Caminos cruzados (6)

CAPITULO VI – Remordimiento. --empiezan a aclararse algunas cosas--

CAPITULO VI – Remordimiento.

Algunas semanas después, las cosas entre María Fernanda y Sofía estaban en relativa calma. Sofía desistió de la idea de volver a tratar con Eva, más por evitar que María Fernanda se acerque a ella que por no querer hacer negocios. Era primera vez que desistía de hacer algo por una mujer, no era una conducta propia de ella, que estaba acostumbrada a tomar lo que quería cuando lo quería. El carácter de María Fernanda era su talón de Aquiles.

Esa noche, Sofía se quedó en casa de María Fernanda por pedido de ella. Tuvieron una cena romántica, que impulsó a Sofía a querer más de ella. Estando en su habitación, María Fernanda se alistaba para dormir, sin embargo, Sofía se abrazó a su cuerpo desnudo y comenzó a llenarlo de besos. Recorría con destreza sus senos, su abdomen, acariciaba levemente su sexo, y llevaba de nuevo sus manos hasta su rostro, donde dejaba anclados los más tiernos besos que podían salir de ella.

Se subió sobre ella, y comenzó un vaivén acompasado, que fue aumentando su ritmo en la medida que su excitación aumentaba. De pronto, quiso hundir sus dedos en el sexo de María Fernanda, pero, notó que ella no estaba húmeda. Se detuvo, y se sentó a su lado.

- María Fernanda. ¿Qué ocurre?

María Fernanda solo la miraba, no sabía qué decir. Sofía se levantó de la cama y comenzó a vestirse.

- ¿Te vas? – Preguntó María Fernanda, levantándose a toda prisa de la cama.

- Tienes asuntos sin resolver, desde que volviste a verla, eres otra. Por mi bien y el tuyo, me iré de tu lado hasta que resuelvas lo que sea que tengas con ella.

- No, por favor, no te vayas. – María Fernanda la tomó del brazo.

- Necesitas aclarar tus cosas con ella. No importa quien venga a tratar de hacerte feliz, mientras estés estancada en eso, no podrás corresponder a nadie. No entiendo, ella te engañó, yo jamás haría tal cosa, pero ahí andas, pensando en ella.

- Las cosas no son así…

- Entonces, ¿Cómo son?

- ¿Prometes quedarte si te digo?

- Bien… de acuerdo.

- Ven… – María Fernanda la invitó a acostarse junto a ella.

María Fernanda la miró, lágrimas comenzaban a salir con espontaneidad.

- No fui del todo sincera. Y me pesa…

- ¿Sincera con quién?

- Con Eva…

FLASHBACK

María Fernanda caminaba con paso firme hacia su oficina. Acababa de discutir con Eva por haber olvidado devolver unos papeles a Martina que ella necesitaba urgente. Antes de abrir la puerta, pensó que debía recordarle a Eva que esa tarde tendrían una reunión de negocios con un nuevo cliente, así que se regresó. Al salir, la puerta había quedado entrejunta, la escuchó hablando por teléfono, y su sangre hirvió.

- Soraya…

Soraya: - (inaudible)

- Dime, ¿qué quieres?

Soraya: - (inaudible)

- ¿Para qué quieres verme?

Soraya: - (inaudible)

- Bien, las pondré en contacto con alguien para que atienda su requerimiento.

Soraya: - (inaudible)

- ¿Qué diferencia hay?, tengo Ingenieros muy capaces.

Soraya: - (inaudible)

Tras una breve pausa, Eva respondió.

- Mandaré a alguien por ustedes. Te veo en unos minutos.

Soraya: - (inaudible)

María Fernanda estaba hecha una fiera, pero evitó la confrontación, fue por su cartera y salió del edificio.

Estuvo caminando por largo rato en el centro comercial, necesitaba despejarse, no pensar… Se sentó en una cafetería y ordenó una taza de mocaccino.

