Campamento de Verano - 1
Presentación y Sorpresa Inesperada. Probablemente el mejor verano de mi vida. Seis chicas, tres chicos, una profesora... Diversión asegurada.
Mi nombre es Dani, tengo 20 años y soy de Madrid. Mido 1.80 m y 70 kg, de piel morena y ojos oscuros. La historia que les voy a contar sucedió durante el verano de hace 3 años. Por entonces acababa de terminar 2º de bachillerato. Conseguí notas bastante altas y logré entrar en el “Campamento de Excelencia” que ese verano organizaría mi futura universidad. El campamento consistía en que un grupo de alumnos de toda España serían seleccionados, en función de la carrera universitaria que eligiesen, y pasarían dos semanas recibiendo cursos y talleres relacionados con la misma, además de otras actividades recreativas, excursiones,… es decir, tendría 2 semanas de vacaciones con todo incluido.
Mi intención era estudiar Fisioterapia, de modo que fui incluido en el grupo con destino a Tenerife (Islas Canarias). Tenía que coger el avión el 15 de julio y volvería el 30 del mismo mes. Sin embargo no iría sólo, pues mi profesora de Educación Física, Mayte; y una compañera de clases, Érika; también viajarían. La primera porque fue la elegida por el instituto para que cuidara de nosotros durante la estancia; y Érika, porque al igual que yo, había tenido la suerte de entrar en el campamento. Era una chica preciosa, de mi misma edad (18 años), morena de ojos azules, 1.65 m aproximadamente y delgada, con el pelo negro y un cuerpo simplemente perfecto. Unas tetas no muy grandes, pero bien puestas y un culito delicioso. Era muy sexy y estaba realmente buena, aunque no era de las típicas que van exhibiéndose y “calentando” al personal. En clase atraía la mirada de todos los chicos, incluida la mía. No podía evitar deleitarme ante semejante regalo del cielo. La conocía desde hacía dos años, cuando empezamos el bachillerato y habíamos hablado en bastantes ocasiones, pero casi siempre relacionado con cosas de clase. Vivíamos relativamente cerca, pero nunca habíamos quedado ni nada por el estilo. Tampoco se lo había propuesto, pues la verdad es que con las chicas suelo ser algo vergonzoso. Y eso que he tenido alguna novia, aunque nunca nada serio.
Por su parte, la profesora Mayte era más alta (1.75 m), rubia de ojos verdes, con el cuerpo bien tonificado gracias a su profesión. Unas tetas bastante grandes (en clase nos preguntábamos si serían operadas) y un buen culo. Tendría unos 27 años y la verdad que estaba bastante bien. En sus clases nos poníamos las botas cuando llevaba las mallas ajustadas y un top en el que casi no le cabían las tetas.
De modo, que al saber que ambas irían también a Tenerife, me sentí el chico más afortunado del mundo. Quizás tuviera la oportunidad de conocer más a Érika. El día del viaje fuimos juntos al aeropuerto pues mi padre se ofreció a llevarnos. La verdad es que al principio me sentía algo nervioso y no sabía muy bien cómo actuar, pero ella era muy alegre y divertida, y enseguida congeniamos.
En el aeropuerto nos esperaba la profesora. Cogimos las maletas y tras todo el papeleo pudimos, por fin, subirnos al avión. Durante el viaje no paramos de hablar sobre lo que nos esperaba, estábamos bastante ilusionados. Mayte nos explicó más en profundidad lo que haríamos. En principio éramos 9 alumnos, seis chicas y tres chicos. Nos quedaríamos en un campamento de la isla en el que recibiríamos, por las mañanas: los cursos y talleres; y las tardes las tendríamos libres. Algunos días saldríamos de excursión y paseo para hacer turismo, practicaríamos surf, paintball, escalada… y otras muchas actividades. La noticia no hizo sino que nos pusiéramos más eufóricos. Aquellas vacaciones serían las mejores de toda mi vida.
