Campo de concentración para esclavas (13)
Al mismo tiempo que Markus crucifica a Yuka y las demás, se graban las sesiones de BDSM en el garaje.
Capítulo 13 Grabando sesiones de BDSM (1)
A Shirley le costó cerca de diez minutos superar su mareo. Como al resto de sus compañeras, a la reportera la habían colgado del techo boca abajo y toda la sangre se le fue hacia la cabeza. Allí, atada, amordazada y completamente desnuda, la joven esperaba su turno muerta de miedo. Shirley sería la última en entrar al estudio de grabación de modo que la mujer tendría que escuchar los gritos y lamentos de las otras esclavas antes de que le tocara sufrir la tortura a ella misma.
A unos metros delante de Shirley colgaban cabeza abajo sus compañeras: Marsha, Karen, Star, Violet, Kira y Sierra. Los cuerpos desnudos de las siete esclavas oscilaban libremente colgando de sus tobillos menos Marsha que en ese momento estaba sirviendo para que un tipo se aliviara con la polla bien metida dentro de su boca. El individuo en cuestión, seguramente un verdugo, le había quitado momentáneamente la mordaza y le obligó a que se la chupara mientras ella permanecía en posición invertida. Aprovechando su postura el hombre no dejó de acariciar su cuerpo suave y cálido de perfectas formas.
En cierto modo era una suerte para las otras que Marsha o Karen fueran tan atractivas pues los hombres preferían violarlas a ellas y solían dejar a las demás en paz.
En ese momento se oía por un altavoz la voz de Rebeca que había sido la primera en entrar al estudio de grabación y que respondía a las preguntas del interrogador antes de que empezara su sesión de BDSM.
-¿Cómo te llamas?
Rebeca
¿Cuántos años tienes?
22
Shirley recordó que había entrevistado a esa joven en el autobús. Era una latina morena de pelo largo y rizado. baja estatura, delgada y risueña que decía no sé qué de su novio.
De repente, dejó de pensar en Rebeca, pues el tipo que estaba follándose a Marsha por la boca se quedó quieto y empezó a gemir agarrado a sus nalgas mientras la chica cerraba los ojos y ponía cara de disgusto. De pronto un reguero de lefa blanquecina le salió por los labios y corrió hacia los agujeros de su nariz y sus carrillos. El tipo era un poco escandaloso y eyaculó varias veces dentro de la boca de Marsha gimiendo en alto antes de sacarla satisfecho. Entonces y sin apenas dejarle escupir su leche la amordazó otra vez con una bola de goma.
- Joder qué gusto, luego vendremos a por ti preciosa, exclamó el tío guardándose el miembro y palmeando el redondo trasero de la joven antes de irse.
Aún con los regueros de lefa en su cara, Marsha miró a Shirley con cara de culpabilidad y ésta rememoró lo que había pasado la noche anterior. Durante la orgía, la escultural Marsha fue la que tuvo más éxito entre los verdugos. De hecho, varios hombres se pelearon por poseerla e incluso algunos llegaron a las manos. De este modo a Marsha se la follaron por todos sus agujeros más de quince hombres infinidad de veces. Lo que Shirley desconocía es que la joven se había corrido otras tantas veces durante la noche y que ahora estaba muy excitada mientras ese tipo abusaba de ella por la boca. Marsha era la siguiente para la cámara de tortura y aún antes de que acabaran con Rebeca, Malasaña vendría a buscarla.
Mientras tanto en el estudio de grabación Rebeca seguía respondiendo ante las cámaras.
En ese momento, la joven Rebeca llevaba puesto un tanga negro y la camiseta con el logo de Campo de Esclavas que dejaba al aire el vientre y el ombligo. El estudio de grabación era el sórdido garaje que habían visitado el día anterior y que hacía las veces de cámara de tortura. De hecho a pocos metros de la chica habían colocado dos grandes armatostes: una cruz de San Andrés de madera de esas que se puede poner vertical u horizontal y un potro medieval. La chica miraba de reojo ambos instrumentos de tortura con la certeza de que los habían colocado allí para ella.
Una voz en off la interrogaba.
Me han dicho que estás aquí por tu novio, ¿es cierto?
Sí
¿Te ha pedido él que vengas?
Sí y no, él siempre ha tenido la fantasía de que me violan y me torturan otros hombres y he decidido hacerla realidad.