Mientras bebía su café, sintió que unas manos cubrieron sus ojos. El perfume le resultó familiar, volteó de inmediato para ver de quién se trataba.

- Dichosos los ojos que te ven.

- ¿Paula? Tamaña sorpresa. – María Fernanda se levantó a abrazarla con todo lo que daba su cuerpo.

Paula, la mujer que María Fernanda saludó, era una vieja amiga de la universidad. Ella era alta, cabello con rulos bien definidos de color ocre, su piel era blanca, y sus ojos verdes. Era un monumento de mujer, dado el volumen de sus atributos femeninos.

- ¿Cómo estás, mi amor? – La mujer le dio un beso en la mejilla muy coqueto.

- Vamos a decirte que bien para no entrar en mayores detalles. Tiempo sin saber de ti. ¿Qué has hecho? ¿Cómo has estado?

- No tan bien como tú. Mírate, estás hermosa. – Paula la miraba con ansias.

- No empieces, deja que te invite un café.

- ¿Y luego?

- Nada, luego nada.

- Al menos me darás tu número, digo, para saludarte de vez en cuando.

María Fernanda dio su número a la mujer, además de invitarle un café. Esta no sería la primera vez que sus vidas se cruzarían, de hecho, muchas veces tuvieron “encuentros” en uno que otro baño de discoteca, años atrás. Luego de ese café, cada noche intercambiaban mensajes, muchas veces, María Fernanda se trasnochaba hablando con ella, aún con Eva durmiendo a su lado.

Más adelante, Paula aparecería de nuevo en la vida de María Fernanda, en el mismo centro comercial. Esta vez, estaba con Eva, pero, ella vio a Soraya discutiendo con un hombre, quiso acercarse y sin importar lo que ella pudiera pensar, la dejó ahí y fue a ver lo que sucedía. María Fernanda se quedó ahí, pero en ese instante, Paula se acercaba a ella. María Fernanda se alejó de Eva y acortó camino con Paula, la hizo caminar en sentido opuesto y comenzó a conversar con ella.

- No me digas que viniste a verme.

- No seas creída. Sácame de aquí.

- ¿Pasa algo?

- Solo haz lo que te digo.

Paula hizo lo que María Fernanda le pidió. Fueron al estacionamiento, caminaron hacia el vehículo de Paula. Al llegar, Paula le cercó el espacio, dejándola entre ella y el carro, sin posibilidad de escapar.

- Y, ¿entonces? ¿Me vas a decir lo que ocurre? – La mujer insistía.

- ¿No puedes solo callarte y hacer lo que pido?

- Depende de lo que me pidas.

Paula empezó a besar el cuello de María Fernanda, ésta no opuso resistencia, su enojo con Eva fue un impulso para avanzar con aquello.

- Aquí no. – Dijo María Fernanda.

La mujer la soltó, ambas se montaron en el vehículo y fueron a un hotel cercano.

María Fernanda entró con Paula en el lugar, en ese momento era presa de la excitación, no estaba pensando con claridad. En su mente, se formó la idea de Eva y Soraya estando juntas, eso aunado a sus celos, fueron un detonante de lo que estaba por suceder.

Cuando estuvieron en la habitación, María Fernanda se abalanzó sobre Paula.

- No tengas compasión.

Paula sonrió, y se dio gusto de esos exquisitos labios que tantas veces juguetearon entre sus piernas en épocas de antaño. Sí, fueron amantes, y amantes ardientes. Hasta que María Fernanda conoció a Jezabel, su ex, y se enamoró perdidamente.

Paula la desvistió con desesperación, María Fernanda hizo lo propio. Se devoraron la boca con intensidad, Paula succionaba la lengua de María Fernanda, quien gemía solo con sus besos. Ambas, desnudas, dejaron caer sus cuerpos en aquella cama de segunda, Paula comenzó a devorar con apetito voraz los pechos de María Fernanda, quien no paraba de manifestar su excitación, gemido a gemido.

