Campamento de verano

Volví! :D

Me llamo Rosario, tengo 18 años, y mi primera vez con una mujer fue hace dos años, cuando tenía 16. En aquel tiempo me consideraba heterosexual, me gustaban los chicos de mi clase y del barrio, seguía siendo virgen y me sentía sapo de otro pozo cuando mis amigas, mas chicas o grandes que yo por unos meses, hablaban de sus novios y de sus experiencias sexules y yo no sabía dónde meterme, me avergonzaba ser la monjita. Nunca me había sentido atraída por las mujeres, pero mi vida dio un giro de 360 grados el verano de 4to año.

Al finalizar el curso íbamos de campamento de verano a campings en general, pero ese año cambiamos de aire y fuimos a una isla de recreo en el Tigre. Ya había ido allá con mis amigas cuando festejábamos el día de la primavera pero nunca había visitado las islas de recreo. Viajamos en un catamarán, todos con nuestras bolsas de camping y la profesora de educación física que a cada rato retaba a los varones porque tiraban las galletas al agua del rìo y sacaban los brazos para mojar los dedos en el agua. Tardamos poco mas de media hora en llegar a la Isla Recreo, así se llamaba, atravesamos un sendero de piedras con unos cuando escalones donde se empinaba y así llegamos a un pequeño claro entre los árboles donde nos esperaban los instructores, un hombre y una mujer jóvenes de unos veinti pico, como la profe de educación física. Nos sentamos en semi círculo después de dejar las mochilas de las chicas de un lado y las de los varones en otro. Los instructores se presentaron, el hombre se llamaba Gonzalo y la mujer Tamara. Nos dejaron en claro que debíamos hacerles caso, nada de jugar en la orilla que es muy resbalidiza, nada de levantarse en medio de la noche para molestar a los compañeros, y la mejor parte, nos llevarían a nadar todas las mañanas y a la tarde después de las 4, porque todo el mundo sabe que antes de esa hora el sol está fuerte y te podés insolar.

Yo prestaba atención a todo lo que decían los instructores, pero no sé bien porqué, me fijé mas en Tamara en vez de en Gonzalo, por quien las chicas ya se empezaban a babear. Tenía físico de rugbier, no muy alto, musculoso y una espalda gigante como mi armario. Y la cabeza cuadrada, no sé porqué será que todos los que juegan rugby tienen la cabeza cuadrada. Tamara era linda, muy linda, tenía el pelo largo atado en una colita de caballo, muy oscuro, desde donde estaba podía notar que sus ojos eran verdes como el pasto, tenía la piel bronceada, el típco físico de profesora de gymnasia, pero petisa y todo era hermosa. No pude sacármela de la cabeza mientras armábamos las carpas y cabábamos la trinchera para que no se inundara si llovía. Almorzamos en la carpata-toldo que la profe, Gonzalo y Tamara compartían, después exploramos el lugar con los árboles haciéndonos sombra y tomando agua cada 2x3, hacía mucho calot. A la vuelta nos cambiamos y fuimos a meternos al río. No había oleaje, salvo por las olas que provocaban los catamaranes que pasaban cerca o las lanchas. El agua estaba turbia, si abrías los ojos bajo el agua veías todo marrón, pero por suerte estaba limpia. Los varones empezaron a tirarse bolas de arena, les tiraban a las chicas y nosotras corríamos, gritábamos como energúmenas, y la profe y los instructores los retaban pero no hubo caso. Uno de los chicos me tiró una bola de arena en la cara, estaba tan cerca de mí que me dio en el ojo y me dolió muchísimo. Me puse a llorar y a gritar, la profe lo dejó sin meterse al agua a la tarde y Tamara me llevó a la carpa-toldo donde tenían el botiquín. Se me puso morado el ojo, parecía que me hubieran pegado una piña. Me aplicó una crema y me puso una gasa en el ojo hasta que se desinflamara.

  • Ya está, chiquita, no llores más.

  • ¡Pero me duele!

  • Ya sé, ¿sabés a cuántas les han pegado en el ojo con esas bolas de arena? No sos la primera ni la última, mi vida ¿Cómo era tu nombre?

  • Rosario... - le respondí secándome las lágrimas de los ojos.

  • Bueno, Rosario, no te preocupes que en dos, tres días se te disinflama y si querés te podés vengar y le tirás una en el ojo a ese pibe. Ojo poe ojo.

  • Pero si le tiró yo me dejan sin meterme al agua.

  • Sí, de día, no de noche.

  • ¿Y quién se mete al agua de noche? ¿No es peligroso?