Rebeca contestaba a todo sonriendo, pero por dentro el corazón le latía rápido.
¿Tú también disfrutas con esa fantasía?
Sí. Soy un poco puta.
¿Es celoso tu novio?
No, no mucho, si no no me dejaría estar aquí.
No claro. Bien Rebeca sólo llevas unas horas de esclava. Seguro que tu novio te está escuchando desde su ordenador en este momento. ¿Quieres contarle cómo lo estás pasando?
Sí, por supuesto. Hola cariño, estoy bien...., esto es muy excitante. Ayer estuvimos en una orgía y a las otras chicas se las follaron un montón de hombres.
-¿Qué te pasó a ti Rebeca?
- A mí me atrapó un hombre que no conocía de nada y que me quería sólo para él pues no dejó que nadie más me tocara en toda la noche. Me ató una correa al collar del cuello y me arrastró hasta su mesa. Allí me obligó a arrodillarme y me hizo que se la chupara mientras él cenaba.
-¿Se la habías chupado a alguno antes, quiero decir, antes que a tu novio?.
- No a nadie. Siempre le he sido fiel.
-Ya veo,¿y qué más te hizo el verdugo?
- Pues me folló unas cuantas veces y luego.....
-Luego te rompió el culo ¿verdad?
-Sí.
-Ya me lo imaginaba, tras la orgía de bienvenida no suele quedar ningún culo virgen. ¿Podrías enseñar el ojete a la cámara para que tu novio vea que es verdad?
A Rebeca eso le dio un poco de reparo, pero tenía que obedecer así que dio la espalda a la cámara y agachándose enseñó su trasero ladeando el filete del tanga. La chica se abrió bien las nalgas para dejar al aire su culo recién desvirgado.
-Muy bien, quédate así un rato para que lo veamos bien.
La cámara hizo un zoom hasta mostrar un primerísimo plano del orificio. Al de un rato se fue abriendo el campo.
Rebeca tenía un trasero redondo y un poco grande para la delgadez de su cuerpo, pero en conjunto era una chica muy atractiva con unos ojos negros grandes y viciosos que hacían juego con su melena rizada e intensamente oscura. Con el culo depilado, abierto y expuesto la chica se volvió hacia la cámara sonriendo.
Dime Rebeca ¿Còmo se llama tu novio?
John.
¿Nunca te ha intentado sodomizar?
Sí muchas veces, pero nunca se lo permití.
¿Y por qué dejaste que lo hiciera el verdugo?
-No se lo puedo impedir, sólo soy una esclava.
Menuda excusa de puta ¿Te gustó?
Me dolió un poco
No te he preguntado eso, quiero que digas si te gustó.
No, en realidad no.
Pero, ¿te corriste?
Sï, eso sí.
Bueno John, ahí tienes el trasero de tu chica, en este momento habrá miles de tíos pajeándose mientras se imaginan que le rompen el culo a tu chavala. ¿Dejarás que te tu novio te dé por culo ahora?
Sí creo que sí, pero antes tendrá que atarme y amordazarme.
Ya te puedes dar la vuelta Rebeca.
-¿Me desnudo ya?, dijo ella impaciente con los dedos en el borde de su camiseta.
- Espera un momento. Vamos a ver, esclava, antes de empezar contigo te voy a dar a elegir, qué prefieres, ¿la cruz de San Andrés o el potro de tortura?.
Rebeca dudó un momento muy excitada.
¿Podrían ser las dos?
No querida, no hay tiempo para las dos cosas.
Rebeca dudó unos momentos.
-¿Qué me van a hacer?.
Ahora mismo lo verás, escoge.
Creo, creo que escogeré la cruz.
Muy bien, en esta sesión los verdugos te atarán a la cruz para aplicarte el castigo, pero antes quiero verte follar con ellos.
Rebeca afirmó como una buena chica.
- Dado que es una fantasía de tu novio y tuya te vamos a conceder un deseo más, preciosa. ¿Cuantos verdugos quieres que se ocupen de ti?, ¿dos, tres o cuatro?.
-¿Puedo....puedo elegir?
-Sí claro.
-Pues tres...no, mejor cuatro.
-¿Alguna mujer?
-No, que sean todos hombres, ..y que estén buenos.
-No pides nada, ¿Alguna cosa más?
