Campo de Concentración para Esclavas (10)
Markus y otros dos verdugos van a buscar a Yuka, la esclava japonesa, para crucificarla.
Capitulo 10- La "pasión" de Yuka
¿Cómo te llamas?
Yuka
¿Cuántos años tienes?
Veintiuno
¿Desde cuando has deseado que te crucifiquen?
Desde que era niña
La joven japonesa respondía a la preguntas como una autómata, sin poder apartar la vista de unas gigantescas tijeras curvas y puntiagudas que en ese momento se calentaban sobre un brasero.
Como era costumbre durante los interrogatorios del Campo, ella respondía sentada en una silla y sólo llevaba encima la minifalda del uniforme que le habían permitido conservar por el momento.
Por contra la joven estaba desnuda de cintura para arriba e insistía en taparse sus abultados pechos con las manos, sobre todo porque en ese momento tenía los pezones completamente erizados y le daba vergüenza enseñarlos a la cámara.
Visiblemente incómoda, Yuka cruzó las piernas mostrando ampliamente sus muslos a los que la interrogaban.
Esa incomodidad provenía de su excitación, Yuka estaba muy caliente, pues aparte de las tijeras, a unos pocos metros en el suelo había una cruz de madera y a su lado estaba Markus vestido con su mono azul que blandía un martillo y afilaba cuatro largos clavos negros contra una piedra.
Crei..crei, que no iban a utilizar clavos, dijo Yuka atemorizada.
Creíste mal, dijo Markus sonriendo y comprobando con el pulgar la punta de una de esas espantosas picas. Y ahora ven aquí y acuéstate, tengo que crucificarte.
¿No hay otro remedio?
Tú misma lo has querido, te he dicho que vengas aquí.
Yuka se acercó como una sonámbula a la cruz protegiéndose los pechos con los brazos. Volvió a mirar a Markus y después se volvió a sus interrogadores como pidiendo inútilmente una última ayuda. El corazón le latía fuerte en el pecho y las gotas de líquido vaginal se deslizaban por la cara interna de sus muslos la sangre se leagolpaba en las mejillas y la joven se moría de vergüenza.
- Vamos, lo estás deseando, le dijo una voz.
Finalmente, tras un momento de duda, ella misma se acostó encima del madero extendiendo sus brazos. La joven cerró los ojos y respiró profundamente esperando a que empezase el suplicio.
Éste no se hizo esperar, pues Markus colocó la punta de un clavo en la palma de la mano izquierda y levantó el martillo.
- No, en la mano, no, es en la muñeca, en la muñeca, dijo Yuka confundida.
Por toda respuesta, Markus dio un martillazo y el clavo le traspasó la mano y se clavó en la madera.
Yuka lanzó un grito de dolor. El clavo había dolido pero no tanto como ella se figuraba.
Tres martillazos más y el clavo entró hasta la cabeza. Yuka miró su mano atrapada por el clavo y con un reguerillo de sangre saliendo de la herida.
- Pero, pero, es en la muñeca...
Entonces Markus pasó por encima de ella sin hacerle ningún caso y poniéndole otro clavo en la otra mano se la clavó de forma análoga. La chica volvió a quejarse, pero la punzada del clavo apenas supuso una pequeña molestia, ella esperaba otra cosa, que le clavaran por las muñecas, algo mucho más salvaje y doloroso.
Una vez clavada de las dos manos, Markus se colocó tras la cúspide de la cruz y se puso a levantarla él solo. Al tiempo que el verdugo ponía vertical la cruz, la joven gritaba.
- Me voy a caer...las manos,....se rasgarán...no aguantarán.
Y sin embargo, aguantaron, la cruz estaba ya vertical y todo el cuerpo de Yuka colgaba de las dos manos. Unos regueros de sangre empezaron a deslizarse lentamente por los brazos de la chica. La muchacha no entendía cómo las manos aguantaban todo su peso.
Seguidamente Markus siguió con los pies, se agachó, torció la pierna derecha de la joven hasta colocar el talón bajo el trasero y le clavó el empeine del pie al madero con otro de esos largos clavos.
Esta vez el dolor fue más intenso y Yuka gritó y lloró torciendo el rostro, mientras le clavaban el pie a la cruz.
Markus sonrió con sadismo mientras se aprestaba a colocar el otro clavo. Así le forzó a poner el segundo pie simétricamente al primero obligando a Yuka a mantener las piernas flexionadas y separadas y dejando así su sexo abierto.
Ya clavada en la cruz de pies y manos, la joven vio cómo Markus se quitaba su mono de faena y bajo éste apareció un cuerpo fuerte y musculoso, un torso de anchos pectorales totalmente depilado y un vientre plano y tenso. De repente, Markus no le pareció tan feo y ella se puso cachonda pensando que él la iba a abrazar y besar, pero lo que más le hizo mojarse a Yuka fue ese enorme pene grueso y enhiesto como una estaca cuya punta brillaba amenazadora a pocos centímetros de su entrepierna.
Violentamente, Markus le arrancó la falda, entonces se pegó a ella y la besó en la boca. Yuka no sólo no rechazó el beso sino que se puso a besarse con él mientras el hombre le acariciaba las nalgas con toda libertad, la cintura y los dos pechos y terminaba pellizcando y retorciendo sus pezones.
De repente, Yuka sintió que algo vivo entraba por su sexo. Lo hizo lenta y delicadamente, invadiendo su vagina y llenándola por completo. Debía ser el pene de su verdugo, pero era enorme como el del caballo que había visto el día anterior, el falo penetraba profundamente en su interior y no parecía tener fin.
