Campeonato de Voley (II)

Segundo día en el campeonato de voley... Si anoche conocí a la hija, hoy toca a la madre ...

Me desperté al día siguiente con la sensación y la esperanza de que todo el lío en el que me había metido no fuera más que un sueño muy realista, pero no era así; la notificación de Esther seguía en mi móvil y la sensación de la mamada de Luna podía recordarla a la perfección.

Nos habíamos tenido que despertar temprano para ir al desayuno del hotel, y el peor momento sin duda fue cuando en la entrada del comedor me encontré con madre e hija. Nos saludamos cordialmente y las miradas de ambas me taladraron la mente.

Luna, la hija, me miraba con una gran sonrisa seductora que en cualquier otra situación me habría puesto muy cachondo. La madre sin embargo me miraba con cierta vergüenza, fue a decirme algo pero se echó atrás porque seguramente no fuese el momento.

Por lo menos algo positivo era que parecía que no habían hablado entre ellas sobre todo lo sucedido la noche anterior y noté bastante alivio. El desayuno fue un tanto incómodo. Me tuve que sentar en la misma mesa que las madres y podía notar la tensión con Esther.

Era el segundo día del campeonato y no había partido, pero nos habían dejado una parte del polideportivo para practicar a la una, por lo que daba tiempo para seguir descansando.

Volvimos a la habitación y yo seguía con la cabeza hecha un lío, intentando concentrarme en el torneo para olvidarme todo lo imposible del asunto madre-hija.

En cuanto entré un pie en mi habitación noté un pequeño empujón. Esther entraba detrás de mí con el mismo arrojo que Luna me había empujado la noche anterior dentro de aquel lavabo.

  • Vengo a hablar sobre... eso...

No me dió tiempo a decir nada, ni tan siquiera a reaccionar, pero Esther ya había cerrado la puerta y había empezado un largo discurso sobre la situación; se disculpaba, diciendo que se sentía realmente mal, había malinterpretado señales...

No me dejaba interrumpirla en ningún momento, soltando todo el texto que había ensayado, se sentó encima de mi cama y agachó la cabeza mientras decía las últimas palabras de aquél ensayado monólogo

-... pero por favor, no le digas nada a Luna yo...

  • No voy a decir nada Esther, ni a tu hija ni a nadie

  • Gracias, de verdad

Levantó por fin la mirada y me dedicó una sonrisa un tanto forzada, pero el silencio se apoderó del momento. Aquellos segundos se me hicieron eternos y quise quitar hierro al asunto, pero los nervios junto con el deseo de que aquello no se quedase allí me llevaron a hablar sin saber bien que decir.

  • Pero Esther que de verdad que no es que no estés bien, si le das mil vueltas a todas las de la app, pero es la situación que...

  • Te entiendo, no pasa nada, tampoco quiero competir con las niñas que te salen

  • Esther que...

  • No me tienes que dar explicaciones, los dos somos adultos

Sin darme cuenta me había acercado a la cama, quedando de pie justo frente a ella, y cuando se levantó quedamos prácticamente cara a cara. Realmente no recuerdo quién dió el primer paso, puede que los dos, pero en un parpadeo estábamos ambos bien pegados y besándonos con mucha pasión.

Su lengua entraba en mi boca de manera casi sutil, acariciando un poco mi lengua con su punta y volviendo a su boca para recibir la mía. Sus besos me encendían mucho y empecé a acariciar su cuerpo, magreaba bien su culo, apretándola contra mí para que notase cómo empezaba a crecer mi erección bajo el pantalón de chándal.

Dejamos de besarnos y nos miramos, Esther se quitó el suéter y aproveché para desnudarme yo también. Cuando los dos nos desnudamos volvimos a darnos esos besos intensos. Ella empujó mi erección hacia abajo, quedando justo a la altura de su coño. Esther empezó a retirar un poco su cadera, haciendo que su sexo empapase mi pene, mientras yo la cogía fuertemente de las nalgas para empujarla con fuerza, chocando mi pubis con el suyo y repitiendo la operación.