Rebeca se ruborizó al pedirlo.
-¿Podrían estar desnudos?
-Está bien. Tendrás a cuatro cachas en pelotas para ti sola, ¿estás ya contenta?
Dicho y hecho, al de un rato aparecieron cuatro encapuchados sólo vestidos con botas altas y capucha negra, por lo demás no llevaban nada más excepto sus tatuajes. Uno de ellos era un negro enorme.
A Rebeca se le puso el corazón a cien cuando vio a esos cuatro gigantes de torso delgado y atlético en pelotas y con unas trancas ya tiesas que daban miedo. Esos cuatro tenían unos culos de mármol que daban ganas de morderlos.
Muy bien saluda a tu novio y desnúdate Rebeca, queremos ver cómo follas.
Adios cariño, dijo ella y le mandó un beso soplando sobre la palma de la mano, te quiero mucho, espero que disfrutes.
Entonces Rebeca se sacó la camiseta dejando al aire su torso delgado y sus pequeños pechitos y sonrió a sus amantes.
La joven pensaba que la iban a atar las manos, así que mecánicamente puso los brazos a la espalda, pero no fue así. De hecho los cuatro verdugos no empezaron inmediatamente a follársela, sino que aparentemente se desentendieron de ella y la dejaron sola un poco cortada y sin saber qué hacer.
En su lugar dos de ellos se pusieron a comprobar las ataduras de la cruz, mientras otros dos apartaban el potro hacia un lateral.
- No sabes que hacer con las manos, ¿verdad? ¿Por qué no te "tocas", pequeña?, dijo la voz en off.
Rebeca lo entendió en seguida y lo hizo de mil amores. Sin quitar ojo a esos tíos buenos trajinando, se chupó los dedos de la mano y metiéndola dentro del tanga empezó a acariciarse su sexo.
En unos segundos, Rebeca cerró los ojos y suspiró de gusto, entonces siguió acariciándose mirando fijamente a la cámara.
¿Está húmedo?
Sí.... y caliente, dijo ella jadeando y sin dejar de pajearse.
Enseñánoslo, anda.
Rebeca miró a la cámara sonriendo con vicio y se fue quitando el tanga, pero para ello ofreció su trasero a la cámara como una auténtica stripper. Sí que estaba mojada porque el tanga se "despegó" literalmente de su entrepierna. Sin dejar de sonreir a la cámara, Rebeca se sentó en el potro de tortura y apoyando un pie sobre la tabla abrió completamente su entrepierna hasta que los labios interiores de la vagina se despegaron el uno del otro. La cámara hizo un zoom hasta el sexo de la joven. El coño de Rebeca estaba depilado del todo y era de color rosa intenso.
La chica se chupó otra vez los dedos de la mano y volvió a acariciarse el coño mientras con la otra mano se pellizcaba los pezones. Poco a poco una gota blanca fue surgiendo dentro de su orificio.
-Así, así, preciosa, dedícaselo a tu novio.
Rebeca lanzó un beso a la cámara mientras los ojos se le ponían en blanco de puro gusto.
- Menuda tía, dadle un dildo para que juegue.
Uno de los verdugos le acercó un enorme consolador negro y ella lo cogió llevándoselo a la boca mientras miraba al verdugo con deseo.
Rebeca chupó bien el dildo y en cuanto lo humedeció con su saliva se acarició con él la punta sus pezones y después se lo llevó a la entrepierna.
Lentamente, Rebeca se empezó a masturbar con el consolador primero acariciándose con él y después metiéndolo bien adentro de su coño. La joven gemía como si ya estuviera follando, con los ojos y la boca semicerrados.
Por eso no se dio cuenta cuando el primer verdugo se acercó a ella y le acarició el cabello y la pierna.
Rebeca abrió los ojos de improviso y se puso lentamente de pie como una gata en celo, dejó el consolador en la tabla del potro y con las dos manos acarició los firmes pectorales del verdugo. La joven estaba extasiada con el tacto de ese pecho fuerte y vigoroso. Ella era bajita y poca cosa, no más de 1,60 de estatura, pero ese hombre debía medir más de 1,90 y los otros tres no eran menos gigantes.
Cachonda perdida, la joven se puso a retorcerle los pezones a ese tío bueno y luego se los mordió con un poco de sadismo, provocando que él le agarrara del cabello. El verdugo estuvo a punto de abofetearla, pero en cambio le dio un largo beso que ella aceptó y disfrutó.
