Campeonato de Voley (IV)

De hija a madre y tiro porque me toca... Pero esta vez el sexo con Esther acaba de una forma inesperada

Luna y yo nos duchamos, ella intentó un segundo polvo, pero sin saber muy bien como conseguí que un nuevo encuentro sexual se diese si ganaban el próximo partido, algo que no era seguro que fuese a suceder.

Dormí bastante mal aquella noche entre los nervios del partido y darle vueltas a la situación. Así que tomé una decisión: hablaría con Esther y le contaría todo. Era lo más justo y a mi parecer lo único correcto.

El desayuno fue más bien tranquilo, todas asumieron que estaba distante y cansado por los nervios del partido. Las chicas rápidamente se fueron a prepararse a sus habitaciones, lo que me dejó un momento a solas con Esther. Le comenté que después del partido me gustaría hablar con ella tranquilamente, que eran temas importantes y que si no le importaba venir a mi habitación. Ella aceptó pero no dió tiempo a más antes de ser interrumpidos por otra de las madres.

Una vez en la pista definimos estrategias para el partido, pero a la hora de la verdad nos empezaron a fallar. El otro equipo empezó siendo superior y el ánimo de las chicas se vino abajo. Todas menos Luna, que se había levantado como una capitana improvisada dando órdenes y ánimos, consiguiendo remontar un poco el partido.

Como si fuera una clásica película deportiva, habíamos llegado al momento decisivo. El equipo que ganase el siguiente set, ganaba el partido, pero estaban todas muy cansadas, sobretodo Luna, que se había esforzado por todas. Le comuniqué que le tocaba sentarse en el banquillo, pero se negó.

La aparté del resto para hacerla recapacitar:

  • Luna, ya lo has dado todo, deja al resto y descansa, no es bueno sobreesforzarse

  • No. Tenemos que ganar.

  • Lo habéis hecho muy bien ya, lo has hecho muy bien, deja al resto.

  • No y no. Voy a ganar.

  • ¿Pero de repente por qué tanta obsesión?

  • Porque me has prometido que me ibas a follar

Y la sonrisa orgullosa que puso me paralizó el alma. No pude reaccionar nada más y el equipo siguió a su nueva capitana. Luna volvía a jugar... Y se notó. Prácticamente arrastró al equipo a la victoria de manera impresionante.

Tras la pequeña celebración llegó la hora de comer y eché en falta a Esther, pero ahora ya sólo podía pensar en aquella voluntad de Luna por llevarme a la cama de nuevo. Sin duda tenía que hablar también con ella y aclararlo todo.

Volví a mi habitación y cuando llevaba un rato sonó la puerta. Abrí y era Esther vestida con un albornoz del hotel.

  • Esther, gracias por venir, yo...

Y antes

de

poder acabar, su albornoz cayó dejando su cuerpo desnudo y brillante ante mi.

  • Vengo de hacerme un masaje y me he puesto muy cachonda. Y vamos a follar.

Sin querer respuesta, Esther se tiró a mi cuello y con pequeños empujones me llevó por la habitación mientras su lengua acariciaba la mía con mucha pasión.

Para cuando me quise dar cuenta mi pantalón estaba desabrochado y Esther me había empujado para sentarme encima de la cama. A aquella altura sus preciosos pechos quedaban perfectos para meterlos en mi boca y no dudé en hacerlo.

Empecé a alternar entre sus pezones, succionando y dando pequeños lametones, casi como pinceladas. Pero aquellas grandes tetas me pedían más y no podía limitarme sólo a aquello, así que cuando pasaba de uno a otro también lamía y mordía el resto de pecho.

Mis manos se movieron también de manera autónoma, una agarrando con fuerza su cintura haciendo un leve movimiento de tirar y empujar mientras la otra se había quedado en su coño, haciendo que con el canto de la mano y el pulgar se aprovechase el movimiento de su cadera.

Esther me levantó la cabeza con un leve movimiento de su dedo en mi barbilla y al cruzar nuestras miradas se agachó para darme un increíble beso en el que esta vez su lengua ya no era tan tímida e inundaba mi boca.

  • Quítate todo, que te he traído una sorpresa.

Le hice caso mientras ella se agachaba para coger el albornoz al lado de la puerta y sacar un pequeño bote del bolsillo. Se acercó de nuevo a mí y se arrodilló con una sonrisa exacta a la de su hija.

Agarró mi pene y cuando este miraba al cielo, sacó su lengua y lo recorrió de arriba a abajo mientras sus ojos no se separaban de los míos. Yo me tumbé hacia atrás, dispuesto a disfrutar de todo aquello.