Invadida por aquel miembro, Yuka dejó de besar a Markus y se puso a gemir de placer y de dolor. El pene le quemaba y la empalaba profundamente hasta que llegó al cérvix y literalmente levantó el cuerpo de la joven. Entonces Markus empezó a follársela arriba y abajo hasta el punto de levantar todo su cuerpo a cada sacudida. El hombre folló y folló salvajemente. La joven estaba a punto de llegar al orgasmo a medida que el enorme pene la follaba, pero el que se corrió primero fue Markus. El semen del verdugo se disparó dentro de su sexo y se derramó por dentro chorro a chorro. Yuka gritaba de dolor con las entrañas escaldadas por aquel líquido ardiente y viscoso pero no consiguió llegar al orgasmo.
Una vez hubo eyaculado, su verdugo sacó el miembro, le sonrió y acariciando uno de sus pechos le dijo.
- ¿Estás preparada?
Yuka no sabía a qué se refería pero igualmente afirmó con la cabeza.
Entonces Markus se dirigió al brasero y sacó las dos enormes tenazas manejando cada una con una mano y abriéndolas como si fueran dos enormes tijeras. El verdugo sonrió con sadismo y Yuka le miró completamente despavorida.
Las puntas de las tenazas eran puntiagudas y en ese momento estaban al rojo vivo.
A medida que Markus se acercaba hacia ella Yuka se puso a balbucir.
- No, mis pechos no, mis pechos no, por favor.
Markus se colocó enfrente de la cruz riendo a carcajadas y acercó las dos tenazas abiertas a pocos centímetros de sus dos mamas blanquecinas. El verdugo había recuperado completamente la erección y antes de cerrarle las dos tenazas en los pechos la volvió a penetrar.
Yuka se puso a bramar de placer al ser nuevamente empalada y aunque cerró los ojos notaba perfectamente el calor intenso de los hierros a pocos milímetros de sus pezones. La muchacha se puso a gritar histérica.
- No, no, NOOOO AAGGGHH
Las tenazas se cerraron poco a poco hincándose en ambos pechos, pero increíblemente no hubo dolor, en su lugar, la joven sintió cómo un placentero fuego le recorría todo el cuerpo y ella bramó de gusto.
Justo en ese momento Yuka se despertó y lo primero que vio fue la cara de Markus que la miraba entre extrañado y divertido.
- Esta tía se ha corrido.
Los tres hombres rieron a carcajadas.
- Sí ha debido tener un sueño muy excitante, tiene el coño empapado.
Yuka les miró confundida y avergonzada. Aún no tenía claro qué había pasado. La joven estaba en su celda, encima de la esterilla, atada, amordazada y completamente desnuda. En ese momento Markus la tenía agarrada de los dos pezones con sus gruesos y ásperos dedos y no dejaba de juguetear con ellos.
Sus guardianes habían tenido el detalle de inmovilizarla con las muñecas atadas a la espalda y éstas a los tobillos en postura de hogtied. A pesar de la incómoda postura, la joven nipona estaba tan cansada que había conseguido dormir y al parecer incluso soñar.
Era evidente que Yuka se había corrido en su sueño o algo parecido pues efectivamente tenía la entrepierna completamente mojada y los guardianes le habían oído suspirar y gemir en sueños.
- ¿Sabes para qué hemos venido?, le preguntó Markus mientras le acariciaba los pechos con sus dedos. Acaba de amanecer y te prometí que vendríamos a buscarte muy pronto.
Yuka afirmó con la cabeza comprendiendo por fin.
- Ese es el madero de la cruz esclava, le señaló con la mano. Tendrás que llevarlo sobre tus hombros hasta el lugar de la crucifixión.
A la joven japonesa le dio un escalofrío al ver el madero que traía Roberto. Se trataba de un leño de algo más de metro y medio de largo de una madera basta y rugosa.
Markus le quitó la mordaza, y las abrazaderas y tobilleras de cuero. Mientras la desataba, el hombre siguió acariciando con ternura a su preciosa víctima. Yuka era una chica muy guapa, tenía unos ojos oscuros grandes y una cara aniñada, además era menuda, pequeña y delgada y su piel era suave como la seda.
A Markus le daba el morbo de que en ese momento estaba acariciando a una adolescente de quince años cuyo cuerpo palpitaba de deseo,... si no hubiera sido por esas dos grandes mamas. La japonesita tenía unos pechos desproporcionados con el resto de su cuerpo, grandes, redondos y algo caídos. De esos pechos carnosos que si les colocas un lapicero debajo no se cae. Además en ese momento estaban tan hinchados que se veían perfectamente las venas azuladas a través de la piel. A Markus esas tetas le parecían de mentira, además estaban coronadas por unas aureolas enormes y ligeramente hinchadas y unos pezones relativamente gruesos de color marrón, sin embargo no podía quitarles las manos de encima. Cuando se las acarició, el verdugo comprobó además que eran cálidas y muy suaves, y le agradó la sensación de que los pezones se pusieran duros al contacto con sus dedos. El hombre tenía una erección más que evidente y hubiera deseado lamerlas y acariciarlas con su propio pene y después follarse a la chica japonesa allí mismo.
Yuka aún no se había despertado del todo, pero esas caricias le parecieron muy agradables y ofreció sus pechos para que él se los acariciara a placer, también entreabrió su boca al hombre para que se la besara. A pesar de que tenía unos labios carnosos tras los cuales asomaba una pequeña y delicada lengua, el verdugo no le besó. Seguramente Markus se reservaba para follarla cuando Yuka ya estuviera crucificada.
Vamos pequeña, le dijo de repente, arrodíllate y extiende tus brazos a lo largo del madero, se hace tarde.
Sí amo, contestó ella.
Yuka se puso de rodillas, con el torso recto y entonces notó cómo Roberto y el electricista le colocaban el madero horizontalmente sobre los hombros. Entonces ella lo rodeó con sus brazos y Markus se puso a atarlos con una soga.
No tardó más de un par de minutos en los que Yuka permaneció excitada y nerviosa pero inmóvil mientras los otros dos verdugos le ayudaban a sostener el tablón en equilibrio.
Una vez atada la ayudaron a ponerse en pie y al soltar los hombres el madero Yuka tuvo el reflejo de encorvarse ligeramente, pues la madera pesaba más de lo que ella creía.
