Campeonato de Voley (I)

El azar me hace ir como entrenador a un campeonato de voley. Una madre y una hija harán mucho más emocionante este viaje. Primero conozco a la hija...

Como siempre, la vida te da sorpresas cuando menos te lo esperas. Por hacer un favor a mi amiga Marisa en el gimnasio en el que trabajaba, acabé dando clases de volleyball a un grupo de chavales. No entendía mucho de volley, pero el sueldo era bastante bueno y las recompensas de Marisa por el favor eran aún mejores.

Tuve que aprender a toda prisa el funcionamiento de ese deporte para dar clases a unos chavales con partidos cada fin de semana. En un principio no me preocupé mucho, se suponía que el puesto era mío hasta encontrar un entrenador de verdad, pero después de 3 meses aquello parecía que iba para largo, por lo que el club me pagó el cursillo de entrenador.

Los equipos que entrenaba no estaban mal, llevaba 3 grupos; infantil, cadete y juvenil, todos ellos del equipo masculino, puesto que el femenino lo llevaba otro entrenador, uno de verdad que me ayudaba bastante. Yo también pensaba que mejor así, porque mientras mis equipos perdían y ganaban casi el mismo número de partidos, las chicas eran de las mejores de su liga, tanto que lograron clasificarse para el campeonato nacional.

Y de nuevo una sorpresa dentro de otra sorpresa: los dos entrenadores del equipo juvenil femenino, el que tenía que ir a un campeonato a Madrid, se pusieron muy enfermos a dos días de ir, así que, por necesidad de un entrenador, me enviaron a mi, con un grupo de 12 chicas de 18 años y 5 madres acompañantes.

Aquello podía parecer el paraíso para algunos; 1 semana de hotel y viaje pagados y estar cerca de aquellas jovencitas. Pero me había dicho a mi mismo que no haría nada con ellas y, menos aún, con las menores. Pero no tenía que pasar nada… verdad?

Entre las madres había una que destacaba más que el resto, y me dí cuenta en cuanto subí al autobús de ida. Esther, una mujer morena, con ojos negros y buena delantera. Aún así no pude evitar fijarme en Luna, justo detrás de ella y, como se confirmaría más tarde, su hija. Eran muy parecidas, sólo que la hija destacaba con un buen culo, al contrario que Esther.

Explicamos la situación, nos presentamos todos y se comentó la táctica que los otros entrenadores me habían comentado y que ellas ya conocían. Con todo claro, llegamos a Madrid por la tarde. Había que descansar porque al día siguiente tocaba el primero de, con suerte, 3 partidos. Así que la primera noche no sucedió nada, me acomodé en mi habitación solitaria y, por si había suerte, abrí mis apps de ligue.

Al día siguiente el partido fue bien, ganaron pese a mis pobres indicaciones, porque se sabían mejor que yo las tácticas. Se hizo una pequeña celebración, en dos días tocaba el siguiente y se lo podían permitir. Fui a hablar con las madres, muy contentas del resultado. Todas menos Esther, que no estaba allí. Cuando pregunté discretamente me comentaron que le estaba montando una pequeña fiesta de cumpleaños a Luna, que cumplía los 18 y habían conseguido una pequeña sala para festejar, a la que me invitaron.

De vuelta a la habitación comprobé de nuevo el móvil y toda la app eran las jugadoras del torneo, y no me fiaba nada de dar un mínimo paso con ninguna, pese a que claramente muchas mentían con su edad. Volví a hablar con el entrenador y dormí un poco la siesta.

En mitad de la tarde, picaron en mi puerta y me desperté. Cuando abrí era Esther. Fue tarde cuando me dí cuenta de que le había abierto en calzoncillos y medio empalmado, porque sus ojos así me lo recordaron.

  • Me han dicho las otras madres que ya te han avisado de la fiesta, tengo que acercarme a la ciudad a por unas cosas, ¿te importa acompañarme?
  • Sí claro, me visto y voy… pasa si quieres

Me había despertado hacía un segundo y tampoco sabía muy bien qué decir o hacer, pensaba que ella no aceptaría por la incomodidad del momento, pero lo hizo.