Esther abrió el pequeño bote de aceite y lo dejó caer un poco sobre mi pene, esparciendolo bien con un movimiento lento que lo recorría por completo y sin separar todavía nuestras miradas.

Soltó mi pene que rápidamente chocó contra mi abdomen con un sonido característico debido al líquido y acabó de vaciar el bote sobre sus pechos con un masaje en el que estrujaba y bamboleaba aquellas increíbles tetas.

Por si aquello fuera poco, abrió su boca y con la lengua fuera dejó caer un hilo de saliva sobre mi erección. La agarró de la punta y la llevó entre sus senos. Sus codos apretaban lo justo para mantenerla dentro.

Mantuvimos la mirada fija en el otro y Esther se quedó quieta unos segundos hasta que de nuevo esbozó una sonrisa que yo ya había visto en su familia, y fue entonces cuando con movimientos muy lentos, sus pechos empezaron a deslizarse por mi pene mientras lo arropaban por completo.

Mi cadera empezó a moverse sola, buscando que no quedase ni un centímetro sin ser envuelto en aquel placer. Pero Esther no cambiaba el ritmo, se mantenía en aquel constante movimiento lento y sensual.

Fui el primero que rompió el cruce de miradas y es que no podía más, mis ojos se cerraron y mi cuello se tiró hacia atrás. Todos mis sentidos se centraron en aquello.

Abrí de nuevo los ojos y allí seguía Esther, el mismo movimiento, la misma mirada y de nuevo aquella sonrisa. Llevé una mano a su cara para apartar un mechón de pelo detrás de su oreja y le acaricié la mejilla mientras llevaba en pulgar a su boca. Ella la abrió y empezó a chuparlo con pequeñas succiones y movimientos de lengua muy suaves.

  • Me encanta, me corro, me encantas

Y casi con un susurro y con la mirada todavía en mis ojos me dijo:

  • Venga, córrete

Empujé un poco más deprisa mi cadera, pero ella ni se inmutó. Tardé poco menos de un minuto en empezar a correrme, llenando todo su pecho con mi semen.

Ella se rió y yo no pude hacer otra cosa que dejarme caer por completo sobre la cama.

  • ¿Te ha gustado mi sorpresa? Hay que ver lo mucho que te corres

Pero no esperaba respuesta, porque de inmediato se levantó y se fue a la ducha.

  • Vamos a limpiarnos que ahora me toca a mí

Madre e hija tenían la misma energía. Llegué al lavabo y ella ya estaba debajo del agua quitándose la mezcla de aceite y semen que había sobre su pecho. Me invitó a entrar y enjabonarle las tetas.

En cuanto entré y posé mis manos sobre ellas no me pude contener, y mientras las apretaba y embadurnaba, empujé a Esther contra la pared mientras nuestras lenguas se cruzaban.

Pero en menos de dos minutos Esther me apartó y se acabó de quitar el jabón con el agua, me dirigió de nuevo esa mirada que no decía otra cosa que sexo y me dijo que volvíamos a la cama.

Se tumbó en el centro con las piernas bien abiertas y yo me tumbé a su lado, llevando directamente mi mano a acariciar su coño mojado.

Nos volvimos a besar y directamente metí dos dedos en su interior. Con esos dos dedos los metía y sacaba asegurándome de que llegaba bien a y punto g. Con el pulgar hacía pequeños círculos en su clítoris y los pequeños gemidos que hacía en mi boca me decían que iba por buen camino.

Esther se agarró un pecho con una mano y con la otra me cogió de la nuca. Entendí perfectamente el mensaje y me lancé a llamer y succionar su pezón mientras mi mano continuaba de manera autónoma.

  • Si, oh, joder si, así así

Mi polla empezaba a crecer de nuevo y se lo hice saber restregándome un poco contra su muslo. Ella estiró su mano y me empezó a pajear mientras todavía crecía del todo. En cuanto notó que ya la tenía dura del todo me pidió que se la metiera.

Me puse de rodillas ante ella y sin más se la metí del todo. Todavía no había podido acabar su primer gemido y yo ya me había agarrado al cabecero para empezar unas penetraciones lo más rápidas y profundas posible.

Ver sus pechos botar de aquella manera era un espectáculo maravilloso y como si mi cuerpo lo necesitase, me agarré a una de esas enormes tetas para acariciarlas y apretarlas al ritmo de mis embestidas.

