Campamento de Semana Santa (II)

Después del incidente con Ángela la cosa va a más de camino al zoo. Comienza el plan para follarme a Ángela y quién sabe, quizá a Bea... Día 2 de 4

Al día siguiente por la mañana nos levantamos temprano para preparar el desayuno de los críos. Cuando íbamos a empezar a desayunar nosotros faltaba Ángela, por lo que fui a la habitación a avisarla. La puerta estaba abierta por lo que esta vez la encontraría con ropa.

  • Ángela los críos ya están desayunando y sólo faltas tú, ¿te esperamos o empezamos nosotros?. -me fijé en que todavía seguía con la camiseta del pijama sin sujetador porque sus pezones se marcaban incluso más que la noche anterior.

  • Id empezando. -dijo mientras se giraba con el sujetador en la mano.- Termino de arreglarme y voy.

A la vez que decía esto, se quitó la camiseta dándome la espalda, se puso el sujetador blanco y se volvió a girar. Aunque no se veía nada y era un sujetador bastante sencillo, yo me quedé empanado mirando sus tetas, algo separadas pero de esas que te caben de forma justa en una mano. Ella se dio cuenta y gritando dijo:

  • Ya estás otra vez? En serio? Quieres dejar de mirarme las tetas y bajarte a desayunar?

Volví a la realidad de golpe.

  • Pe-perdón. Ya me voy. -y me fui sin girarme y sin sacarme la imagen de la cabeza.

Cuando Ángela llegó al comedor los críos habían terminado de desayunar y nosotros estábamos a mitad. Iba vestida con una falda plisada negra y una camiseta básica de tirantes blanca. Irónicamente el único sitio libre era en frente de mi, por lo que no le quedó más remedio que sentarse ahí. Mientras que el resto de monitores mantenían una conversación sobre esquí y snowboard, le ofrecí tostadas y magdalenas a Ángela . Cuando cogió lo que quería, vi la oportunidad para hablar con ella sin que se enfureciera:

  • Oye Ángela ... Que perdón por lo de antes. No era mi intención incomodarte. Es verdad que lo de ayer fue sin querer pero no sé qué me pasa que me pongo cachondo con sólo que me hablen y en ese momento no me he dado cuenta. Uno no es de piedra y... La situación me ha podido. Perdón. -dije intentando mostrar mi tono de pena y enfatizando un poco el tono de lástima.

  • No te preocupes, no pasa nada. Es solo que llevo varias semanas sin ver a mi novio ni hacer nada y estoy un poco sensible y sabes que mi forma normal de hablar es gritando. Además no te voy a negar que un poco también me ha calentado. No sé, ver que provoco eso en un hombre... -dijo señalando con la mirada hacia debajo de la mesa, a la altura de mi paquete.

Eso me descolocó un poco y me hizo albergar alguna esperanza de llegar un poco más lejos con ella, pero tendría que ir convenciéndola poco a poco y por el momento ya había suficiente. Recogimos las cosas y nos preparamos para ir al zoológico de Valencia.

El trayecto era andando hasta la parada de autobús y allí coger un bus urbano que nos dejara en el zoo. Cómo éramos muchos y el autobús no iba vacío, tuvimos que sentar a los niños juntos unos encima de otros y pegarnos mucho el resto. Yo estaba delante de Lucas hablando cuando en una parada se subió un grupo de gente y tuvimos que hacerles hueco. Al girarme me quedé con la espalda pegada a la ventana y al lado de Lucas, que se giró y se puso a hablar con un grupo de críos. Delante tenía a Ángela, quien por inercia, cuando el autobús se llenó, no tuvo más remedio que pegarse a mi. La suerte quiso que su culo quedara justo a la altura de mi paquete y al juntarse reaccionó empezando a crecer dentro de mis pantalones de chándal. Ella se dió cuenta y me soltó:

  • Dile a tu amiguito que se relaje que si no la vamos a tener.

Yo intenté despegarme de ella pero la ventana del autobús me lo impedía. En ese momento el autobús arrancó haciendo que perdiéramos el equilibrio y Ángela se cayó sobre mí soltando un pequeño gemido. El movimiento había provocado que su falda se levantara un poco y que mi paquete chocara con la cara interior de sus muslos. La violencia del movimiento y la sorpresa de notar mi polla debajo del pantalón entre sus piernas, hicieron que involuntariamente soltara ese gemido. Miré a Ángela esperando la bronca del siglo, pero para mi sorpresa tenía los ojos cerrados con una ligera mueca de placer. Al segundo abrió los ojos y vio que la estaba mirando.

Avergonzada se incorporó en la posición que estaba antes, sólo que esta vez sin separar su culo. Ahí estaba yo, con la polla en pleno auge y separada del coño de Ángela por mi ropa interior, mi pantalón y su tanga. Para aumentar el morbo Ángela estaba aprovechando el traqueteo del autobús para rozarse con mi pene y poco a poco iba notado el calor que desprendía su sexo. Me fui envalentonando: primero con mis pies traté de abrir ligeramente sus piernas, cosa que fue sencilla gracias al movimiento del autobús; después subí un poco más su falda disimuladamente, a pesar de que nadie estaba prestandonos atención no quería montar un espectáculo; finalmente en uno de esos movimientos del autobús coloqué mi mano derecha dentro de su falda y empecé a acariciarla entre el coño y el culo, centrándome en la zona baja del coño. Enseguida noté la humedad que había, estaba empapada. La respiración de Ángela empezaba a ser agitada, sin girarse me miró y me dijo:

  • No me seas cabrón Leo...