Cogí la ropa necesaria y me metí en el lavabo para más privacidad, mientras ella me comentaba desde el otro lado de la puerta sobre la fiesta, el partido y su hija.

Me vestí y lavé los dientes rápido, pero la situación me ponía cachondo, aunque sabía que no pasaría nada, aún así, el bulto de mi pantalón era evidente, decidí salir igualmente, porque la erección duraría hasta que estuviesemos juntos en la habitación. Ella miraba por la ventana cuando abrí la puerta, pero con el ruido se giró y su vista se clavó en mi paquete, al menos durante un segundo.

  • ¿Ya estás? - Me preguntó ella
  • Sí - me palpé los bolsillos como de costumbre - cojo el móvil y ya

Miré por la habitación rápido a ver dónde estaba: encima de la mesita de noche. Esther, que estaba más cerca se acercó a él.

  • Toma, te lo doy yo

Al cogerlo, le dió la vuelta y miró la pantalla que se había quedando encendida, mostrando la foto de una una jovencita de la app. Me pasó el móvil como quien no había visto nada y se encaminó a la puerta. Ante la ausencia de comentarios, le seguí, también mudos.

Paseamos por la ciudad para comprar cuatro adornos, vasos de plástico y bebidas, esta última era la verdadera razón por la que me había solicitado: cargar el peso de las botellas.

Volvimos al hotel en un par de horas en las que habíamos hablado de lo más mundano, dejamos las cosas en la pequeña sala que nos habían cedido y me fui a despedir para poder ir a cambiarme.

  • Muchas gracias por todo
  • De nada Esther, no hay problema
  • Oye y perdona si te había interrumpido algo...No quería molestar… Bueno, eso, que si no estás ocupado esta noche que te pases, que creo que les gustará

El tono había sido claro y sabía a lo que se refería, por vergüenza me fui más bien rápido de allí directo a mi habitación, no sin antes intentar justificarme de manera torpe.

  • No, no es eso… Es que son muy jóvenes para mi y a mi no…

En la habitación me duché y me vestí con el polo que había traído para estar elegante por si ganaban la final. No esperaba nada de esa fiesta ni de ese viaje, así que comentamos un poco de nuevo la victoria con las madres, luego con las hijas y me senté en una silla con mi bebida en la mesa de las madres, que comentaban la vida de sus hijas mientras estas bailaban.

A la pequeña fiesta se unieron un grupo de chicos de otro club, eran 4 o 5 que empezaron a bailar y ligar con las chicas. A las madres no les gustó mucho aquello y empezaron a hablar de echarlos de alguna manera y sacar el pastel con las velas para Luna. Comenté con las madres un poco cómo hacerlo y por hablar me tocó a mi ir a echarlos.

Me acerqué al chaval más apartado y le pregunté el equipo, luego le dije que tendrían que irse porque los partidos del masculino jugaban al día siguiente y amenacé un poco con hablar con su entrenador fingiendo que lo conocía. Eso y la presión de las madres fue suficiente para que se fueran.

Ahora sólo faltaba volver a reunir a las chicas, ya que algunas se habían ido al lavabo, entre ellas Luna, así que aproveché para ir al lavabo yo también. Antes de entrar escuché la voz de un chaval:

  • Buf, joder es que me pones mucho, chúpamela aquí, va joder, que me lo has prometido.
  • No me aguantarías ni un segundo y me mancharías la ropa… Si ganáis mañana me lo pienso. - Le respondía una chica

Cuando entré definitivamente vi a Luna hablando con un chico que estaba de espaldas. Cuando ella me vió dijo “Hola Entrenador”. Y como un resorte el chico me miró y salió casi corriendo. Nos quedamos Luna y yo mirándonos fijamente, pero decidí hacer como si nada y decirle que la estaban buscando. Cuando fui a entrar a uno de los lavabos, ella respondió:

  • Entrenador… Yo le ayudo con eso

Me giré y fue suficiente para que sus labios se pegaron fuertemente a los míos. Ella me cogía el cuello con fuerza para poder hacerlo por la diferencia de altura. Sin poder reaccionar me empujó y me metió en un lavabo. Cuando se giró para cerrar y poner el pestillo recuperé el sentido.