Mientras se besaba con él, las manos de Rebeca se agarraron al pene. El verdugo lo tenía tan largo y tan grueso que había polla para cogerla con las dos manos e incluso aun sobraba. Era una polla suave y caliente y Rebeca notaba emocionada como palpitaba entre sus dedos.
Repentinamente la joven notó cómo otro verdugo le acarició las nalgas por detrás y acto seguido le cogió de los dos brazos inmovilizándolos a la espalda.
A Rebeca se le puso carne de gallina cuando sintió los fríos hierros en las muñecas y un escalofrío de placer recorrió su espinazo al oír cómo se cerraban los grilletes. La joven Rebeca llevaba días anhelando ese momento. El día anterior le excitó entregarse así por las buenas a un desconocido que ni siquiera le gustaba y ahora estaba a merced de cuatro tíos buenos que iban a hacer con ella todo lo que se les antojara. Y todo ocurriría delante de John y de miles de personas más, algunas de las cuales le conocían.
Aprovechando que no se podía defender, el verdugo de delante le cogió de los dos pezones sin dejar de besarla y se los retorció hasta que ella gritó.
La joven Rebeca dio gracias a todos los dioses pues ese tipo no sólo no le soltó de los pezones por el grito sino que siguió tirando de ellos y retorciéndolos con todas sus fuerzas.
- Aaaaaah
A juzgar por el sensual gemido, Shirley y el resto de las chicas jurarían que ya habían penetrado a la pequeña Rebeca, pero para eso aún habría que esperar un poco.
-Tu novio debe estar a cien, seguro que eres una maestra de la mamada, ¿por que no te arrodillas y se la chupas a tus verdugos?
Rebeca miró a cámara y afirmó sonriendo.
En cuanto se arrodilló, la joven tuvo una polla delante de la cara. Lo primero que sintió Rebeca fue su olor, más fuerte que el de su novio John. El tipo en cuestión tenía un pene grueso y completamente tieso con un glande duro y brillante y el agujero abierto y distendido con la gota del deseo asomando. Rebeca lamíó con su lengua esa gota y le miró a la cara, comprobando complacida que el verdugo inclinó su cabeza hacia arriba.
Entonces la joven miró a la cámara y sonrió mientras acariciaba con la nariz la punta del pene y luego lo lamía con su lengua. La chica quería tener en todo momento el agradable olor del semen en su nariz.
El verdugo sintió la lengua de la chica recorriendo su sensible miembro. Estaba impaciente porque ella se la metiera en su boca, pero esa interminable lamida también le pareció maravillosa y no se apresuró nada con la esclava.
Entretanto otro verdugo manipulaba un gran cronómetro y ponía una hora de tiempo que es lo que duraría el primer vídeo sado de la joven.
La chica ya se había metido la polla en la boca y la mamaba animosamente adelante y atrás mientras el otro verdugo le retiraba el pelo de la cara y se la recogía en una coleta. Aún le dejó mamar un rato, pero entonces tiró de su pelo y le obligó a sacarse la polla de la boca sólo para que atendiera a la suya.
Rebeca echó babas al abandonar ese divino miembro, pero enseguida se metió el otro hasta dentro mamando con no menos entusiasmo.
A la joven se le movía la coleta y los pechitos hacia los lados sin dejar de mamar por turno los sabrosos miembros de esos hombres. Un tercer verdugo, el negro, se acercó a ella y se puso a acariciar su cuerpo. Involuntariamente la chica abrió las piernas invitando a que la masturbaran y de hecho eso fue lo que ocurrió.
A Rebeca le encantaba que esos hombres abusaran de ella y le tocaran por todo su cuerpo, le pinzaran los pezones con los dedos y le masturbaran con sus manazas. Era una gozada sentir de verdad el sueño tantas veces repetido desde niña. Repentinamente el negrazo la atrapó y como si no pesara nada la separó de los otros dos. Entonces se tumbó en el suelo de manera que su largo miembro de más de quince centímetros quedó casi vertical.