Tras dos horas y media de vuelo llegamos a nuestro destino. Eran las once de la mañana. Cogimos entonces un autobús que nos trasladó hasta el campamento. Nunca antes había estado en Tenerife y la primera impresión que tuve, me gustó. El campamento estaba situado en medio de un bosque, algo alejado de la ciudad. Según nos dijo el portero que nos recibió en la entrada tenía 3 kms de diámetro, una piscina climatizada, jacuzzi, campo de minigolf, campo de tiro, pista de tenis, mesas de ping-pong y un largo etcétera. El hombre nos guió por el recinto enseñándonos los lugares importantes: las habitaciones, eran dos cabañas de madera dispuestas a pocos metros una de la otra. Ambas eran bastante espaciosas y tenían siete camas cada una. Entramos primero en la de los chicos, donde sobre dos de las camas habían varias maletas, lo que significaba que los demás ya habían llegado. Me acerqué a una de las camas del medio y puse encima todo lo que llevaba. Ya más tarde lo colocaría. Fuimos entonces a la de las chicas, en la que solo quedaban libres dos camas. Érika se acercó a una de ellas y, al igual que yo, dejó las maletas. Salimos de la cabaña y lo siguiente que vimos fueron los baños. Al contrario que las habitaciones, éstos no estaban separados por sexo, eran baños mixtos. Érika y yo nos miramos extrañados y Mayte nos leyó el pensamiento.
- No es lo que estáis pensando. Primero se bañarán las chicas y luego los chicos o al revés. – dijo sonriendo.
Luego pasamos por las salas de prácticas, que también eran cabañas y que sería donde nos darían los talleres. Allí encontramos a varias personas. Eran algunos profesores y animadores. Se presentaron y estuvimos hablando un rato. Poco después nos guiaron hasta la habitación de los profesores, donde Mayte dejó sus cosas para ir finalmente al comedor. En él estaban sentados, en torno a una enorme mesa, varias personas que dedujimos eran el resto de profesores y los demás alumnos. Nos acercamos hacia allí.
- Hola a todos – dijimos Érika y yo al unísono. A lo que nos respondieron de igual forma.
Nos presentamos entonces de uno en uno. Como había dicho la profe, éramos 6 chicas y 3 chicos. Todos rondábamos la misma edad, 17 o 18 años. La primera impresión que tuve es que las chicas eran bastante guapas.
Terminados los saludos nos sentamos junto a ellos en la mesa y hablamos de todo un poco, tratando de conocernos mejor. Tras la conversación y antes de almorzar, esto es lo que sabía: Paola tenía 18 años, era morena, ojos marrones, de 1.60 m y delgada, con el pelo castaño oscuro y rizado. Llevaba una camisa blanca que se transparentaba ligeramente y dejaba ver un sujetador del mismo color. Y los pantalones eran unos vaqueros cortos que dejaban a la vista unas piernas muy bonitas. Irina tenía 17 años, era alta (1.80 m) con el pelo largo y rubio y los ojos claros. Era una preciosidad. Tenía un top de color rojo que dejaba al descubierto su ombligo y que ocultaba unas tetas, a mi parecer, bastante apetecibles. Y unos vaqueros negros que escondían un culo de película. Sara, por su parte, era la más joven del grupo (16 años), pelo largo de color castaño y los ojos a juego, bajita, 1.55 m y un poco más gordita que las demás. Llevaba una camiseta larga de color azul con un escote bastante revelador que no dejaba espacio a la imaginación pues sus dos tetas parecían luchar para escapar. Se le veía parte de su sujetador de color rosa. En cuanto a sus pantalones, eran largos, de color amarillo y los llevaba bastante ceñidos lo que marcaba su trasero.
