Camionero

Un percance en la carretera y un camionero acude a socorrerme.

Hacía al menos 2 semanas que no hacía el amor con mi pareja.  Cuestiones de trabajo y estudio nos habían mantenido separados.  Era la primera vez que iba a verle en este tiempo y decidí vestirme con ropa interior provocativa: un body transparente color burdeos terminado en una fina tanga (se que le gusta).  Después de una retención de varios kilómetros llegué a la estación de Cabañal y allí estaba él esperándome.  Creía que cogeríamos una de las habitaciones del hotel que hay al lado de la estación y daríamos rienda suelta a nuestros instintos sexuales más fuerte, pues veníamos con muchas ganas.

Llegó tarde. Un poco serio se subió a mi auto y me explicó que sólo tenía media hora para mí, que debía coger el tren de vuelta a casa pues había un problema en el trabajo.  Así que arranqué y llevé el coche a un lugar más apartado.  Estaba anocheciendo y había poca iluminación, aunque de vez en cuando pasaban grupos de viajeros que iban a tomar el tren.

Empezamos con unos apasionados besos, sin apenas hablar, y a cada roce de su lengua, de sus labios de sus manos, yo iba poniéndome más y más húmeda.  Metió la mano por debajo de mi camiseta y sin dejar de besarme me trabajó los pezones, cosa que sabe que me pone a mil (el botón de encendido, lo llamo yo).  Ya toda mojada me desabroché la cremallera del pantalón y le sugerí que notara su humedad mientras yo le hacía una buena mamada.  Debido a la premura no aceptó la mamada, pero si que con sus dedos me trabajó el clítoris, los labios mayores y menores, hasta que me introdujo los dedos y buscó mi abultado punto g, haciéndome venir un orgasmo instantáneo e intenso como pocos.

Le dejé de nuevo en el tren y emprendí el regreso a casa todavía cachonda y con ganas de más sexo, cosa que pensaba hacer en cuanto llegara a casa.  El tanga del body rozaba y se introducía entre los labios mayores y menores, muy excitados, captando toda su humedad, rozándome el ano y haciendo que conducir en esa situación fuera toda una gozada.  Restregando mi culo, moviendo mi pelvis, empecé a sentir de nuevo toda la humedad brotando por mis nalgas y entonces comencé a imaginar que mi coche se estropeaba.

Una inoportuna avería y tendría que dejar el coche en el arcén y pedir ayuda, pues no llevaba el móvil con batería.  Imaginé que me paraba un camionero húngaro que chapurreaba un poco de inglés.  Llevaba el pelo largo, castaño claro, recogido por una coleta, ojos y piel morena y no tenía un mal cuerpo.  La verdad con lo excitaba que estaba me pareció un tio buenorro y me apetecía mucho calmar mi calentura con él.  La cosa vino rodada, todavía se notaban a través de la camiseta mis pezones erectos y el jean marcaba la hinchazón de mis labios mayores y mi excitación.  Abrí el capot del coche y le mostré mi trasero parado, duro y firme, notando claramente que llevaba tanga.  Apenas sin palabras me explicó que necesitaba una herramienta del camión y se subió a la parte trasera de la cabina.  Yo ingenuamente le seguí y le pillé haciéndose una paja con un pollón inmenso.  Como me gusta tanto mamarla le aparté suavemente las manos y las cambié por mis labios y mi lengua.

El pareció agradecer el cambio.  Parece que no lo hacía del todo mal y se la puse a mil, creía que se iba a correr dentro de mi boca, pero me paró y se levantó.  Me hizo gestos para que me acostara en la camilla y me quitó el pantalón viendo mi body entre los labios.  Con una facilidad enorme lo rompió y empezó a comerme el coño con una lengua maravillosa, pero notó que estaba demasiado excitada y que iba a correrme enseguida, así que paró y me hizo levantar.  Se sentó con su enorme polla erecta y prácticamente, con un movimiento rápido, me sentó y me penetró.  Efectivamente, como estaba tan húmeda entró en seguida o de lo contrario me hubiera dolido el tamaño de su pene.  Empezo a follarme sentada y empecé a gritar de placer pues estaba llegando ya al orgasmo, sin avisarme, sin preservativo y sin nada noté como iba a correrse él también y fue mágico, llegamos los dos al éxtasis.

Me besó entre las nalgas y me indicó que me vistiera, mientras lo hacía él.  Cogió una especie de llave de tubo y regresó en un santiamén.  Intenté arrancar el coche  y lo hizo a la primera, así que subió de nuevo a su cabina y se fue. Yo también arranqué de vuelta a casa, llena de semen de un desconocido, mojada como si me hubiese meado, con la ropa interior rota y con una excitación todavía palpable. Había sido un buen polvo.

Un intercambio de luces largas y cortas me sacó de mi ensoñación, llevaba todo el camino las luces largas puestas y no me había dado cuenta.  Todo había sido imaginado, pero que imaginación más placentera porque había mojado todos los pantalones.  Llegué a casa con una vergüenza inmensa de que algún vecino me lo notara.  Por suerte no había nadie en la calle y en mi casa se habían acostado todos, así que cogí la vela que tiene mi madre en uno de sus candelabros y me fui directa al baño.  Encendí la estufa, cubrí el suelo con una gran toalla y me dispuse a hacerme una paja de verdad, notar otro orgasmo real y acabarme las ganas de ser follada que llevaba encima.

Me desvestí lentamente y cogí el body.  Estaba todo mojado y empecé a olerlo, y olerlo, tocarlo, palpar los flujos del orgasmo en el coche y con la otra mano iba extendiendo aceite corporal alrededor de mis pechos y pezones, por mi ombligo, por el pubis, por la cara interna de las nalgas, por la abertura del ano.  Sólo estaba pendiente del body, de su olor y tacto y del aceite, acariciándome yo solita.  Así que no me di cuenta cuando cogí el velón y empecé a introducir sólo una puntita en mi mojado coño.  Mi imaginación se iba y volvía entre la paja con mi novio y el polvazo imaginario con el camionero desconocido.

El cirio, entraba un poco más, y salía, mientras con la mano libre pasaba el body a través de las partes untadas con aceite.  De golpe lo clavé todo hasta el final de la vagina y empecé a masturbarme con furia, sin sentido, sin control, sin pensar en lo que estaba haciendo, solo el instinto placentero de llegar al orgasmo y vaya si llegué!!!  La descarga fue brutal, arqueándome sobre la espalda me recorrió todo el cuerpo y bajó por la pierna derecha, produciéndome un intenso dolor en la zona lumbar.... pensaba que me había provocado una lumbalgia y me quedé muy quieta.

Poco a poco el dolor fue disminuyendo, aunque todavía notaba el palpitar del corazón en el coño y me puse en posición fetal.  Sin darme cuenta me quedé dormida.  Por suerte el ladrido de la perra de los vecinos me despertó, no había pasado más de media hora, aunque tampoco lo sé cierto, porque había perdido completamente la noción del tiempo desde la despedida en la estación de Cabañal.  Lo recogí todo, me lavé, me vestí y lavé el velón que olía estupendamente bien a jugo de coño.  Hecha polvo me acosté en mi cama y caí dormida a los dos segundos, con una sensación de paz y de niña feliz y satisfecha.  Había sido una buena noche después de todo.

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