A Rebeca nadie le dijo lo que tenía que hacer. Colocó su entrepierna justo encima del pene y ayudada por los otros verdugos empaló ella misma su coño en aquella maravilla de la naturaleza. La joven bramó de placer cuando el pene penetró su mojado sexo y probablemente se hizo daño, pues su vagina no estaba aún dilatada. Sin embargo, ella no lo manifestó. Lentamente y sin sacarla se puso de rodillas y empezó a follar lentamente ofreciendo su perfil a la cámara.
Al principio lo hizo lentamente y con cuidado, pero Rebeca cabalgó sobre el pene cada vez con más ánimo al tiempo que su vagina se dilataba. Al de un rato su larga coleta oscilaba hacia los lados mientras la joven no dejaba de gemir dando saltos arriba y abajo y sus pequeños senos temblaban juguetones a mayor ritmo.
La bella Rebeca no dejaba de dar grititos de placer hasta que otro hombre la amordazó con su polla.
Los verdugos habían empezado a tratarla con delicadeza, pero cada vez eran más bruscos, de manera que en un momento dado, el verdugo sacó la polla y le dio una hostia en la cara que le dejó el carrillo rojo.
- Chupa bien, puta, le dijo.
La chica miró confundida, pero obedeció y siguió mamándola.
Ahora por el culo, metédsela por detrás para que lo vea su novio. La voz en off ordenó y un tercer verdugo la obligó a inclinarse sin sacar el pene de su coño.
Ahhhh.
Rebeca suspiró de gusto cuando el grueso dedo corazón le entró por el agujero del ano hasta la tercera falange.
- Qué prieto lo tiene, dijo el verdugo con la voz ahogada a través del capuchón, y tras trabajarle un poco el culo se agachó y apuntando con su miembro se lo clavó por detrás.
Como a muchos hombres y mujeres a Rebeca le encantaba que le metieran un dedo por ahí, ella se hubiera conformado con eso, pero cuando ese grueso pene empezó a forzar el esfínter la muchacha ella se quedó quieta y con la boca semiabierta hasta que sintió que la reventaban.
- Diooooos, joder, que daño, gritó la pobre muchacha cerrando los ojos. El hombre que la desvirgó el culo esa noche no debía tenerla tan gruesa, así que la pobre Rebeca vio las estrellas al ser sodomizada por semejante miembro. Ayyy, para, por favor.
Seguramente en ese momento, miles de hombres y no pocas mujeres se masturbaban mientras veían cómo a la pequeña Rebeca le abrían el culo esos bestias. La cámara se deleitó en el rostro de sufrimiento de la muchacha mientras esos dos hombres le hacían una doble penetración sin preocuparse de sus gritos.
Repentinamente un tercer verdugo la abofeteó y la penetró oralmente.
El pequeño cuerpo de Rebeca parecía el de una muñeca rodeada y empalada por aquellos tres bestias gigantones que no paraban de follársela brutalmente. Ahora sí que aquello parecía una violación.
Mientras tanto, el cuarto verdugo hacía zumbar contra el aire una vara flexible.
De repente, el negro empezó a gemir y de hecho se empezó a correr dentro del coño de Rebeca haciendo que esta misma tuviera un intenso orgasmo. Sólo que casi no se notó pues ella no pudo sacarse la polla de la boca y gritar a gusto mientras se corría.
El negro ni siquiera la sacó sino que permaneció dentro de ella mientras el que la enculaba se puso a follarla con más fuerza e intensidad.
- MMMMMHH, MMMHHH
La chica gemía con la boca llena, el culo le quemaba y le dolía cada vez más pero el tipo aquel no terminaba de aliviarse. Aún estuvo un par de interminables minutos sodomizándola hasta que sacó su polla y disparó los estallidos de semen por su espalda.
Rebeca estaba literalmente agotada y miró al interrogador pidiendo una tregua, pero la perversa respuesta de éste no se hizo esperar.
-Vamos, atadla a la cruz de una vez, quiero oír cómo grita.
Los verdugos la cogieron diligentemente, le soltaron los grilletes y la ataron a la cruz de San Andrés por delante de manera que ella mostrara su espalda a la cámara. Le obligaron a subir los brazos estirándolos hasta el límite y le ataron a la cruz de muñecas y tobillos. Dado que los brazos de la cruz eran largos a Rebeca le estiraron los miembros más de lo deseable.
Ya atada Rebeca estaba muy nerviosa y excitada adivinando que le darían los latigazos en la espalda.