Mi polla ya resbalaba perfectamente entre sus labios por lo mojada que estaba. Sin previo aviso ella se dejó caer hacia atrás, quedando sentada sobre la cama. Cogió con ambas manos mi pene y resopló. Me miró directamente a los ojos y se lo introdujo en la boca.

En cuanto vi su mirada me acordé de la mamada de su hija. Hacía menos de doce horas que mi pene estaba dentro de la boca de Luna y ahora era su madre la que empezaba a chupármela. La mirada de las dos era prácticamente idéntica y pensar todo aquello me puso extremadamente cachondo.

Esther se metía poco más que la punta en la boca, apretando con los labios durante la entrada de mi pene mientras con una mano sujetaba la base de mi rabo y con la otra se apoyaba en mi abdomen.

Sin duda la hija hacía mejores mamadas que la madre, pero Esther le ponía muchas ganas. Fue entonces cuando decidí aprovechar la gran delantera de aquella madurita, llevando el pene hacia sus tetas. Ella lo entendió rápidamente y dejó caer su saliva sobre mi miembro, tras lo cual apretó sus pechos, enterrando por completo mi pene en ellos.

El momento era espectacular. Ella empujaba su cuerpo hacia adelante mientras yo empujaba mi cadera con fuerza agarrado a su cabeza. La cubana junto con mi excitación estaba siendo demasiado, pero no quería acabar aquello tan rápido.

Empujé suavemente a Esther en un hombro y ella lo entendió perfectamente, tumbandose en la cama y abriendo las piernas en forma de invitación.

Me arrodillé ante la cama y pasé mi lengua plana de atrás hacia adelante, provocando un pequeño gemido en ella, así que repetí la operación una, dos, tres y hasta diez veces más antes de apoyar mis manos a cada lado de su vulva haciendo fuerza con los pulgares hacia fuera para abrirla y pasar mi lengua por su interior.

Sus suspiros incrementaron y llevó una mano a mi cabeza mientras me pedía que siguiera. Pasé entonces a acariciar su hinchado clítoris con la punta de mi lengua. Lo lamía, succionaba y marcaba un poco con mis dientes. Repetía este movimiento casi de manera mecánica, añadiendo lametazos que recorrían toda su raja.

Le estaba gustando, así que decidí añadir algo más. Llevé dos dedos a su coño y entraron como si nada, así que empecé a acariciar su punto G mientras repetía la misma operación; lamer, succionar y mordisquear.

-

Fóllame -

me dijo una primera vez entre sus gemidos, pero en mi empeño por hacer que se corriese en mi boca no paré, pocos segundos más tarde me lo repitió de nuevo - Joder, fóllame YA

Me puse de pie y ella miró mi pene, que se había deshinchado un poco. Se incorporó de nuevo, lo agarró y escupió sobre él, esparciendo la saliva por todo mi tronco. Volvió a escupir y repetir la operación, pero estaba todavía creciendo cuando se puso de lado y tiró de mi pene llevando mi cuerpo tras él y se la metió directamente.

No me costó nada entrar y mi polla acabó de crecer en su interior. De nuevo su manera de hacer me ponía más y más cachondo. La cama era baja, así que tuve que clavar la rodilla en el borde para poder metérsela bien.

Mi pene entraba y salía a placer en aquel encharcado coño y, aprovechando que su cuerpo quedaba en perpendicular con el mío empecé acariciando su pecho y cogiéndome a él como agarre para embestirla más fuerte. Ella buscó mi boca, incorporándose un poco y me volvió a besar con aquél deseo que tanto me estaba gustando.

  • Me encanta - me susurró prácticamente en la boca antes de volver a devorarnos.