Paula fue deslizando su lengua por toda la extensión abdominal de María Fernanda, marcando así el preludio a lo inevitable, encontrarse con un húmedo y apetitoso sexo, anhelante de sentirla.

Sus succiones fueron rudas, y María Fernanda lo disfrutaba, Paula mordía sin tacto alguno, mientras comenzaba a deslizar sus dedos dentro de aquella flor. Simultáneamente, sin estimulación previa, penetraba analmente a su amante.

Lo de María Fernanda se convirtió en gritos de placer, Paula no dejaba de embestirla con fiereza, podía sentir palpitar simultáneamente su ano y su vagina, hasta que María Fernanda estalló en un orgasmo de ensueño.

Paula se subió sobre ella, buscó su boca y comenzó a frotarse contra ella. María Fernanda la tomaba de los muslos y bebía de ella con fogosidad, los movimientos de Paula eran toscos, era una bestia hambrienta de sexo, que siempre tuvo en María Fernanda ese puerto seguro dónde conseguirlo, cuando quería algo “rápido y fácil”.

María Fernanda recibió en su boca los fluidos de Paula, para luego ver cómo ésta se separaba de ella, tomaba su ropa, se arreglaba lo mejor que podía y sin mediar palabras la dejaba ahí, tirada.

FIN DEL FLASHBACK

Sofía se sintió abrumada con lo que estaba escuchando, era algo que no esperaba.

- ¿Por qué nunca le dijiste la verdad?

- Siempre evité hablar de mi pasado, ella venía de una mala relación, desconfiaba. Si se enteraba de mi pasado con Paula, no habría estado conmigo.

- Técnicamente, la engañaste.

- Sí. Y no hay día en que no me arrepienta. Pero, ya está hecho. No lo dije en ese momento, no tiene sentido ahora.

- Debes sincerarte con ella. Sin ponerme de su lado, pero, no quiero imaginar cómo estaría viviendo, atormentada con la culpa.

- Lo sé… y por eso no quiero decirle nada. No quiero hacerle más daño.

- Si no lo haces, no podrás avanzar conmigo. Piensas en ella, tienes remordimiento. Tienes que liberarla. Ambas se equivocaron pero ella asumió su error, y cada una siguió adelante con su vida. Tú le debes eso. – Sofía se levantó de la cama. – Me daré un baño.

María Fernanda se quedó pensando, Sofía tenía razón, pero, ella sabía que eso significaría perder a Eva para siempre.

Cuando Sofía regresó, se acostó junto a María Fernanda, mas no la tocó. Tenía sentimientos encontrados.

- “Si le hizo eso a Eva, a mí también me lo hará” – Pensó.

Pasaron varios días antes que María Fernanda se decidiera a contarle la verdad a Eva. No sabía de qué forma acercarse a ella, pero, estando en la oficina, encontró una oportunidad.

Mientras caminaba por uno de los pasillos, pudo escuchar a Soraya hablando por teléfono. Se detuvo a escuchar su conversación.

- Sí, en el sitio de siempre. Esta vez también va Eva con su novia, estará más despierta que en su cumpleaños. Nos vemos a las 7.

María Fernanda se alejó lo más que pudo, si estaba en lo cierto, Se encontrarían en la disco de siempre. Solo tendría que llegar ahí y propiciar un acercamiento.

Las horas pasaron con lentitud desesperante. María Fernanda vio salir a Soraya, y supo que la hora había llegado. Tendría que encontrar una forma de escabullirse de Sofía, pues necesitaba hacer esto sola.

Salió a toda prisa. Detuvo el primer taxi que encontró. Sintió deseos de decir “siga a ese vehículo”, pero pensó dos veces antes de parecer ridícula.

