Caminos de sangre y odio 1: Un nuevo año (Final)

He tenido que publicar todo el resto del capitulo porque si no quedaba bastante cojo, así que será un relato larguito. Continúan hasta finalizar las desventuras del pueblo de ascher.......Disfruten de la lectura!!

III

A decir verdad, Fayde Thurg era una auténtica bestia. Con una altura cercana a los dos metros,  su cuerpo era una inmensa mole de duro músculo, cubierto desde el abdomen hasta la cara de un espeso vello negro, similar en dureza a las cerdas de un cepillo.

Como era habitual, estaba sin camisa, ya que según se contaba, procedía de las tierras más al norte del continente, donde el hielo y la nieve imponían su reinado durante casi todo el año. Se encontraba junto a otros tres hombres, probablemente sus lugartenientes a juzgar por sus ropas de mayor calidad, superior a las del resto la banda, jugando a los dados.

Todos ellos rugían, bramaban y reían escandalosamente al compás de la cerveza casera y caliente que por la zona se producía.

Incluso podía parecer a ojos de un desconocido que iban a llegar a las manos, pero no era así, simplemente se comportaban como criminales que eran.

Los 4 hombres se encontraban en la amplia sala de una casa usurpada a sus antiguos propietarios, a estos no les haría falta nunca más, eran ceniza.

La mayoría de los muebles habían desaparecido, por lo que el mobiliario quedaba conformado por una gran mesa circular, sobre la cual jugaban los cuatro forajidos, varias sillas, un sofá viejo y una cama enorme  en una de las habitaciones anexas. Una hoguera calentaba la estancia principal.

-Venga, venga, ¡cubos fuera!-  rugió Fayde con su voz gutural. Los cuatro hombres levantaron los cubiletes de madera dejando ver las distintas combinaciones de dados que cada uno tenía.

-BAHH!!! 2 campesinos- dijo uno de ellos en primer lugar, ausente de pelo en la cabeza con una fea cicatriz en el ojo izquierdo.

-A ver, a ver….-  continuó otro de ellos, de espeso bigote canoso y tez morena

-3 damas y dos campesinos- concluyó, reflejándose en su cara una expresión satisfecha

-SI!!!!! 4  caballeros- exclamó el último de los lugartenientes, el más joven de todos ellos, derrochando una actitud risueña  y jovial, parecía totalmente fuera de lugar entre tales delincuentes.

-Señores, creo que he ganado sus monedas- estaba mirando los dados de su jefe, el cual tenía la cara arrugada por la decepción de no ser el ganador.

-Si no gano yo, ¡no gana nadie!- bramó entonces Fayde, dando un manotazo  a todos los dados y cubiletes, lanzándolos contra una de las paredes.

Mientras los cuatro hombres se enzarzaron en una nueva acalorada discusión, llena de insultos, voces y empujones, alguien llamó a la puerta. El más joven de ellos fue el que se levantó para abrir, los demás continuaron a lo suyo.

Era un miembro de la banda el que había llamado, de un ralo pelo rubio y barba de dos días, con una complexión media, parecía molesto

-Dreims- empezó diciendo

-Tenemos un pequeño problema-

Este se acarició la barbilla, fingidamente preocupado

-¿de qué se trata, jorgen?-

-Al parecer, Kainee se ha emborrachado de nuevo, y más de lo habitual, le ha dado una paliza a un campesino del pueblo, de los que montan guardia en los exteriores-

Dreims ni se inmutó

-¿Cómo ha quedado el desgraciado?-

Jorgen esbozó una ligera sonrisa

-Una pierna rota, cortes en la cara, moretones…se puede decir que ha sido un buen saco de tortas, el caso es que su mujer ha venido para quejarse-

-¿Cómo?-  jorgen borró la sonrisa de la cara ante la expresión de enfado de Dreims

-Pues eso, que la mujer ha venido a quejarse-

El joven tras pensar un poco sonrió

-Vaya. Vaya, se lo comentaré a Fayde, a ver qué opina-  y acto seguido entro de nuevo para buscar a su jefe.

Al enterarse de la noticia, el temible Fayde acudió a la calle, rápido como un rayo, seguido de Dreims, jorgen se encontraba ante la  llorosa mujer, los tres hombres la cercaron.

Fayde Thurg la inspeccionó detenidamente, con una expresión de lascivia prehistórica, pensando en qué hacer con ella.

Tenía sobre treinta y tantos años, algo entrada en carnes, seguramente por haber parido más de dos hijos, con un rostro sencillo  y común entre la población labriega, aun así no podía decirse que fuese fea.

Pero lo que realmente parecía en aquel momento, era  un guiñapo arrodillado llorando a mares e intimidada totalmente por Fayde.

-¿es esta?- dijo el jefe

-Sí, Fayde- respondió jorgen

Acto seguido, Fayde miró a la mujer

-¿es verdad lo de tu marido?-

-S-sí- fue lo único capaz de articular

-Bueno, me da igual- respondió  el hombre mientras la agarraba con la brutal tenaza a la que se asemejaba su mano, comenzó a arrastrar a la pobre desgraciada hacia la casa al tiempo que bramaba:

-¡Chicos! ¡Hoy tenemos diversión!-

Desde dentro se escucharon voces triunfales, desde fuera, un sollozo amargo.