Quedaban Edurne y Leticia. La primera tenía 18 años, 1.70 m, delgada, pelirroja y ojos oscuros. Tenía un vestido de color verde claro que le llegaba ligeramente por encima de las rodillas. La parte de arriba era de tirantes y lucía un bonito escote pese a que no tenía las tetas muy grandes. Por último, Leticia tenía 17 años, era morena, con el pelo negro y no tan largo como las demás sino que lo llevaba por los hombros. Ojos castaños claros, delgada y medía unos 1.70 m. Tenía puesta una camisa negra y una falda vaquera.
En definitiva, las chicas estaban muy buenas, unas más que otras, pero no creo que ningún chico sobre la faz de la tierra rechazara a ninguna. En cuanto a los chicos, se llamaban Diego y Marcos, ambos tenían 18 años. El primero era de mi altura (1.80 m), tenía cuerpo de gimnasio sin ser el típico cachas cuadrado. Pelo corto negro y ojos marrones. Vestía con una camisa gris y unos pantalones cortos marrones. Marcos era más bajo ( 1.70 m) y un poco más rellenito, tenía el pelo castaño muy claro y los ojos azules. Llevaba una camiseta blanca y un chándal azul marino. Al igual que pensé de las chicas, creía que éstas tampoco estarían muy decepcionadas de los chicos con quien les había tocado aunque la balanza estuviera algo descompensada (6 contra 3).
Terminamos de comer a las 3 de la tarde y decidimos ir a ver el resto de lugares del campamento. Mayte se quedó allí con el resto de profesores. Empezamos por la piscina, era gigantesca y estaba junto a varias palmeras bajo las cuales habían hamacas. Las chicas se sentaron en ellas mientras nosotros fuimos hacia una mesa de ping-pong situada a unos metros. Ellos fueron los que se pusieron a jugar y yo me coloqué a un lado mirando. Marcos fue el primero en hablar:
- Joder… las chicas están para comérselas, no creéis? – dijo con una sonrisa de forma que sólo lo escucháramos nosotros. Diego y yo sonreímos ante el comentario y asentimos algo cortados. Claramente no éramos tan lanzados. – No pensé que pudiera pasar 15 días junto a semejantes pibones. – continuó. – Sara tiene unas tetas que no le caben en el sujetador… y qué culos tío. Me pongo malo sólo de pensarlo – dijo dirigiendo la vista hacia las chicas que hablaban en las hamacas. Diego aprovechó y consiguió ganar, de modo que me tocaba a mí.
- Qué suerte tienes de venir 2 semanas con tu novia cabroncete… te vas a poner las botas no? – me preguntó Marcos. Al principio no lo entendí, pero entonces me di cuenta de que se refería a Érika. Le hubiera dicho encantado que era mi novia, de modo que no tendría que escuchar ningún comentario sobre ella, pero no quería que ella se enterara y no le gustara mi atrevimiento. - ¿Te refieres a Érika? No somos novios, somos amigos del insti.
- Ah, joder como veníais juntos… así que está libre eh? La verdad que es de las mejorcitas,… no puedo esperar a verlas en bikini. No podré salir del agua del calentón. – se rió. Su comentario hizo que sintiera un cosquilleo en el estómago, no sólo por la insinuación que había hecho sobre Érika y si estaba sola, sino también porque (y es algo que no había pensado hasta entonces) era cierto que las veríamos a todas en bikini. ¡Qué 2 semanitas me esperaban!
Tras un rato de juego volvimos con las chicas que también estaban muy animadas para luego dar un pequeño rodeo antes de ir a las habitaciones para colocar todo. Allí las chicas entraron en su cabaña y nosotros hicimos lo propio en la nuestra. Antes de entrar miré a Érika, quien me regaló una sonrisa. – Luego nos vemos – me dijo y entró. Me acerqué a mi cama y me tumbé. Los chicos me imitaron y así estuvimos varios minutos, imaginando lo que nos esperaba.
