Campamento de Semana Santa (III)

Después de que Bea me confesara que nos había pillado a Ángela y a mí debía andarme con cuidado. Sin embargo un tanga puesto en el lugar indicado sería el detonante para conseguir lo que llevaba tanto tiempo deseando, follarme a... Día 3 de 4

A la mañana siguiente estaba reventado. Fui el último en levantarme y cuando salí de la cama los demás estaban sirviendo el desayuno a los críos. Lucas subió para avisarme:

  • Cómo vas? Estamos terminando ya.

Yo aún estaba con la ropa de dormir y desperezandome.

  • Me cambio en cero coma y bajo. Si estáis todos empezad sin problema que yo desayuno rápido.

  • Va sin problema, cualquier cosa me dices.

Volvió al comedor y empecé a cambiarme. Cuando estaba poniéndome los zapatos vi que de la maleta de Bea asomaba parte del tanga blanco que llevaba el primer día. No pude resistirme, me acerqué, lo cogí y me lo llevé a la nariz. Olía a sexo y a Bea a la vez, un olor ácido y dulce. Estaba poniendome cachondo cuando oí que alguien subía las escaleras. Dejé el tanga rápidamente en la maleta como pude y me fui a ponerme los zapatos para disimular. Era Cristian, que había subido a por una cosa. Me esperó y bajamos juntos. Después del desayuno mientras que los niños se aseaban aproveché para terminar lo que había empezado antes. Fui directo a la maleta de Bea, cogí su tanga y me fui al baño de la primera planta. Me corrí enseguida, pensar que esa prenda había estado en contacto con el sexo de Bea me volvía loco. No pude controlar la corrida y dejé el tanga manchado, por lo que lo limpié como buenamente pude y volví a la habitación justo a tiempo de dejar el tanga en su sitio, porque a los dos minutos aparecieron Bea y Manu.

Ya por la noche después de todas las actividades, mientras que Lucas y Cristian estaban con los críos haciendo juegos, Manu, Bea y Ángela fueron a hacer la cena y yo aproveché para ducharme. Cuando fui a coger la ropa vi que el tanga seguía donde yo lo había dejado por la mañana, y me acerqué para olerlo una última vez. Me fui a la ducha con la polla morcillona y aprovechando la soledad decidí hacerme una paja mientras me duchaba. De repente oí un ruido en el vestuario y paré de golpe.

  • Hola? Soy Leo, me estoy duchando.

No obtuve respuesta y supuse que la corriente habría cerrando la puerta. Decidí seguir con mi tarea hasta que unos minutos más tarde oí otro ruido. Esta vez sí pude distinguir que era un estornudo. Cerré el grifo de golpe y salí de la zona de las duchas todo lo rápido que pude sin resbalarme. De repente vi a Bea, con cara de pánico y las manos tapándose la boca, en medio del vestuario. Era mi oportunidad:

  • Qué coño hacías? -dije con la seguridad de que me estaba espiando.

  • Nada, había venido al baño a mear.

  • Ya claro, y por eso cuando he dicho que me estaba duchando no has contestado. -me estaba mintiendo, y lo sabía.

  • No te he oído con el agua de la ducha. -dijo desviando la mirada para no tener contacto visual.

  • Ah claro, y por eso yo no he oído que hayas tirado de la cadena no? Y cuando he salido corriendo estabas tan cerca de las duchas.

  • No has oído la cadena porque no he tirado. Me estaba yendo cuando he estornudado. -su cara mostraba preocupación, ella misma sabía que no sonaba convincente.

  • Entonces si me acerco al baño veré que has meado no? O me vas a decir que has venido a beber agua? Bea te he pillado, me estabas espiando. Qué has visto?

  • Na-nada. -dijo titubeante. Mi cara expresó duda y enfado, suficiente para que siguiera hablando. - So-sólo he visto que... que te-te estabas masturbando.

A todo esto yo seguía desnudo, aunque con la erección ya casi desaparecida por el susto y la situación.

  • Si tanto te gusta ver cómo me hago una paja, por qué no te acercas y me la haces tú?. -mientras decía esto me acerqué a ella hasta el punto de que la última palabra la dije a menos un palmo de distancia de su cara.

Ella no se movía. Estaba paralizada por la vergüenza y el miedo. Con cuidado, con mi mano le levanté la cabeza.

  • O es que sigues creyendo que soy un enfermo y no quieres que me acerque a ti?

Algo en ese momento se activó en su cerebro. Cambio la mueca de susto a una mirada de provocación y desafiante. Sin que lo viera venir agarró mi polla con la mano derecha y me dijo

  • Eres un enfermo salido, pero te vas a enterar de cómo se hace una paja.