IV

Entre medio de los gritos de dolor y lloros, Waltz se lamentaba ante la anciana curandera del pueblo por la marcha de Kirsten, aquella idea de quejarse a Fayde no le pareció correcta, pero poco pudo hacer en su estado para detenerla.

Estaba tendido en un lecho de paja, con el hueso de la pierna rota ya recolocado y entablillado a un trozo de madera bastante rígido con varias cinchas de cuero grueso, la anciana terminó de curarle los cortes producidos por los golpes y se recostó en una desvencijada silla de madera vieja.

-Tienes suerte de que yo aún esté aquí- dijo con su timbre quejumbroso y pausado la anciana

-Si me hubiese ido del pueblo como el  galeno, me habrían matado y  probablemente hubieses muerto de infección en la sangre-

A pesar de estar totalmente arrugada y fláccida por la edad, los ojos de la señora mostraban una viveza bastante inusual, con un aspecto casi místico, otorgado por aquella  gruesa túnica negra algo roída seguramente por los años de servicio prestados a la mujer.

-G-gracias, A-agatha- el pobre Waltz  solo podía hablar entrecortadamente por el dolor, estaba totalmente empapado por el sudor y con salpicones de sangre en la ropa.

-Fue Kainee entonces ¿no?- prosiguió Agatha

-N-no, e-en r-realidad, fue un e-extranjero-  Agatha entornó los ojos ante la respuesta

-¿seguro? Las noches del bosque negro pueden jugar malas pasadas, Waltz-

-T-te lo juro, f-fue un extranjero, e-era enorme, n-no tanto como F-Fayde, y vestía d-de n-negro entero-

La anciana se metió las manos en uno de los bolsillos y sacó un pequeño frasco el cual contenía un líquido verdoso, parecido al limo de las rocas.

-Toma una cucharada de esto cada vez que el sol se ponga o salga-  Agatha tosió un par de veces

-Te hará mejor cuerpo y no dejará actuar a las fiebres-

Después de las palabras de la anciana, Waltz tensó el cuerpo y pareció olvidarse del dolor que le atenazaba, con los ojos casi desencajados mirando en dirección a la mujer, una expresión de terror primordial cruzaba su cara. Agatha se sorprendió

-No te asustes, Waltz, no es ninguna pócima o hechizo de los que normalmente habláis cuando os referís a mí, solo son unas hierbas hervidas y mezcladas- esbozó una sonrisa ausente de dientes

Waltz alzó la mano y señaló de nuevo en dirección a Agatha

-El e-e-e-extra-a-anjero- siseó aterrorizado. Pero Agatha ni se inmutó, era demasiado vieja para eso, simplemente se resignó y giró la cabeza.

El extranjero del que Waltz habló estaba allí.

El hombre y la anciana se quedaron mirándose durante unos minutos, sin mediar palabra, con el pobre Waltz gimoteando a sus espaldas, fue Agatha quien empezó la conversación.

-Cierto que no eres de aquí- comenzó tranquilamente en contrapartida al horrorizado Waltz.

-En Kölne encontré a una mujer con tus mismas marcas que anduvo envenenando a un barrio entero durante meses- A Waltz le pareció que aquél extraño mostraba la misma frialdad que en aquella caseta de observación, a diferencia de que guardaba sus armas envainadas y ya no portaba cabeza alguna en la mano, pero la sangre seguía ahí.

Agatha se cubrió la muñeca derecha con la manga de la túnica, ocultando un tatuaje de color verdoso bastante desgastado que surcaba las arrugas del miembro, no pareció inmutarse.

-¿y qué pasó al final?-

-Fue quemada en una hoguera en la plaza de comercio de la ciudad, pero antes fue decapitada, se le arrancó la lengua y uñas después de cortar cada uno de sus dedos y manos, con una tenaza al rojo vivo se le arrancaron los párpados, y los ojos hirvieron en sus cuencas, también se echó sal sobre su cadáver sin vísceras y el obispo de Kölne pronunció las palabras del eterno castigo aplicando agua bendita sobre la sal, el  aceite con el que se prendió la leña de la hoguera fue santificado antes de ello-

Agatha permaneció impasible ante la historia del hombre, es más, una sonrisa se dibujó de nuevo en su rostro. Waltz era otra historia, estaba vomitando, con el pantalón cubierto de orín.

-No me equivoco si digo que fuiste tú el que le hizo todo aquello-

-No, así me lo pidieron y así lo hice-

La sonrisa de Agatha se esfumó de su rostro dejando paso a una mirada inquisitiva a aquel extraño.

-Ya veo, un cazador de brujas- añadió la anciana

-Según la zona, aunque más bien un cazarrecompensas-

-Pero viste que aquella mujer no usó magia alguna-

-No, sabía que era un veneno de lenta acción diluido en las pozas del barrio, la magia no existe, anciana-

-Cierto, y aun así, la mataste cruelmente-

-Sí, por 240 coronas de oro-

-¿me matarías a mí?-

-Depende del pago y los motivos- Aquél hombre carecía totalmente de sentimientos o escrúpulos, quedó bastante patente en aquella conversación, pero aun después de caer en cuenta en aquella evidencia, Agatha no dejó de hablarle

-Esa mujer se llamaba Anaïs, y era una renegada de nuestra cábala, hiciste bien, aunque no fuese ese tu motivo, aunque tienes que saber que una simple espada en el corazón la habría matado igualmente-

-Sí, pero las leyendas pesan mucho en todo el continente- fue su última respuesta.

