Caminos de sangre y odio 1: Un nuevo año (Parte 1)

Primera parte del primer capitulo de Caminos de sangre y odio, de temática medieval alternativa tras un futuro siniestro. Todo empieza cuando un misterioso hombre llega a una apartada aldea en mitad de la selva negra alemana.....

Capítulo I :  Un nuevo año

I

Era una pequeña aldea maderera Germana, en el condado de Baden, a escasos 20 Kms de la capital, Friburgo. Constituía una ardua tarea, si no se conocía el camino, el llegar a la aldea de Ascher, ya que esta se encontraba dentro del temido Schwarzwald, una región montañosa de alta densidad boscosa, con grandes abetos  en su mayoría, los cuales con su enorme tamaño y color oscuro, impregnaban el paraje de un terror casi místico. No era para menos.

La aldea apenas podía verse desde los 50 metros de distancia, pues a la densa floresta se le unían  las escasas luces que proyectaba el asentamiento,  mejorando involuntariamente su ocultación.

Se bajó del viejo caballo robado varios quilómetros antes de llegar a Ascher, pensó en atarlo a un árbol, pero enseguida desechó la idea. Se encogió de hombros, sin duda alguna moriría de todas maneras.

Quizás si fuese un caballo más joven…., tal pensamiento desapareció en menos de un segundo.

El cazador contempló la noche cerrada, repleto el cielo de nubes que ocultaban  la luna creciente. La época de las nieves comenzaría pronto en Germania, así que agradeció en silencio haber encontrado a su objetivo antes de que el frío invierno se le echase encima en mitad de un trabajo. El aire gélido mecía los árboles, haciéndoles ulular en siniestra melodía, pero él no sentía frio, en su mente solo se hallaba su objetivo.

II

Solo quedaba media hora para que su turno de vigilancia sobre el camino acabase. Fayde así lo disponía.

Cuando aquel criminal sin escrúpulos llegó a la pequeña aldea con su banda, dio un ultimátum a los aldeanos que allí residían. Les daba la oportunidad de marcharse del poblado o servirle a él. Prometió que aquel que se quedara recibiría parte de las ganancias de la banda. Intimidados por aquellos bandidos, varias familias huyeron de Ascher. Pero él fue uno de los que permanecieron en sus casas. Waltz el leñador continuó en su hogar con su familia, había algo en las promesas de Fayde que más bien sonaba a amenaza.

Las sospechas de Waltz se vieron confirmadas a la mañana siguiente, las 36 almas que partieron de la aldea el día anterior aparecieron apuntaladas en la empalizada que rodeaba el pueblo. No hubo piedad para nadie, y los cadáveres de niños y ancianos compartían el espacio con jóvenes, padres, madres y demás personas. Sus cuerpos se pudrieron al sol durante una semana a modo de advertencia. Luego, los muertos se quemaron en una gran pira cuyas columnas de humo se elevaron por encima del Schwarzwald.

Después de aquello, las primeras tareas que Fayde encomendó a los lugareños restantes, fueron el refuerzo de las empalizadas, así como cavar un foso alrededor de la aldea y llenarlo de agua malsana con afiladas estacas en el fondo de este. Se cerraron todos los accesos a excepción de dos. Unas puertas de macizo roble que se elevaban mediante un extraño mecanismo de poleas, cadenas y engranajes.

Ese pueblo bien podía parecer una prisión o ratonera, pero la realidad era que se había convertido en la base de operaciones de unos criminales.

Después del “acondicionamiento” de Ascher, llegó el turno de las vigilancias. Tanto los hombres del pueblo como los criminales de Fayde, se turnaban durante las noches para vigilar cualquier posible acercamiento de viajeros o agentes del conde Christoff, gerente de Friburgo.

Así podían avisar a los bandidos, los cuales ocultaban cualquier signo de actividad delictiva a tiempo.

Kainee debería de haber llegado ya a relevarle. Quizás había bebido de más, como solía ocurrir entre la banda de Fayde. Diez minutos más tarde comenzó a preocuparse.

Anduvo dando vueltas por aquella caseta espartana construida en lo alto de un abeto. Era una construcción sencilla, con muchos tablones de manera colocados verticalmente conformando las 4 paredes, y otros tantos para el techo.

Demasiado peligroso era permanecer en el Schwarzwald por la noche, y la amenaza menos preocupante era la de los lobos del bosque….

Waltz comenzó a pensar lo peor, quizás algo hubiese atacado a Kainee, pero aun así… la antorcha de este se habría visto.

Pasó media hora más hasta que se decidió por tocar el cuerno de aviso, que imitaba el sonido de un Osoro para pasar desapercibido.