Dicho esto me tiró hacia un banco, se puso de rodillas y empezó a jugar con ella. Aunque había vuelto a su estado de reposo, el que Bea estuviera jugando con ella unido al calentón de antes hizo que rápidamente volviera a estar dura. Además la muy cabrona empezó a acariciarme los huevos, sabía lo que hacía. Yo estaba en la gloria. Desde el inicio del campamento estaba deseando una situación así con Bea donde acabáramos follando.

Cuando estaba fantaseando con llegar a ese punto, me derretí. Sin previo aviso Bea se había metido mi glande a la boca, succionando y jugando con su lengua. Abrí los ojos justo a tiempo de ver cómo, sin dejar de succionar, se iba metiendo el resto de la polla mientras que con la lengua hacia movimientos circulares.

  • Oh... Joder Bea . -dije como buenamente pude

Ella se sacó la polla haciendo efecto ventosa en el glande, me miró con los ojos muy abiertos y con cara de inocente y dijo:

  • No te gusta? Puedo parar si quieres.

En ese momento mi cara debió ser un poema porque se rió y empezó a lamer con la punta de la lengua todo el glande, centrándose en la parte del frenillo. Yo me retorcía de placer cuando de repente la engulló con una fuerte embestida, para inmediatamente sacársela de nuevo y seguir jugando con la lengua. Repitió esto varias veces aumentando el ritmo hasta que se cansó y mantuvo el mete saca mientras succionaba. Yo no iba a durar mucho más y con los ojos entrecerrados le avisé:

  • Bea si sigues así voy a correrme.

Lo interpretó como un reto. Me puso mirada de zorra y siguió mamando mezclando sus succiones con movimientos de lengua. No pude más y me corrí en su boca. Ella seguía moviendo la lengua mientras que el semen salía de mi polla y le llenaba la boca hasta el punto de que empezó a salir un poco por sus comisuras. Cuando terminé de correrme sacó la polla no sin antes repasarla una vez más con la lengua, recogió los restos que tenía por las comisura y abrió la boca para enseñarmela. Acto seguido la cerro y se lo tragó con una sonrisa, me enseñó la boca de nuevo y le dio un último lametón a mi miembro.

  • Que sepas que eso último lo he hecho porque sé que a los tíos os mata, así desearás volver a ver cómo lo hago. Lástima que eso no vaya a ocurrir mas... -dijo mientras se ponía en pie.

Se giró dispuesta a irse pero en ese momento le agarré de la cintura y la empujé hacia mí.

  • Dónde te crees que vas? Yo me he corrido pero ahora te toca a ti, tengo que devolverte el favor, no?

No se esperaba esa reacción y suspiró excitada. Empecé a besarle el cuello a la vez que acariciaba su cuerpo y poco a poco fui subiendo hasta sus pechos. Notaba sus pezones erizados a través de la ropa y me estaba calentando de nuevo. Metí la mano izquierda dentro de la camiseta y bajé un poco el sujetador para liberar su teta. Ahí estaba. Noté su pezón duro en la palma de mi mano mientras jugaba con toda su teta. La mano derecha fue poco a poco hacia su cintura hasta introducirla en sus mallas buscando su sexo. Empecé a rozar su coño por encima del tanga notando el calor y la humedad. Bea soltaba algún gemido leve presa de la excitación. Aparté su tanga hacia un lado y rocé su clítoris, haciendo que se estremeciera. Me acerqué a su oído mientras me preparaba para introducir un dedo:

  • Prepárate, ahora empieza lo bueno

PUM! En ese momento se oyó un fuerte ruido proveniente del comedor. Bea abrió los ojos y fue consciente de la situación. Se levantó rápidamente:

  • Esto no debería haber pasado. -dijo con cara de estupefacción. - No debería.

Y se marchó corriendo recolocandose la ropa. Yo me quedé ahí con la polla tiesa otra vez y caliente. Decidí darme una ducha rápida para vestirme y salir a comprobar si iba todo bien. Me dijeron que se habían caído las bandejas porque dos críos estaban jugando y que todo estaba en orden.

Como era la última noche, preparamos una pequeña verbena para los críos con música y refrescos. Bea no paraba de evitarme y yo no podía dejar de pensar en lo ocurrido, por lo que decidí ir a la habitación a por su tanga y calmarme con una paja. Al llegar a la habitación me puse a buscar en su maleta dónde estaría la ropa interior. Cuál fue mi sorpresa cuando vi el tanga rojo que había llevado hace unas horas cuando me había hecho la mamada. Estaba empapadísimo, seguramente se lo habría cambiado por comodidad. Lo cogí y me lo llevé a la nariz para comprobar que efectivamente antes había estado cachondísima y en cuestión de segundos estaba empalmado. Cuando abrí los ojos me quedé paralizado. Bea estaba en la puerta con la cara descolocada mirándome. Cuando se dió cuenta de que la miraba volvió en sí y cambió su cara a una enfadada:

  • Pero qué coño haces con mi tanga? -dijo gritando- Quién te ha dado permiso para buscar nada en mi maleta? Estás tonto? Puto salido. No sé cómo antes he podio hacer lo que he hecho.