Decidimos entonces colocar nuestras cosas para aprovechar el día. Mientras lo hacíamos, alguien tocó a la puerta y entró. Era Mayte. Nos sorprendió pues se había cambiado de ropa, llevando ahora la parte de arriba del bikini, de color amarillo, que apenas era lo suficientemente grande como para ocultar sus tetas. Más bien le tapaba los pezones. Además sus pantalones eran unas finas mallas hasta las rodillas de color negro que le dibujaban el contorno de un tanga en forma de triángulo. Esto último no me sorprendió pues estaba acostumbrado de las clases de educación física, pero la visión de su delantera casi al desnudo, me dejó paralizado. Creo que los chicos también se quedaron en trance durante algunos segundos, extasiados ante semejante monumento al busto femenino. Diego era más discreto, pero Marcos no dejaba de mirarle las tetas.
- Hola chicos… veo que ya estáis ordenando todo. Así me gusta. – dijo ella sin dar importancia a nuestro asombro. – He venido porque a las 5 empieza nuestra primera actividad. Haremos un poco de senderismo por la zona, así que poneros ropa cómoda y fresca que hace mucho calor. No olvidéis crema protectora. Nos vemos junto a la piscina. Iré a avisar a las chicas. – Salió de la cabaña seguida y analizada por los ojos de Marcos. - ¡Qué culo joder… y menudas berzas! Pedazo follada le pegaba yo a tu profe, Dani. – me dijo acercándose a la puerta. – Eso mismo dicen todos los días los chicos de mi clase – le respondí mientras seguía colocando mis cosas.
A las 5 en punto ya estábamos esperando junto a la piscina. Al momento llegaron las chicas. Todas llevaban pantalones cortos, excepto Irina y Paola que se habían puesto mallas. A ambas se les marcaba la ropa interior: dos tanguitas. Uno de hilo (Paola) y el otro con forma de triángulo (Irina). Iba a ser un camino muy caliente (y no sólo por el calor que hacía).
Poco después llegaron también los profesores. Mayte seguía con su misma indumentaria a lo que Marcos no hizo más que sonreír. Nos explicaron el trayecto y salimos todos juntos. Marcos se puso en cabeza, cerca, como no, de nuestra profe y de Irina, Edurne y Sara. Yo iba de los últimos, hablando con Diego. Era un tío muy majo. Hablamos sobre los estudios y nuestros planes de futuro. Así estuvimos durante una hora más o menos, hasta que paramos a descansar y tomar algo. Me acerqué a un árbol y me senté bajo su sombra. Miraba a mi alrededor cuando noté que alguien se acercaba. Era Érika.
- Hola. ¿Cómo estás? – me preguntó mientras se sentaba a mi lado. Sonreí. – Muy bien, aunque algo cansado y tú?
- Con bastante calor – dijo echando la cabeza hacia atrás y apoyándose en el árbol. La miré y no pude evitar fijarme en cómo una gota de sudor recorrió lentamente su pecho hasta desaparecer entre su escote. Cerré los ojos y me recliné hacia atrás apoyando igualmente mi cabeza.
- ¿Qué te parecen los demás?
- Pues me han causado una buena impresión…pero habrá que ver con el paso de los días. Creo que lo pasaremos bien – le respondí.
- Yo creo lo mismo, todos parecen muy divertidos… y qué piensas de Mayte? Menudo modelito se ha puesto no?
- Sí, parece que no cambia…aunque Marcos está encantado – dije señalando. Marcos no quitaba la mirada de las tetas de la profesora. Los dos reímos.
- Me alegro de estar aquí contigo… será estupendo – dijo mientras se levantaba y me acercaba la mano. – Creo que es hora de continuar.
Me incorporé con su ayuda y reanudamos la marcha durante otra hora y media. Volvimos al campamento en torno a las 8 de la tarde. Ya empezaba a anochecer. Entre todos echamos a suerte quiénes serían los primeros en bañarse y les tocó a las chicas. Mientras lo hacían nosotros estuvimos esperando en la cabaña. Marcos estuvo todo el tiempo hablando de las ganas que tenía de follarse a Mayte y a las chicas. Al parecer llevaba tiempo sin pillar y estaba que se subía por las paredes rodeado de tanto pibón.