  • Yo? -repliqué- Llevas 10 minutos de juegos haciendo que reviente el pantalón, ahora me toca a mí.

Acto seguido aumenté el ritmo de las caricias hasta que vi la oportunidad de mover el hilo del tanga a un lado y meter un poco uno de los dedos. Primero suavemente y después de forma intensa. Al cabo de unos segundos decidí meter el segundo sin avisar llegando hasta lo más profundo de su ser. Ángela estaba abstraída en otro mundo, con los ojos entrecerrados y los pezones erizados hasta el punto de notarse a través de la camiseta. Yo estaba fuera de control y necesitaba más, por lo que decidí ir un poco más lejos. Mojé mi dedo pulgar con sus flujos y me acerqué a su oído:

  • Prepárate para lo mejor. -le susurré.

Rocé la entrada de su culo con el pulgar haciendo presión. En ese momento, sin llegar a introducirlo, Ángela no pudo aguantar y se venció sobre mí llegando a un orgasmo disimulado en un grito ahogado. Saqué la mano rápidamente y la sujeté contra mí para que no se cayera. El resto de gente miró alarmada la situación. Cuando Ángela se recuperó del orgasmo y aún con los ojos llorosos de placer, se justificó con que se había mareado del agobio del autobús. Uno de los niños le cedió su asiento para que se recompusiera. En sus mejillas aún se notaba la excitación y las ganas de alargar el placer que acababa de sentir. Sin embargo a los pocos minutos llegamos a nuestra parada y tuvimos que bajarnos. Cuando ella salió del autobús después de comprobar que no nos dejábamos a nadie, se me acercó y me dijo:

  • Tengo el tanga empapado y parte de la falda. Prepárate para lo que te espera.

Y siguió hacia delante como si no hubiera pasado nada.

El día en el zoo transcurrió con normalidad. De vez en cuando Ángela se acercaba a mí con intención de calentarme: si yo estaba sentado ella se quedaba de pie junto a mi poniendo su culo a la altura de mi cara; en aglomeraciones se juntaba para restregarse; incluso un par de veces se sentó encima de mi delante de los críos de forma inocente.

A la vuelta en autobús no tuve la misma suerte, al ir más vacío teníamos más espacio y casi todos pudimos sentarnos. Después de la cena nos tocó fregar a Bea y a mi mientras que el resto hacían juegos con los niños. Estábamos terminando cuando Bea soltó:

  • Qué rollo os lleváis Ángela y tú?

  • Como? -dije con sorpresa y sin saber de qué hablaba.

  • Bueno, esta mañana en el autobús no sabía si íbamos camino al zoo o estaba viendo un vídeo de Pornhub. -su rostro mostraba firmeza y seguridad en sus palabras.

Me dio un vuelco el corazón. Mi pulso empezó acelerarse y la boca se estaba secando. No sabía cómo reaccionar. Intenté disimular aunque sabía que Bea nos había pillado.

  • No te sigo tía. Esta mañana el bus iba petado y Ángela se ha mareado del calor y del agobio...

  • Ya. -me cortó- Como que su cara no era de haber tenido un puto orgasmo. Que he estado con tíos y con tías, sé cuál es la cara que pone la gente cuando se corre. -empezaba a envalentonarse. No le gusta que la traten de tonta cuando sabe que tiene razón- Además, me contó que ayer la pillaste desnuda después de que se duchara y qué casualidad que justo después tú tardarás un huevo en el baño. Seguro que te la estabas meneando. -se lanzó un órdago pero porque sabía que tenía razón.

  • Vale. De acuerdo, tienes razón -no podía sostener más la mentira. Ahora tenía que procurar que no se lo dijera al resto- pero no se lo digas a nadie por favor. No me llevo nada con Ángela, simplemente en el bus nos hemos calentado y hemos jugado. Pero no hay nada más. Veros ayer durante todo el día hizo que necesitara desfogarme y esta mañana no he podido evitarlo.

  • Cómo que vernos? -su enfado había pasado a incredulidad, pero en el fondo sabía que había una parte de orgullo

  • Mierda no debería haber dicho nada... Ayer en el bus cuando te pusiste a mi lado... Tu culo... Se marcaba perfectamente y no podía quitarle el ojo de encima... Y se veía parte del tanga... Y... -dije rápidamente con la esperanza de que no me entendiera, pero no me dio tiempo a terminar-

  • Que qué? Serás puto pervertido! Estás enfermo. -el cabreo había vuelto- No le voy a decir nada a nadie pero ni te me acerques.

Y se marchó indignada mientras yo me quedaba embobado por enésima vez con su culo.

Esa noche nos acostamos pronto porque al día siguiente teníamos que madrugar. Además no tenía ganas de que Bea se fuera de la lengua.