- Vamos, ponte derecha, no tengas miedo.
Yuka obedeció, incorporó la espalda y al mantener sus brazos subidos hacia atrás sus pechos se proyectaron hacia delante. La joven mantuvo la postura abriendo ligeramente las piernas y mirando a los ojos a sus guardianes.
A los tres verdugos se les puso la polla dura ante ese gesto. Probablemente lo que más les gustaba de la japonesa era su sumisión. A la bella Yuka le esperaba un suplicio espantoso y sin embargo aceptaba todo con sumisión e incluso con placer.
- ¿Ves esto?, le dijo de repente Markus enseñándole dos cascabeles enganchados a unos imperdibles.
Yuka abrió los ojos como platos al ver esos cascabeles mientras sentía un escalofrío en la punta de sus pechos y acto seguido bajó la mirada avergonzada.
- Mira esclava, me gustaría mucho ponerte estos imperdibles, pero sólo lo haré si tú me lo pides.
Yuka no respondió sino que por toda respuesta bajó la cara roja de vergüenza.
- ¿Te los pongo, sí o no?
Yuka dudó un momento mientras se le ponía carne de gallina en sus tetas y sus pezones se erizaban apareciendo unas arrugas en las aureolas. De pronto ella dijo que sí con la cabeza pero sin levantar la vista. Aunque Markus no lo sabía, Yuka era una auténtica masoquista y en cierto modo, estaba entrenada para soportar el dolor.
Sonriendo, Markus abrió uno de los imperdibles y cogiéndole el pezón con los dedos empezó a traspasárselo despacio con la aguja.
Mientras se lo clavaba, la joven miró para otro lado cerrando los ojos y frunciendo el ceño y aunque intentó aguantar apretando los dientes no pudo reprimir un tremendo grito. La punta del imperdible salió por el pezón y antes de cerrarlo Markus le colgó un cascabel.
Parece que te ha dolido, dijo el verdugo al ver dos gruesas lágrimas asomando a los ojos de la japonesa. ¿Te pongo el otro?
Sí, contestó Yuka resignada, y esta vez cerró los ojos y respiró profundamente.
Markus advirtió cómo ella crispaba otra vez el gesto al introducirle la aguja e incluso hacía el amago de apartar el pecho, pero nuevamente aguantó el dolor esta vez sin gritar. Eso sí, debía dolerle mucho pues los labios le temblaban y ella respiraba agitadamente mientras la aguja le traspasaba el pezón por su justo medio.
Una vez pasado el trance Yuka abrió los ojos y vio sus dos pezones traspasados por los imperdibles. La verdad es que la joven tenía una extraordinaria sensibilidad en sus pechos, sensibilidad que ella misma había acentuado desde hacía años de diferentes maneras, pero también se había entrenado en soportar ese tipo de cosas.
- Sí que tienes aguante chica, le dijo Markus levantando los cascabeles con los dedos índices y haciéndolos sonar. Lo necesitarás cuando estés en la cruz.
Yuka le miró no sin cierto orgullo por haber aguantado el dolor.
Acto seguido, Roberto la amordazó con un tosco trozo de madera metido en la boca que ella tuvo que morder con los dientes y se lo ataron a la nuca con una correa de cuero, por su parte, Markus enganchó un cinto de cuero al collar y el electricista le colocó unos grilletes en los tobillos. Como había ocurrido con Ingrid, la cadena que unía los grilletes era demasiado corta y Yuka tendría que andar a pasos cortos haciendo sonar los cascabeles.
Mientras preparaban a la joven, Markus se entretuvo en pintarle palabras por el cuerpo con un tizón: "puta", "fóllame" "azótame" y cosas por el estilo. Los tres hombres se reían de ella mientras la joven cada vez se avergonzaba más pero también se ponía más y más cachonda.
- Bueno, basta, estoy impaciente de ver a esta zorra en la cruz.
Markus restalló un gato, es decir, un látigo corto de colas de cuerda acabadas en pequeños nudos. Yuka debería transportar el madero durante más de un cuarto de hora mientras Roberto y Markus le azotaban en la espalda con dos gatos de colas. Mientras tanto el electricista tiraría de la soga y le obligaría a caminar.
De hecho el primer azote no si hizo esperar.
SSSzass
Mmmmmh
Camina esclava
Yuka tembló de rabia y dolor aguantando el escozor del latigazo pero dio el primer paso asegurándose de no caerse. La joven tenía que andar encorvada por el peso del madero.
Mientras caminaba entre las celdas de las esclavas, Yuka vio que muchas de éstas ya se habían despertado y miraban a la pequeña japonesa con terror y compasión las más y con envidia las menos.
La práctica totalidad de las esclavas del campo habían sufrido ya el suplicio de la cruz en manos del sádico de Markus y sabían lo que eso significaba. Como ya dijimos, la crucifixión era usada en el Campo como un tipo de castigo común para todo tipo de faltas incluso leves, pero a las esclavas les extraño que nada más llegar al campo Yuka hubiera hecho algo que mereciera ese horrible tormento.
Evidentemente desconocían que había sido la propia nipona la que lo había escogido voluntariamente.
Atada y amordazada y recibiendo un latigazo tras otro, Yuka caminaba observada por todas aquellas mujeres lo que le hizo sentirse especialmente incómoda. La joven nunca se había expuesto así desnuda delante de tanta gente y menos atada y amordazada de esa manera. De repente, Yuka comprendió que una vez crucificada estaría expuesta para todos los que pasaran delante de la cruz e incluso cualquiera podría tocarla o hacer lo que quisiera con su cuerpo. Eso le excitó mucho más y le dio ánimos para seguir aguantando.
- Vamos camina, dijo Michel el electricista tirando del dogal.
Los latigazos no paraban y ella se afanaba por mantener el paso con pasitos cortos, las tetas le temblaban por eso y los cascabeles tintineaban llamando la atención de todas la esclavas que aún no se habían despertado.