Llegar antes al lugar le permitiría tener un buen margen de tiempo en caso de estar en el sitio incorrecto. Entró y pidió un trago. Revisó su teléfono, tenía algunas llamadas perdidas de Sofía, las cuales ignoró. El reloj marcaba las 7 30, ya llevaba al menos tres tragos. Pensó en irse cuando vio entrar a Soraya en compañía de quien presumía podía ser su novia. Tras ellas venían Myriam y Ofelia. María Fernanda suspiró al verlas. Su presencia era fuerte, se veían muy unidas, y hacían una hermosa pareja. María Fernanda trató de no dejarse ver, ellas estaban en una mesa grande al fondo, y María Fernanda permanecía en la barra.

Media hora después, María Fernanda se paralizó. Eva entraba con Zoe. Su rostro era de dicha, y esa joven, caminaba a su lado con tanta elegancia y orgullo. Todo se revolvió en María Fernanda, los celos la enloquecían. Su garganta se anudaba, era difícil contenerse. Vio como saludaba con mucho afecto a las muchachas, incluyendo a Soraya. Se sintió rara.

- ¿Cómo es que Eva la trata tan bien y a mí me desecha? Debe ser que aún siente algo por mí, tengo que averiguarlo.

María Fernanda estuvo al acecho. Apenas Eva se separara de Zoe, iría al ataque. Tuvo que esperar bastante, pues su novia no se separaba de ella, y Eva parecía estar a gusto. Estaba entre Zoe y Soraya y sus parejas parecían cómodas con eso.

Una ventana se abrió. Eva se levantó y fue al baño. María Fernanda fue tras ella. Mientras tanto, en la mesa, Myriam notó lo que estaba sucediendo, susurró algo al oído a Zoe y ambas se levantaron de la mesa. Ofelia hizo señas para saber qué ocurría, Myriam le pidió esperar.

Cuando Myriam y Zoe se acercaron al baño, pudieron ver en el pasillo a Eva recostada de la pared, mirando al suelo, con las manos en los bolsillos, y a María Fernanda hablándole.

- Zoe, mantente atenta, pase lo que pase, no pierdas la calma. Mira a Eva. Si te traje es porque sé cómo son estas cosas y no me gustaría que pasen malos ratos por terceros. Estaré aquí contigo.

- Gracias, Myriam. – Zoe estaba nerviosa, esta era una prueba de fuego para ambas.

La conversación que sostenían ambas mujeres estaba tensa.

- Eva, yo necesito que me escuches.

- Esto no es necesario, no tienes por qué martirizarme más por el error que cometí. Aprendí mi lección, ¿podrías dejarme en paz?

- ¿Cómo es que permites que Soraya se acerque? Ella destruyó nuestra relación.

- No, ella no. Nosotras. Tienes que empezar a llamar las cosas por su nombre. Soraya siguió adelante, está con alguien que la quiere, aceptó que entre nosotras no sucederá nada más, y conservamos la amistad, que es lo único importante. Eso es crecer. Tú sigues con estas cosas, ya deja eso atrás, tienes una relación, ocúpate de ella.

- Eva, yo te amo.

- No es eso lo que quiero escuchar de ti.

- ¿Qué quieres de mí?

- Nada, y eso es lo más triste. Aunque si no es mucho pedir, me encantaría que te alejaras de mí. No quiero que nada entorpezca mi relación.

- Entonces temes que mi presencia la entorpezca, quiere decir que sientes por mí lo que yo siento por ti.

Los ojos se Zoe se humedecían. Pero trató de mantener la calma.

- No. Al contrario, me preocupa que sientas algo por mí. Podrías hacer algo que perjudique mi relación. Yo me tomé el tiempo para sanar, cambié mi vida para mejor, y conocí a alguien maravilloso. Creo que tengo derecho a empezar de nuevo, a pesar de mis errores.

María Fernanda se llenó de ira. Se acercó a Eva buscando besarla. En ese momento, el tiempo se paralizó para Zoe. Myriam permanecía tranquila. Y Eva, sacó la casta.