Agatha se levantó de la silla y se dirigió medio cojeando hasta un pequeño cántaro de agua que había al lado de un armario, sacó un odre y lo lleno del líquido mezclado con unas hojas, tras esto fue con Waltz, lívido y casi en shock

-Tranquilo Waltz, este hombre solo viene a por Fayde y sus chicos-

Levantó la cabeza de Waltz y le obligó suavemente a beber al tiempo que giraba de nuevo la cabeza para encarar al hombre

-¿verdad?- dijo secamente

-Si- fue la escueta respuesta

-entonces, ¿Qué haces aquí?-

-Te vi entrar y decidí que serías útil en mi plan-

-¿y si me niego? ¿Me pegarás como a Waltz?-

-No, acabaré por mi cuenta con toda la banda y luego con todos los aldeanos- En los ojos del extranjero había un toque de ciega determinación.

Agatha  negó con la cabeza apesadumbrada,  aquel hombre iba en serio y cumpliría con su palabra.

-Está bien, te ayudaré,  pero antes te diré que los hombres como tú me dan pena, solos en el mundo, sin confianza en nadie, sin sueños ni motivaciones, únicamente entregados al placer de la caza humana, me lamento por ti, de verdad-

El extraño encogió los hombros  y se recostó contra una de las paredes, esperando a que Agatha terminara de dar de beber a Waltz, una vez hecho esto, la anciana habló de nuevo

-¿Qué quieres que haga?-

-Es simple, he visto que los hombres de la banda, los que no ostentan rango alguno, duermen en un enorme granero situado a varias casas de aquí-

-He acabado con cinco de ellos que se encontraban en los puestos de vigilancia exteriores, y a otros cinco que iban a relevarles, sobre la empalizada solo quedan aldeanos, hay otros dos más que están en el cuarto de la guardia frente a las puertas-

Agatha asintió

-Todo eso es cierto-

-Es sencillo, dirás a los aldeanos apostados en las empalizadas que han venido a salvarlos y que no actúen de ninguna manera anómala, luego irás al cuarto de la guardia y harás que los hombres salgan, me encargaré de ellos dos, luego prenderé el granero para que los que estén allí dormidos ardan, finalmente iré a por Fayde, que saldrá al enterarse del fuego-

-¿y si queda algún criminal por las calles o en la taberna? Quizá puede que alguno de ellos ande violando a cualquier mujer- apuntó Agatha

-ya me encargué de eso, no hay nadie, y en el granero están todos profundamente dormidos, nadie se levantará-

-Y si…- comenzó a decir Agatha antes de que el extranjero la cortara

-Y si nada, muévete y haz lo que te he dicho, yo estaré en las sombras-

Agatha asintió y se dispuso a partir.

La mujer gritó a pleno pulmón llena de temor sabedora de lo que iba a pasar a continuación. Sería brutalmente violada sin ningún tipo de remordimiento. Se agitó como un caballo rabioso en el suelo, golpeaba con el brazo libre a Fayde, pataleaba el suelo a gran velocidad, se retorcía,  incluso le clavó las uñas a su captor, y varios hilos de sangre corrieron por el antebrazo de este. Pero fue inútil, Fayde ni se inmutó, simplemente la arrastraba como si fuera un saco de patatas por el interior de la casa.

Los 2 hombres que no  habían salido del edificio, coreaban el nombre  de su jefe, alzando los brazos y riendo como dementes mientras insultaban a la pobre mujer, esta respondía amargamente con gritos de “No” y “soltadme” principalmente.

Pronto, Fayde terminó de arrastrarla hasta la mesa de la sala principal, allí la soltó, y la mujer, movida por el instinto de supervivencia más básico intentó escapar, pero se detuvo en seco cuando Dreims la pateo en las costillas

-Estate quieta, mujer, o sangrarás por más sitios de los que te corresponderán-

Todos rieron ante la ocurrencia del joven, hasta Jorgen, que había seguido a sus superiores con la intención de participar en el acto. Fue en vano, ya que Fayde le dijo sin girarse

-Jorgen, ve a la taberna y trae más vino, luego, si quieres, puedes mirar, así tendrás detalles que contar a la tropa-

El secuaz bufó con desaprobación

-Jefe…-empezó a decir

-Nada de jefe, haz lo que te he dicho- rugió Fayde. Jorgen desapareció con la cabeza gacha y sin rechistar.

Entonces, todos callaron y rodearon a la mujer con sonrisas lascivas, conscientes de que las torturas a las que iban a someter a la mujer comenzarían pronto, si sobrevivía sería un milagro.

El jefe de la banda agarró de nuevo a la mujer, pero esta vez del pelo y la obligó a levantarse, esta aulló de dolor llevándose las manos hacia la presa que mantenía Fayde. Este una vez levantada la mujer, la abofeteó fuertemente haciéndola caer derrumbada encima de la mesa, con sangre manando a través de su boca.

Tras esto,  volvió a caer de rodillas al suelo, Fayde volvió a levantarla, pero esta vez propinando un tirón más fuerte y seco, arrancándole incluso mechones de pelo.

La alzó sobre la mesa y la dejó caer con violencia sobre esta, cuando la víctima pataleó para defenderse y golpeó a Fayde, este le devolvió el golpe  en el estómago,  haciendo que se le cortase la respiración al tiempo que se doblaba como un ovillo.