Me paré en seco y le ordené que se pusiera a cuatro patas. Ella me hizo caso, pero en vez de ponerse mirando al cabecero para que me la follase, se puso de cara a mi, quedando a la altura de mi polla y no dudó en metérsela en la boca.

Sólo se metía la punta y de nuevo su habilidad me hacía recordar que su hija era mucho mejor que ella comiéndomela. No era mala del todo, pero necesitaba penetrarla.

  • Gira, deja que te folle

Y de nuevo, sin rechistar, aceptó y me hizo caso. Esther tampoco tenía tanto culo como su hija, pero eso poco me importó porque en cuanto quedó a mi disposición, se la metí de nuevo con un movimiento de pelvis.

Me agarré con fuerza a su cadera y esta vez me centraba en penetraciones lentas pero profundas, aumentando el ritmo de manera progresiva, hasta que al final volví a las fuertes y rápidas embestidas.

Mientras su coño engullía sin problema el movimiento continuo de mi rabo, yo le  tiraba del pelo y miraba cómo sus tetas asomaban por el lado de su cuerpo con cada embestida.

Esos enormes pechos me volvían loco y quería volver a disfrutarlos, así que esta vez me tumbé boca arriba y ella se sentó sobre mi. De nuevo en cuanto se la metió noté un pequeño escalofrío recorriendo mi cuerpo.

Yo ya sabía cómo hacer que se corriera, así que como el día anterior una mano fue a acariciar su clítoris y con la otra agarraba sus melones alternando entre ellos y dando unos ya ensayados lametazos, succiones y mordiscos. Por su parte, ella marcaba el ritmo con sus sentones y sus gemidos dejaban claro que su orgasmo se acercaba.

Exactamente igual que la otra vez, ella volvió a tensar su cuerpo y dejó caer su cabeza mientras arqueaba la espalda y producía un grito que más parecía un suspiro.

Pero yo no había acabado, así que fui yo esta vez el que marcaría el ritmo. Me cogí a su cintura y tiré de ella para arriba mientras mi cadera retomaba el ritmo que ella llevaba.

Pese a estar usándola, lo que hice fue empezar a alargar su orgasmo. Con cada penetración, su espalda se arqueaba más y más, mientras sus tetas seguían botando.

Yo continúe así hasta que ella se dejó caer casi por completo y la saqué de su interior para continuar yo mismo con mi mano. Ella finalmente se quedó tumbada, más que respirando, jadeando.

Aproveché el momento para poner mis rodillas a cada lado de su cuerpo y quedando ella enmedio, empujé mi erección hacia sus pechos. Instintivamente ella los apretó y yo comencé a mover mi cadera con fuerza.

Ella se había quedado quieta recuperando el aliento, pero manteniendo la presión en sus pechos. Yo estaba a punto de correrme y en el último segundo la saqué de entre sus tetas, derramando varios chorros que atravesaron su cara.

Me senté a su lado, recuperando yo también la respiración y tras unos segundos ella se empezó a reír. Sus manos se habían quedado sobre sus pechos, pero ahora sin fuerza alguna.

De repente escuchamos unos golpes en la puerta y Esther asustada abrió los ojos de golpe. Me miró y se fue rápidamente al lavabo, sin cerrar la puerta para no hacer ruido. Yo me puse el pantalón de chándal y fui a abrir la puerta.

En un instante me di cuenta de cómo todos los problemas me iban a acabar estallando en la cara.

Luna cruzó la puerta en cuanto la abrí y empezó su pequeño discurso sobre que había ganado y venía en busca de su recompensa. Yo todavía estaba petrificado cuando se desnudó.

Todo lo que podía salir mal, estaba saliendo peor.

  • Me encanta cuando me comes el coño, y hoy creo que me lo merezco, Entrenador

Luna se había sentado con las piernas abiertas en el borde de la cama, justo frente a la puerta del baño.

En ese momento Esther con la cara todavía llena de mi semen apareció por la puerta del lavabo, viendo en primer plano el coño abierto de su hija, pero vino directa a mi y con la mano abierta me soltó un fuerte bofetón.

  • Luna, vístete y nos vamos, ¡YA!

Esther cogió el albornoz del suelo y con un movimiento brusco se lo pasó por la cara para luego ponérselo. Luna por su parte se levantó y con la misma fuerza que su madre me golpeó en la otra mejilla, cogió su ropa y ambas vestidas salieron de mi habitación sin decir nada.

Todos los problemas me habían estallado en la cara, nunca mejor dicho