Mientras María Fernanda se acercaba, Eva levantó su mano izquierda y la extendió, impidiendo que María Fernanda se acercara más de lo debido.

-          N o. Por favor. Y no por mí. Respeta a mi pareja. Ella no tiene culpa de mis errores.

María Fernanda enfureció. El rechazo de Eva aunado al efecto del alcohol, hizo confesar de manera inadecuada su error.

- Tanto que hablas de tu noviecita, y ni siquiera sabes si es fiel, si te respeta. Y tú eres tan tonta para no darte cuenta de las cosas, quién quita y te ha puesto los cuernos y tú ni te enteras.

- Di lo que quieras si eso te hace feliz. – Eva permanecía serena.

- ¿Es que no me crees? Ahí estabas, como una pendeja, de rodillas, cuando yo muchas veces te la hice y ni te enteraste. Das lástima, Eva, eres ingenua, y eso no podrás cambiarlo, hagas lo que hagas.

Eva la miró, sintió que en su interior se despertaba la ira. Recordó la cantidad de veces que sintió dudas y se reprendió a sí misma, se sintió tonta, pero respondió con gallardía.

- Contrario a lo que piensas, siempre lo supe, pero nunca te confronté, por razones que no vienen al caso. Te agradezco que por fin hayas tenido el valor de decírmelo a la cara, aunque hayas necesitado mucho alcohol para hacerlo. Ahora puedo cerrar este ciclo en paz. Todo está hablado. Si me disculpas, mi novia me espera.

- ¿Es que no me vas a decir nada?, ¿Ni siquiera quieres saber con quién me acosté?

- Para mí no es relevante eso ahora. Tú eres parte de mi pasado, con las cosas buenas y las cosas malas. Ya no hago nada con eso, quedará ahí, junto a todo lo que viví contigo, como peso muerto.

- Eva, yo sé que tú me amas.

- ¿Te quise?, sí. ¿Te amé?, sin dudar. Pero ya no. Y necesito que lo entiendas.

Eva se dio la vuelta y caminó hacia la salida. María Fernanda la tomó por sorpresa y trató de besarla. Hizo que Eva se sintiera apresada, poniéndola nerviosa, y esto la volvía violenta.

Eva la tomó del cuello y la empujó hasta el otro extremo de la pared, la estaba asfixiando.

- No te vuelvas a acercar a mí.

Eva no la soltaba, María Fernanda se estaba ahogando. Zoe se acercó a Eva y la tomó entre sus brazos.

- Eva, suéltala. – Decía Zoe, gentilmente. Al hacer esto, usaba su mano para retirar la de Eva y hacer que liberara a María Fernanda.

Cuando la soltó, Zoe se interpuso entre ellas y abrazó con fuerza a Eva, quien miraba con odio a María Fernanda. Myriam se acercó y se llevó a María Fernanda.

Eva miró a Zoe, se sentía extraña, una enorme ira recorría su cuerpo, pero el contacto con Zoe la calmaba.

- No te voy a dejar sola. Aquí me tienes. – Zoe buscaba tranquilizar a Eva.

Mientras tanto, Myriam hablaba con María Fernanda en el estacionamiento.

- ¿Qué carajo te ocurre?

- No soporto estar sin ella. – El alcohol hacía estragos en su organismo, su manera de hablar era algo enredada.

- Escuché todo lo que dijiste. Si eso es cierto, lo mejor es que te alejes de ella, después de esto no hay marcha atrás. Pudiste escoger una mejor forma de hacer las cosas, pero elegiste la vía difícil. No, no está bien. Te aconsejo que reflexiones, luego de esto será imposible que te acerques a ella. No entiendo qué te pasó…

María Fernanda rompió a llorar, Myriam se quedó consolándola.

Esto marcaba un final definitivo en su historia con Eva, si algo era seguro, es que la había perdido para siempre.

Continúa…