Al rato, tocaron en la puerta. Era Érika. Ya se había duchado y tenía puesto el pijama. Nos dijo que ya podíamos ir nosotros y que cuando termináramos fuésemos al comedor. Y así hicimos. Cogimos la ropa y fuimos a bañarnos. Habían 10 duchas y estaban dispuestas en fila en una pared una junto a la otra. Me quité la ropa quedándome en bóxers pues pensaba que los chicos harían lo mismo. Pero me sorprendí al mirarlos y ver que estaban totalmente desnudos. Nunca antes me había desnudado en público así que me sentí algo incómodo, pero no quería ser la nota discordante y sin pensármelo me bajé también la ropa interior, tratando de no dar la sensación de que había pensado bañarme en calzoncillos. Fuimos cada uno hacia una ducha. Pensé en el dicho de que los hombres no pueden evitar compararse cuando ven a otros y miré a Marcos que estaba a mi derecha. Tenía los abdominales y pectorales bien marcados y en la espalda llevaba un tribal tatuado. La polla la tenía circuncidada y le medía unos 8 cms. Me fijé entonces en Diego, sin mucho músculo, pero con una polla más larga (unos 12 cms) que la de Marcos. Me enjaboné entonces mi miembro y sonreí. Medía unos 10 cms (en erección alcanzaba los 16), pero era la más gorda de todas. No pude evitar pensar en cuál sería la que elegiría Érika.
Cuando terminamos nos vestimos y fuimos al comedor. Allí estaban ya las chicas y los monitores. Me senté en un hueco entre Érika e Irina, quienes me sonrieron divertidas. Comimos y estuvimos hablando bastante rato, hasta que Juan, uno de los profesores nos pidió que lo escucháramos. Nos explicó que debíamos elegir a alguien para los talleres y seminarios pues tendríamos que trabajar en pareja. Sentí un cosquilleo en la barriga antes de mirar a un lado.
- ¿Te gustaría estar conmigo, Érika? – le pregunté nervioso. Ella puso cara seria y me miró extrañada. Temiéndome su negativa me contestó: - Es una broma tonto, por supuesto que sí, me encantaría.
Las otras parejas serían Diego y Paola, Marcos y Edurne; y Leticia, Sara e Irina, que a falta de alguien más debían ponerse las 3 juntas.
A las 11 más o menos nos fuimos a acostar. Las chicas entraron en su cabaña y nosotros seguimos hacia la nuestra. Había sido un día fantástico y estaba seguro de que los siguientes serían mucho mejores.
Me desperté de madrugada con ganas de mear. Miré el reloj. Eran las 2 de la mañana. Me puse un abrigo, cogí la linterna y salí en silencio de la cabaña. Todo estaba oscuro y apenas se escuchaba nada. Me costó un poco recordar que los baños estaban a unos metros justo detrás de nuestras cabañas. Me acerqué y vi que había luz. “Probablemente la dejen encendida” pensé mientras entraba. Escuché entonces el sonido del agua cayendo. Me detuve y pensé en decir algo, pero no lo hice. No se oía nada más que el ruido de una ducha. Decidí acercarme lentamente hasta los lavabos, que hacían esquina con la zona de duchas. Asomé la cabeza para ver quién estaba y me quedé paralizado. Frente a mí, a unos 5 metros, estaba la profesora Mayte totalmente desnuda dándose un baño. En ese momento estaba de espaldas y no me había visto. Retrocedí un poco apartando la vista. El corazón me latía sin parar. ¿Cómo es que se estaba bañando a esas horas? Pensé en irme y volver luego. Si me pillaba allí espiándola o si entraba alguien, me vería con las manos en la masa y no quería que me expulsaran al segundo día. Sin embargo, pensar que allí mismo estaba ese pibón en pelotas hizo que el miedo a ser descubierto desapareciera.