Nadie lo sabía, pero Yuka llevaba desde años soñando con una escena parecida. Desde la pubertad, la joven se masturbaba diariamente varias veces, incluso los días que tenía sexo o que se sometía a prácticas sadomasoquistas. Invariablemente la fantasía era la misma, ser crucificada y follada por varios hombres sádicos y crueles. Podemos imaginarnos, pues la excitación que la muchacha sentía en ese momento a pesar de los latigazos y la humillación.
Tras unos minutos el grupo salió del hangar al aire libre. Eran las siete de la mañana y hacía frío, pero Yuka tuvo que seguir adelante mortificada por aquellos odiosos latigazos. Ya fuera se les unió otro verdugo que llevaba una cámara y que iba a grabarlo todo.
- No mires a la cámara, le ordenó cuando ella le miró, haz como que no existo.
El lugar destinado a la crucifixión no estaba lejos sin embargo a la joven se le hizo largo, pues tenía que ir despacio, encorvada con el peso de la cruz, dañándose los pies con las piedrecillas del camino y con los gatos "acariciándola" y marcándole la piel a cada momento. En su particular via crucis, Yuka jadeaba y echaba babas por su mordaza esforzándose por mantener el ritmo que le imponían sus guardianes a tirones.
Mientras tanto, Markus y Roberto se deleitaban empalmados al ver su cuerpo desnudo y sudoroso sobre el que se empezaban a destacar las huellas de los latigazos y al que flagelaban por puro placer y capricho. Dado que los latigazos se los daban por detrás, a los diez minutos Yuka llevaba marcado su cuerpo desde las piernas hasta los hombros, pero sólo por la espalda y los costados, con sólo algunos azotes perdidos en los laterales de los pechos.
A esas horas de la mañana apenas había guardianes por el campo y tampoco se cruzaron con ninguna esclava, pero los que guardaban las puertas estaban más bien aburridos así que empezaron a silbar y a decir obscenidades al ver la escena y darse cuenta de que era una esclava nueva a la que iban a crucificar. Sus perros se pusieron también a ladrar histéricos ante el jaleo.
Eh Markus, ¿por qué no te buscas a una de tu tamaño?.
Traete aquí a esa preciosidad, tengo las pelotas llenas.
Mirad qué tetas, se las voy a llenar de leche.
Yuka volvió a ruborizarse bajando el rostro al oír todas esas lindezas.
Markus les respondió de lejos.
Si la queréis, tendréis que venir luego y follárosla en la cruz.
Venga ya, sabes que no podemos movernos de aquí.
Pues entonces ya sabéis, a cascárosla.
Los guardianes respondieron con más insultos y prometiendo a Yuka que irían a visitarla en cuanto estuvieran libres.
Yuka se volvió a ruborizar mientras se alejaban de la puerta, y ella y sus guardianes aún tuvieron que andar varias centenas de metros hasta que llegaron al "calvario" del campo, el lugar favorito de Markus. Este era un lugar despejado, rodeado de prados y con un bosque bastante frondoso al fondo, un lugar idílico que contrastaba con su siniestro uso.
Al llegar al sitio en cuestión, los guardianes permitieron que Yuka se arrodillara jadeando y respirando con dificultas. Llegar hasta allí azotada por los látigos había sido en sí mismo un doloroso tormento, pero eso no era nada comparado con lo que le esperaba.
Una vez que a Yuka le quitaron el madero y la mordaza ella esperó pacientemente de rodillas y con las piernas abiertas, el torso muy derecho y las manos en la nuca. La joven jadeaba intentando recuperar las fuerzas, y al de un rato bajó las manos y empezó a palparse las heridas con las manos. Mientras tanto observó detenidamente todo lo que tenía ante sus ojos.
A ambos lados del camino se situaban varios postes de madera verticales de hasta dos metros de alto. Aún más allá había otros postes que llegaban a una longitud de tres metros y más.
Todos los postes tenían un rebaje rectangular en la parte superior para colocar el travesaño horizontal de la cruz, e incluso alguno de los más altos estaba completo con el patíbulum en su sitio. También había un par de cruces en forma de tau. Todos los postes tenían un agujero ancho que los taladraba horizontalmente y que se situaba a un metro aproximadamente del listón horizontal.
Junto a los primeros postes había una pequeña caseta y una estructura de madera formada por un alto caballete en el que el travesaño horizontal se encontraba a más de tres metros del suelo. De él colgaban cadenas y grilletes. También había otros maderos horizontales a un metro y pico del suelo y otros postes verticales.
La joven se formó su propia hipótesis. Los postes con rebaje eran los palos verticales de las cruces, bajas y altas, mientras que la estructura junto a la caseta serviría probablemente para que las esclavas esperaran su turno atadas y seguramente para sufrir la flagelación que antecede a toda crucifixión.
Yuka estaba realmente impresionada, ¿para qué tantas cruces?, evidentemente para crucificar a más de veinte o treinta esclavas a la vez. Entonces pensó que el espectáculo de ver a tantas mujeres desnudas sufriendo en la cruz debía ser algo excitante y digno de verse, de pronto y casi sin querer se lamió los dedos de su mano y se puso a masturbarse. Empezó por frotarse el coño lentamente con una mano pero después se llevó uno de sus pechos a la boca y ella misma se puso a lamerse el pezón.
Los tres verdugos, que en ese momento estaban terminando de asegurar el patibulum de la cruz con una gruesa soga la miraron anonadados. La joven estaba inusualmente tranquila mientras se masturbaba con los ojos y la boca semicerrados. Normalmente las condenadas a la cruz a esas alturas estarían llorando o suplicando, pero Yuka no, nuevamente su sumisión y resignación eran increíbles.
Me muero de ganas de follarme a esta tía dijo el Electricista con la polla a reventar.
Yo también, contestó Markus. A la cruz con ella.