El calvo de la cicatriz en el ojo intervino, agarró a la mujer por los brazos y la obligó a estirarse, haciendo que jadease medio ahogada, aún sin recuperarse del golpe. Dreims la agarró de las piernas y el último lugarteniente de la banda le arrancó el vestido por trozos propinando fuertes tirones de la ropa que dejaron marcas en varios puntos del cuerpo de la mujer.

Su cuerpo quedó desnudo, blanco como la nieve, de tacto suave y sin mácula alguna, sus grandes pechos subían y bajaban frenéticamente por el miedo, y los pezones rosados, duros como escarpias, apuntaban al techo de la sala, la mujer cerró las piernas, pero si pudo hacerlo fue únicamente por que Dreims así lo permitió, aflojando lo indispensable la presa que mantenía, ocultando temporalmente el miembro femenino por la capa de espeso vello púbico rizado que poseía.

Fayde apartó al subalterno que le había quitado la ropa a  la mujer, y con su áspera mano acarició la cara de esta, la cual mantenía girada, para intentar ocultar a aquellos desalmados la vergüenza y dolor extremos que sentía su alma herida.

La mano de Fayde se deslizó lentamente por el cuello de la desdichada, en un burdo intento de parecer un amante gentil, continuó por los hombros hasta el hueco entre los senos, en donde sólo puso un dedo.

Después, agarró con las dos manos cada pecho, achuchándolos bruscamente, observando cómo estos se apretaban y volvían a su posición original con una expresión divertida en el rostro. Se agachó y comenzó a sorber los pezones de la mujer, con la cara envuelta en amargas lágrimas y con un gemido lastimero en la garganta. Fayde continuó a lo suyo, estrujando y lamiendo los pechos, cada vez con más rapidez y fuerza, incluso en ocasiones los mordisqueó, produciendo pequeñas heridas en la carne y arrancando gritos de dolor de la mujer.

Pasado un rato,  Fayde continuó la travesía de su mano derecha rozando las costillas para recrearse después un poco en el vientre, mientras que con su otra mano y la lengua se entretenían en la  primera parada.

La brusca mano bajó la velocidad cuando descendió a través del monte de venus y llegó al vello inferior, enredando los dedos con este,  como si de un juguete se tratase, pero duró poco el descanso en el recorrido.

Cuando la mano de Fayde llegó a su entrepierna, la mujer intentó con toda su alma cerrar las piernas para que fuesen como una impenetrable muralla, pero pronto entendió que no sería así por mucho tiempo.

Dreims aplicó la fuerza suficiente para separarlas y dejarle vía libre a su jefe, el cual no perdió tiempo y comenzó a rozar con un dedo los labios externos, ante los aullidos de agonía de la mujer.

A continuación entró en juego otro dedo más con el que separó los pliegues exteriores de la mujer, para poder con un tercer apéndice tocar los interiores de su víctima. Estaba apretada, mucho más de lo normal debido a la situación, pero esta vez tampoco pudo hacer nada ante sus captores, y rápidamente acompañado de dolor, el primer dedo de Fayde comenzó a entrar y a salir de ella.

-te gusta, ¿verdad, puta?-  Y escupió a la mujer a la cara con todo el desprecio del mundo. Sus hombres rieron.

-Pero esto solo es el principio, ya veras, al final te acabará gustando-

Insertó el segundo dedo

-Chicos- dijo Fayde mirando a sus hombres

-Espero su mejor trabajo y atención a esta mujer, no olviden que está ansiosa por llenarse con nuestros jugos, así que complázcanla vaciándose dentro de ella- los hombres volvieron a reír.

-Bueno, empecemos-  Fayde dejó a la mujer para quitarse los pantalones, revelando lo bien dotado que andaba de  miembro, también recubierto de espeso pelo, al igual que todo su cuerpo.

-Quita, Dreims- dijo al tiempo que apartaba a este para encarar a la mujer. La agarró de las piernas y tras doblarlas las desplazó hacia arriba, haciendo que el espacio para poder penetrarla estuviese más libre de movimiento.

-Aulkas, gírale la cara, quiero que me mire a los ojos mientras la hago sentir mujer- el hombre del bigote cano, obedeció a su jefe agarrando el rostro de esta y propinando otro fuerte tirón, encaro sus ojos con los de Fayde.

-Bueno, señorita, quejas admitidas, voy a hacerlas efectivas-

En ese momento, Fayde, totalmente erecto, apretó la punta de su miembro contra el de la mujer, y comenzó a empujar lentamente hacia los adentros de esta, produciéndole desgarros en su interior debido al desesperado intento de ella, contrayendo su vagina para que la cosa no llegara a mayores.

La mujer gritaba al tiempo que lloraba de impotencia a cada centímetro que Fayde le introducía,  hasta que el criminal terminó por entrar en su totalidad, suspirando como un animal por el placer.

-Esta mujer está muy apretada, chicos, habrá que agrandarla por dentro-

Comenzó a hacer los movimientos de entrada y salida lentamente pero con fuerza cuando terminaba de penetrarla, dando violentos empujones a las partes de la mujer, zarandeando incluso hasta la mesa.

Al poco de comenzar, los movimientos de penetración fueron aumentando hasta un ritmo terriblemente endiablado y violento, parecía como si Fayde lo hiciese a propósito para intentar partir a la mujer en dos y provocarle el mayor daño posible.