Respiré hondo y me volví a asomar, esperando que siguiera de espaldas. Y así fue. Mayte miraba hacia la pared mientras se frotaba el pelo enjabonado. Tenía un cuerpo asombroso, y eso que sólo le veía el culo, apetecible y respingón. Yo estaba fuera de mí, nunca antes había visto desnuda completamente a una mujer (salvo alguna que otra madura en la playa), y mucho menos conocida. Se giró entonces un poco para echarse agua y la pude ver de perfil. Sus enormes tetas desafiaban la gravedad y sus pezones apuntaban hacia delante completamente erizados. El chocho no se lo veía, pero mi polla comenzaba ya a ponerse dura bajo el pijama.
Decidí grabar esos momentos en mi mente para siempre y no perdía detalle. Cogió jabón en ambas manos y se lo empezó a estregar por todo el cuerpo, lo hacía despacio, como si no tuviera prisa, o como si supiera que yo estaba allí y me estuviera poniendo malo. Lo mejor vino cuando se frotó los pechos, en círculos, muy despacio. Terminando siempre en el pezón y luego el otro. Era una maravilla. No veía su cuerpo completo, de modo que poco a poco y sin darme cuenta fui sacando, cada vez más, la cabeza. Como leyéndome el pensamiento se giró. Me escondí rápidamente pese a mi estado y recé porque no me hubiera visto. A los pocos segundos y ante la falta de respuesta alguna, volví con cuidado. Estaba apoyada en la pared, de frente hacia mí. Me fijé en su sexo. Lo tenía depilado, con un pequeño triangulito encima que le daba un toque muy sexy. Ahora podía ver también completamente sus dos melones.
Continuó con su tarea de enjabonarse, sólo que ahora siguió con su entrepierna. Empezó a frotarse lentamente, acariciándose los muslos, luego subía hasta el ombligo y volvía hacia abajo. Cerró los ojos y sus caricias se volvieron más intensas. Fue cuando comprendí (pobre iluso) que el ritual no era meramente higiénico pues se estaba masturbando. No me lo podía creer, Mayte se estaba haciendo un pajote y yo la estaba viendo. Con la mano izquierda se tocaba y pellizcaba los pezones mientras con la derecha jugaba con su clítoris y sus labios vaginales. Su respiración se aceleró y noté como de vez en cuando soltaba un gemido. Yo estaba que no podía más, mi polla iba a estallar así que empecé a tocarme por encima del pantalón.
Se deslizó por la pared hasta el suelo sin parar de masturbarse. Quedó sentada con las piernas abiertas y el agua cayendo sobre su vientre y su pecho. Se abría con delicadeza los labios de su vulva y se metía un poco el dedo, llevándolo de vez en cuando también hacia su ano. Fue aumentando el ritmo y profundidad de la penetración, metiéndose dos dedos en el chocho y uno por el culo. Yo no pude aguantar más, me bajé despacio el pijama hasta las rodillas haciendo que mi polla saltara dura como una piedra. La tenía roja e hinchada. Sin pensar en que podían descubrirme empecé a cascármela allí escondido, mientras gozaba del espectáculo que Mayte me regalaba. Sus gemidos se fueron haciendo más intensos al igual que mi excitación. Terminé corriéndome, llenando el suelo de semen. Sentí un placer inmenso. Poco después se corrió ella, quedando durante unos minutos bajo la ducha, probablemente agotada. Se la veía feliz y satisfecha (cualquiera no lo estaría).
Me coloqué el pijama y me di cuenta de que era el momento de irse pues ella saldría dentro de poco. Sin hacer ruido salí de los baños y me escondí en un lateral, esperando a que la profesora saliera. Tardó unos 10 minutos. Esperé a que se alejase hacia su cabaña y entonces volví a entrar. Fui al lavabo, me limpié y volví a mi cabaña. Se me habían ido hasta las ganas de mear. Me acosté y tardé bastante en dormirme, no podía quitarme de la cabeza lo que acababa de pasar.