  • Bea baja la voz -dije poniéndome serio en una pausa que hizo.

Me levanté aún con el tanga en la mano y me acerqué a ella.

  • Este es el tanga que llevabas antes. -dije levantando el tanga a la altura de los ojos.- Está empapado. - Bea estaba quieta y atenta, procesando todo lo que decía.- Antes has hecho lo que has hecho porque te morias de ganas de tener un orgasmo. Te has asustado cuando el golpe y has salido corriendo, pero ambos sabemos que te has quedado con ganas de correrte y que seguramente ahora también estés mojada.

Bingo. Me había lanzado un órdago pero había acertado de lleno. El simple hecho de mencionar que estaba mojada fue suficiente para que se diera cuenta. Un gesto de sorpresa y susto en su cara me lo demostraron. Era una situación que no podía desaprovechar. Le cogí de la cintura y acerqué mis labios a los suyos. Cuando estaban a punto de rozarse, ella se desató. Con sus manos me agarró la cabeza y la empujó hacia ella fundiéndonos en un beso con lengua mientras que nuestras manos recorrían el cuerpo del otro con intensidad. Nos separamos y nos miramos. Bea ponía esa cara de zorra que volvía loco a cualquier hombre. En ese momento dijo:

  • Termina lo que has empezado antes. Cómeme el coño.

Cogí un colchón y lo eché al suelo. La levanté en volandas y la dejé sobre el colchón. Le desabroché los vaqueros y se los quité como pude, dejando a la vista sus bragas negras. Empecé a tocarla por encima de sus bragas y a acercar la boca, intentando penetrar con mi lengua sus bragas. Cuando empecé a notar su humedad a través de ellas, se las quité y le abrí las piernas.

Por fin veía aquello que me estaba volviendo loco: el sexo de Bea. Estaba depilado completamente, dándole un aspecto infantil, pero tenía una forma perfecta: cerradito, con los labios ligeramente oscurecidos y formando un bollo en la parte de su pubis. Se notaban sus flujos. Me acerqué a su oído a la vez que dirigí mi mano a la entrada de su coño y le dije:

  • Prepárate para suplicarme que no pare.

Acto seguido metí dos dedos de golpe dentro. Abrió mucho los ojos y la boca de placer para después ponerlos en blanco a la vez que yo comenzaba un intenso mete-saca. Al poco intenté probar a meter tres dedos sin encontrar mucha resistencia. Bea estaba en su punto, pero necesitaba algún estímulo más. Le ordené que se quitara el sujetador pero no la camiseta y cuando se le marcaron los pezones, empecé a pellizcarlos suavemente por encima de la ropa, haciendo que Bea fuera acercándose al orgasmo. Finalmente le dije que se quitara la camiseta y cuando la tenía a la altura de la cabeza tapándole los ojos, sin dejar de penetrarla con mis dedos acerqué mi boca a su pezón y empecé a succionar a la vez que mordía suavemente. Ese fue el detonante de su orgasmo. Bea estalló en una ola de placer, soltando flujos y casi llegando al squirt.

Cuando se recuperó me miró desafiante y me empujó contra la litera. Sin dejar de mirarme acercó la boca a mi polla y empezó a besarlo pasando de vez en cuando la punta de la lengua por la zona del frenillo. Después de torturarme unos minutos de esa forma, la engulló de golpe hasta tocar la base con los labios y empezó a succionar haciendo que muriera de placer.

  • Quiero metertela. -le dije con voz de súplica.

Me miró y paró de succionar unos segundos.

  • Por favor...

Bajó la mirada ignorandome y empezó a mover la lengua alrededor de mi polla sin sacársela de la boca, recorriendo el glande y llegando con la punta hasta casi rozar los huevos. El placer que sentía no era normal, empezaba a perder el sentido dejado de ser consciente de dónde estaba. De repente paró.

Bea se sacó mi polla de la boca haciendo una última succión. Se incorporó y poniendo cara de niña buena dijo:

  • ¿Yo encima o a cuatro?

Entre la confusión generada por el placer y su cambio de actitud no respondí. Me volvió a preguntar y reaccioné:

  • Pe-pero ¿y el condón?

  • No te preocupes por eso ahora. -dijo con una sonrisa- Tomo la píldora desde hace tiempo.

