Campeonato de Voley (III)
Tras conocer a madre e hija la cosa se complica de nuevo cuando la hija viene a reclamar una charla motivacional.
Después del entrenamiento intenté evitar al máximo la situación con Luna, preguntándole qué le pasaba delante del resto de compañeras mientras recogíamos las cosas, pero su actuación de niña buena era absolutamente creíble.
Conseguí aplazar para "más tarde" la charla y escabullirme junto al resto de jugadoras. Mi maniobra cobarde me sirvió para llegar a la habitación en busca de Esther, pero ya se había ido.
Comenté con el otro entrenador por llamada los entrenamientos y las tácticas a seguir el día siguiente, preparé las cosas y bajé para llegar a la hora de comer.
La comida fue muy diferente al desayuno. La incomodidad en la mesa de las madres había desaparecido y ahora Esther y yo teníamos que dejar de mirarnos porque nos sonreíamos todo el rato, como dos adolescentes.
Volví a mi habitación bastante contento y mientras me preparaba para la ducha, alguien llamó a mi puerta. "Seguro que es Esther" pensé y me dispuse a abrir únicamente con la toalla alrededor de mi cintura. Pero de manera precavida decidí hacer uso de la mirilla. En cuanto vi aquella melena negra de espaldas lo tuve claro, era ella.
Justo cuando mi mano empujó la maneta me di cuenta de algo: sin duda era Esther, pero ese culo... Esther no tenía tanto, lo que significaba...
Buenas tardes Entrenador - dijo Luna, quien al verme en toalla dedicó unos largos segundos a repasarme con la mirada - Muy buenas tardes Entrenador
¿Qué haces aquí?
He venido a nuestra charla motivacional, Entrenador
La sonrisa de Luna dejaba bien claro que había interpretado mis palabras a su manera y no entendía aquello de otra manera que no fuera un juego, así que tomando mi rol de adulto, apreté los dientes y me preparé para una confrontación titánica con aquella jovencita.
- Luna, no va a pasar nada entre nosotros... No porque está mal. Eres una jugadora y yo el entrenador... No podemos
Y mientras yo me preparaba para una contestación contraria a mis palabras, Luna me sorprendió de nuevo:
- Vale... Lo entiendo... No pasa nada. Pero, ¿Te importa si me ducho aquí? Ya he traído las cosas y en la habitación somos muchas...
Me había pillado fuera de juego y pese a mi desconfianza inicial, algo de razón tenía. Dejar que se duchase era lo mínimo que podía hacer por ella después de todo. Así que acepté y dejé claro de nuevo que no iba a pasar nada.
Me duché algo nervioso por si rompía nuestro acuerdo, pero no intentó ni abrir la puerta del baño, aunque había dejado puesto el pestillo. Al salir del lavabo, ella esperaba en un lado de la cama, sin tan siquiera mirarme como había hecho antes, aunque me había vestido antes de salir para evitar cualquier mirada.
Todo salía mucho mejor de lo que esperaba, ella entró al lavabo sin más y pude escuchar que ponía el pestillo. Pero después de ducharse, salió del cuarto de baño totalmente desnuda y mis ojos se quedaron pegados a su cuerpo.
Tardé unos segundos en reaccionar, lo justo para que ella recorriera el poco espacio entre la puerta y la cama. Sólo alcancé a decir su nombre.
Luna...
Nada Entrenador, sólo vengo a por el móvil
Y con un ensayado movimiento gateó sobre la cama para coger su teléfono, mientras tanto su culo resaltaba a centímetros de mi. Estaba a cuatro patas y mi impulso fue admirar como sus agujeros se mostraban ante mi.
Un impulso interior me pedía que la devorase en ese instante, pero el yo racional, o por lo menos, el mínimo que quedaba, me forzó a decir su nombre de nuevo con tono de súplica.
- Entrenador, es que creo que me debes algo - y Luna empezó a mover sus nalgas despacio.
No puede contenerme más y agarré aquellos jóvenes glúteos; me arrodillé y saqué mi lengua para dar un primer repaso a su coño.
Su reacción fue un suspiro acompañado de una pequeña risa que tuvo que detener cuando mi lengua volvió a repasar su raja de nuevo, de arriba hacia abajo sin parar. Entonces todo cambió a pequeños gemidos que se iban incrementando.
Con sus nalgas bien separadas yo enterraba bien mi cara en su coño, mientras ella movía su cadera de arriba a abajo y se llevó una mano a su clítoris. No me hizo falta ningún esfuerzo cuando su primer orgasmo la hizo gritar fuertemente.
Me separé para admirar de nuevo las vistas y magreé su culo mientras ella no paraba de frotarse el clítoris. Ante esas nalgas tan bien puestas me vi obligado a dar un par de fuertes azotes mientras ella me correspondía con gemidos.
Me desnudé por completo, pero quería seguir jugando con ella, así que apoyando una rodilla en la cama, la cogí de la cara para besarla mientras con la otra mano metí mi pulgar en su coño.
Nos besábamos con mucho deseo mientras mi dedo no para de entrar y salir de dentro de ella mientras aprovechaba para frotarle el clítoris con los dedos.