Justo cuando sus labios se posaron sobre el instrumento, le pareció escuchar un sonido demasiado rasposo procedente de la base del árbol en el que se encontraba su choza.

Movido por la irracionalidad del miedo paranoide, dejó el cuerno y se asomó por una de las ventanas. No vio nada, ¿el viento meciendo las ramas y arbustos? Quizás.

Suspiró de nuevo aliviado, y se dispuso a tocar el cuerno, pero no pudo.

Waltz quedó helado por el miedo una vez más cuando a sus espaldas se escuchó un fuerte golpe. Algo había entrado. Se sintió muerto.

Muy lentamente se dio la vuelta, si era una bestia intentaba no alterarla más. Pero no era una bestia del terrible y oscuro Schwarzwald.

Ante él había un hombre, y no era Kainee. Bueno, una parte de él si estaba allí. Su cabeza cercenada cubierta de sangre y tierra, trozos de carne aun colgaban de lo que anteriormente había sido su cuello.

Aquel hombre era alto, de porte ancho y fuerte, con poderoso torso y recios brazos. Su atuendo lo constituía en mayor medida, una pesada gabardina de cuero grueso y negro, el cual le cubría desde el cuello hasta las rodillas, Pantalones de tela del mismo color forrados en lana, metidos las partes inferiores de estos  en unas botas de caña alta a juego con la estética general. La cara se la cubría con un embozo de lana de color marrón tierra dejando entrever únicamente sus ojos grises intensos. Por último se cubría la cabeza con un sombrero de fieltro.

Portaba un enorme cuchillo de caza en su mano derecha, del  tamaño de una espada corta, rondado los 85 cms, de un solo filo con sierra en su parte posterior. Ahora estaba bañada en la sangre de Kainee, de cuya cabeza se podía ver la lengua muerta colgando por la abertura de la garganta.

Waltz cayó al suelo totalmente pálido, se arrastró hacia una de las paredes con movimientos espasmódicos, sus dientes castañeteaban furiosamente, la respiración agitaba su convulso pecho que amenazaba con expulsar el corazón por la boca.

Aquel hombre, similar a un demonio según la delirante cabeza del leñador, dio un pequeño paso adelante para acto seguido lanzarle la cabeza de Kainee encima.

El pobre leñador intentó articular un sinfín de palabras, pero lo único inteligible fue un escueto ¿Quién eres?

Ya había matado a 5 hombres de Fayde en el transcurso de 20 minutos. Estuvo controlando los turnos del relevo de aquellas casetas situadas en los árboles, separando mentalmente a los criminales de los aldeanos, para así comenzar su plan de ataque sin derramar sangre inocente.

Con el último, al cual había decapitado, tenía cubierto el tema de aquella vigilancia exterior del poblado, un paso más para poder entrar sin ser visto, ahora debía darse prisa antes que los nuevos relevos llegasen a sus puestos y diesen la alarma debido a los cadáveres. Aquella escoria asustadiza del aldeano le serviría.

-Silencio- masculló con su voz dura como la piedra, Waltz dejó de balbucir enseguida.

-Es fácil, vuelve a la aldea y di que tu relevo estaba borracho, y que te dio una paliza, ¿podrás actuar bien?- aquel hombre dudó mucho de la capacidad de Waltz

-S-si- respondió el atemorizado Waltz sin entender mucho

-Pues levántate y bajemos de este árbol-

El leñador obedeció, bajó rápidamente de la choza por la escalera enclavada en el tronco del abeto. Tras él bajó aquel hombre siniestro, se tranquilizó un poco. A lo mejor se salvaría de esta.

Los dos hombres se encaminaron hasta la linde del bosque, casi llegando al final, el extraño hizo parar a Waltz.

-Grita- dijo secamente

El aldeano se quedó algo estupefacto, ¿gritar? Pensó ¿Cómo?

Su captor lanzó un bufido de desaprobación, lo agarró del pecho y de un barrido con su pierna, tiró al suelo a Waltz

-¡¡EH que hac..!!!-

No le dio tiempo a terminar la frase.

Aquel hombre propinó un temible pisotón en la pierna derecha del leñador, ahora horrorizado de nuevo.

La bota del agresor le fracturó la tibia, esta crujió dolorosamente al romperse por varios puntos.

Entonces Waltz comenzó a gritar de verdad.

-Recuerda, campesino, esto lo hizo tu relevo- El agresor golpeó la cara Waltz con el puño en repetidas ocasiones, rajándole el labio inferior y provocándole varios hematomas en el rostro.

-Recuérdalo bien, o mataré a todo el pueblo en vez de a Fayde-

Entonces desapareció entre las sombras, dejando al pobre leñador roto de dolor, aullando a pleno pulmón........

-Continuará......proximamente..... disfruten de la lectura!-