Como yo seguía sin moverme decidió tomar las riendas de la situación. Se acercó a mí, se puso en cuclillas y agarró mi pene guiándolo hacia su coño rozando sutilmente sus labios con la punta de mi glande. Y de repente entró. Sentí como mi polla iba abriéndose paso sin mucha dificultad dentro de ella. Estaba muy lubricada y caliente y podía notar cuándo mis huevos chocaban con su coño. Estuvo un rato subiendo y bajando mientras yo intentaba acompasarme pero el placer que sentía me dejaba incapaz.

Cuando empezó a flaquear descendió el ritmo y aproveché para salirme:

  • Ahora me toca a mí. Ponte a cuatro patas que voy a hacer que te corras.

Me hizo caso, pero le gustaba ser provocativa. Cuando cogió la posición, inclinó el cuerpo hacia delante y arqueó la espalda, dejando su culo en pompa. Para rematar empezó a moverlo hacia los lados a la vez que decía:

  • ¿Vas a follarme ya o me vas a dejar como a Ángela?

Sin esperar un segundo me acerqué a ella, le agarré de las caderas y orienté mi polla hacia su coño, dejando la punta justo en la entrada. En un brusco movimiento se la metí, haciendo que ella gritara en una mezcla de dolor y placer. La saqué lentamente y repetí el movimiento hasta que sus gritos pasaron a convertirse únicamente en gemidos de placer. Le solté las caderas y la agarré del cuerpo, incorporándola hacia mí y sin dejar de follarla. Estaba empezando a acelerar la respiración. Subí mis manos a sus tetas y aumentando el ritmo de las sacudidas, le pellizqué el pezón derecho mientras le mordía la oreja.

Bea explotó. Empezó a convulsionarse y a gemir hasta el punto que sufrí por si nos pillaban. Cuando el orgasmo paró, Bea sin fuerzas se derrumbó hacia delante impidiendo sin querer que siguiera follándola. Estaba extasiada pero tenía ganas de más ya que con la mano seguía jugando con su clítoris. La posición en la que se había quedado me permitía ver cómo su culo se abría perfectamente mostrándome su agujerito. Me chupé el pulgar y empecé a masajear la zona a lo que Bea, poniendose tensa me dijo:

  • Por el culo no, es la única condición.

No le hice mucho caso y seguí intentando meter el dedo provocando algún que otro gemido por parte de Bea. Sin embargo cuando apoyé mi polla en la entrada de su culo Bea, muy seria e intentando poner la mano volvió a insistir:

  • Leo, he dicho que no.

Decidí abandonar mis intenciones y le di la vuelta a Bea poniéndola boca arriba.

  • Quiero otro orgasmo igual. -dijo Bea sin que me lo esperara.

Inclinándose hacia delante le dió un lametón al glande haciendo que una corriente de placer me recorriera el cuerpo. Volvió a recostarse, flexionó las piernas y se las agarró rodeándolas con los brazos a la vez que abría su coñito mostrándomelo. Se la volví a meter, quitando sus manos de ahí y apoyando sus piernas en mis hombros. Mientras bombeaba veía cómo se movían sus tetas y cómo Bea estaba descontrolada, con los ojos cerrados y la boca muy abierta. Bea empezó a gemir de nuevo. Sus grititos junto con las expresiones que ponía y sus tetas moviéndose estaban haciendo que empezara a sentir que me iba a correr.

  • Bea... Voy a correrme... y quiero hacerlo en tu cara.

Bea abrió los ojos y sin dejar de hacer muecas de placer me dijo:

  • Te vas... Ah... Te vas a correr dentro de... Oh... De mí. Joder! Quiero que te corras dentro!

No pude más y empecé a correrme como no me había corrido nunca.

  • Dios... Joder Bea... Oh...

Cuando mi polla dejó de echar semen el coño de Bea aún palpitaba. Salí de ella lentamente y me puse a limpiarme, ya llevábamos mucho tiempo ausentes y no quería que sospecharan. Bea no se movía y tenía la respiración aún algo agitada.

  • Deberías vestirte tú también o van a pensarse cosas.

  • Ya... Lo sé...

Se puso en pié y empezó a ponerse las bragas. Me di cuenta de que no se había limpiado

  • ¿No te limpias? -le pregunté.

  • A ti te gustan mis tangas. A mí me gusta otra cosa. -y con las mismas cogió el tanga rojo que había llevado todo el día y me lo lanzó.- Guárdalo bien, no creo que vuelvas a tener la misma suerte.

Una vez nos vestimos salimos juntos. La verbena había acabado y habían acostado a los críos. Los otros monitores estaban bebiéndose unas cervezas mientras charlaban y no sospecharon nada. Al rato nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos tocaba la vuelta.