  • Donde está el arroyo sí, pero allá en el río es muy tranqui, además como no hay mucha polución no sabes lo lindas que se ven las estrellas.

  • ¿Usted se mete de noche?

  • ¡Ay, querida, no me hables como si fuera una señora! Decime Tami. Y sí, yo me meto, Gonza se mete, los vecinos se meten...Casi toda la gente de acá lo hace, a ustedes les decimos que no porque nunca se sabe cuando se van a hacer los vivos y se van a pasar de las bayas.

  • ¿Alguna vez se ahogó alguie?

  • Acá por suerte no, pero en otros lados sí. Espero que nunca nos pase, porque llegan a prohibir los campamentos de menores. Igual los grandes también se portan como pendejos.

  • Jaja, sí. Como mi papá.

  • ¿Es muy vivo tu viejo?

  • Sí, se casó con mi mamá y se fueron a Brasil de luna de miel, mi mamá le dijo que no se metiera porque el mar esta muy malo, había mucho oleaje y se distrajo dos minutos y mi papá gritaba "¡SILVIAAAA!" como a 30 metros. Lo salvó un bañero pero igual se sigue haciendo el vivo en otras cosas.

Tamara se reía a carcajadas, hizo un ruido como de cerdito y yo me tenté y me reí con ella.

  • ¡Que boludo tu viejo!

  • Sí, mi mamá le dijo lo mismo cuando lo sacó el bañero.

Tamara se siguió riendo y haciendo ese ruido de cerdito que me tentaba tanto, se calmó un poco y estábamos por volver con los demas, pero ellos ya regresaban del río, y preparamos la merienda. Tamara seguía tentada, a cada rato largaba una carcajada y el ruidito de cerdito y con mis compañeros nos mirábamos y nos tentábamos y terminábamos todos riéndonos de Tamara y del que tuviera la risa mas rara.

Mas tarde esa noche cenamos pescado asado que Gonza, Tami y la profe hicieron a la parrilla. Estuvo delicioso, hasta una amiga que odiaba el pesacado lo comió porque no le quedaba otra y pidió mas. Hicimos una fogata, algunos trajeron malvadiscos, los pinchamos en ramas y los pusimos al fuego. Gonza sacó la guitarra y tocó y nos hizo cantar unas canciones de rock de esas que mi papá pone a todo volumen para que me levante. Estuvimos hasta la madrugada, nos queríamos quedar un rato mas pero nos mandaron a las carpas y ahí sí nos agarró sueño. Me acuerdo que estaba medio dormida cuando oí que crujían unas ramas, abrí un poco los ojos, mi carpa tenía una ventanita chiquita de red, me asomé y vi a Tamara atravesando las carpas cubierta por una toalla. Supese que iría a meterse al agua, como me había dicho que todo el mundo hace. No estaba con energias como para perseguirle así que me dejé caer sobre la bolsa de dormir y me dormí como un tronco.

La mañana siguiente fue casi lo mismo, salvo que a la tarde atravesamos el bosquecito y fuimos a una feria de comida donde compramos fiambres, queso, gaseosa para los chicos y cerveza para los grandes. Creo que no pudieron tocarnos mejores instructores, Gonzalo era muy simpático, a todos les caía bien, la profe de educación física estaba de mejor ánimo que cuando nos tenía en sus clases, y Tamara se la pasaba contandonos anécdotas de campamentos anteriores y nos trataba como si fueramos sus hermanitas menores. Yo todo el tiempo quería estar cerca de ella, no me quería perder sus anécdotas y me agradaba que pusiera su mano en mi hombro para que me acercara, se reía de algo y nos tentaba a todos con ese ruidito de cerdito. Todo el tiempo buscaba una excusa para estar cerca de ella, hasta podría decirse que me acercaba a los chicos cuando tiraban las bolas de arena solo para que una me lastimara lo sufiente como para que Tamara me llevara a la carpa-toldo y pudiera estar a solas con ella. Eran raros, para mí, esos sentimientos, esa sensación de alegría cuando me ponía la mano sobre el hombro y esa vergüenza de que me cachara mirándola como una boba, me sentía rara pero a la vez me encantaba sentir todo eso.