Dicho y hecho. Al oírlo ella misma dejó lo que tenía entre manos y se puso de pie sorprendida, los dos verdugos la cogieron de los brazos y la colocaron de espaldas a la cruz. Ni siquiera se los tuvieron que mantener en alto sino que ella levantó los brazos y puso las manos en los extremos del madero manteniéndolas así mientras la ataban.
Si Yuka medía 1,60 de alto el patíbulum se lo habían colocado a 1,80 de manera que ella sólo tuvo que subir los brazos y ponerse de puntillas. Rápidamente dos de los hombres le ataron las muñecas. Lo hicieron con sogas muy suaves forradas de algún material que ella no pudo identificar. Los nudos no le cortaban la circulación de las muñecas pero al mismo tiempo eran suficientes para sostener su cuerpo con firmeza. Es la consecuencia de hacer ese tipo de cosas todos los días, esos tipos eran unos expertos.
Así, no tardaron mucho en atarla de las muñecas y cuando terminaron se encargaron de sus piernas, primero una y luego otra. Markus que era el más hábil calculó cómo debían atarle estas últimas. Como en su sueño, a Yuka la crucificaron con las piernas dobladas sobre sí mismas pero no completamente abiertas, sino con los pies juntos, de manera que si ella quería podía juntar las rodillas entre sí y ocultar su sexo.
Cuando le levantaron la primera pierna Yuka se mantuvo malamente sobre los dedos del otro pie, pero al doblarle la segunda, a ella le dio la sensación de que se caía hacia adelante y se puso a gemir.
Por supuesto no ocurrió nada de eso, los nudos de los brazos se lo impidieron y entonces, la mujer sintió la desagradable sensación de que todo su cuerpo colgaba ahora de sus sensibles muñecas. Una enorme excitación recorrió todo su cuerpo al sentir por fin que ella había cumplido su sueño.
Eran las siete y media de la mañana y la joven ya estaba crucificada. Efectivamente y como era su deseo se trataba de una crux humilis, una cruz baja en la que el cuerpo de la víctima cuelga a escasos centímetros del suelo y los espectadores tienen los ojos a la misma altura que los suyos. Se trata de algo menos espectacular que crucificar a las esclavas a tres metros de altura, pero, por lo demás, el tormento es el mismo y además los verdugos pueden ensañarse cómodamente sobre el cuerpo desnudo e indefenso de la víctima.
En principio Markus se alejó unos metros para ver bien su obra. La postura forzada de los brazos en forma de V estiraba el delgado torso de Yuka sobre el que se marcaban perfectamente las costillas. Ahora sus pechos parecían aún más grandes, como dos suaves bolsas de piel blanquecina que colgaban trémulas a cada leve movimiento. Por contraste, de la cintura para abajo Yuka permanecía como si estuviera en cuclillas con el trasero colgando, las piernas juntas y las rodillas proyectadas hacia adelante.
Yuka miró a su verdugo sin saber qué decirle, pero al ver cómo le crecía la polla dentro del mono ella se ruborizó y bajó la cabeza. ¿Por qué no se la follaban ya?. Realmente ella lo estaba deseando y sentía que tenía el coño inundado en sus propios jugos.
Markus se hizo de rogar y siguió admirando el cuerpo de su víctima dando vueltas alrededor de ella. Para un obseso como Markus lo más bello del mundo era una mujer crucificada completamente desnuda. Por eso, se deleitaba mirándola y acariciándose su pene. Yuka tenía la parte trasera de su cuerpo marcada de leves latigazos que apenas destacaban en su piel. El castigo de ese tipo de gatos no era severo, pero igualmente había marcado a la muchacha desde la espalda a la parte posterior de las piernas desviándose algunos latigazos a los costados y los laterales de los pechos. El frontal, en cambio estaba limpio de marcas lo cual era habitual, pues al sádico verdugo le gustaba flagelar a algunas mujeres una vez crucificadas.
Tras dar una vuelta completa alrededor de Yuka, Markus se acercó hasta ella.
Ya tienes lo que querías le dijo cogiéndola con las dos manos de la cintura. Ella abrió las piernas para acoger a Markus entre ellas impaciente de que la penetrara. ¿Eres felíz?, le preguntó.
Sí
Dentro de una hora te arrepentirás y me pedirás que te baje, pero no lo haré le dijo él jugueteando con los cascabeles.
Yuka no contestó, ya sabía eso perfectamente y lo esperaba.
Entonces Markus se puso a hacer pruebas con ella. La cogió de la cintura y se puso a levantarla en vilo. Yuka cooperó y no hizo fuerza con las piernas de manera que dejó que el verdugo le levantara hasta que éstas se pusieron derechas y juntas. La cabeza de la joven superó ampliamente la cúspide de la cruz y con los brazos estirados, esta vez hacia abajo se mantuvo vertical durante unos segundos. Después proyectó su cuerpo hacia adelante comprobando que no se caía. Guiado por las manos de Markus después lo arqueó dirigiendo el vientre hacia adelante, Yuka torció todo su cuerpo en una perfecta curva dejando que la cabeza colgara hacia atrás durante unos segundos y acto seguido volvió a la postura en cuclillas.
- Perfecto, dijo Markus comprobando las ataduras.
Esa manera de atarla a la cruz era intencionada. Yuka tendría una gran libertad de movimientos lo cual formaba parte de su tortura pues contribuiría a provocar su agotamiento paulatino.
Otra vez en la postura inicial Yuka miró fijamente a los ojos a Markus y se atrevió a susurrarle.
- Métemela, amo, fóllame, por favor.
Yuka hubiera deseado que, como había ocurrido en su sueño, Markus se desnudara delante de ella mostrando un torso apolíneo y un grueso pene. Pero el hombre ni siquiera se quitó el mono de faena. Y casi mejor pues era un tipo barrigón lleno de pelo y bastante denteroso. Lo que sí tenía Markus era un grueso pene con el que penetró a Yuka de una sola embestida aprovechando que ella estaba completamente mojada y lubricada.