- Muerde esto, le dijo un verdugo mientras la amordazaba con un bocado de madera que ató a su cuello.
Antes de flagelarla un verdugo derramó una botella de aceite por su espalda y su trasero y se entretuvo un rato frotando con las manos los mofletes del culo. En un momento dado los apartó para que todo el mundo viera su orificio aún abierto y rezumando esperma.
Por efecto del aceite el cuerpo de Rebeca relucía y sus nalgas brillantes parecían aún más grandes y redondas. Unas manos apartaron su largo cabello colocándolo por delante de la cruz y la joven miró con sus bellos ojos a la cámara y luego a su verdugo que la amenazaba blandiendo la caña.
Primero le tocó con la caña en el trasero y después de moverla atrás y adelante un par de veces el objeto zumbó en el aire e impactó sonoramente en el culo. El chasquido fue respondido por el lamento ahogado de Rebeca y el movimiento involuntario de su cabeza hacia atrás.
-¿Duele? Preguntó la voz en off, Rebeca miró hacia atrás afirmando, pero su rostro mostraba más lujuria que dolor.
Unos segundos después un nuevo varazo en su trasero hizo que Rebeca se tensara de dolor mientras ahogaba otro grito. El tercero le hizo temblar de rabia y el cuarto que le alcanzó en los muslos le hizo saltar las primeras lágrimas.
La cámara hizo un zoom descubriendo cómo las marcas iban enrojeciendo su piel embadurnada de aceite.
Desde su lugar, el resto de las condenadas oía los chasquidos y los gemidos de la muchacha intensamente excitadas.
Hasta diez minutos duró el castigo de Rebeca, pues los verdugos se turnaron con la vara y no golpearon a la esclava de continuo sino que le dejaron descansar y asimilar el dolor de cada varazo antes de dar el siguiente.
En principio, Rebeca aguantó el castigo manteniendo cierta compostura. No obstante el aguante de la muchacha tenía un límite y sus gritos cada vez eran más lastimeros y desesperados.
Shirley pudo contar más de cuarenta golpes y para cuando los verdugos pusieron la cruz en horizontal, Rebeca ya tenía todo el trasero y las piernas enrojecidos. La joven ya lloraba y gritaba como una loca.
Una vez horizontal y boca abajo uno de los verdugos empezó a juguetear con los pies de Rebeca.
-Tiene unos pies bonitos ¿verdad?, dijo la voz en off sugiriendo la siguiente tortura. Era cierto, la joven tenía unos pies pequeños y delicados de bailarina, un 36 ó 37 con el empeine en arco y bien formado.
Con diligencia los dos verdugos le inmovilizaron completamente los pies atándolos por los dedos y la prepararon para una dura sesión de bastinado.
Gracias a dos cámaras pudieron captar a la vez un primer plano del castigo de la vara sobre la planta de los pies y otro sobre el rostro de Rebeca. Luego lo montarían para producir el efecto deseado.
¡Zaas!
-MMMMHHH
Rebeca nunca había sido flagelada con una vara, pero lo del bastinado era aún peor, un calambre de dolor en la planta del pie le hizo temblar como una hoja y le arrancó un tremendo gemido. Primero el pie derecho, tres o cuatro golpes seguidos, después el izquierdo, lo mismo.
Los delicados pies de la chica fueron medidos por la vara una y otra vez, sin ninguna piedad, esta vez los golpes eran rápidos y sin freno.
A las mujeres que esperaban su propio tormento colgadas boca abajo se les puso carne de gallina al oír los alaridos desesperados de Rebeca. Al de poco rato la vara había sido sustituida por sendas porras de goma que los dos verdugos utilizaban para golpear los dos pies a la vez.
La pobre muchacha lloraba y gritaba desesperada pero los verdugos no paraban y ella se retorcía de dolor. Cuando por fin pararon fue para sustituir las porras de goma por unos alfileres. Antes de clavárselos en la planta de los pies los verdugos los calentaban con un pequeño soplete hasta que la punta se ponía roja. El rostro de la chica estaba desencajado por el sufrimiento cada vez que le clavaban una aguja. Sería difícil saber si su novio seguiría disfrutando ahora que veía cómo torturaban a su novia salvajemente.
Tras lo del bastinado, desataron a Rebeca de la cruz sólo para darle la vuelta y seguir atormentándola de diferentes maneras: latigazos, descargas eléctricas y un largo etc.