La noche del cuarto día, si mal no recuerdo, nos acostamos temprano, a Gonza no le dieron ganas de tocar canciones ni contar cuentos de terror a la luz de la fogata, mis compañeras se durmieron al toque pero yo no me podía dormir. Oí a Tamara pisar las ramitas, ya la había oído las noches anteriores pero no me atrevía a seguirla y espiarla. Esa vez sí me animé. Me levanté y como pude, sin despertar a mis compañeras, salí de la carpa y la seguí a cierta distancia, para que no oyera el crujir de las ramitas y me viera. Llegamos al río y me escondí tras un árbol, donde empezaba la arena. Desde allí pude verla quitarse la toalla con la que se cubría, y para mi sorpresa, descubrir que nadaba desnuda. No llevaba nada puesto, me sorprendí muchísimo, pero no pude evitar admirar su cuerpo desnudo, su cabello suelto y oscuro cayendo por su espalda de nadadora, rozando su trasero redondo y firme, sus piernas musculosas se veían muy sensuales. Dejó la toalla sobre un tronco y se metió al agua. Se sambulló con la gracia de una sirena, la observé nadar en todos los estilos, mariposa, perrito, cross...se los sabía todos. Pude apreciar sus senos desde donde estaba cuando se paró a tomar aire con el agua por encima de la cintura, no eran muy grandes pero me parecieron lindos, firmes en su lugar, la luz de la luna se refleja en las gotas sobre sus tetas y la hacían verse muy sexy. Sentí que se me mojaban las bragas, creí que me haría pis, me dio mucha vergüenza y salí corriendo de vuelta a mi carpa, me metí en mi bolsa de dormir y me tapé hasta la nariz. Temblaba, pero no de frío, sentía mucho calor y afuera estaba súper fresco. Sentía que me ardía la entrepierna, me rocé apenas con la mano sobre el pijama y sentí como si me saliera un chorro vizcoso. Nunca antes me había excitado, así que no tenía idea de qué hacer para calmarme y dejar de respirar como si me estuviera ahogándo, temí despertar a mi amigas. Mantuve mi mano allí en mi entrepierna, no la moví pero me produjo placer tocarme. Cerré los ojos y de a poco se me pasó ese calor en el entrepierna, pero mi manito quedó allí.

La mañana siguiente no pude mirar a Tamara a la cara, y los días que siguieron apenas le dirigí la palabra. Ella tampoco se dirigía mucho a mí, supuse que ella sabía que yo la había espiado, capaz que me vio cuando salí corriendo, que tonta fui. Faltaban 4 días mas para el fin del campamento, y yo ansiaba que terminara, quería salir nadando de allí, no soportaba mas la tensión entre Tamara y yo. Esa mañana, la del día 6, estábamos todos en el río, yo no me metí al agua, me quería broncear un poco, me tendí en la arena como a 5 metros de donde estaba Tamara, tenía los ojos cerrados, oía a los chicos que perseguían a las chicas, y uno de los varones no mevio, se tropezó y cayó encima mío clavándome el codo en el estómago. Pegué un grito, y lo patié al chico, me puse a llorar del dolor y Tamara acudió a mi rescate. De nuevo, la profe lo dejó sin nadar esa tarde, era el mismo chico que me había tirado la bola de arena en el ojo. Llegamos a la carpa-toldo, Tamara me hizo acostar en el suelo y me puso una pomada donde se me puso violeta por el golpe. Lo hizo con moviemtos circulares, suaves, sin lastimarme, me sentí segura en sus manos, literalmente, la miré y ella apartó su mirada de mí, ruborizándose.

  • ¿Por qué ya no me hablas? - le pregunté.

  • ¿Y vos por qué ni me mirás? - me dijo clavando sus ojos en los míos.

  • No sé... - le mentí.

  • Sí sabes. Me espiaste cuando nadaba desnuda en el río. Te vi cuando saliste corriendo.

Me puse roja y dura de la vergüenza, quería que me tragara la tierra. Tamara se rió un poco.

  • ¿No estás enojada?

  • ¿Por qué habría de estarlo?

  • Y...porque...te espié.

  • Pero no le dijiste a nadie, ¿verdad?.

  • No.

  • Bueno, entonces no tengo porqué enojarme ni vos porqué ignorarme. Eso sí que me molestó.

  • ¿En serio?

  • Sí. Rosario, vos me caes muy bien, sos una santa, creo...- Se volvió a reír otro poco y yo también. - No sos como tus amigas, ellas se le re lanzan al pobre de Gonzalo y vos ni te fijás en él. ¿Qué, no te gusta?

  • No...Es lindo, simpático, y todo pero...No, no me gusta.

  • ¿Y yo te gusto?

Me paralicé ante su pregunta, seguía acostada en el suelo, Tami sentada junto a mí, se inclinó un poco y me peinó el pelo tras la oreja. Me acarició una mejilla, sentía que me ardía toda la cara, el estómago pasó a 5to plano directamente.