En este punto, la desgraciada dejó de resistirse, limitándose a que sus lágrimas corrieran por sus mejillas, el hombre que le apresaba los brazos la soltó, y entonces quedó reducida a un simple cascarón desprovisto de alma, a un mero juguete en manos de  demonios con cuerpo de hombres.

Al verla rendida, Fayde continuó violándola, con la máxima brutalidad que le permitía su cuerpo, mientras el macabro acto continuaba, el líder de los criminales pellizcaba con violencia los pechos de su víctima, enrojecidos por dichas acciones, morados en algunos puntos. Mientras más placer obtenía Fayde penetrando a la mujer, más violento se volvía, ahora golpeaba el rostro de su presa, propinaba puños en sus costillas y la agarraba de la garganta para provocarle ahogos.

-Puta, puta, puta- exclamaba mientras que la saliva corría por su barbilla debido al éxtasis, sus hombres contemplaban la escena, desnudos hace tiempo, masturbando sus miembros para endurecerlos mientras aguardaban su turno.

Fayde  Se acercaba al clímax, jadeando del esfuerzo y placer, con la cabeza apuntando hacia el techo de la sala

-Toma, toma, toma- exclamó mientras la acometía con toda su rabia, hasta que finalmente explotó con un aullido de placer prodigioso, derramando toda su savia dentro del útero de la mujer. El cuerpo se le tensó y los músculos permanecieron rígidos hasta que el pico más alto del placer sentido comenzó a descender hacia su fin.

Satisfecho, Fayde se retiró de la entrepierna de la mujer, dejando un reguero de semen corriendo por las nalgas de la desgraciada.

-Chicos, vuestro turno, hacer lo que queráis-

La violación continuó durante un par de horas, en las cuales, la pobre mujer de Waltz fue penetrada por los dos orificios inferiores de su cuerpo, incluso una de las veces los tres hombres se encontraron dentro de ella, en la boca, ano y vagina, derramándose en los citados huecos de Kirsten.

Pero no se limitó solo a eso, los hombres, entregados a mayores depravaciones, golpeaban a la mujer donde les apetecía, le provocaron cortes con cuchillos en innumerables partes de su cuerpo, introducían otras veces objetos por la entrepierna y recto de ella, produciéndole lesiones en el interior de estos. Hasta que finalmente acabaron rendidos, momento el cual la arrojaron contra una esquina, dejándola cubierta de sangre, sudor y semen, con el alma arrancada tras un acto tan miserable que el infierno sería poco castigo para ellos. Pero no era nada que ellos no hubieran hechos anteriormente.

Una vez que los hombres se vistieron de nuevo, fue Dreims el que habló

-Bueno, señores, creo que ya tenemos otro juguete- dijo sonriendo

-Sí, hasta que se nos rompa del todo- añadió Aulkas para provocar una carcajada en todos ellos. Un único golpe en la puerta llamó la atención de los cuatro hombres, fue Dreims el que intervino de nuevo

-Será Jorgen con el vino, pero ya para nada, le fustigaré por ser tan inútil-

Sus otros dos iguales asintieron, pero Fayde no, mantenía el rostro serio

-Algo está ardiendo-

Agatha había terminado por avisar a los aldeanos que custodiaban la empalizada. Los dos hombres de la banda de Fayde que se encontraban vigilando la situación en la caseta de la guardia no se dieron cuenta de ello, demasiado aburridos por la rutina, o demasiado dormidos por el vino y el cansancio.

El extranjero aguardó a que Agatha se acercase a aquella caseta, oculto bajo las sombras de la noche y la nevada.

La anciana tardó en recorrer el camino que la llevaba a su destino final, aquél misterioso hombre pensó en ello y se encogió de hombros, era normal en una mujer de su edad.

Transcurridos unos interminables minutos, por fin vio como Agatha se acercaba con paso renqueante por una calle lateral, se había arrebujado con esmero en su pesada túnica ya que sus huesos sentían más el frío por su avanzada edad.

Se dispuso a preparar la ballesta, únicamente le quedaban 2 virotes, y los gastaría en breves. Agarró una pequeña palanca situada en la parte inferior del arma y la echó hacia atrás lentamente, los engranajes comenzaron a chirriar accionando el mecanismo tensor de la cuerda de la ballesta, pocos segundos después, colocó el virote en su alojamiento de disparo y volvió a echar de nuevo la palanca hacia adelante, deslizándose esta con libertad por el rail sobre el que circulaba al estar la cuerda tensada y enganchada en su posición más retrasada. A decir verdad era un gran ingenio de la tecnología armamentística de la época, ideada por él mismo (conceptualmente) y fabricada por un reconocido armero germano. Le fue entregada como pago por una misión algo delicada que solvento con gran éxito para el Archiduque de Mainz.

A parte de la obra maestra de ingeniería, el arma tenía un acabado exquisito, de madera de roble lacado en un gris oscuro constituyendo el cuerpo, siendo para el arco el fresno, lacado en el mismo color, con  cuerda trenzada encerada con aceite como tensor. Las cantoneras eran de un acero liviano, al igual que unas chapas grabadas  en los laterales con  un oso rampante a modo de decoración, la culata y el disparador estaban recubiertos del mismo material, pero ornamentados para resaltar la belleza estética de la pieza.

7823 coronas de oro costaba dicha arma, teniendo en cuenta el sistema especial de montado, el tamaño (que era superior al habitual teniendo en cuenta el sistema interno de engranajes) y las filigranas.