Mientras continuaba el tormento de la pequeña latina, Malasaña y sus secuaces fueron por fin a buscar a Marsha.
- Descolgadla ordenó el verdugo, sin dejar de admirar su cuerpo.
Marsha fue conducida a la sala de maquillaje donde le limpiaron la cara, le arreglaron el pelo y la maquillaron. También le aplicaron un aceite corporal que hizo que su piel brillara ligeramente.
Momentos después, Malasaña apareció en el segundo estudio de grabación trayendo a Marsha de una cadena atada a su cuello.
La cámara se deleitó con su bello cuerpo. Marsha era una mujer alta de bellas y proporcionadas formas y unos pechos tiesos y turgentes que eran la envidia del resto de las esclavas. Sólo Karen podía rivalizar con ella. Por si eso fuera poco Marsha era guapa, pero guapa de verdad con unos ojos grandes de color miel ligeramente rasgados y una melena oscura. Probablemente si no fuera una masoquista redomada, la joven podía haber sido modelo o actriz.
Según entró en la cámara de tortura Marsha adoptó la postura de sumisión con las manos en la nuca y las piernas bien abiertas. A la joven sólo le permitieron llevar unas medias negras por encima de la rodilla y unos zapatos también negros de tacón alto.
Su cuerpo desnudo contrastaba con Malasaña que estaba completamente vestido de negro con un jersey de cuello alto.
Malasaña era un latino de más de cuarenta, delgado y de mediana altura. Tenía un rostro acerado y una mirada incisiva y fría como la de un tiburón.
Marsha se lo imaginaba como un verdugo brutal y sádico y no se equivocaba en absoluto. Malasaña tenía los instintos de un asesino aunque también una frialdad y templanza que impedían que se pasara da la raya con sus víctimas en los momentos clave.
Sin más preámbulos Malasaña le soltó la correa y empezó a interrogarla.
-Bienvenida al infierno esclava, el público está ansioso por verte sufrir. ¿Tienes algo que decir antes de que empiece el suplicio?.
-Sí, que se van a quedar con las ganas porque no voy a gritar, contestó ella con altivez.
-Sí, sí que lo harás.
Marsha había apostado el dinero que ganaría por esa sesión a que no gritaría durante los primeros diez minutos de su tortura. Por otro lado, el director había advertido a Malasaña que no marcara el cuerpo de la esclava, pues ya había comenzado su subasta en internet y se estaban alcanzando cifras muy altas.
A un gesto del verdugo trajeron un gran trono con el respaldo, el asiento y las abrazaderas erizadas de puntas redondeadas de metal.
Marsha tragó saliva al reconocer la silla de las brujas, un siniestro ingenio de tortura que parecía sacado de un museo de la inquisición.
- Ponte cómoda esclava, ordenó Malasaña con un rictus de sadismo.
A la mujer le recorrió el cuerpo un escalofrío pero obedeció con sumisión y se sentó en la silla. En ese momento decenas de puntas redondeadas presionaron su trasero y sus muslos pero Marsha aguantó limitándose a expresar disgusto con el rostro. Ya sentada dos asistentes se dispusieron a atarla inmovilizándola con correas de cuero: tobillos, rodillas, vientre, torso, muñecas y antebrazos fueron asegurados con fuertes correas de cuero una tras otra impidiéndole cualquier movimiento. Mientras tanto , Malasaña le colocaba una férula de dentista en las mandíbulas para que la joven se viera obligada a mantener la boca abierta y se pudieran escuchar claramente sus gritos.
El último preparativo fue colocar las manos de la chica sobre las abrazaderas e inmovilizar cada uno sus dedos. El verdugo comprobó satisfecho que Marsha tenía unas uñas largas y nacaradas y se fue a buscar el instrumental de tortura: un soldador y una caja de alfileres. Malasaña agitó éstas con un movimiento rápido de su mano y el ruido atrajo la atención de la mujer. Ésta sólo tardó unos segundos en comprender lo que le esperaba y un escalofrío de terror le recorrió el cuerpo.
Con toda tranquilidad y sin alterarse lo más mínimo, Malasaña puso un reloj-cronómetro en funcionamiento y sentándose delante de su víctima puso la caja de las alfileres en la propia abrazadera de la silla.