  • No hace falta que respondas, ya me di cuenta de lo que sentís por mí...

Se acercó mas a mis labios, y yo estaba muda, no pude reaccionar, solo cerré los ojos cuando sus labios rozaron los míos. Se apartó apenas unos centímetros de mí, esperando a mi reacción, yo abrí mis ojos, suspiré extaciada, y sin pensarlo siquiera, levanté un poco la cabeza para volver a besar sus carnosos labios. Nos besamos dulcemente, hundí mis dedos en su cabello perfectamente peinado hacia atrás por esa colita de caballo, Tami metió sus manos bajo mi espalda, me ayudó a elevarme para estar sentadas las dos, el estómago me dolía pero me importaba tres carajos. Solo quería besar a Tamara todo el tiempo que me fuera posible, abrazarla y no dejarla ir nunca jamás de los jamaces. crucé mis piernas sobre su cintura, aprisionándola más contra mí, y ella también me apretaba contra su cuerpo abrazandome por la espalda y arañándomela saltándose las tiritas del bikini.

  • Ay, chiquita, estás mas cachonda que yo... - dijo rozando mis labios.

  • Es que me gustas mucho, Tami.

  • También me gustas, Rosario.

Me besó mas apasionada, las caricias eran mas intensas, me pellizcó el culo y pegué un saltito que nos dio gracia a ambas. No parábamos de besarnos como si de eso dependiera nuestras vidas, nuestros senos se frotaban, mi sexo estaba húmedo y ardía como la fogata de las noches. Tamara me acariciaba las piernas y las nalgas, subió por mi espalda, se detuvo en mi bikini y lo desanudó. En ese momento caí en la cuenta de lo que sucedería si continuábamos. Me aparté de sus labios, respirando agitada como si hubiera corrido una maratón.

  • Tami...

  • ¿Sí, chiquita? - suspiró besándome el cuello.

  • Tami...Tami...No...No, acá no...- le insistí y se apartó de mi cuello - No deberíamos hacer esto...

  • ¿Por qué no, si ya lo estamos haciendo?

  • Sí, ya sé, pero...Nos van a descubrir.

  • Tranqui, mi chiquita, nadie va a saber de lo nuestro. - me tranquilizó acariciando mi cabello - ¿Sabes guardar un secreto, no?

  • Sí.

  • Bueno, yo también. No se lo diremos a nadie, y te prometo que nadie nos va a descubrir.

Me besó como si de ese modo sellarámos un pacto, se puso de pie y yo también me levanté, me anudé la bikini y salimos de la carpa-toldo. En el camino de vuelta Tamara me tomó de la mano y nos salimos del sendero para besarnos bajo un árbol. Oímos que los chicos se acercaban, regresamos al campamento y yo me metí en mi carpa y Tamara en la suya. Entonces me volvió a doler el estómago y por un rato no pude ni tomar agua.

Por la noche me senté junto a Tamara en la fogata, nos tomamos de la mano por detrás, para que nadie sospechara algo raro. Los chicos nos fuimos a acostar temprano, pero yo me quedé despierta hasta que oí el crujir de las ramitas. Salí de la carpa y me encontré con Tami envuelta en una toalla. Tomadas de la mano, nos dirigimos al río, y apenas pusimos un pie en la arena Tami dejó caer la toalla y se metió al agua de un chapuzón. Yo me quité la pijama, torpe y apurada, casi me meto con las medias, y me sambullí con Tami. Chapoteamos en el agua como Dios nos trajo al mundo, nos reíamos de nada en especial, estábamos contentas, felices, solo las dos bajo la luna y las estrellas. Floté en el agua panza arriba, miré el cielo y me sentí volar. Se veían mas estrellas de las que apenas se pueden vislumbrar en la ciudad. Tamara dejó de nadar, se paró junto a mí, y mis ojos pasaron a deleitarse con sus senos de pezones morados. Ella me tendió su mano, se la tomé, me puse de pie, y Tami apoyó sus manos en mi cintura, acercando sus labios a los míos.

  • Te dije que desde acá se ven mas lindas las estrellas.

  • Es hermoso - exclamé mirando hacia el cielo.

  • Vos sos hermosa.