Agatha se estaba acercando a la caseta, y aquél extraño levantó la ballesta y apuntó dirección a la puerta, aguardó preparado mientras la anciana tocaba a la puerta.

Por suerte solo salió uno de los hombres a ver que sucedía, con lo cual tendría más tiempo para recargar.

El bandido y la anciana entablaron una conversación algo acalorada, y no pasó mucho tiempo hasta que el criminal decidió darla por terminada.

Chasquido, zumbido y silbido final. Fue lo que precedió al virote antes de atravesar la cabeza de aquel forajido y clavarla contra el marco de la puerta, iniciando una sangrienta explosión de hueso y cerebro.

Viendo que no era el mejor lugar para quedarse, Agatha se alejó de escena al paso más rápido que pudo, el compañero del muerto salió rápidamente al escuchar el ruido y se echó la mano a la espada, andando a grandes zancadas hacia Agatha, gritándole que se detuviera, probablemente le rajaría la garganta.

No fue así, ya que antes de que la anciana fuese alcanzada por su perseguidor, el extranjero recargó su arma y con un certero impacto fulminó al último de los bandidos de la caseta, dejando  un penacho del virote sobresaliendo por la espalda del enemigo a la altura del corazón.

Cuando su perseguidor cayó, Agatha se paró intentando encontrar al hombre que la había inducido a iniciar el plan de la masacre.

Solo consiguió verlo cuando este quiso que así fuese, apareciendo de su sombrío escondite mientras se colgaba la ballesta a la espalda, Agatha permaneció inmóvil observándole durante un momento, hasta que finalmente levanto una mano huesuda en señal de saludo. El hombre alzó la cabeza para corresponderla.

Ahí fue cuando se giró y comenzó a correr hacia el granero donde los hombres restantes dormían a pierna suelta. No había mucha distancia desde su posición, pero no podía perder tiempo. Al llegar, sin hacer mucho ruido echó un vistazo al interior para comprobar que todo seguía igual. Así era.

Cogió  un extremo de la cadena que servía junto al candado tirado en el suelo para cerrar la estancia y la pasó por el tirador de la otra parte de la puerta, acto seguido cerró el candado en torno a ellas para que nadie desde dentro pudiera abrirlo y  se dispuso a recoger una antorcha que había preparado para la ocasión anteriormente. Sacó de uno de los bolsillos del pantalón un trozo de yesca y pedernal para encender la tea, que a pesar de la nieve que caía encendió rápidamente. Corrió de nuevo hasta uno de los laterales del granero por donde había una ventana alta sin cristal que daba directamente hasta las repisas del lugar donde había almacenadas bastantes alpacas de paja. Balanceó la antorcha y de un lanzamiento limpio la coló por la abertura.

La paja ardió a la velocidad del rayo, y las llamas pronto se extendieron por los puntales de madera y el techo, cuando los primeros en despertar se dieron cuenta de la situación, era demasiado tarde, las llamas se extendían a velocidad de vértigo por el local, y pronto, los hombres de adentro se apelotonaron en la puerta intentando abrirla a base de empujones y golpes. Pero era demasiado tarde y la puerta comenzó a arder, y los gritos de pánico se convirtieron en una ardiente agonía de muerte. El granero envuelto en llamas despedía un enorme tufo a carne quemada.

Fue entonces, al girarse para alejarse del incendio, cuando contemplo a uno de los miembros de la banda cargando un cántaro en dirección a una casa bastante grande. El hombre se quedó boquiabierto observando en primer lugar las llamas, y en segundo a aquel hombre vestido de negro.

Jorgen soltó rápidamente el cántaro y corrió a toda velocidad hasta su destino, pero no llegó vivo, ya que el misterioso extranjero sacó otra pequeña ballesta de mano  del interior de su gabardina y le disparó alcanzándole en el cuello. Jorgen se desplomó de bruces contra la puerta de la casa.

Fayde se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta, en esos momentos el olor a madera y carne quemada era más que evidente, al abrirla, comprobó lo que sucedía. El granero en llamas y el cadáver de Jorgen, cerró la puerta con un sonoro golpe.

-¡VIENEN A POR NOSOTROS!- bramó

-¡A LAS ARMAS!-

Los cuatro hombres se dirigieron a través de un pasillo hasta una pequeña habitación donde tenían las armas.

Dreims y Aulkas cogieron escudo y espada, el de la cicatriz en el ojo un pesado martillo de guerra, y Fayde un enorme Zweilhänder casi tan alto como él.

Salieron a la calle atropelladamente, olvidándose de las armaduras, y entonces fue cuando le vieron.

Caminaba lentamente hacia ellos, envuelto en sus oscuros ropajes, con la luz  de las rugientes llamas a su espalda, parecía que su misma sombra ocultaba su figura, impresionando con su tamaño por poco menor que el de Fayde, con la discrepancia de que su jefe parecía más una fuerza de la naturaleza  en vez de una bestia esculpida en la más absoluta negrura como indicaba el aura de aquel extraño que producía en sus mentes.

Entonces el extranjero se paró y desenvainó sus  dos similares cuchillos de caza con la característica sierra en la parte posterior, el combate a muerte empezaría en breve.

Fayde exhortó a sus lugartenientes, los cuales  habían quedado algo pasmados por aquella inquietante presencia. El primero en reaccionar fue Aulkas, que cargó gritando contra el hombre vestido en negro.