No podía esperar más para follarmela, así que me coloqué tras ella y dirigí mi polla a su coño. Empujé con mi cadera pero prácticamente no entró más de un centímetro.
Dejé caer saliva en mi pene y la restregué con la mano listo para el segundo intento, pero de nuevo pasó lo mismo, así que decidí apretar un poco más, consiguiendo que entrase justo la punta.
La sensación de su coño era espectacular. La estrechez hacía que el poco movimiento que me permitía me provocase un inmenso placer.
Ella acompasaba los movimientos de mi cadera con un leve balanceo de la suya, haciendo que sus nalgas rebotasen sobre mi pene. Poco a poco conseguimos meter la mitad.
Estaba siendo demasiado para mi y seguir con ese ritmo supondría acabar demasiado rápido para mí orgullo, así que agarré fuertemente su cadera y empecé a follarmela hasta donde se la había conseguido meter.
Las embestidas no eran tan fuertes como me habría gustado, pero sus gemidos eran increíbles. Con cada embestida conseguía que entrase más, hasta que de súbito me avisó:
- Joder joder joder, me corro!
Y al segundo su cuerpo se tensó acompañado de un grito. En ese momento pude notar como su coño atrapaba aún más mi polla, provocando una sensación como de succión. Tuve que sacarla rápidamente para no correrme.
Su pequeño cuerpo todavía temblaba ligeramente cuando decidí volver a repetir la operación del principio, abriendo sus nalgas y devorando ese apretado coño. Sus exagerados gemidos me ponían muy cachondo, pero aún más su capacidad de correrse. No llevaba ni un minuto utilizando mi lengua y me avisó de que se volvía a correr.
En ese momento me dí cuenta de la diferencia entre madre e hija. Esther tardaba en llegar al orgasmo, mientras Luna era un no parar.
La jovencita prácticamente dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre el colchón y se giró quedando boca arriba. Miró mi pene hinchado y con una sonrisa y entre jadeos me dijo:
- Métela, métela...
Le subí las piernas dejándolas apoyadas en mis hombros y se la volví a meter. Casi me había olvidado de lo apretada que estaba y aquella sensación me invadió de nuevo. Por lo menos ahora ya entraba del todo y yo empecé a penetrarla lentamente, disfrutando de cada embestida, pero cuando llevabas pocas así ella alargó su mano y tras colocarla detrás de mi cadera me miró a los ojos y dijo "más".
Como si hubiera accionado un botón, la excitación me hizo cambiar a unas fuertes embestidas que hicieron volver sus gritos. Me abracé fuerte a sus piernas para incrementar la fuerza. Ella extendió ambos brazos sobre el colchón y se agarró con fuerza a la sábana mientras cerraba los ojos.
- Me corro -dijo esta vez con un tono bajito- joder si sigues así me corro ya
Seguí mis embestidas y pocos segundos después allí estaba un nuevo orgasmo, pero esta vez era completamente mudo. Arqueó la espalda levantándola del colchón y abrió la boca.
En aquél orgasmo era la viva imagen de su madre. En la misma cama. Y únicamente unas pocas horas separaban ambos orgasmos.
Pero la sensación de succión que hacía al contraer sus paredes vaginales, la situación y mis pensamientos me volvieron a llevar al borde del orgasmo, así que de nuevo la saqué.
Quería repetir lo de la noche anterior y se lo hice saber, pero los dos hablamos justo a la vez:
Chúpamela de nuevo
Cómeme el coño otra vez
Sonreímos por la compenetración que habíamos conseguido y me tumbé en la cama. No hizo falta decir nada. Luna se puso sobre mi para hacer un 69.
Apoyé mis manos sobre las nalgas de Luna y saque mi lengua, pero antes de poder dirigir yo, ella ya empezó a mover su cadera hacia delante y hacia atrás, haciendo que mi lengua se centrase en su clítoris. Decidí aprovechar y únicamente movía mi lengua en pequeños círculos.
Por su lado, Luna volvió a hacer gala de su habilidad para hacer mamadas. Me agarró fuerte de la base del pene y se metió la punta en la boca. Pero igual que ella, yo estaba ansioso por acabar, así que empecé a mover mi cadera. Luna entonces se limitó a mover muy lentamente su mano y a recibir mi polla en su boca.
Yo no tardé nada en correrme y mientras Luna acababa de succionar las últimas gotas que quedaban dentro de mí sin parar de mover lentamente su mano, me centré en acelerar los movimientos de mi lengua hasta que se acabó corriendo de nuevo.
Luna se quitó de encima de mí y me miró con una sonrisa manchada por el semen que quedaba en su cara.
- Vamos a tener que volver a ducharnos, Entrenador
Luna se agachó para darme un beso en la punta del pene y se dirigió al baño de nuevo.
Ella se estaba limpiando la cara cuando a través del espejo me miró y me dijo:
- Por cierto, ¿Que te traes entre manos con mi madre?
Se me heló la sangre tras esa pregunta. Problemas, de nuevo.
- Me ha dicho que te dé su número de teléfono - y con una pequeña risa arremetió - cuidado, que tú te crees que no, pero a alguien he tenido que salir yo
Luna no sabía que estaba completamente en lo cierto. Como ya he dicho: problemas, de nuevo.