Muerta de miedo, la blanca piel de Marsha empezó a brillar de sudor mientras una respiración profunda y agitada hacia ascender y descender sus bellos pechos. No era para menos, pues el cruel torturador ya dirigía un alfiler bajo la uña del dedo meñique de su mano izquierda. La mujer ya había oído hablar de ese método de tortura, pero nunca lo había experimentado en propia carne. Cuando el alfiler empezó a pinchar bajo la uña fue como si ella estuviera en el infierno.
Malasaña observó complacido cómo el bello rostro de Marsha se desencajaba de dolor con una leve presión de la yema de su dedo sobre la cabeza del alfiler. Marsha estuvo a punto de soltar un grito pero por el momento soportó la tortura. En realidad la chica tenía todas las de perder pues cada uno de sus diez dedos tenía unas sensibles terminaciones nerviosas que en ese momento eran aliadas de los sádicos propósitos del verdugo. Sin embargo, Malasaña lo hizo poco a poco y no se apresuró en hacerla gritar.
De hecho, la actitud de Marsha fue heroica durante el tormento, toda ella temblaba cerrando los ojos y las lágrimas se deslizaban por su rostro confundiéndose con sus babas, pero la joven no gritó. Una tras otra, veinte agujas fueron alojadas bajo sus uñas, dos agujas bajo cada uña. Al principio, Malasaña se conformó con presionar levemente con el dedo y la punta de las agujas ni siquiera se clavaba en la carne. Ya llevaba casi ocho minutos y ella no gritaba. De todos modos, él ni se inmutó, sino que se puso a preparar un dildo electrificado untándolo de una especie de lubricante.
Al verlo, Marsha se empezó a poner realmente cachonda. Odiaba lo de las agujas, pero ya había experimentado con uno de esos dildos dentro de su coño. Entretanto el reloj seguía adelante y parecía que Marsha iba a ganar la apuesta.
- Diez, nueve, ocho, siete, seis... Malasaña hacía la cuenta atrás mirando el cronómetro y cuando estaba por el número tres cogió con sus dos manos y presionó con fuerza las veinte alfileres a la vez.
-AAAAAAAAyyyyy!
Un chorro de orina acompañó al tremendo alarido de Marsha y la joven perdió el conocimiento tras poner los ojos en blanco temblando como una hoja.
Malasaña ni siquiera se inmutó sino que se limitó a constatar que la esclava había perdido la apuesta.
Marsha seguía inconsciente, pero en unos momentos aparecíó en el plató un verdugo con otra esclava desnuda a excepción de un capuchón de cuero negro que le cubría completamente la cabeza. La joven también tenía las manos desatadas así que cuando se situó en el centro del garaje adoptó la postura de sumisión con las piernas bien abiertas y los pies levantados sobre las puntas. Los brazos levantados sobre la nuca realzaban sus bellísimos pechos.
Malasaña la miró satisfecho y tras acariciar su suave piel con el dorso de la mano se dispuso a colocarle el dildo electrificado dentro del coño. Se lo ajustó con un cinturón y entonces le puso los cables que conectó a un transformador. La esclava permaneció quieta durante todo el tiempo y contestó afirmativamente cuando Malasaña le preguntó si estaba preparada para recibir una descarga.
Inmediatamente un grito salió del capuchón y la mujer se dobló sobre sí misma, llevándose las dos manos al coño. Sin embargo, de la misma, recuperó la postura de sumisión.
Gracias amo, dijo sobreponiéndose.
Bueno, putita, ya veo que tendré que atarte bien cuando te aplique las descargas eléctricas,..... pero eso será luego, ahora quiero que hagas de verdugo.
Malasaña cogió a la joven de la mano y le invitó a sentarse delante de Marsha. Junto a una silla, habían dejado una bandeja con un instrumental que a primera vista parecía de dentista.
Tú misma vas a ocuparte de que ella sufra, si creo que no grita lo suficiente te daré otra descarga en tu sexo, ¿está claro?.
Sí mi amo.
Pues adelante
Malasaña cogió un frasco de sales e hizo que Marsha se despertara confundida. Delante de ella estaba la esclava del capuchón calentando la punta de unos alicates a la llama de un soplete y el reloj marcaba que aún quedaban cuarenta minutos para que terminara la sesión.
(continuará)