Intentó finalizar la carga embistiendo con el escudo, pero su contrincante se echó rápido hacia atrás de un salto justo cuando Aulkas pareció llegar a impactarle, aquél movimiento hizo que la previsión de la embestida fallase, y Aulkas no tuvo tiempo de frenarse lo suficiente para rehacerse debido a la inercia, y la imprevisibilidad del movimiento le cogió tan de sorpresa que continuar con la carga con la misma velocidad no pasó por su cabeza. Es fue su error, su rival aprovechó ese pequeño desconcierto para avanzar hasta él, le golpeó la espada con uno de sus grandes cuchillos, haciéndosela caer mientras que con su segunda arma cercenaba la misma mano. Aulkas calló de rodillas gritando como un poseso, soltando el escudo y agarrándose con su extremidad restante el muñón sanguinolento, el extranjero, sin perder tiempo, clavó uno de sus cuchillos en la cara de Aulkas por la parte de la sierra.

La hoja se incrusto en los huesos faciales a la altura de los ojos con un sonoro crujido, acto seguido serró el rostro de Aulkas de un rápido movimiento. El hombre cayó muerto con la cara total y completamente desfigurada.

El siguiente fue el de la cicatriz en el ojo, este cargó sin proferir ningún grito de guerra, el extranjero sacudió de un rápido movimiento circular la carne anclada a la sierra proveniente del rostro de Aulkas y se dispuso a confrontar a su nuevo enemigo. Este cargó algo más despacio después de haber visto el movimiento por el cual derrotó a su compañero, e intentó asestar el primer golpe con su pesado martillo,  en  transversal  de derecha a izquierda descendiendo.

El extranjero volvió a esquivar a su enemigo echándose a un lado, y cuando este intentó aprovechar el balanceo de su arma para continuar el ataque, se encontró con una de las hojas serradas atravesándole la axila y llegando hasta los pulmones. Falleció en el acto entre gorgoteos sanguinolentos.

Dreims se quedó aterido por el miedo mientras que aquél temible adversario se acercaba a paso lento hasta él. Las rodillas comenzaron a temblarle y la vejiga le falló drásticamente, empapando sus pantalones. La situación no era una la cual hubiese visto con anterioridad, ya que normalmente su banda daba golpes rápidos y efectivos, aun en el caso que de entre las filas asaltadas se encontrase un hombre de singular habilidad, nunca había supuesto problema para el veterano Aulkas o el despiadado Tzibor. Menos aún para Fayde, al cual había visto matar a varios hombres de un golpe.

Pero aquello era distinto, aquel misterioso enemigo, solitario al parecer, había acabado con dos guerreros superiores en habilidad a él sin inmutarse lo más mínimo, Comenzó a retroceder trastabillado, sin darse cuenta de que su jefe alzaba el Zweilhänder a sus espaldas, y menos aún pudo sentir como era partido en dos de un potente espadazo.

-Dreims, maldito cobarde- fueron las últimas palabras que escuchó el joven.

Fayde echó un vistazo en derredor. Seguramente toda su banda muerta, el granero en llamas con los cadáveres carbonizados de estos. Dos lugartenientes asesinados con demasiada facilidad, y otro de ellos acabado por él mismo al mostrar cobardía.

Pero lo que le irritó aún más, fue el observar como los aldeanos, armados con horcas, hachas de talar, antorchas y utensilios varios del campo, se habían juntado en derredor de los dos contrincantes, ansiosos de que aquél misterioso hombre acabase con su vida, ya que ellos, aun contando con superioridad numérica jamás se atreverían a acercarse a Fayde y su espada gigante.  Al fin y al cabo solo eran asustados campesinos.

Pudo ver a Waltz a cuya mujer habían violado brutalmente, con la pierna entablillada ayudado por dos hombres, y a Agatha la curandera anciana liderando al pueblo. Fayde se juró a sí mismo acabar con aquel hombre y con los aldeanos después. Que sirviera de lección.

Fayde levantó el Zweilhänder y encaró a su enemigo, avanzó dando pasos cortos hasta él, no cometería el error de apresurarse y que el extranjero usase eso como ventaja. Su objetivo aguardaba con los brazos colgando hacia el suelo, sujetando con firmeza sus armas, entabló contacto visual con el enemigo, percibiendo el color gris de sus ojos, estos no mostraban miedo o temor alguno, más bien un brillo sangriento en ellos.

Con velocidad impropia para el manejo de tan pesada arma, Fayde descargó un primer golpe descendente contra su oponente, este la esquivó grácilmente echándose de nuevo para atrás, dejando un surco de nieve hendida allí donde Fayde descargó el arma. El jefe de los difuntos bandidos se colocó con la guardia alta rápidamente, a la espera de recibir el ataque enemigo, pero no fue así, este volvió a coger la distancia de combate que tenía anteriormente. A Fayde le hervía la sangre en las venas de rabia, y haciendo uso de ella, dio rápidamente un paso adelante acompañado de un apocalíptico tajo horizontal a la altura de los hombros de su objetivo. Entre los aldeanos se escuchó un suspiro de temor multitudinario durante los escasos segundos en los que la hoja de Fayde avanzaba con fatídico destino hasta su oponente.

Tampoco surtió efecto.

El extranjero se tiró rodando hacia adelante con un movimiento felino para esquivar la hoja de Fayde, y desde el suelo golpeó con los pies la rodilla izquierda del jefe criminal, consiguiendo que esta se partiese y haciendo caer a Fayde de rodillas gritando. Acto seguido se incorporó a la misma posición del jefe criminal y lanzó un golpe en horizontal que rajó el abdomen de Fayde de parte a parte.