- Aaaaah.
La joven cerró los ojos y gimió de placer al ser penetrada de una sola vez por aquel grueso falo, exactamente como en su sueño. Por su parte Markus empezó a follarla, primero despacio pero cada vez más rápido y más profundamente cogiéndola con las dos manos del trasero y apretando con todas sus ganas. Yuka tenía un coño suave y cálido que su verdugo disfrutó con placer y sin prisas. Ella mantuvo en todo momento sus piernas completamente abiertas signo de que aceptaba plenamente eso.
Ahora el verdugo sí que reclamo la delicada boquita de la japonesa y sus lenguas y labios se encontraron en un sensual baile de caricias húmedas. Yuka cerró los ojos y al principio imaginó que follaba con alguien más atractivo, pero después le dio igual. Sólo podía pensar en ese pollón enorme dentro de sus entrañas y que se la estaban follando en la cruz.
Markus cada vez la penetraba con más fuerza y violencia empujando el pequeño cuerpo de ella arriba y abajo, una y otra vez. Los pechos de Yuka brincaban sin control y el ruido de los cascabeles se confundía con los gemidos y jadeos de los dos.
Tras varios empujones más Markus empezó a jadear aún más fuerte y atrapando bien de las caderas a la joven eyaculó en el interior de su vagina. Markus se corrió con el pene penetrando bien profundo, aquello era cálido y húmedo así que dejó que su miembro acariciara las paredes de la vagina un buen rato después de correrse, mientras el hombre besaba y lamía el cuerpo de la chica.
Por su parte, la joven japonesa gemía de placer a puntito de caramelo.
Markus sonrió satisfecho y dedico un último y largo morreo con la muchacha.
- Quita, que la tengo a reventar, dijo Roberto apartando violentamente al otro verdugo.
Yuka volvio a bramar de placer al ser penetrada por ese segundo hombre. Roberto la tenía aún más grande y le entraba profundamente en su ya dilatada vagina. Por eso, tras varias embestidas fue Yuka la que se corrió. Ni siquiera separó los labios de los del verdugo sino que se puso a gritar casi sobre su cara, para terminar torciendo el rostro hacia el cielo y aullar de placer. De todos modos, Roberto no paró sino que apretando los dientes siguió follando a empujones más bien violentos. Yuka volvió a dar grititos con su voz de niña y enlazó un segundo orgasmo un par de minutos después.
Esos tres se la follaron un par de veces cada uno. En la orgía de la noche pasada la pequeña Yuka había pasado por las manos de varios hombres a los que se la tuvo que chupar y que se la follaron por delante y por detrás, pero no se había corrido tantas veces como se corrió en la cruz esa mañana. En sus fantasías jamás imaginó que alcanzaría ese grado de placer.
Cuando terminaron de follar eran aproximadamente las ocho y media y aunque hasta el momento ella no se había percatado, sus miembros empezaban a resentirse de la postura forzada.
Markus ya tenía previsto esto y sabía que tenía que hidratar e incluso alimentar a la esclava para que no se desmayara de sed o inanición.
Por ello sacó de la caseta un enorme biberón lleno de leche y un cóctel de estimulantes y con él le dio de beber. El "biberón" era otra de las simpáticas bromas del campo pues la tetina tenía forma de polla.
- Qué pena, dijo el electricista viéndola beber, me hubiera gustado que me la chupara a mí también con esa boquita de piñón.
Tras saciar su sed, los verdugos dejaron en paz a Yuka. Esta aún caliente por sus orgasmos y tras pocos minutos deseó que volvieran a follársela, sin embargo, ahora no tocaba disfrutar sino sufrir. De este modo la chica empezó a experimentar los primeros dolores, especialmente en los brazos. Estos estaban completamente estirados mientras su torso aspiraba y expiraba profundamente marcando exageradamente sus costillas. Sus piernas en cambio, iban adquiriendo un tono entre rojizo y azulado por la acumulación de la sangre.
Mientras tanto, los hombres abrieron la caseta y de ella sacaron una mesita plegable que dispusieron delante de la cruz a la vista de la japonesa. Allí encima colocaron en orden los instrumentos de tortura que ella misma había limpiado la tarde anterior.
La joven empezó a respirar agitada al ver el tremendo suplicio que le esperaba. Sobre la mesa colocaron varios tipos de látigos, varas y flagelos, pinwheels, y otros cepillos con pinchos, alicates, tenazas, pinzas dentadas, agujas, picanas eléctricas y un largo etcétera. Junto a la mesa, colocaron también un brasero redondo sobre el que colocaron carbones que encendieron con ayuda de unos papeles.
La bella joven veía todos estos preparativos como hipnotizada, aterrorizada y excitada. Su cuerpo estaba brillaba de transpiración.
No obstante aún no empezaron con ella, antes dejaron que Yuka se atormentara a ella misma intentando buscar una postura que aliviara el creciente agarrotamiento de sus miembros.
Tras más de una hora en la cruz, a la joven le dolían bastante los brazos, las muñecas y los hombros, por ello Yuka empezó a debatirse y a "bailar" hacia los lados, estirando uno y otro brazo alternativamente, para descansar el brazo contrario. Sin embargo, todos esos movimientos no hacían sino acentuar sus sufrimientos. En un momento dado, incluso respirar se le empezó a hacer fatigoso.
La joven japonesa sabía perfectamente cómo aliviar el sofoco, no tenía más que levantarse sobre sus piernas, pero dado que sus pies no se apoyaban en nada, eso sólo lo conseguiría haciendo una flexión con los brazos como la que hacen los atletas de anillas. Consiguientemente empezó a hacer fuerza con brazos y piernas. El pequeño peso de Yuka le ayudó en esa operación y no sin ciertos apuros, la joven consiguió incorporarse sobre sus piernas para respirar a pulmón libre durante algunos segundos.