La posición empezaba a ser incómoda, así que con un azote en el culo mandé a Esther ponerse en el centro de la cama, me tumbé tras ella quedando en cucharita y su mano rápidamente guió mi mástil hacia su coño.

Con una mano agarré con firmeza el cuello de la madura mientras la otra alternaba entre amasar la teta y pellizcar el pezón. Empezó a gemir más fuerte y pasé la mano de su pecho a su cadera, creando un agarre perfecto para acelerar mis embestidas todo lo posible. Ella empezó a morder la almohada y creía que su orgasmo se acercaba, así que aguanté todo lo que pude pero tuve que parar o el que se correría iba a ser yo.

Se la saqué y ella me hizo saber su desaprobación, pero llevé mi mano a su clítoris y lo acaricié lentamente haciendo círculos. Ella empezó a mover su cadera para subir el ritmo.

Me tumbé entonces boca arriba, apoyándome un poco en el cabezal. Ella se puso sobre mí y apoyándose en la pared empezó a frotar nuestros sexos con movimientos bruscos mientras sus enormes pechos prácticamente me golpeaban en la cara.

La cogí de la cadera e hice el intento de levantarla. Ella me entendió y clavó con fuerza las rodillas en el colchón, llevó uno de sus pechos a mi boca y se sentó por fin encima de mi pene. De nuevo entró de golpe y sin ningún esfuerzo, y aunque ya llevaba un rato follándomela, aquella sensación me puso los pelos de punta.

Esther en esa posición jugaba conmigo todo lo que quería. Levantaba el culo y lo dejaba caer en unos movimientos muy rápidos. Cuando se la metía del todo se movía en círculos, frotando su clítoris en mi abdomen. Yo me limitaba a agarrar bien aquellas tetas enormes y alternar entre sus pezones dando unos buenos lametones y succionando.

No iba a aguantar mucho más así y se lo avisé, ella llevó una de mis pulgares a su clítoris y aumentó las embestidas.

  • Va, aguanta, me corro

Pero sus movimientos eran demasiado buenos, su cadera se movía a un ritmo frenético, yo no tenía prácticamente que mover el dedo, pero realmente aguantar estaba siendo demasiado para mi.

  • Joder, joder, me corro Esther

  • ¡No, no! Aguanta joder aguanta

Y con el mayor esfuerzo de mi vida aguanté aquellos sentones sobre mi pene, apretaba ya con fuerza los dientes ante esos movimientos cada vez más rápidos. Ya no podía más cuando ella entre gemidos se pronunció de nuevo:

  • Si, si, me corro, me corro. Córrete dentro

Y como si fuese una orden lo hice. Al haber aguantado tanto me supo a gloria aquella descarga. Esther por su parte tensó su cuerpo por completo tirando la  cabeza hacia atrás con un grito ahogado.

Nos volvimos a besar sin decir nada. Levantó una pierna para sacarse mi pene y sus piernas temblaban con fuerza, al igual que su respiración. Se rió y se dejó caer sobre su lado de la cama. No comentamos nada y nos quedamos dormidos hasta que sonó mi móvil. Era la alarma de que tocaba ir a entrenar a las chicas.

  • Hacía mucho que no me corría así... Sé que ahora tienes prisa, pero ¿te parece si me ducho aquí mientras?

  • Claro, sin problema

  • Perfecto... Luego hablamos de... Todo

Me puse de nuevo el chándal y antes de salir por la puerta di un último vistazo al cuerpo desnudo de Esther. Increíble.

Bajé rápidamente al polideportivo, llegando justo a la hora a la que habíamos quedado. Todas ocuparon su posición para el entrenamiento, pero Luna se acercó hacia a mi. Me había olvidado completamente de ella.

  • Entrenador, ¿crees que luego podemos hablar? Creo que necesito un poco de motivación para el partido

Su sonrisa era puramente lasciva. Sacó un poco su lengua entre sus dientes y me dedicó un guiño especial. De nuevo todo se complicaba.