El líder de la banda bramó dolorido y soltó el Zweilhänder, llevándose las manos al vientre para intentar que sus tripas ensangrentadas no cayesen al nevado suelo.

Del gentío se alzaron multitud de vítores y aclamaciones, sabedores de que Fayde moriría pronto, señal de su liberación final, los aldeanos supervivientes a la banda se arremolinaron alrededor de los dos combatientes, jaleando a su salvador e insultando a un moribundo Fayde, aunque el respeto aún permanecía en sus cabezas y nadie se atrevió a tocarle.  Agatha se colocó junto al extranjero, ya incorporado del todo, mientras este limpiaba sus armas sobre su chaleco.

-Gracias, extranjero, nos has salvado-

Este miró a la anciana, impasible como siempre, y encogió los hombros

-Bueno, beneficios colaterales-

-Sí, pero sigo teniendo que darte las gracias en nombre de todos-

En ese punto, Waltz se acercó a la pareja llevado por los dos hombres que le ayudaban a moverse

-G-gracias, noble señor, c-creo que gracias a usted, m-mi mujer  podrá v-venir a casa de n-nuevo-

-¿tu mujer?-

-S-sí, fue a q-quejarse a F-fayde cuando se ent-enteró de lo de mi pierna-

No se lo podía creer. Si eso era verdad, aquella mujer quizás ya estaría muerta, por su culpa.

<> pensó amargamente, y sin mediar palabra corrió apartando a la muchedumbre hacia el anterior escondite de Fayde.

Encontró a Kirsten acurrucada en la misma posición en la cual los bandidos la habían dejado cubierta de ponzoña y sangre.  Se lo había hecho encima todo, y se sentaba sobre sus propias heces.  El extranjero se arrodilló delante de ella y quedó contemplando con cierta pesadumbre el resultado de los actos que habían cometido con aquella pobre infeliz.

Kirsten giró la cabeza hacia el hombre de negro, lentamente, ya no sentía miedo, si no resignación.

-¿tú también me lo harás?- una solitaria lágrima corrió por su mejilla ensangrentada

-No, he venido a llevarte con tu marido-

-¿con Waltz?-

-sí, te está esperando fuera-

-¿y Fayde?-

-Le queda muy poco de vida, acabé con él-

Al enterarse de la noticia, Kirsten estalló en lágrimas y se lanzó a abrazar al extranjero

-Gracias, gracias, de verdad-

El hombre,  en un acto de compasión que no sentía desde hacía largos años, recogió una manta de la cama, cubrió a la mujer y la alzó para llevarla junto a su marido.

Agatha observó al extranjero salir con la mujer de Waltz en brazos, y comprendió el destino sufrido por ella y las heridas en el alma que nunca desaparecerían, a su lado, Waltz vio lo mismo que ella y calló al suelo, maldiciendo a Fayde por sus actos. El extranjero dejó a Kirsten junto a su marido y volvió a encararse con Fayde, que continuaba como le habían dejado, con la vida escapándose de entre sus dedos.

Sin mediar palabra, el forastero desenvainó uno de sus cuchillos de caza, y tras insertarlo en la entrepierna de Fayde, serró su miembro viril y testículos, los recogió del suelo, después golpeó con el pomo de su arma la mandíbula del criminal, partiéndosela al instante, quedando  esta colgando en una posición anómala.

-Por muy asesino que seas, esto- dijo enseñándole el cercenado miembro –no te da ningún derecho a cometer el acto que hiciste con esa mujer, y con ninguna-

Terminó por introducir los apéndices sanguinolentos en la garganta de Fayde a través de su mandíbula rota, muriendo este ahogado con sus propias “armas”.

Una vez fallecido, el extranjero se dispuso para partir, había una recompensa que cobrar y muchos quilómetros que recorrer.

Antes de irse, se dio cuenta que con su acto final, había enmudecido a la muchedumbre, sorprendidos a la vez que atemorizados  por lo ocurrido.

Pero no dijo nada más y emprendió la marcha, apartó a la gente a su paso, dispuesto a abandonar la aldea de Ascher, una voz senil le detuvo

-Extranjero, hoy has hecho otra vez el bien, aunque no estés de acuerdo con el-

El interpelado hizo su gesto característico de encogimiento de hombros

-A veces, el trabajo me lleva a ello-

-Antes de que te vayas, me gustaría que me dijeras cómo te llamas, para no olvidarte durante los pocos días que me quedan de vida, así podré rezar por tu alma perdida-

-Tenéis que clavar el cadáver de Fayde en una pica en la puerta principal, para que los hombres del conde de Friburgo corroboren su muerte-

-No puedes contestar a lo que te he dicho ni pidiéndolo por favor, ¿tanto asco te damos?-

El extranjero se paró en seco, Agatha pudo ver como apretaba uno de sus puños y agachaba la cabeza durante un instante.

-Von Drakken, me llamo Blake Von Drakken, medeshi-

Y así, habiéndose visto liberados de la tiranía de Fayde, aunque a un alto precio, Agatha observó con una franca sonrisa de aprecio como Blake se alejaba de Ascher para no volver jamás.

-Buena suerte, Blake Von Drakken, que los dioses miren por tu alma-

Finalizó en voz baja Agatha contemplando nuevamente nada más que sombras y nieve