  • Luna, no sé que haces pero se acabó, vamos a volver con tu madre…

Y sin dejarme acabar la frase se lanzó de nuevo a mi boca y en un pestañeo me desabrochó el pantalón, mostrando un pene cada vez más hinchado.

  • Joder Entrenador menuda polla

Fui a decir algo, pero la cogió con sus pequeñas y suaves manos, tras lo que fui yo el que la besó esa vez. Giramos dentro del pequeño cubículo y ella se sentó encima de la tapa del váter, quedando mi pene justo en su cara. Lo grande que era contrastaba con su pequeño cuerpo y sus grandes ojos. Lo agarró fuertemente mientras se relamía los labios.

Mi polla estaba aún creciendo cuando abrió la boca para meter la punta y absorber con mucha fuerza para sacarla otra vez. Mi miró con una enorme sonrisa:

  • Joder, me encanta

Y volvió de nuevo a la carga con mi pene ya esta vez sí al 100%. Su mano derecha me agarraba con fuerza la base de la polla mientras ella se limitaba a repetir el movimiento de succión una y otra vez.

Cuando se dió cuenta de que empezaba a salir el líquido preseminal, empezó a mover su mano lentamente pero con fuerza, más que masturbándome exprimiéndome. Sacó la punta de su lengua y empezó a trazar circulos por todo mi capullo, mientras sus ojos miraban desafiante a los míos. Fui a cogerla la coleta, pero no me dejó:

  • No que me despeinas… déjame hacer

Y volvió a la carga con sus pequeños jugueteos. Bien empapada la punta de mi polla, su mano pasó a agarrarla por ahí y con su pulgar me masajeba en pequeños círculos, manteniendo la presión suficiente para levantar mi pene casi en vertical y empezar a lamerlo de arriba a abajo.

De nuevo, cuando consideró que  aquella zona estaba lo suficientemente húmeda, su mano volvió a hacer el recorrido de mi polla al completo. Me miró de nuevo con una sonrisa, se dirigió la punta a los labios y le dió un pequeño, beso, tras lo cual volvió a abrir la boca y empezó a engullirse mi bien lubricada polla.

Únicamente se metía la mitad en la boca, pero su mano recorría la otra mitad sin parar de pajearme. Cada vez que se la metía, su lengua jugaba alrededor del glande y lo combinaba con una succión perfecta. Con su mano izquierda empezó a jugar con mis huevos y aquello empezó a ser otro nivel.

Todo lo que pude hacer fue poner las manos detrás de su cuello y mover la cadera para acelerar aquella increíble mamada.

  • Joder, me corró

Ella se la sacó de la boca y sin parar de masturbarme, ahora más rápido, empezó a pasar sus labios semiabiertos por el tronco.

  • Venga, córrete

Y volvió a introducirla de nuevo en la boca, mientras que esta vez eran sus dos manos las que completaban aquel increíble movimiento. Su lengua recibía aquellas rápidas embestidas que impulsaba con mi cadera hasta que le avisé de que me iba a correr. Ella no hizo nada más, sólo recibir mi semen dentro de su boca y, una vez me había exprimido del todo, me enseñó su boca llena y se lo tragó.

  • Gracias por el regalo de cumpleaños, Entrenador

Se rió y salió del cubículo. No sabía qué hacer, pero decidí que lo mejor era volver y disimular. Ya pensaría más tarde qué hacer o decir. Por suerte para mí, todo parecía ir normal, si nadie sabía nada mucho mejor.

Mi mirada siguió a Luna durante el resto de la fiesta, aunque lo intentaba disimular. Ella me devolvía miradas cómplices, pero yo sólo quería aclarar las cosas. Las madres dijeron que se iban y volverían en media hora, para dejar por lo menos ese tiempo de libertad a las chicas. Interpreté que yo también debía irme y así lo hice.

De vuelta en la cama me preparé para dormir y una vez ya en la cama me saltó una notificación de la app de ligues, alguien me había dado un Superlike, alguien quería conocerme. Cuando abrí la app ví quién había sido: Esther.