Al verla, Markus se sonrió. Como había previsto, a Yuka no le costó excesivamente ponerse de pie, al menos la primera vez, sin embargo a medida que pasaran las horas, cada vez le costaría más y se le haría más penoso. De todos modos, verla debatirse en la cruz formaba parte del espectáculo.
La siguiente hora pasó lenta, muy lenta para la mujer crucificada. Sus miembros y músculos se fueron agarrotando por momentos, y ella intentaba evitarlo continuamente, moviendo su cuerpo sin parar, arqueándolo, doblándose, haciendo girar su columna....todo era inútil. Asimismo la joven tenía que incorporarse sobre sus piernas una vez cada tres o cuatro minutos y cada vez lo hacía más lenta y lastimosamente entre quejidos de dolor y sufrimiento. La cámara captaba cada minuto de esa agonía y el rostro dolorido y lloroso de la bella japonesa. El director Bridges tenía razón, ese vídeo tendría éxito.
Eran las 9,30 y ya había salido el sol. La pobre Yuka estaba desesperada y eso que sólo habían pasado dos horas. ¡Dos horas!, a ella le habían parecido un siglo, y sin embargo, aún le esperaban muchas horas más de sufrimiento. El carbón del brasero ya había dejado de arder y parecía apagado, pero las brasas estaban ahí aguardando a que alguien introdujera las temibles agujas. De todos modos, lo que Yuka vio en ese momento le heló la sangre en las venas.
Delante de ella Roberto hacía zumbar un látigo de una sola cola y más de un metro y medio de longitud de izquierda a derecha. El verdugo lo manejaba con gran maestría y tras mirarla con sadismo, fue acercando la punta hacia el torso de la muchacha poco a poco, centímetro a centímetro. Yuka apretó su espalda contra el estipe.
La punta del látigo cortaba el aire produciendo un zumbido intenso y amenazador e incluso unos segundos antes de golpearla Yuka sintió la punta del látigo pasar rozando sus pechos. Con una habilidad consumada, Roberto le acertó en pleno cascabel y la muchacha sintió como si se le arrancara el imperdible de cuajo.
- Uaaaa
La joven levantó la cara y lanzó un alarido de dolor, pero otro rápido latigazo le alcanzó de lleno en el otro pecho y ella volvió a gritar. La joven miró desesperada a su torturador.
- Espera, dijo Markus. Le vas a desgarrar los pezones.
Entonces se fue hacia ella y le quitó los imperdibles que sostenían los cascabeles. Al acercarse a ella, Markus vio cómo Yuka lloraba, pero ella no le pidió piedad en ningún momento y cuando él se alejó apretó los dientes para soportar estoicamente la flagelación.
Roberto se ensañó en el cuerpo de Yuka y con su acostumbrada habilidad la flageló a conciencia. El látigo volvía a zumbar pesadamente de izquierda a derecha y viceversa, justo delante los pechos de la joven. Ella cerró los ojos temblando aún conmocionada por el dolor. Tras pasar cinco veces sin tocarla, la punta de látigo le arañó el pecho izquierdo haciendo que éste temblara y que Yuka gritara otra vez de dolor.
- Iaaaaa,
En su viaje de vuelta la punta del látigo le golpeó en el otro pecho, y en unos segundos el golpe vino del otro lado, y así una y otra vez, sin pausa y sin descanso dejando rayas rojas oblícuas en ambos senos. Roberto tomaba como objetivo los prominentes pechos de Yuka y el látigo acertaba con toda precisión en las tiernas carnes de los mismos.
La pobre Yuka, gritaba y aullaba de dolor con el rostro dirigido hacia el cielo y arrasado de lágrimas, y cuando ya no pudo soportar más ese castigo, empezó a incorporarse sobre sus piernas.
Roberto ni siquiera se molestó en variar la altura de sus golpes, sino que éstos ahora le alcanzaron el vientre dejándole unas bonitas líneas cruzando el estómago, las caderas y las costillas.
- Uaaaaa, AAAhhh
Yuka gritaba y lloraba como una posesa, con su voz aguda de niña, pero no pidió piedad.
En un momento dado, la joven consiguió ponerse de pie completamente estirando sus piernas y juntándolas entre sí, entonces los latigazos le castigaron sus preciosos muslos arañándolos horizontalmente y dejando las consabidas heridas.
Yuka aguantó unos minutos en pie recibiendo uno y cien latigazos a grito pelado, sin embargo, cuando se rindió volvió a la postura en cuclillas y a recibir los latigazos otra vez en sus tetas lo cual hacía que sus gritos fueran aún más lastimeros.
Roberto sonreía satisfecho, pues no era la primera vez que practicaba ese juego. Para un sádico como él era una gozada flagelar a una mujer desnuda que no se pudiera defender pero que pudiera escoger qué parte de su cuerpo recibía el castigo.
Para ya, Roberto, le dijo Markus no menos excitado y blandiendo una caña flexible. Aún nos tiene que durar mucho.
Es una masoca, ella misma lo está deseando dijo él jadeando y sin dejar de azotarla.
Vale pero déjame usar esto si sigues azotándola se va a desmayar y así se acabará la diversión.
Roberto por fin le hizo caso de mala gana y jadeando sudoroso se acercó a la japonesa.
Ésta le miró llorosa desde la cruz, pero Roberto ni se fijó en su cara, pues sólo estaba interesado en las marcas que le había dejado por todo el cuerpo. Muchas esclavas del campo llevaban sobre su piel la "firma" de Roberto que normalmente tardaba varios días en desaparecer completamente.
Por cómo había resistido los latigazos era evidente que Yuka no era la primera vez que había sido flagelada, pero había llegado al campo con la piel libre de marcas y Roberto quiso ver el efecto que producían sus azotes sobre su piel clara de asiática.
No obstante eso no significaba que hubiera terminado el tormento de la joven nipona, sólo que se había cambiado de tercio, pues Markus se encaminó a ella haciendo vibrar una vara.
