Camioneros ardientes

Elías y Esther son un feliz y caliente matrimonio. Sin embargo, la carretera y un oscuro asesinato intentarán romper ese lazo.

La carretera serpenteaba entre las montañas. Parecía como si aquellas curvas no fuesen a terminar nunca. Por fin, el coche se detuvo:

-Estoy seguro que es ahí abajo –dijo Mario, un agente de policía muy joven, de unos 25 años, con un esbelto cuerpo fibrado, que a su vez le daba mayor aire de madurez.

-Bien, bajemos a ver si está ahí –dijo su compañero Luis Miguel, de 33 años, abandonando el coche.

Los dos agentes bajaron con cuidado por la ladera de la carretera, hasta llegar a una explanada pantanosa, donde dieron varios pasos, hasta que encontraron el cuerpo sin vida, semidesnudo, de una joven no mayor de 20 años.

-Lo que me temía… la han violado… a esta chica la han violado –aclaró Mario abatido mirando a Luis Miguel.

Elías estaba desnudo sobre su esposa, Esther, en la cama, ambos empapados en sudor, mientras él besaba todo el cuello de su esposa, bajando lentamente por sus tetas, lamiendo sus pezones con voracidad, y pasándole la lengua por su bajo vientre.

Para tener ya 48 años, Elías se encontraba en plena forma; en su juventud había hecho ciclismo, y aunque ahora se pasaba la vida sentado en su camión, seguía resultando irresistible para cualquiera. Esther, su mujer, era algo más joven que el: tenía 34 años, era esbelta, con grandes pechos y muy caliente. Esa mañana sería la última que estarían juntos, puesto que él tendría que partir con un viaje en el camión esa misma tarde.

Llegó hasta su coño, y abriéndoselo con un par de dedos, metió su lengua caliente, lo que hizo que su esposa se deshiciera del placer que estaba experimentando en aquellos momentos. Esther se encontraba agarrada fuertemente a la sudorosa espalda de Elías, el cual, cuando hubo jugado un buen rato en el coño de su esposa, cogió su polla, de unos 16 centímetros, y se la introdujo lentamente a ella, hasta que dio con sus huevos en el cuerpo de su mujer.

Comenzó a moverse despacio, a la vez que chupaba las tetas de su mujer, la cual tenía los ojos en blanco y seguía aferrada a la velluda espalda de su marido.

Poco a poco, Elías fue aumentando la velocidad a la que se movía, sintiendo toda su poya restregándose dentro del chochito de su esposa, que no paraba de gemir, al tiempo que él le tapaba la boca al introducirle su húmeda y caliente lengua.

Esther pasaba sus manos por la espalda de su marido, hacia arriba y hacia abajo, hasta que en un momento llegó al cuello, y le paró de manera súbita:

-Elías… para, mi amor

-¿Qué sucede, cariño?... estoy a punto de correrme ya… -decía Elías mirándola con la cara sudorosa, y las pupilas dilatadas a causa de la excitación.

-Mi amor, ¿dónde está tu cadena con la fecha grabada de nuestra boda? –dijo Esther totalmente intrigada.

-Eh… ¿la cadena?... –Elías se llevó la mano al cuello y se dio cuenta de que no la llevaba- pues… ¡ah!, ya recuerdo… me la olvidé en el hotel en el que estuve un día de la semana pasada durmiendo… pero no te preocupes, cielo, ya está todo arreglado… he llamado al gerente y me ha dicho que me la mandará por mensajero en los próximos días… ¿de acuerdo? –dijo él mirándola seductoramente.

-Menos mal, cielo… ya pensé que la habías perdido, cariño –dijo Esther suspirando.

-Y ahora déjame seguir follándote que te voy a pegar una corrida que te vas a quedar servida para todo un mes –dijo Elías volviendo a moverse dentro de ella aún más salvajemente, hasta que llegaron al orgasmo.

Continuará

La maleta de Elías ya estaba en la puerta. Esther la estaba cerrando tras haberle organizado la ropa para los próximos días de ruta. En ese momento, él bajaba del piso superior, terminando de abrocharse la camisa, aunque dejaba siempre tres botones abiertos, los cuales dejaban entrever su velludo pecho moreno.

-Bueno… ya lo tienes todo dentro de la maleta –dijo Esther agarrándole por la cintura.

-Bien… me pasaré antes por la Central de Transporte para entregar unos papeles y tomarme algo con los compañeros.

-Te echaré de menos, cariño –dijo Esther con lágrimas en los ojos.

-Yo a ti también… pero me la cascaré a todas horas pensando en ti, ¿vale? –dijo Elías intentando alegrarla un poco, y luego se dieron un apasionado beso con lengua.

En la comisaría de Policía, el agente Mario y el agente Luis Miguel estaban hablando del caso de la chica asesinada:

-¿Sabes?... no sé por qué, pero tengo la impresión de que esa chica era prostituta –dijo Mario mientras cogía una pasta de una bandeja.

-¿Qué te ha llevado a pensar eso? –le preguntó Luis Miguel extrañado.

-No sé… la forma de vestir… el maquillaje… la verdad es que no estoy del todo seguro, pero creo que esa chica, para no tener ni 20 años, estaba muy desarrollada, ¿no crees?.

-Espero que no te equivoques, colega –dijo Luis Miguel saliendo de la sala.

Elías estaba en la Central de Transporte, donde se encontraban sus compañeros camioneros: Lolo, el mayor, de 54 años y un irresistible bigote blanco y largo; Felipe, de 44 años, y Víctor, de 50 años. Estaban hablando del caso de la chica asesinada:

-Lo de la niña esa tiene tela, ¿eh? –decía Felipe mientras miraba el periódico.

-Ojalá pillen al hijo de puta que le ha hecho eso y le den su buen merecido –dijo Lolo en un alarde de osadía.

-¿Y tú qué opinas del tema, Elías? –le preguntó Víctor dirigiéndole la mirada.

-Eh… ¿yo?... sí, a ver si cogen al cabrón ese… -la cara de Elías palideció de pronto, hasta que en ese momento, entró el camionero más joven de la plantilla, David, de 29 años, y un cuerpo fibrado y atlético de vértigo; estaba hablando por el móvil.

-Sí… sí, mi vida… yo también te quiero a ti… no te preocupes, ya descargo el camión y en un par de horas estoy contigo… venga, un besote, mi amor… y yo a ti –dijo David absorto en su conversación.

-Vaya… parece que tienes a Patri loquita por tus huesos, ¿eh, dandy? –le dijo Víctor sonriendo.

-Sí… ufff… es una tía de puta madre… no os podéis imaginar la suerte que tengo de casarme dentro de unos días con ella –dijo David ilusionado, mientras se quitaba la camiseta sucia, dejando ver su cuerpo carente de vello, fibrado y de piel clara, al tiempo que tomaba otra camiseta de su taquilla.

-Yo creo que no vais a durar ni un año, majo –dijo Felipe secamente, mirando con detalle a David mientras se cambiaba de ropa. Los demás se quedaron helados ante el comentario.

En la comisaría de Policía, Mario estaba revisando unos papeles en su despacho, cuando entró Luis Miguel:

-Quiero que veas esto, tío… lo acaban de encontrar en el lugar donde hallaron el cuerpo de la chica esa –y le entregó una bolsita, de la que Mario sacó una cadena de oro, en la que estaba grabado lo siguiente:

"ESTHER & ELÍAS" – 12/07/95.

-Pero… ¿y esto qué es? –dijo Mario extrañándose al ver la inscripción.

Continuará