando satisfecha a Julia y guiñandole un ojo a pesar de que tenía un goterón de semen viscoso en el párpado.

  • Necesito una ducha, le dijo

  • Por supuesto, en el mismo prostíbulo hay unas cuantas, y cuando hizo ademán de desatarle las manos ella le rehuyó.

  • ¿Te duchas conmigo?, le dijo a su novio invitándole a follar.

  • Por supuesto.

Sobra decir que los dos jóvenes no continuaron la visita al campo.

  • ¡Qué tortolitos!, dijo Julia mientras se entretenía pringando el chicle que tenía pegado en la fusta con un charquito de semen.

  • Por cierto, esclava.

Daisy se volvió de improviso

  • Me parece una falta de educación mascar chicle delante de tus superiores, pero para que veas que no soy tan mala te lo devuelvo.

  • No, no lo quiero.

  • Te he dicho que te lo metas en la boca.

A Daisy no le quedó otro remedio, se lo metió en la boca y ahogó una arcada.

  • ¿Está bueno puta?

Daisy mintió afirmando con la cabeza.

  • Si veo que te lo sacas de la boca mandaré que te crucifiquen, ¿está claro?.

  • Sí ama.

La visita al prostíbulo no duró mucho más al carecer de mayor interés.

(Continuará)