Roberto se apartó sonriendo y Yuka respiró profundamente cuando vio que Markus se situaba en un lado de la cruz y que acercaba la vara a sus pies.
El verdugo colocó la punta de la vara en el empeine de los dos pies y empezó a darle golpecitos. Al principio no dolían mucho, sólo eran una incómoda molestia pero Markus fue subiendo la velocidad e intensidad de los golpes paulatinamente. Yuka aguantó los gritos apretando el cuello y los labios y mirando desesperada a su verdugo. Tras el empeine de los pies, Markus se puso a golpearle en los gemelos y tras éstos siguió por los laterales de los muslos. Yuka siguió aguantando a duras penas estremeciéndose de dolor contra el madero de la cruz, sin embargo, en un momento dado, Markus decidió usar la caña de una manera más cruel.
- Enséñame bien ese culo esclava.
Yuka le miró y entendió lo que le decía, así que ladeó su trasero y lo colocó fuera del estipe de la cruz.
- ¿Estas preparada?, le dijo él colocándole la vara pegada al trasero..
Ella respondió que sí y cerró los ojos llorando, pues sabía qué significaba eso.
Zaaas
- AAAAAhhhh
Markus tenía tanta fuerza que el varazo impactó contra el culo de Yuka con un sonoro chasquido. La joven se movió y apretó el culo contra la madera en el vano intento de aliviar el dolor.
- No te muevas, saca bien ese culo, zorra.
Temblando, Yuka lo volvió a ofrecer a su torturador.
Quiero que te quedes quieta y aguantes o si no será peor
Sí.... amo dijo ella entre sollozos.
Zaass
- AAAAyyyy
Zaassss
- AAAAAy , por favor.
Los verdugos se miraron satisfechos, la chica por fin suplicaba.
Zaaas
- Uaaaah, basta, basta, por favor.
Pero Markus no paró y le dio seis varazos más en el culo.
- AAAAhh, AAYYY, piedad, por favor, parad AAAAhhh
Al de un rato, las marcas rojas se habían convertido en feos verdugones.
- Qué pena, se burló el electricista, con lo bonito que tenía el culo.
Yuka lloraba a moco tendido con el trasero en puro fuego.
Markus no se conformó con eso sino que siguió midiéndole los muslos a varazo limpio.
Yuka mantuvo en todo momento sus piernas juntas gritando como una loca a cada golpe. Markus golpeaba metódicamente, sin piedad y por el momento se conformó con darle en la parte externa de las piernas, pero tras un buen rato de castigo, le dijo.
- Ahora abre las piernas esclava.
Yuka le miró aterrorizada.
- Vamos, ¿a qué esperas?
Ella hizo el amago de negarse, pero Markus le respondió con un varazo en las costillas.
Uaaaaa.
He dicho que abras las piernas.
Yuka lo hizo poco a poco, dudando en abrirlas y negando con la cabeza.
- Ábrelas bien, hasta que se te despeguen los labios del coño, vamos. Más, más, así.
Delante de Markus, Yuka abrió sus piernas todo lo que pudo. Bajo una pequeña mata de pelo púbico, se veían perfectamente sus labios vaginales depilados entre los cuales se apreciaba el brillo de una mezcla de fluido vaginal y orín que se le había escapado a la joven por los latigazos.
Markus recorrió la cara interior de los muslos con la punta de la vara y se entretuvo un rato apartando los labios vaginales con la propia vara. A pesar de la tortura se diría que Yuka estaba muy excitada, pues tenía el clítoris tieso.
El primer varazo se lo dio en el muslo inmediatamente arrancando un alarido de dolor. Yuka cerró las piernas involuntariamente, pero Markus no se lo repitió sino que le hizo abrir la piernas golpeándola en los pechos y los sensibles costados de la chica.
La joven abría y cerraba las piernas recibiendo los varazos arriba o abajo de su cuerpo, o en los muslos o en los sobacos. Tras un buen rato golpeándola, la joven japonesa se puso a pedir piedad desesperada. Finalmente, Markus decidió parar y se acercó a ella acaricándole la cara.
- Pobrecilla, le dijo el muy hipócrita. Y ya no puedes hacer nada por evitarlo. Ahora mismo seguiremos con una picana, preciosa, grita todo lo que quieras.
Yuka se echó a llorar aún más fuerte, pues ya había probado la picana anteriormente.
El Electricista fue a por la picana eléctrica, pero también trajo un pequeño vibrador.
Dejó la picana en el suelo y le colocó el vibrador directamente bajo el clítoris. Repentinamente una sensación placentera hizo que Yuka se volviera a retorcer de placer. El Electricista estuvo masturbándola con aquel aparato un buen rato hasta que ella tuvo otro orgasmo. Entonces le tocó el turno a la picana. Más de un cuarto de hora de "toques" con la picana dejaron a Yuka agotada, de manera que tuvieron que darle otra dosis de estimulante con el biberón.
Los tres verdugos estuvieron otra hora más torturando y follando con la joven japonesa casi sin descanso. Tras esto le volvieron a dar de beber.
Eran más de las once de la mañana y ya iba para cuatro horas. A la joven crucificada le dolía cada centímetro de su cuerpo y le escocían los latigazos horriblemente, sin embargo, aún tenía fuerza suficiente para auparse sobre sus piernas de cuando en cuando. En ese momento Markus vio cómo la joven arqueaba todo su cuerpo en un vano intento por desentumecer sus agarrotados músculos, entonces se volvió a acercar a ella con dos cintas de cuero. Yuka abrió las piernas pensando que iba a volver a follársela y él volvió a acariciarla por todo el cuerpo.
A pesar de su lujuria la joven tenía el rostro crispado de dolor y desesperación pero cuando Markus le colocó una de esas cintas de cuero en la base de uno de sus pechos, Yuka comprendió que había llegado el temido momento de las agujas y que todo lo anterior sólo habían sido caricias comparado con el suplicio que iba a tener que soportar.
(continuará)