Las manos de Tami subieron hacia mis senos, acariciándolos con sus tibios dedos, dejé escapar un suspiro y Tamara me besó sin dejar de acariciar mis senos. Yo acaricié los suyos, sus pezones estaban erectos y sentí cómo los míos se endurecían ante sus caricias y se me ponía la piel de gallina por el frío del agua. Deslizó sus manos por mi culito y me lo acarició mucho, como si lo adorara. Yo no podía quitar mis manos de sus tetas ni de su espalda. Estuvimos varios minutos así, pegadas como si estuviésemos unidas por el pecho, hasta que Tami me volvió a tomar de las manos y salimos del agua. Estiró la toalla en la arena y se acostó sobre ella. Me hizo señas para que me le sentara encima y me arrodillé sobre su bajo vientre. Tami estiró sus manos para acariciar todo y mi torso y mis dos senos. Yo me empezaba a retorcer y ella solo me acariciaba y me admiraba.

  • Que linda sos, mi chiquita...Mmmhhh...Me gustan tus tetitas...

  • Y a mí las tuyas - gemí.

  • ¿Las quieres probar, mi vida?

No me tomé el tiempo de responder, me incliné sobre ella y le lamí sus pezones como una bebota. La sentí que se empezaba a retorcer debajo de mí. Mordisquié dulcemente sus pezones, acariciando con mis dedos al que iba quedando libre de mis labios. Tami me acariciaba la cabeza y gemía, y yo me sentía dichosa de hacerla erotizarse tanto. Subía por su cuello, recorriéndolo a besos, la besé con ternura, y ella me agarró una mano y la llevó a su entrepierna. No tenía mucho vello, sus labios rosados ardían y estaban tan húmedos como los míos.

  • Mueve tu manito, mi cielo...Así...Aaahhhh...Muy bien, mi chiquita...Mmmhhh...

Yo, que nunca me había masturbado, de a poco me hice experta en autosatisfacer o otra. Le acariciaba el clítoris con mis deditos, rozaba su rajita apenas con mis uñas, la besa mientras continuaba con mi labor y ella abría mas sus piernas. Sus músculos se tensaron, arqueó su espalda, y mis dedos se humedecieron con sus fluidos. Jadeó un poco y luego se calmó. Le quité mi mano y ella mantuvo sus piernas abiertas y me dijo que me apoyara sobre ellas, así lo hice, y por fin comprendí por qué le decían tijerita. Hasta ahí llegaba mi inocencia mental. Gemí como loca, jadié como si me fuera a dar un ataque, la sensación de nuestros labios rosados como si se besaran y la fricción de los clítoris, nos hizo llegar juntas al orgasmo, el primero para mí. Luego Tami me tendió sobre la toalla, me chupó las tetitas, descendió por mi vientre y metió su cabeza entre mis piernas. Me sentí en las nubes, no paré de gemir ni de retorcerme cono una víbora. Sus labios presionaban mi clítoris con suavidad, dos de sus finos dedos me penetraban cuidadosamente, rotaban dentro de mí, y yo los presionaba en mi interior, excitándome mucho mas. Alcancé otro orgasmo, tampoco sería el último, entonces fue mi turno y Tami peinó mi cabello, despejando mi rostro, mientras con mi lengua le daba golpecitos a su clítoris. Luego nos recostamos de lado, frente a frente, nos seguimos acariciando y besándonos por un buen rato, hasta que Tamara dijo que ya mejor volviera a la cama, si se le puede decir cama a una bolsa de dormir. Me vestí, Tami se cubrió con su toalla, y esa noche soñé que seguíamos haciendo el amor en la playa.

Nos quedaban tres noches mas, y las hicimos inolvidables, de día, nos besábamos a escondidas entre los árboles, y de noche, la playa, la luna y las estrellas se convertían en testigos de nuestra pasión. La ultima noche lloré, no quería separarme de Tamara, pero ella me consoló, me dio su número de celular, y cuando me subí al catamarán la mañana siguiente, ya tenía un mensaje de ella.

"Te voy a extrañar, chiquita ;)"

Nos mensajeamos por varios meses, en el invierno me invitó a su casa en el Tigre, le mentí a mis padres que iría a pasar el finde en lo de una amiga y a mi amiga le mentí que iría a pasarlo con un chico y que les dijera que me estaba bañando, por las dudas. Al reencontrarme con Tami la abracé como si no la hubiera visto en mil años e hicimos el amor por toda la casa. Desde entonces le miento a mis padres y a mi amiga, pero ahora ya no, porque empecé la facultad, ya nadie me controla, alquilo un departamento y Tami se va a mudar conmigo.


Uff!! Por fin terminé, lo hice re largo jaja!

La anecdota esa del padre es verdad, a mi papá le pasó, por boludo jajajaja!

Y la Isla existe, allá fui a acmpar pero no conocí a ninguna Tamara jeje...

Hasta la próxima ;)

  • Brasita